20/12/11

Circo y baloncesto

La disputa de un partido del Mundial femenino de balonmano o la gira española del Circo del Sol sacan los colores a la ACB, una liga que presume de ser la mejor del mundo tras la NBA pero cuya seriedad ha quedado más en entredicho a raíz de las últimas alteraciones en el calendario


Ayer, lunes 19 de diciembre, debía disputarse un partido de la Liga Endesa que finalmente no se jugó. Bueno, en realidad, ese partido debería haberse jugado el sábado, en Zaragoza, y tenía que haber enfrentado a CAI y Gescrap Bizkaia. El choque que debía medir el domingo a las 18.00 a Caja Laboral y Barcelona Regal en el Iradier Arena sufrió una modificación de horario apenas un día antes, el sábado por la tarde, como consecuencia de un cambio de planes de la cadena poseedora de los derechos de emisión de la competición doméstica. En pleno debate sobre el maltrato mediático que está recibiendo el baloncesto en este país, este fin de semana hemos asistido a un episodio que roza lo dantesco y viene a confirmar los temores de todos aquellos que ya sospechábamos que hace tiempo que este deporte dejó de considerarse como un bien de interés.

El partido entre el Baskonia y el Barça, dos de los mejores equipos del baloncesto español, quedó relegado a un segundo plano, fue desplazado en la parrilla de Teledeporte por la disputa de la final de consolación del Mundial femenino de balonmano. En torno a las 18.00 de la tarde del sábado, veinticuatro horas antes del comienzo estipulado, la ACB y TVE acordaron esta medida para evitar otra que seguramente habría resultado todavía más dolorosa para los amantes de este deporte. La excelente trayectoria de la selección femenina de balonmano en Brasil, donde se jugaba el bronce y lo ganó ante Dinamarca en un horario que coincidía con el del choque entre vitorianos y catalanes, habría supuesto de facto su eliminación de la parrilla televisiva. Quizá los habituales del baloncesto no se habrían sorprendido demasiado. Sería sólo una muestra más del desprecio que se le dispensa desde el ente público, donde las ideas parecen muy claras: el tercer y cuarto puesto del Mundial femenino de balonmano -uno de los partidos más relevantes en la historia del balonmano femenino en este país, por otro lado- es un producto de interés general, y debe ser emitido, mientras que la Liga Endesa, a pesar del patrocinio, del relevo en la cúpula de la ACB y de lo que podamos pensar muchos, no lo es. Al parecer, se ha convertido en un producto de desinterés generalizado.

Lo más triste del tema es que las audiencias -sin entrar ahora en asuntos relacionados con la fe de la cadena o la promoción- parecen corroborar esta teoría. Puede debatirse largo y tendido sobre si el número de televidentes que sigue los partidos resulta una causa o una consecuencia del escaso cuidado que dispensa Televisión Española al baloncesto o viceversa. Es la pescadilla que se muerde la cola. El problema es que son demasiadas, y muy recientes, las evidencias de desprecio que hemos tenido que soportar algunos. Al final, el partido entre el Caja Laboral y el Barcelona se retrasó una hora y media. Lo más grave del asunto es que esta medida se adoptó por hallarle un encaje en la parrilla de Teledeporte, un canal que, baloncesto al margen, el ente público sólo emplea para ofrecer productos tremendamente residuales. Cualquiera podría rebatirme y señalar que lo que acoge el canal temática es toda la programación deportiva de TVE, pero erraría. Aunque esa debería de ser su esencia, los rectores del ente público, que como tal deberían seguir unos principios bien diferentes a la hora de definir sus estrategias, se cuidan mucho de emplazar en su primer canal, al que conceden un rango de mayor relevancia, otros acontecimientos deportivos que deben rentarles más, como el Mundial de Motociclismo o las finales que disputa Rafa Nadal.

Baloncesto en la Green Capital

Lo más grave del asunto, repito, no es el hecho de que se postergara el partido, con todas las consecuencias que pudo tener para la gente que tenía que desplazarse a Vitoria (el Baskonia tiene muchos abonados de otras provincias limítrofes), sino la certeza de que de no haberse producido esta modificación del horario, simplemente no habría sido televisado. El dinero, cómo no, rescató al baloncesto español de la humillación que habría supuesto el hecho de que el choque entre los dos equipos que se han repartido once de los últimos doce títulos en juego, entre entorchados ligueros de Copa del Rey de la Supercopa. La ACB, cuyo nuevo máximo mandatario, Albert Agustí, se hizo con los mandos para poner en valor este deporte como un producto atractivo, tragó porque tenía que tragar y Teledeporte se aseguró de dilatar la parrilla al máximo porque tenía un compromiso publicitario atado con el Ayuntamiento de Vitoria. Así de duro pero así de simple. El compromiso entre el Barcelona y el Caja Laboral, que vistió de verde por este motivo, iba a representar el primer escaparate mediático a nivel nacional de la recién concedida distinción como European Green Capital (Capital Verde Europea) a Vitoria. El acuerdo incluía la emisión de un vídeo promocional sobre las virtudes de la urbe y una entrevista a su alcalde, Javier Maroto, durante el intermedio. ¿Qué habría sucedido de no haber existido este pacto comercial? Imagino que la emisión del partido, que no era un bien de interés general, se habría retomado en su epílogo, justo al finalizar el partido de balonmano. No habría sido la primera vez que la retransmisión de un partido de baloncesto en Teledeporte comienza un poco -o bastante- más tarde que el propio partido.

Por supuesto, en TVE a nadie se le ocurrió la opción de emplear algún otro de los cinco canales de que dispone para encajar ambos eventos a su hora. Nadie previó tampoco en su día la posibilidad de que el combinado que dirige Jorge Dueñas (tremenda labor la suya en estos últimos años) pudiera presentarse en la lucha por los metales. Entiendo que quizá no era cuestión de tenerlo en cuenta cuando arrancó el torneo, porque España no contaba con excesivas opciones en los pronósticos, pero conforme se fue aproximando la fecha... Quizá a alguien se le pudo haber encendido la luz para actuar con más previsión, siquiera unas horas o unos días antes. De todos modos, ¿para qué? No hacía falta. La ACB parece un ente tan insignificante y necesitado que tragaría con cualquier cambio, por inexplicable y apresurado que fuera. Y así sucedió. De hecho, así está sucediendo demasiado a menudo en estos tiempos de zozobra, en los que la credibilidad de la competición, que algunos se llenan la boca tildando de la mejor liga del mundo tras la NBA, está decreciendo al ritmo de sus audiencias. Para poder ostentar con tanto orgullo como algunos quisiéramos tener esa condición de liga exquisita y de prestigio, lo primero que debe hacerse es practicar con el ejemplo, exhibir esa seriedad de la que se presume. Y últimamente no está sucediendo así.

La gira del Circo del Sol

No hace falta que un partido de la Liga Endesa tenga que coincidir con un duelo de balonmano tan importante como el del domingo para que quede reflejada la escasa relevancia que desde muchos ámbitos se le concede al baloncesto en España, un país que vive y respira fútbol, donde la mayor parte de los medios de comunicación generalistas dedican elevadísimos porcentajes de sus espacios deportivos al balompié. Basta con que al Circo del Sol le dé por realizar una gira. Y vuelvo al comienzo de este texto para referir el otro caso de panderetismo ilustrado que ha despertado mi indignación en los últimos días, al partido que CAI y Gescrap debían disputar el sábado en el Príncipe Felipe. ¿Por qué no se pudo jugar el sábado? Porque el Circo del Sol había fijado su actuación en la capital maña para la misma fecha y el Ayuntamiento, propietario del recinto, entendió que resultaba mucho más atractivo para sus ciudadanos cederlo a esta compañía circense, que por otro lado, y todo hay que decirlo, agota el papel allá por donde pasa. ¿Se preocuparon los ediles zaragozanos de saber si el CAI tenía o no partido ese fin de semana en casa? Cualquier respuesta, afirmativa o negativa, resulta un desprecio hacia su propio club de baloncesto. Si lo hicieron, porque no le concedieron la suficiente importancia a un partido de la Liga Endesa, cuyo calendario creo recordar que se hizo público a comienzos de agosto, como para buscar un espacio alternativo para el espectáculo de la compañía canadiense. Si no, obviamente, porque les importa tan poco que ni se detuvieron a pensar.

¿Alguien se imagina algo similar con el Real Zaragoza? ¿Alguien considera factible que el equipo de fútbol de la ciudad deba aplazar un partido de Liga porque tiene que cederse el campo para un concierto de U2? Ni de lejos. Y eso que La Romareda también es un estadio de propiedad municipal. Lo dicho, y aunque suene tan cómico como trágico, hasta el circo tiene más peso que el baloncesto. La ACB, en vista de la decisión del Consistorio maño, tuvo que volver a tragar. Fijó una nueva fecha para el partido, este pasado lunes, pero tampoco se disputó. El Bilbao Basket, no sin razón, protestó, alegó que esa fecha le perjudicaba de cara a preparar el duelo fratricida de Euroliga de este próximo jueves contra el Caja Laboral, y la celebración de dicho envite quedó relegada a lo que sucediera en la penúltima jornada de la primera fase de la competición continental. El equipo vizcaíno ganó en Estambul, preservó sus opciones de clasificación y, sorpresa, el encuentro sufrió un nuevo aplazamiento. Desde luego, este tipo de alteraciones no parecen ejemplos de la seriedad que debe transmitir una liga que pretende hacerse fuerte y recuperar el prestigio perdido.

Lo más hiriente del caso es que el de Zaragoza no va a ser el único partido que sufrirá cambios como consecuencia del espectáculo Alegría que Circo del Sol está representando en varias capitales españoles. Ha querido el destino que también pasara por Bilbao, donde ocupará Miribilla, y volverá a alterar el calendario de la Liga Endesa. ¿Cuál es la consecuencia? Los encuentros entre el Gescrap Bizkaia y el Blusens se alteran de orden; es decir, que el que correspondía a la ida, en Bilbao, se jugará cuando toque la vuelta y viceversa. Hay quien puede pensar que no se trata de un cambio que afecte en demasía al resultado final de la competición, pero con la pelea tan cerrada que se va a producir en las próximas semanas por lograr una plaza para la Copa, no resultaría extraño que algún damnificado alce la voz. Así está el panorama de nuestro baloncesto, pisoteado, vilipendiado y con el crédito bajo mínimos. El diagnóstico resulta preocupante. Ahora le toca a los nuevos gestores tomar nota y trabajar para que toda esta ristra de desaguisados desaparezcan y los aficionados abandonen esa sensación de desamparo, ridículo y desprecio que comienza a apoderarse de ellos.

12/12/11

Sin pívots no hay paraíso

La fragilidad de su juego interior condena al padecimiento a un Caja Laboral que bien entrada la temporada se encuentra todavía demasiado lejos del nivel exigido para pelear con los grandes equipos de la ACB y la Euroliga


Han transcurrido once jornadas de la Liga Endesa y ocho de la Euroliga y el desconcertante nuevo proyecto del Caja Laboral se encuentra en el mismo punto desde el que partió. Más de dos meses después del arranque oficial de la competición, ofrece muchas más dudas que certezas, más allá de que la bonanza del calendario le haya permitido hasta el momento mantener el equilibrio en la carrera de obstáculos en que se ha convertido este primer tramo del curso. Mucho se ha debatido en este tiempo en torno a si la responsabilidad del achacoso devenir del equipo azulgrana debe atribuirse al técnico, incapaz de sacar partido a su plantilla, o a los directivos, que en época de recortes se han visto incapaces de atinar con su habitual habilidad en la confección del proyecto. De un modo u otro, creo que todos tienen su parte de culpa. Por un lado está Ivanovic, entre cuyas virtudes en absoluto figura la ductilidad de carácter, que se ha mantenido inflexible y en cierta manera ha complicado más de lo necesario el ensamblaje de algunas de las nuevas piezas con las que contaba para recomponer un equipo bastante diezmado tras la operación salida (Huertas, Barac, Batista, Logan...) del pasado verano. Por el otro la directiva, atada de manos por las apreturas económicas, perjudicada por imponderables como las lesiones e incapaz de armar un bloque cuando menos aparente, que invite a la afición a soñar, en lugar de un edificio sin cimientos, sin pilares sobre los que apoyarse. A la vista de todos ha quedado el sonrojante rendimiento de los interiores en las últimas citas. Y sin jugadores que sean capaces de dar la cara cerca de los tableros, el baloncesto resulta un deporte muy complicado.

A nadie se le escapa que la situación que atraviesa ahora mismo el conjunto baskonista queda marcada por las decisiones de planificación y los inconvenientes inesperados que llegaron después. En un mercado donde la demanda de cincos superaba con mucho a la oferta, el Baskonia tomó la (¿valiente?, ¿insensata?) decisión de desprenderse de los dos con los que contaba, ante la necesidad de recaudar, y realizó su apuesta. El problema es que Maciej Lampe, uno de los jugadores contratados para formar parte del esqueleto estructural del nuevo proyecto, tenía un grave problema físico (Cosas del labrum) que trastocó -habrá que ver hasta qué punto- todos los planes del club. No puede negarse que de aquellos barros vienen estos lodos. Más allá del parche temporal de Kevin Seraphin, que obligó a Querejeta a incumplir su deseo de no reclutar a jugadores sujetos temporalmente al lockout, todos los movimientos posteriores han despedido un terrible hedor a remiendo. No se ha dado con la tecla, ni mucho menos, para conformar un juego interior de garantías. Ya no digo que marque la diferencia, sino simplemente digno de un equipo que, conviene no olvidarlo, ha contado durante los últimos años en sus filas con varios de los pívots más determinantes del baloncesto europeo: Dejan Tomasevic, Fabricio Oberto, Kornel David, Luis Scola, Tiago Splitter, y si se apura incluso a Barac.

Muy lejos de los grandes

Enumerar a esos referentes del baskonismo moderno y someterlos a una comparación con los actuales inquilinos del frontcourt azulgrana puede dar lugar a insoportables episodios transitorios de nostalgia, enajenación o apatía. La cosa es así de cruda. El Caja Laboral, como ha quedado demostrado en los últimos partidos, está condenado al sufrimiento porque cuenta con una batería de hombres interiores que dista años luz de la que ha tenido en los últimos años y, sobre todo, de la que debe tener cualquier equipo que pretenda considerarse un aspirante a los títulos. La situación resulta así de dura a escasos dos días para que juegue el partido más importante de la temporada, porque ahora mismo da la impresión de que entrar al Top 16, certificar el billete para la Copa y pelear por seguir la estela de los dos grandes en la ACB son los únicos objetivos que pueden contemplarse con cierta sensatez. No sé qué sucederá de aquí a un mes, cuando se espera el retorno de Lampe y la directiva habrá cerrado ya el poste que lleva semanas buscando en el mercado sin excesiva fortuna. Pero en vísperas de encarar el duelo contra el Nancy del que penden todas las esperanzas continentales del Baskonia, el mero hecho de tener que medirse a un equipo que dispone de un pívot bastante aseado como Akingbala, un 2,09 que pasó por Lleida y que está siendo uno de los pilares del equipo francés durante y después del paso de Nico Batum, debe como mínimo inspirar cierto respeto a la afición vitoriana.

La cosa no es para menos. Si ya con Milko Bjelica, al que ahora se añora, había mucha gente que consideraba muy limitado el juego del equipo en la pintura, tras la lesión del montenegrino la situación ha adquirido tintes dramáticos. A quien le parezca que temer la presencia de cualquier pívot decente en el equipo contrario puede resultar exagerado, le invito a recordar simplemente lo que ha sucedido en los últimos compromisos del conjunto gasteiztarra. Ilustres veteranos como Marconato o Papadopoulos desangraron sus opciones de victoria en las dos últimas citas de Euroliga. Aunque lo más grave sucedió en Murcia, donde James Augustine sacó a relucir las facilidades que cualquier interior con cierta solidez puede encontrar en la zona baskonista.

Otra cruz para Joey Dorsey

Ya digo que todo lo que está sucediendo tiene más que ver con la planificación, incluyendo en este apartado las circunstancias desafortunadas que se han producido, que con la gestión de los recursos, pero aun teniendo en cuenta esto pienso que desde el banquillo tampoco se está sacando el máximo rendimiento a lo que hay, que quizá no es demasiado pero podría ser más. Ivanovic le ha puesto la cruz a Joey Dorsey. Esta temporada tenía varias para repartir y el antiguo compañero de José Manuel Calderón en Toronto se ha ganado una. He leído y escuchado muchas críticas en torno a este jugador. He llegado a leer que es uno de los peores americanos de la ACB. No comparto en absoluto esa visión. Tiene muchas, muchísimas limitaciones, tanto técnicas como si se quiere tácticas, pero llegó a Vitoria con una misión y diría que su rendimiento no está tan alejado de lo que muchos creíamos que debía aportar. Llegó para cubrir un hueco salarial bastante reducido, como cuarto pívot, para aportar físico, ayudar en el rebote (es quizá el único que maneja el concepto de cerrarlo), colocar bloqueos y seguir a Prigioni en las continuaciones del pick and roll. Otra cosa es que la situación anómala que se ha producido lo haya convertido en el pívot titular de un equipo como el Baskonia, para lo que no está ni de lejos capacitado. Su rol quedaba claro cuando se supo que fichaba: aportar entre 10 y 15 minutos de intensidad mientras los otros jugadores interiores descansaban o se refugiaban de las faltas en el banquillo. Lo más duro del tema es que, aun con sus evidentes carencias, los mejores momentos del equipo vitoriano en los últimos partidos han llegado con el jugador de Baltimore sobre la cancha. Y es ahí donde creo que Ivanovic se equivoca de plano. Dorsey está en el grupo de jugadores que a la mínima se van al banquillo para no volver. Cosas de Dusko. De nada sirve que tanto en Atenas como en Murcia, ya sin Seraphin, el Caja Laboral más equilibrado que se ha visto haya sido precisamente el que saltó de inicio al parqué. Y no quiero que nadie malinterprete este análisis. No pienso que sea nada del otro mundo, pero desde luego es un jugador que, si asimila el nivel de contacto permitido y adapta algunos automatismos ofensivos con el base argentino, podría ayudar mucho más al equipo en estos momentos de vacas flacas.

No sé si para analizar al resto de jugadores que actúan en las posiciones de cuatro y cinco estas últimas semanas puede valer el concepto de interiores. A Mirza Teletovic poco se le puede criticar desde un punto de vista de entrega y actitud. Tampoco en acierto se le pueden poner pegas. Pero considerarlo como pívot es poco menos que un sacrilegio. El bosnio ayuda en el rebote, más por potencia de salto y por corpulencia que por concepto, pero su capacidad (o más bien incapacidad) defensiva queda reflejada cada partido. Y si forma pareja interior con Nemanja Bjelica, qué se puede decir. Los últimos partidos partidos han retratado la endeblez de una apuesta habitual en un Ivanovic que, incluso teniendo a Seraphin en sus filas, repetía con Milko Bjelica y el bosnio. El Baskonia lleva toda la temporada jugando sin presentar amenaza alguna en la pintura (salvando las contadas ocasiones en las que el poste galo de los Wizards estaba en cancha). El desequilibrio resulta evidente hasta un punto alarmante. Es por ahí por donde se está desangrando el proyecto, que como digo puede aún enderezar el rumbo si Lampe cumple los plazos, se recupera convenientemente de su lesión y finalmente la directiva da con ese pívot que busca en el mercado y que, me temo, acabará forzando con su llegada la rescisión de contrato de Dorsey.

El último en llegar ha sido un Vladimir Golubovic que ya sabemos lo que puede dar de sí: demasiado poco para lo que requiere en estos momentos el equipo. Pero no hay más. Su llegada no hace sino reflejar las complicaciones que presenta ahora mismo el mercado, con muchos equipos europeos buscando recambio a los inmigrantes del lockout que han realizado el camino de vuelta tras el acuerdo entre el sindicato de jugadores americanos y la patronal. A pesar de que su agente se lo ofreció al club vitoriano una semana antes, cuando quedó desligado de su anterior equipo y se supo que Seraphin debía volver a Washington, en un principio fue rechazado. Al final, y mientras se encuentra algo mejor, la coyuntura ha obligado al Caja Laboral a reclutar a un jugador que conoce la casa (formaba parte de la plantilla que ganó el tercer título liguero en 2010) y que goza de la confianza del entrenador. En cualquier caso, no es desde luego el antídoto a los problemas de un equipo que con este juego interior, con todo el dolor de mi corazón, creo que no puede aspirar a nada. Esperemos que al menos Ivanovic sepa ordenar sus piezas y sacar rendimiento al mucho talento con que cuenta en otras posiciones para salvar el match ball del miércoles y asegurar la entrada al Top 16. Si lo logra, el guión de esta película aún puede encontrar muchos giros.

10/12/11

Un ladrón de guante azulgrana

Pablo Prigioni ingresa en la historia de la Euroliga como el jugador que más balones ha robado en el torneo tras superar el pasado jueves a Teo Papaloukas



Se esconde para hacerse el encontradizo. Como los grandes felinos, aguarda el despiste de su presa, el momento oportuno para atacar. Al final llegará, siempre llega. Una o dos veces por partido, Pablo Prigioni ejecuta una jugada que ha patentado y que ahora le ha permitido ingresar en el listado de honor de la Euroliga. El timonel argentino se convirtió el pasado jueves en Atenas en el jugador que más balones ha recuperado a lo largo de la historia del torneo. Con los cuatro robos que sumó ante el Olympiacos, el jugador azulgrana alcanzó las 318 recuperaciones, una más que otro viejo zorro de las pistas, ahora en el Maccabi, como es el griego Teo Papaloukas.

Prigioni, ratero del parqué, ha elevado a la categoría de arte un movimiento que refleja la picardía sobre la que ha edificado su carrera el que a sus casi 35 años pasa por ser uno de los mejores directores de juego en la historia del baloncesto continental. Nadie saca tanto partido a la falta de concentración de sus oponentes. Saque de fondo tras canasta y ahí aparece, como de la nada. Nueve temporadas le han bastado para encaramarse a lo más alto de una nómina que coronan ilustres de la talla del propio Papaloukas, su compatriota Diamantidis, un fijo en los quintetos defensivos de la Euroliga como el incombustible Gianluca Basile, que es cuarto, y el ex del CSKA Jon Robert Holden. Un repóquer de ases sin parangón en el que el argentino ejerce como comodín.

Amado, repudiado, represaliado, silbado y finalmente amnistiado, Prigioni está sacando chispas al que muchos pensaban que podía ser su último contrato con un equipo que tuviera ciertas aspiraciones. Ahora todos lo dudan. Los cerca de 37 minutos que pasó sobre la cancha del Pabellón de la Paz y la Amistad el jueves, en un partido en el que Ivanovic era consciente de lo que había en juego, refrendan la impresión de que este ladrón de guante azulgrana aún tiene cuerda para rato. En vista del decepcionante rendimiento que está ofreciendo el púber Thomas Heurtel, el peso del argentino en los esquemas del cuadro gasteiztarra se ha disparado hasta convertirlo en uno de los pocos hilvanes que sostienen a un plantel bajo constante sospecha.

Prigioni ronda ya la media hora de juego de promedio en la competición europea. En un equipo que añora más actores protagonistas, se ha sumado a la vieja guardia, porque nunca dejó de pertenecer a ella, y está firmando uno de sus mejores cursos en la competición europea. Anota 6,8 puntos, captura 3,4 rebotes y reparte 4,6 asistencias por cita. Pero por encima de todo, roba, castiga los despistes del rival. En realidad, hace lo que siempre ha sabido hacer mejor que nadie y ahora ratifican los registros históricos de la Euroliga, competición que lidera en recuperaciones por partido (2,5 por compromiso) en la presente temporada y en la que también figura como segundo mejor asistente histórico, de nuevo por detrás de Teo Papaloukas.

Ahora la duda estriba en saber hasta cuándo le aguantarán las piernas para poder seguir el ritmo que Ivanovic y las limitaciones de su propio equipo le están imponiendo. Está mucho mejor de lo que muchos pensaban cuando fichó y, mirando las fechas de su DNI, recordaban sus dos irregulares campañas en el Madrid. Ya en verano, al frente de una selección argentina en la que Pepe Sánchez apenas le concedía algunos minutos de relevo, evidenció un sobresaliente estado de forma. Con la albiceleste, teniendo como principal rival al tipo que le sustituyó y al que ahora él sustituye, un Marcelinho Huertas que es todo piernas, no descansó hasta sentir en su cuello el peso del oro. Pero aquel era un torneo de corta duración y pocos jugadores, tengan la edad que tengan, pueden aguantar muchos meses al nivel de exigencia física y mental que ahora mismo reclama este Caja Laboral a sus pilares fundamentales.

Prigioni, a quien sus compañeros de vestuario describen como una roca, seguirá dando el máximo hasta que el equipo encuentre el equilibrio que tanto echa en falta y el técnico pueda equilibrar de nuevo el reparto de tiempo. Entretanto, se mantendrá agazapado, alerta, con los dedos, ágiles y malvados, dispuestos a castigar el menor error de sus contrincantes.

                                            TOP 10 DE LADRONES HISTÓRICOS DE LA EUROLIGA

                                                          Pos.                                                                Part.     Robos   Media
1PRIGIONI, PABLO1813181.76
2PAPALOUKAS, THEODOROS2223171.43
3DIAMANTIDIS, DIMITRIS1542881.87
4BASILE, GIANLUCA2072601.26
5HOLDEN, J.R.2092471.18
6GARBAJOSA, JORGE1442171.51
7LANGDON, TRAJAN1672161.29
8LAKOVIC, JAKA2101940.92
9PRKACIN, NIKOLA1451901.31
10NAVARRO, JUAN CARLOS1991890.95

3/12/11

Entrevista a Vidal

El viernes tuve la ocasión de entrevistar para el periódico a uno de los jugadores que han ayudado a escribir la historia más gloriosa del Baskonia. Sergi Vidal vive su tercera temporada fuera del equipo al que llegó como una ilusionante promesa y en el que se esculpió como un gran jugador que llegó incluso a vestir la camiseta de la selección española en una década en la que no ha sido en absoluto barato lograrlo. Mucho más maduro y reflexivo de lo que lo conocí durante su época en la capital alavesa, ofrece su visión desde la distancia de lo que está sucediendo en su antiguo equipo. El escolta catalán conserva la fe en Dusko.

"Aunque ahora haya quien pita a Dusko, si se ganan varios partidos esa gente que pita dejará de hacerlo"

Fue ídolo local, hijo predilecto de la afición y es el jugador con más títulos de la historia de un Baskonia que lleva en el corazón y cuya preocupante singladura sigue ahora desde Donostia. Sergi Vidal vuelve mañana a Vitoria en un partido en el que la grada expondrá su postura respecto a Ivanovic.

Formó parte de la plantilla del Baskonia durante casi una década, pero hace tres años que se marchó y ya ha vuelto Vitoria con otro equipo, en este caso el Madrid. ¿Sigue sintiendo algo especial cuando se aproxima un partido como el de mañana?
Sí, jugar contra el Baskonia y volver a Vitoria es siempre especial, y no porque tenga ninguna cuenta pendiente ni nada parecido, sino en el aspecto de que es un equipo y una ciudad donde he vivido muchísimas cosas, muchísimos años y me siento como en mi casa.

Ahora llega con un nuevo equipo, el Lagun Aro, en el que se ha consolidado como una pieza fundamental. Está siendo uno de los jugadores que más minutos acumula en ACB y ha cambiado su rol con respecto a su etapa anterior en Madrid. ¿Con qué sensaciones afronta el partido teniendo en cuenta que va a tener más responsabilidad sobre la cancha de la que tenía con su anterior club?
Sí, eso sin duda. Ya sólo con jugar voy a tener algún tipo de responsabilidad. Una cosa es lo que yo opine, sienta o pueda notar mientras estoy alejado o viéndolo desde la distancia y otra es lo que me asalta cuando salto a la cancha. Volverá a ser igual de especial porque tengo un enorme cariño por el club y una gran relación con algunos compañeros. Además, esta afición fue durante mucho tiempo la que me apoyó. En cualquier caso, cuando entre en el partido, obviamente trataré de hacer lo que he hecho siempre, jugar al máximo para defender los colores del equipo en el que estoy y para ganar.

Dice que la afición le ha apoyado durante mucho tiempo, incluso cuando ha vuelto. Este año se han abierto varios debates con respecto a viejos mitos del baskonismo, algunos de ellos grandes amigos suyos. ¿Cómo ve desde la distancia lo que se vivió en verano con Pablo Prigioni, al que algunos aficionados llegaron a pitar en su presentación?
Yo creo que todo el mundo conoce un poco la situación que ha vivido Pablo cuando ha vuelto a Vitoria a jugar con el Madrid y lo que pasó, pero ya lo he dicho en muchas ocasiones: creo que se pudo malinterpretar lo que dijo, o tal vez él se explicó mal en su momento. Ha sido siempre muy injusto ese trato que se le ha dado. Seguro que la gente se estará dando cuenta otra vez, y se darán más cuenta en el futuro, de que Pablo es uno de esos jugadores que han hecho historia en este club, que lo han dado todo por estos colores y que gracias a él somos muchos los que tenemos la suerte de haber logrado grandes cosas con el equipo en el pasado.

También es buen amigo de Tiago Splitter, con quien compartió vestuario durante muchos años. ¿Entendió que optara por otro equipo diferente al Baskonia para volver a ACB?
La verdad que a mí me sorprendió mucho el fichaje de Tiago, y no sólo porque viniera a Valencia. No esperaba que de repente fuera a volver a España. Tengo una gran relación con él pero no tenemos un contacto constante para saber qué iba o no iba a hacer, por lo que me sorprendió bastante. ¿Los motivos por los que no quiso volver a Vitoria? Creo que habría que preguntárselos a él.

Militó en las filas del Baskonia durante los años en los que el club dio el salto definitivo a la élite. Formó parte de plantillas inolvidables, con grandes estrellas, con jugadores que hicieron de este un club grande. ¿Ha perdido muchos enteros en grandeza este año la plantilla azulgrana?
Yo creo que la gente no acaba de identificarse con los jugadores. Este año ha sido un año especial. Ha habido muchos cambios, se han dado unas circunstancias especiales con el lockout de la NBA, jugadores que vienen, que van, la afición no acaba de identificarse. Saben que algunos son de paso, otros son nuevos... Necesitan más tiempo. En otras temporadas quizá también había muchos cambios, pero la sensación era diferente. Es al menos lo que yo percibo desde fuera. No creo que haya habido muchos años tan atípicos como este. Para mí la plantilla sigue siendo supercompetitiva y más que creer que es una plantilla de menor nivel, creo que hay otros equipos que por sus ventajas económicas y por los condicionantes especiales del lockout han podido fichar a grandes estrellas y son estos otros los que han dado un paso adelante mientras los demás siguen como antes. Pero no puedes llegar hasta ese nivel.

¿Cómo llega el Lagun Aro a Vitoria? Si se atiende a la clasificación, apurados, porque suman sólo dos triunfos, pero si se estudia pormenorizadamente partido por partido por caso, ha habido muchas ocasiones en las que han caído por rentas muy cortas. ¿Es suerte lo que les falta para dar ese paso adelante que suponga victorias?
Supongo que cuando te juegas los partidos, o la mayoría de ellos, a cara o cruz, hay muchos jugadores que pueden decantar la balanza para un lado o para otro. Ha habido cuatro partidos que hemos perdido de tres, otro de cuatro, otro de seis y otro de ocho, creo recordar. No estamos tan mal como la clasificación refleja, pero a día de hoy ésa es la realidad que vale y la posición en la que estamos. Sólo podemos ir trabajando para poder mejorar y poder al final llevarnos esos partidos y sumar victorias.

¿Espera recibir el cariño del público vitoriano cuando salte a la cancha del Iradier Arena mañana?
Sí. La verdad es que cada vez que he vuelto a Vitoria, y no sólo a jugar, también cuando voy de visita, siempre recibo muestras de cariño y de afecto de la gente. Para mí es muy bonito volver a Vitoria y tener esa sensación. Cuando la gente te trata así piensas: ‘Algo bien habré hecho en esos nueve años’. Sobre todo esa sensación la tuve mucho cuando volvía con el Madrid y mi situación era la que era. Cuando estaba pasando esos momentos difíciles, volver a Vitoria y recibir ese cariño era algo muy importante.


Buena parte de esos nueve años de los que habla estuvo a las órdenes de un Dusko Ivanovic que, pese a ser el entrenador más importante de la historia del club, se encuentra también cuestionado últimamente, hasta el punto de que en el último partido del Caja Laboral en la capital alavesa, ante el Fenerbahce, recibió pitos. ¿Puede entenderlo?
La verdad es que no tenía ni idea de que había habido pitos. Al final esto es como todo. Muchas veces, en la vida que llevamos nosotros en el deporte, en la competición, cuando se gana eres muy bueno, cuando se juega bien eres muy bueno, cuando se pierde eres muy malo y cuando juegas mal eres un paquete. Nosotros tenemos que estar siempre sabiendo que estamos en esa situación donde a pesar de que siempre tratas de hacer lo mejor, no siempre lo consigues. La gente espera eso. Y a veces, cada uno reacciona como cree que debe hacerlo. Igual ahora hay pitos pero si se ganan varios partidos esa gente que pita dejará de hacerlo. Seguro que serán los primeros en aplaudir, porque al final lo que todos quieren es que su equipo sea lo mejor posible y gane siempre. Entonces, al final, cuando consigues eso da igual quien juega o quien está al frente, los resultados son los que mandan.

Os dejo el link a la web de Diario de Noticias de Álava por si os apetece ver la entrevista como se publicó y algo más de información sobre el Baskonia.

1/12/11

La hora de Oleson

El Baskonia sufre ante la ausencia de alternativas ofensivas a Teletovic y San Emeterio. La marcha de Reggie Williams, el tipo escogido para asumir ese rol, vuelve a girar el foco ante el interminente escolta de Alaska



Es el jugador al que todos esperan pero nunca acaba de llegar. La paciencia tiene límites, marcados por las circunstancias internas de un equipo y la externas, las propias de la competición, y a muchos aficionados del Caja Laboral se les comienza a agotar cuando se trata de Brad Oleson. El hombre llegado del frío continúa sin dar el paso adelante que se le reclama desde que aterrizó en la capital alavesa. Obligado a asumir protagonismo en una posición heredada de un anotador legendario como Igor Rakocevic, al norteamericano le llega la hora de la verdad.

Con Reggie Williams de vuelta en Estados Unidos, un Dragic a punto de seguir el mismo camino y un Pau Ribas que parece llamado a asumir un papel de especialista secundario -y no está defraudando en esa faceta, queda en sus manos la responsabilidad de elevar varios puntos el nivel ofensivo de un equipo que sufre ante la ausencia de alternativas a Mirza Teletovic y Fernando San Emeterio en facetas anotadoras.

Al exjugador del Fuenlabrada, desechado por Messina para el Madrid, se le achaca una intermitencia que por desgracia para él queda refrendada sobre el papel de la estadística. Combina una de cal y una de arena, parece incapaz de enlazar dos actuaciones estelares y ofrece demasiadas dudas, hasta el punto de que en las altas esferas del club se planteó este año, después de muchas temporadas sin hacerlo, la opción de triplicar el puesto de escolta. Oleson, de hecho, pudo haber salido el pasado verano del Baskonia. Sólo las lesiones y la falta de sintonía entre el técnico y Reggie Williams impidieron que el exterior de Alaska perdiera la titularidad que Ivanovic le concedió el pasado curso. El montenegrino confía en él. Su entrega y su lectura del juego, sobre todo en defensa, representan virtudes de inmenso valor para los pupilos del balcánico. Pero le falta algo más. Y la gente y el momento por el que atraviesa el equipo se lo reclaman; se lo exigen.

El jueves pasado, ante el Fenerbahce, reaccionó, cuajó su mejor partido de la temporada en la Euroliga (13 puntos y 34 minutos). Pero lo que parecía su despertar definitivo quedó en agua de borrajas, en un simple espejismo. Dos días después, en la derrota del Martín Carpena, Oleson volvió a las andadas (sólo 3 puntos).

Lo habitual suele ser todo lo contrario. El tímido exterior americano se encuentra más cómodo en la Liga Endesa (10,4 puntos y 9,3 de valoración por cita) que en la Euroliga, donde sus números se reducen de manera drástica (4,8 puntos y 4,3 de valoración). En un momento de zozobra como éste, con el club metido de lleno en el mercado pese a la escasez económica, debe demostrar que tiene lo que hace falta y no es necesario fichar otro jugador en su puesto para cubrir la salida de Williams y Dragic.

(Artículo publicado en la edición del 1 de diciembre de 2011 de Diario de Noticias de Alava. Os dejo el link a la noticia en la web del periódico)

28/11/11

Europa se resetea

El inminente final del lockout acabará con la situación irreal que ha teñido el arranque de este atípico curso a este lado del Atlántico. ¿Qué equipos salen beneficiados y damnificados al aproximarse el final de esta anormal situación?




El final del lockout, que ha pillado a casi todos a contrapié, va a restituir la normalidad en el universo del baloncesto europeo, que ha vivido una realidad ficticia desde que hace cinco meses se decretó el cierre patronal de la NBA y comenzaron a llover estrellas. La gran mayoría de las figuras del baloncesto norteamericano que cruzaron el Atlántico a lo largo de este tiempo tendrán que desandar el camino recorrido y redefinirán la situación de unas competiciones que en muchos casos se han visto alteradas (por no emplear el término adulteradas) debido a su presencia. Europa se resetea; se dispone a volver al punto de origen. Y esta nueva coyuntura no va a pillar a todos los equipos en las mismas condiciones. Los buenos estudiantes, los que hicieron los deberes a tiempo o simplemente dieron con la clave sin fiar su suerte a lo que pudiera ocurrir con las negociaciones entre los jugadores de la competición estadounidense y la patronal, pueden salir beneficiados con el súbito giro de los acontecimientos. Otros equipos, en cambio, sufrirán la marcha de algunos de sus mejores activos y se verán obligados a sumergirse en un mercado que puede tornarse endiabladamente complicado ante la llegada masiva de compradores. El acuerdo para desbloquear el lockout va a poner a cero, dos meses después, el contador de unas competiciones cuyo pronóstico ha retornado al punto de partida.

Para la NBA el fin del cierre patronal supondrá la elaboración de un calendario ajustadísimo, con 66 partidos de fase regular, que arrancará el día de Navidad. En Europa ofrecerá un listado de beneficiados y damnificados. ¿Cuáles son los equipos del viejo continente que deben incluirse en cada uno de estos dos grupos? El tiempo acabará confirmándolo, pero a primera vista da la impresión de que algunos clubes pueden quedar tocados tras la resolución del conflicto. Tanto en la ACB como en la Euroliga, los pronósticos varían, si bien no todos los que pierden alguna de sus figuras van a sufrir el final del lockout de la misma manera.

Los que supieron hacer los deberes

En un primer momento, cuando el principio de acuerdo entre sindicato de jugadores y patronal inundó las redes sociales y copó espacios privilegiados en las webs especializadas, hubo quien comenzó a elaborar listados de los posibles beneficiados. En casi todos aparecían el Barcelona, que se ha resistido a reforzar su plantilla con algún NBA hasta saber si la suspensión de la temporada era definitiva, el Panathinaikos o el Montepaschi, otros dos equipos que aparecen en la cima de los favoritos a pelear por el cetro continental. También se consideraba como uno de los grandes favorecidos al CSKA, probablemente el gran aspirante a recuperar la gloria perdida. Tras quedar apeado a las primeras de cambio en la pasada edición de la Euroliga, el cuadro moscovita parecía hasta ahora el rival a batir, pero todo puede cambiar si al final su gran estrella, Andrei Kirilenko, hace las maletas y se decide, como puede suceder, por cruzar de vuelta el Atlántico. AK47, que estará de baja hasta enero a causa de una lesión en el hombro, ha asegurado que le gustaría acabar la temporada en Rusia, pero también ha manifestado que le encantaría vivir en Los Ángeles. Se deja querer por Lakers y Cippers, a pesar de que parece que su eterna franquicia, los Jazz, y los Nets son los más interesados en reclutarlo. En cualquier caso, sin él el CSKA seguirá teniendo un excepcional equipo (conservará entre otros a Nenad Krstic), pero no resultará tan temible como hasta la fecha.


Ya digo que no se trata de emplear el término adulterada, pero sí que conviene reconocer que la Euroliga ha estado tremendamente influenciada por la llegada de estas estrellas que ahora en su gran mayoría se marchan. Salvando la inclusión casi furtiva de Fernando San Emeterio como MVP de la última jornada, el resto de jugadores que han recibido ese galardón han llegado a los equipos europeos como consecuencia del lockout. Kirilenko ha recibido dos, Batum otros dos y el otro se lo apropió el base del Maccabi Jordan Farmar. Precisamente el equipo israelí puede llegar a convertirse en uno de los principales damnificados de este cambio de rumbo. Y aquí conviene entrar de nuevo a valorar hasta qué punto unos clubes supieron apuntalar bien sus plantillas y cuáles las han remendado con la contratación de figuras que, por un lado, han podido desajustar el proceso normal de rodaje  de los colectivos por su enorme influencia en el juego y, por otro, tenían fecha de caducidad.

Sin duda, el Maccabi será uno de los que más noten la reanudación de la actividad en la NBA. Y no sólo por la marcha de Farmar, sino también porque había cerrado un acuerdo con Omri Casspi, su hijo pródigo, para que retornara a Tel Aviv si se cancelaba toda la campaña en Estados Unidos. Tampoco quedarán bien parados el Armani Milán de Sergio Scariolo, que se quedará sin Danilo Gallinari, o los equipos turcos, que se lanzaron al mercado del lockout con avidez ante la perentoria necesidad de dar ese salto de nivel que requieren para colarse de una vez por todas en la Final Four, que este curso se celebra en la ciudad de Estambul.

El despilfarro otomano

Sin duda los clubes otomanos pueden resultar dañados. Los dinerales invertidos en atraer a algunas de las estrellas más relucientes de cuantas han recalado en Europa se han marchado por el retrete. Apenas han servido de nada. Los tres representantes turcos en la Euroliga, de hecho, presentan idéntico balance de victorias y derrotas (3-3) en las seis primeras semanas de competición. Nada nuevo. A lo largo de los últimos años nos hemos habituado a los descollantes desembolsos de estos equipos, que reunían siempre grandes elencos de jugadores pero rara vez lograban conjuntarlos para  edificar proyectos sólidos. Da la impresión de que este año no resultará excepcional. Me aventuraría a apostar que, salvo giro imprevisto de los acontecimientos durante el Top 16, ninguno de ellos estará en su final a cuatro.

El Anadolu Efes, que ha echado el resto este verano con el cambio de patrocinador, podría quedarse durante los próximos días sin dos valiosas piezas. Sasha Vujacic, que tiene cláusula de salida pese a que llegó como agente libre, y Ersan Ilyasova, a quien le esperan los Bucks, podrían debilitar con su marcha al conjunto que dirige Ufuk Sarica. El exjugador del Barça, en cualquier caso, ha manifestado que le gustaría retrasar hasta el verano su retorno a los Bucks. Tampoco se presenta más lucido el panorama para Fenerbahce Ulker y Galatasaray. Los primeros, encuadrados en el grupo del Baskonia, pueden perder a un Thabo Sefolosha que ha abandonado su rol de especialista defensivo para enfundarse un traje de combo estelar. El irregular conjunto de Neven Spahija echará sin duda en falta a un jugador que ha promediado 12 puntos y 6 rebotes por encuentro y sin el que puede incluso llegar a sufrir para superar la primera fase de la Euroliga. El Galatasaray perderá a un Zaza Pachulia que comenzó flojo (sufrió una lesión) pero que en el último partido, ante el Asseco Prokom, ya demostró lo que puede aportar al baloncesto europeo. El gladiador georgiano sumó un espectacular doble-doble con 19 puntos, 10 rebotes y 24 de valoración. No parece en cambio que los gualdinegros vayan a perder al lituano Darius Songaila, llegado como agente libre.

Los otomanos, en cualquier caso, no son los únicos equipos que verán diezmado en cuestión de días su potencial. Tampoco son los únicos equipos importantes del torneo que lo acusarán. Sin entrar a valorar lo que pueden acusar la marcha de sus estrellas prestadas clubes como Emporio Armani Milán (el ya mencionado Gallinari), Partizan (Nikola Pekovic), Union Olimpija (Danny Green) o Zalgiris Kaunas (se quedará sin Ty Lawson pero parece que conservará al ex de los Raptors Sony Weems), hay dos equipos españoles que podrían considerarse más próximos al grupo de los damnificados que al de los beneficiados ahora que el lockout parece destinado a convertirse en un recuerdo borroso. Y son dos equipos en cuyo código genético entra la obligación de pelear por estar entre los mejores. Me refiero a Real Madrid y Caja Laboral.

Baskonia y Real Madrid, dos puntos de partida para dos diferentes destinos

Si digo que habría que considerarlos en principio perjudicados es porque no tengo del todo claro hasta qué punto el cambio de planes puede afectar a cada uno de ellos. El Madrid trata a toda costa de conservar a Rudy Fernández y sabe que perderá a Serge Ibaka. En Vitoria tanto Kevin Seraphin como el efímero Goran Dragic preparan ya sus maletas para regresar a Washington y Houston. Y sí, el Baskonia tiene un problema. Y gordo. Aunque habría que valorar hasta qué punto esta situación se produce como consecuencia de un final anticipado del lockout, de una cuestionable planificación deportiva o a raíz de una gestión de la plantilla que ha convertido en muñones a algunos jugadores que deberían haber dado un paso al frente para evitar que la marcha de los temporeros suponga un trauma tan angustioso como el que da la impresión que puede darse.


Pablo Laso no pidió ni a Rudy ni a Ibaka. El Real Madrid concedió el mando de la nave a un técnico en cierta medida poco experimentado y a quien muchos daban por enterrado antes de tiempo. Y mira por dónde, con el preparador vitoriano los aficionados del conjunto merengue han recuperado la sonrisa. No puede negarse lo que Rudy e Ibaka, pero sobre todo el primero, han aportado en cuestiones relativas a la confianza y el atractivo, a un equipo que ofrece unas sensaciones mucho mejores de las que arrojaba durante la época de Ettore Messina. La marcha de Ibaka, que sólo en el último partido contra el CAI ha dado muestras de lo que puede llegar a hacer hoy día en el basket FIBA, no importa tanto porque su concurso en este periodo como jugador blanco ha resultado casi anecdótico. El caso de Rudy es bien diferente. Su salida puede notarse mucho más. De la capacidad de Laso para canalizar las energías que convergerán tras el vacío que dejará el escolta balear (la posibilidad de que negocie con Dallas para seguir en España parece remota) dependerán en gran medida las opciones de éxito de los blancos.

A Rudy lo fichó la directiva. El club realizó un importante esfuerzo por hacerse con los servicios de uno de los héroes de la selección, porque es un gran jugador y también porque puede, como ha quedado demostrado en este tiempo, elevar la atención mediática y atraer a muchos más aficionados del club merengue al Palacio de los Deportes y la Caja Mágica. Cuando regrese de Dallas, tiene garantizado un puesto como estrella de un equipo que, sin embargo, este año va a tener que jugarse los cuartos sin él. Con una dificultad añadida: Rudy ha estado asumiendo minutos y protagonismo que en estos compases iniciales de la competición tendrían que haber correspondido a los recién llegados Jaycee Carroll y Martynas Pocius. O incluso para un Carlos Suárez cuya consolidación como tres referente del equipo blanco cada vez está más entre interrogantes y cuyos minutos de juego se han reducido drásticamente de los 25 que disputaba la pasada campaña a los en torno a 16 que juega cada compromiso este curso. Las opciones de éxito de este Madrid, tan denostado de partida y celebrado por ofensivo y alegre a la postre, descansan en la habilidad de Laso para restituir la responsabilidad a los que habrían sido sus legítimos dueños de no haber mediado el lockout. Más allá de que siga abierto el debate sobre la necesidad de contratar un base ante las dudas que genera la pareja de locos que forman Sergio y Llull o de plantear la necesidad de contar con un pívot más físico para fortalecer el juego interior el Madrid tiene un proyecto, que cada cual puede juzgar más o menos sólido, más allá de la presencia de estas dos estrellas fugaces.

El Caja Laboral se encuentra en el polo opuesto. Nadie habría pensado hace un par de meses que el final del lockout pudiera afectar en exceso al equipo de Dusko Ivanovic. Daba la impresión de que su relación con este fenómeno no pasaba de tener un carácter tangencial. Tras haber fichado a dos jugadores procedentes de la NBA (Reggie Williams y Joey Dorsey) sin pretensiones de volver en toda la temporada a su país natal, la única pieza que podía quedar alterada en caso de que jugadores y patronal se arreglaran era la de Kevin Seraphin. Pero ni siquiera ese punto preocupaba en exceso, pues el poste galo había llegado como sustituto temporal del lesionado Maciej Lampe, a quien se esperaba -y aún se espera- para enero. Sin embargo, la realidad se revela ahora cruda para el cuadro azulgrana. En cuestión de días va a perder a Seraphin y al efímero Goran Dragic, que en dos etapas diferentes y separadas por un lustro apenas ha tenido ocasión de presentarse ante la afición vitoriana.

¿Un problema de planificación o de gestión?

Cuando arrancó el curso, en los amistosos previos a la disputa de la Supercopa, nadie habría sospechado que el conjunto vitoriano pudiera recibir como un revés una noticia que en teoría debía de hacer mucho más daño a otros. Pero así es. Se ha abierto un debate en Vitoria en torno a si el problema ha sido la elección de los jugadores o la gestión que Ivanovic hace de ellos. No existe unanimidad y sí una importante polémica, pero el caso es que el Caja Laboral corre el riesgo de presentarse en apenas unos días con un plantel de ocho jugadores. El escaso protagonismo de piezas llegadas para asumir roles más importantes como Nemanja Bjelica, un Brad Oleson que no acaba de asumir el papel de killer que queda vacante desde la marcha de Rakocevic, el ostracismo que padece Dorsey o las lesiones y escasas oportunidades que recibió el ya cortado Reggie Williams sitúan al cuadro vitoriano en una posición comprometida. Aunque está habituado a reinventarse sobre la marcha, el Baskonia es uno de los clubes que acude al mercado con más urgencias. De uno u otro modo, ha salido más perjudicado que beneficiado ante esta resolución del lockout, más si cabe por el hecho de que debe pescar en un mercado muy revuelto y rehacer en gran medida su roster que por el peso real en su juego de los dos jugadores que se van. Todo se ve más negro además estos días porque a Lampe se le suma ahora en la enfermería otro de los jugadores que llegaron para formar un juego interior de garantías, un Milko Bjelica que estará un mes en el dique seco justo ahora que parecía una de las pocas piezas nuevas que a Ivanovic le estaban funcionando.

En otro nivel, pero también perjudicados por el nuevo orden que se instaura, encontramos equipos como el Nancy o el Lucentum. Ambos equipos van a quedarse sin sus respectivas estrellas. Los franceses pierden a un Nico Batum que regresa a Estados Unidos por la puerta grande, sin duda como uno de los principales beneficiados por el lockout. El escolta de los Blazers ha ganado mucho crédito como líder espiritual de un equipo que todo el mundo señalaba como cenicienta pero que ha salido respondón y gracias a él ahora sueña con superar la primera fase de la Euroliga. En esa misma situación de que nos quiten lo bailao se encuentra el Alicante. Kyle Singler, que incluso ha dejado caer que no le haría ascos a la opción de quedarse todo el año, ha propiciado que los levantinos naveguen a estas alturas de temporada en la zona noble de la tabla. Está claro que aún queda mucho, pero han recorrido parte de su trayecto hacia la salvación de la mano de un jugador que ha dejado huella en el corazón de su hinchada.

Aventureros efímeros

Hay otros equipos españoles que padecerán cambios en sus plantillas en cuestión de días. El Joventut deberá soltar a un Christian Eyenga que ha colaborado para que los verdinegros sumaran dos derrotas desde su llegada. Pero la situación más curiosa, por paradójica, se dará en Valencia, donde Tiago Splitter se despide sin apenas haber tenido tiempo de conocer la ciudad. Cabe preguntarse si el poste brasileño de los Spurs, cuya decisión de regresar a la ACB en un equipo distinto al que lo crió desde que era apenas un adolescente puede depararle un coste a futuro, habría tomado este camino de haber sabido cuánto iba a prolongarse su aventura.

Peor ha sido lo de Tyreke Evans, que se comprometió con la Virtus Roma un día antes de que se cerrara el acuerdo en Nueva York, o el caso de Lamar Odom, que ni siquiera llegó tampoco a tomar el avión que debía llevarlo a Estambul. El jugador de los Lakers tenía reserva para el mismo día en el que se supo que el conflicto laboral se desenquistaba. Ya no podrá jugar en el Besiktas junto a Deron Williams, otro de los que se vuelve, como Adam Morrison (Estrella Roja), Alexis Ajinca (Hyères-Toulon), Ian Mahinmi (Le Havre), Boris Diaw (Burdeos), Tony Parker y Ronny Turiaf (Asvel Villerbaune). Estrellas que desandan el camino recorrido y dejan el baloncesto europeo como estaba al principio, pero diferente.

18/11/11

El gestor del esfuerzo

Los malos resultados del Caja Laboral, acompañados de una pésima imagen y una alarmante falta de ideas, reabren el debate sobre la capacidad de Ivanovic para gestionar una plantilla que parece que podría dar más de sí


El otro día, cuando abandonaba el Iradier Arena tras la derrota del Baskonia en el duelo de Euroliga ante el Gescrap Bizkaia y trataba de poner en orden las horribles sensaciones que me arrojó el partido, un amigo me ofreció una reflexión que me ha hecho darle muchas vueltas al coco. "Ivanovic sólo sabe gestionar esfuerzos, no sabe gestionar el talento", me dijo este amigo. Y esas palabras me parecieron terriblemente ajustadas a la realidad que el baskonismo ha vivido a lo largo de la prolífica etapa del montenegrino en la capital alavesa. El debate sobre el banquillo está abierto hace semanas. En realidad, se abrió en el mismo momento en el que Josean Querejeta decidió contra pronóstico renovar su confianza, con un contrato de dos años, en el entrenador más importante de la historia del club justo al concluir una de las peores temporadas desde que el conjunto azulgrana se asentó en la élite del baloncesto continental. Seis años más tarde, el Baskonia cerraba un curso sin echarse un título a la boca, completaba la primera campaña desde la 2001/2002 (la del doblete de Dusko) sin disputar una final. Muchos pensaron que había llegado el momento de apostar por un cambio, y no sólo por los resultados. Querejeta, en ese momento, no lo vio de esa manera. Pero las cosas han variado mucho en sólo unos meses.

La imagen que ofreció el Caja Laboral en el derbi del miércoles ha provocado que el número de detractores de Ivanovic haya crecido exponencialmente. En una ciudad en la que el baskonismo es una religión y Dusko su profeta, durante mucho tiempo ha dado la sensación de que criticar al técnico montenegrino podía resultar poco menos que una herejía. Sus defensores esgrimen la hoja de servicios del técnico balcánico, el glorioso historial del cuadro gasteiztarra bajo su férreo mando, y el último milagro, el del tercer título liguero conquistado contra todo pronóstico contra un Barça intratable. No seré yo quien reste mérito alguno a Ivanovic. Pero el debate que ha generado el caos que rige este año el juego del Caja Laboral no debe entenderse en clave de juicio final, como una puesta en cuestión de sus méritos pretéritos. Se pone en tela de juicio el rendimiento que está extrayendo el entrenador de una plantilla que, desde fuera, da la sensación de que podría dar mucho más de sí.

Un zapato de cristal para Dusko

Cuando acabó la que, como he dicho, fue la peor temporada en muchos años para el Caja Laboral, a la directiva del Buesa Arena se le abrieron dos caminos entre los que escoger para enmendar el rumbo. En vista de la evidente falta de sintonía entre el técnico y su plantilla, Josean Querejeta debía renovar el batallón o elegir a otro oficial para dirigirlo. En vista de todos estaban las carencias en cuanto a carácter del plantel que Ivanovic tenía en sus manos. Pero también el hecho de que al entrenador de Bijelo Polje se le acababa el contrato. No fueron pocos los que hablaron de ciclo agotado, y empezaron a sonar nombres de posibles sustitutos. Al final, la directiva optó por dar un giro radical a la composición del vestuario. En parte influenciada por la situación de las arcas del club, se desprendió de varias de las figuras de la plantilla y reclutó a una serie de jugadores que, se pensaba, iban a encajar mucho más con el códice baloncestístico de su sargento de hierro. El paso de las semanas ha demostrado, sin embargo, que el ramillete de jugadores contratados durante el pasado verano tampoco colman las exigencias de un Ivanovic que ofrece síntomas evidentes de desesperación, desconocidos en el pasado, durante los partidos.

El montenegrino, gestor de actitudes, de compromisos, de esfuerzos, siempre ha fijado un precio muy elevado a su confianza. Ganársela no es sencillo para los jugadores que llegan de nuevas a sus vestuarios. Pero esta vez se está llegando a una situación casi dantesca. El técnico montenegrino se apoya en la vieja guardia, una vieja guardia por cierto diezmada tras la renovación, para tratar de conceder cierta solidez a un proyecto que está haciendo aguas. De todos los refuerzos que aterrizaron a comienzos de temporada en Vitoria, sólo uno está gozando de cierta continuidad en los planteamientos del entrenador. No resultaría nada llamativo de no ser porque ese jugador del que hablo es alguien que ya pasó con nota el periodo de prueba que Ivanovic exige a sus pupilos. Prigioni es el único de los fichajes de esta temporada que dispone de más de veinte minutos por partido. Ayudado por la bisoñez de un Thomas Heurtel al que le está viniendo grande el proyecto, el argentino ha recuperado los galones que cedió a Marcelinho cuando salió rumbo a Madrid. El resto de las apuestas de la directiva, esos jugadores contratados para ajustarse a los dictados del técnico, malviven sin rol, sin conciencia clara de lo que se quiere de ellos, y apenas han ofrecido pinceladas de lo que pueden ofrecer a la causa.

El compromiso sobre el talento

Es aquí donde recuerdo las palabras de ese amigo. Si Ivanovic es un gestor de esfuerzos más que de talento, como quizá nos ha mostrado a lo largo de sus ya nueve años al frente de este equipo, ¿debemos pensar que lo que falta esta temporada en el vestuario del equipo azulgrana son jugadores capaces de comprometerse? Me cuesta creerlo. Por el perfil de muchos de ellos, buscaría otras razones más intrincadas mediante las que tratar de entender por qué el preparador montenegrino se abraza a los clásicos (Teletovic, San Emeterio, Oleson, Prigioni y Ribas) y ofrece tan escasa confianza al resto. Basándonos en las dos premisas de las que habla la teoría del esfuerzo y el talento, podríamos dividir a los jugadores en cuatro categorías: los que tienen ese talento natural para el baloncesto, los que gozan de la capacidad de compromiso que debe de hacer falta para jugar en este equipo, los que reúnen ambas cosas y los que no tienen ninguna de ellas. Mirándolo por ese lado, estoy muy de acuerdo con la frase de mi amigo: a Ivanovic sólo le valen dos de esas cuatro categorías de jugadores, y la capacidad de sacrificio es lo que prima en la criba.

El problema para el preparador balcánico es que en este club ha habido muchos jugadores comprometidos pero también sobrados de talento en el pasado que ahora se echan mucho en falta. Basta con recordar a un tipo que en los últimos días ha sido noticia por marcharse a otro equipo de la ACB, con el dolor que eso conlleva para la hinchada vitoriana, o a otros tantos que aún hoy se recuerdan con nostalgia (los Scola, Nocioni, Bennett, Oberto, Perasovic...). Ahora Dusko se aferra a un ramillete de jugadores en los que el compromiso prima muy por encima del talento, en su guardia pretoriana habitual. Y fija su nivel de exigencia tan alto y desequilibrado para con los nuevos que a casi todos les resulta imposible ganarse su confianza. No es nada nuevo en realidad. Esto viene sucediendo desde que regresó de su aventura en el Barça. En los últimos años se cuentan con los dedos de una mano -y sobran- los fichajes que han logrado hacerse con un puesto de responsabilidad. ¿Qué ha cambiado en este tiempo? ¿Ha perdido el tino la secretaría técnica a la hora de fichar? ¿Los Scola, Nocioni, Splitter y compañía venían de serie con una capacidad de sumisión y entrega que no portan los jugadores actuales? Cada uno tendrá su opinión al respecto.

Son legión los que aconsejan prudencia y exigen tiempo de maduración al proyecto antes de emitir juicios definitivos. Bien es cierto que nadie creía en Ivanovic ni en el Baskonia hace dos temporadas, cuando llegó el último orgasmo colectivo de la afición azulgrana con esa final de la ACB en la que ninguno confiaba en lograr nada. Pero lo cierto es que el miércoles fuimos muchos los que abandonamos el pabellón con una terrible sensación de importencia. A Dusko siempre se le ha acusado de ser un entrenador con escasa cintura táctica. Se ha dicho que es un gran estratega, exquisito a la hora de gestionar plantillas y preparar los partidos, pero que carece de capacidad para la reacción. Este año, sin embargo, hasta los conceptos que se daban por seguros se pueden cuestionar. No hace falta tener un título superior para detectar la escasez de recursos ofensivos que ofrece el equipo azulgrana este año, en el que está malviviendo gracias al feroz instinto anotador de Mirza Teletovic. En el choque ante el equipo bilbaíno detecté una terrible falta de ideas, de recursos. Uno de los mejores equipos del continente no puede fiar todas sus maniobras ofensivas a la insistente apuesta por el dos para dos, a la búsqueda constante de un pick and roll para el que a Prigioni le faltan socios (o no se los proporcionan desde el banquillo). Ivanovic, por supuesto, lo ve. Su lenguaje verbal denota una agitación interior que yo no le recuerdo. Comienza a desesperarse.

Hasta la fecha los resultados han ocultado en cierta medida la realidad. Se había edificado un castillo de naipes gracias a las tres victorias consecutivas con las que el Caja Laboral arrancó la Euroliga y a su aceptable rendimiento en una ACB que le ha regalado un calendario en cierto modo benévolo para comenzar. Es muy probable que Ivanovic, como marca la tradición, acabe cerrando la boca a sus detractores. No pretendo sumarme a los que ya piden su cabeza, que por lo que oigo y leo cada vez son más, sino exponer un diagnóstico de lo que me parece una realidad tan evidente como preocupante. Uno de los grandes faros del baskonismo moderno está perdiendo brillo, se apaga su luz. Hace semanas que sus entradas al parqué carecen del acompañamiento de la ovación que siempre le proporcionaba la grada. Ese es uno de los síntomas más inequívocos de que algo sucede. También es cierto que cuenta con una gran legión de adeptos que lo defienden a capa y espada, aunque empieza a dar la impresión de que todos sus argumentos se basan en términos pasados. Me han preguntado esta semana varias veces hasta cuándo veo a Dusko al frente del Caja Laboral. Lo tengo muy claro: hasta que Querejeta piense que la situación es tan insostenible que las miradas, en lugar de hacia el banquillo, se dirijan hacia el palco. Esta misma semana el máximo dirigente del Baskonia ha hablado sobre el tema. Sus palabras venían a confirmar su plena confianza en el técnico montenegrino. Su tono, no.

8/11/11

El último truco del mago

Magic Johnson, que hace veinte años conmocionó al mundo al anunciar que había contraído el VIH, pudo despedirse de amigos y rivales en un entrañable All Star que acogió Orlando pocos meses antes de compartir aventura en el mítico Dream Team



Escribo estas líneas con el corazón encogido y los ojos vidriosos. He emprendido un viaje al pasado para buscar los argumentos con los que condimentar lo que pretende ser un homenaje al tipo que más me ha permitido disfrutar del baloncesto y, tras bucear en los recuerdos, desempolvar revistas viejas y zambullirme en vídeos históricos, he concluido que nada de lo que diga va a poder siquiera expresar una mínima porción del sentimiento que me gustaría imprimirle a este post. Podría contaros quién o quiénes fueron las personas que despertaron mi vocación periodística. Algún día puede que lo haga. Muchos de ellos han acabado por decepcionarme. Magic fue quien me enamoró para el baloncesto. Él alimentó mis sueños, me regaló el amor por este maravilloso deporte. Y aún hoy sigo pensando, le duela a quien le duela, que ha sido el mejor jugador de todos los tiempos. Se cumplen veinte años desde aquella fatídica rueda de prensa en la que anunció su enfermedad, desde el momento en el que hizo pública su infección por VIH y proclamó su retirada. Recuerdo la sensación que me embargó aquel día, la conmoción que sacudió al universo del baloncesto ante lo que parecía ya no sólo el adiós definitivo del eterno 32 de los Lakers, sino también su inminente desaparición. Entonces VIH equivalía a sida. La enfermedad, por cuya normalización tanto han hecho Magic y su fundación, se asociaba a drogadictos, prostitutas, habitantes de los países más pobres del continente africano y homosexuales. Significaba muerte y pánico al contagio. Había mucho desconocimiento. Magic, sonrisa eterna, pase inverosímil, dinamitó los muros del prejuicio y peleó por rescatar del olvido a los marginados.

Fue un 7 de noviembre cuando compareció ante el mundo para desvelar su condición de seropositivo. Ha llovido mucho. Aunque años más tarde volvería a pisar durante unos meses las canchas de la NBA, la enfermedad puso fin a la carrera de un jugador irrepetible. Podrán seguir surgiendo genios de la canasta, réplicas más o menos fieles de Jordan capaces de enchufarlas de todos los colores, pívots dominadores que siembren terror bajo los tableros, jugadores letales en el lanzamiento exterior y bases capaces de leer el juego con maestría. Pero nunca habrá otro Magic. Fue un funambulista, un bailarín, un base embutido en el corpachón de un pívot que convertía en fantasía cada jugada. Y lo hacía para ganar. Se retiró con cinco anillos, tres premios de MVP de la temporada regular, otros tres de las Finales y dos más del All Star Game. Y es precisamente en un partido de las estrellas donde se sitúa la historia que hoy quiero contar, el recuerdo de una madrugada en la que el mago desempolvó su barita, se reunió con algunos de los mejores jugadores que el baloncesto ha regalado a la historia y se despidió como merecía, sobre el parqué.

El rookie que hizo olvidar a Jabbar

Quiso el destino que tres meses después del doloroso momento de su adiós la NBA organizara el All Star en Orlando, capital de Florida y sede curiosamente de los Magic, una franquicia recién nacida que aún tendría que esperar hasta el draft de junio para escoger en el número uno a un Shaquille O'Neal que cambiaría su historia para siempre. Pero no nos desviemos del tema. Earvin Effay Johnson Junior (Lansing, Michigan, 14 de agosto de 1959) fue invitado a participar en un duelo con el que la NBA pretendía honrar su maravillosa carrera. El partido debía servir como broche de oro a la trayectoria de un jugador que comenzó a escribir su leyenda sin apenas tiempo para asimilar su aterrizaje en la NBA. Con Kareem Abdul-Jabar fuera de combate por una lesión en el tobillo, los Lakers encaraban el sexto partido de las Finales de 1980 muy mermados ante unos Sixers brutales. El conjunto de Philadelphia, que jugaba como local, contaba con un plantel temible, con Julius Erving a la cabeza, pero también con Darryl Gorila Dawkins o Bobby Jones y con tres bases, que se turnaron para frenar a Magic durante la serie, que los aficionados de la NBA reconocerán ahora vestidos de traje: Lionel Hollins, uno de los técnicos que coincidieron con Pau Gasol en los Grizzlies, Henry Bibby, padre del base de los Heat Mike, y Maurice Cheeks, actual segundo entrenador de los Oklahoma Thunder de Kevin Durant y Serge Ibaka. Aquella célebre noche en The Spectrum, se produjo uno de esos acontecimientos mágicos que jalonaron la carrera de Johnson. La ausencia de Kareem dejaba al conjunto californiano muy tocado en el juego interior. Así que Magic sacó la chistera, convenció a su entrenador, Paul Westhead, de que podía actuar de pívot y se echó al equipo a las espaldas para sumar una victoria que valía un anillo y que muchos consideran como el mejor partido de su carrera. Los números que firmó en aquella final en la que el mismísimo Doctor J se rindió a sus pies hablan por sí solos: 42 puntos, 15 rebotes y 7 asistencias. Nunca antes un rookie se había hecho con el MVP de unas Finales de la NBA. Nadie lo ha logrado después. Sólo Magic, que te mataba con una sonrisa, que también en Orlando, doce años después, sembró magia y alegría en su despedida.

Aún recuerdo aquella fría madrugada de All Star como si no hubiera pasado el tiempo. Fue un 9 de febrero y, si no me falla la memoria, fue el fin de semana de los carnavales. Aún puedo revivir aquellas noches de adolescente ilusión. Yo tenía doce años. Cedric Ceballos se hizo con el concurso de mates y Craig Hodges se impuso por tercer año consecutivo en el de triples, en el que por cierto participó un tipo llamado Drazen Petrovic. Pero el plato fuerte de aquel fin de semana era otro. Me quedé despierto para esperar aquel partido. Lo vi en directo, pero luego lo revisé una y mil veces. Me acuerdo que lo tenía grabado en una de esas cintas de VHS que acababan rayadas por el uso. En el Orlando Arena se dieron cita algunos de los mejores jugadores de la historia del baloncesto. Aquella edición del All Star de 1992 representaba un cruce de caminos entre dos generaciones gloriosas. Junto a Magic, en el equipo de la Conferencia Oeste que gestionaba desde el banquillo Don Nelson estaban Karl Malone, Chris Mullin, David Robinson, Clyde Drexler, Hakeem Olajuwon, Jeff Hornacek, Otis Thorpe, James Worthy, John Stockton, Dan Majerle y Dikembe Mutombo. El base que los aficionados designaron como titular a través de sus votos fue el eléctrico Tim Hardaway, que se sumó a la fiesta y cedió su puesto al que sería protagonista indiscutible de aquella maravillosa madrugada.

Podría decirse que aquel equipo debía considerarse imbatible de no ser por lo que tenía enfrente. Phil Jackson, el señor de los anillos, todavía sin canas, también tenía un arsenal a su disposición. Vestidos de blanco, en el equipo de la Conferencia Este formaron Scottie Pippen, Charles Barkley, Pat Ewing, Michael Jordan, Mark Price, Brad Daugherty, Joe Dummars, Dennis Rodman, el malogrado Reggie Lewis (el prometedor exterior de los Celtics falleció un año más tarde por un ataque al corazón mientras se entrenaba), Kevin Willis, Michael Adams y faltaron, por lesión, otros dos mitos como Larry Bird y Dominique Wilkins. Pero al frente de todos ellos, incluso de su divinidad del aire, aquella noche estaba la némesis de Magic, su gran rival e íntimo amigo Isaiah Thomas, el líder de los Bad Boys ante los que Magic y sus Lakers vivieron algunos de los duelos más épicos que se recuerdan.

Magia contra los Bad Boys

Apenas tengo vagos recuerdos de los enfrentamientos en las Finales entre Celtics y Lakers. Todo lo que he visto ha sido a posteriori. Y no puede negarse que aquellos partidos ante los Bird, McHale, Parish, Dennis Johnson, Ainge y compañía deben ocupar un lugar de honor en la crónica de las grandes rivalidades de la competición estadounidense. Sin embargo, en este pequeño rincón de reflexiones muchas veces -si no todas- me dejo guiar por el sentimiento, y no puedo por más que reconocer que aprendí a amar el baloncesto con las encarnizadas batallas que libraron Lakers y Pistons en el tramo final de la década de los ochenta. Fue ahí donde Magic comenzó a conquistarme con un baloncesto democrático que no todas las estrellas han sabido -o podido- interpretar y que hacía de él un tipo especial.

La vista a un lado, el balón a otro. Y canasta. De él vivieron grandes jugadores. Porque Magic, más allá de su capacidad para resolver, tenía algo que sólo tienen los más grandes: hacía mejores a sus compañeros. Siempre fue un líder solidario, más Xavi que Cristiano, más Indurain que Armstrong. Jugaba al basket con la sonrisa incorporada. Se divertía y divertía. Era pura magia, su apodo le hacía justicia. De su capacidad para asistir se alimentaron e hicieron grandes carreras jugadores como Byron Scott, James Worthy, AC Green o Michael Cooper, el tipo de los calcetines hasta las rodillas. Todos ellos han reconocido tras su retirada que sus vidas habrían sido mucho peores, mucho más anodinas y grises, de no haber existido Magic. La mía también. Isaiah, que en ese último All Star le mostró todo el cariño y la cercanía que necesitaba alguien que a los ojos del mundo estaba poco menos que contaminado, comandó un equipo que supo asimilar la derrota y regalar una amarga despedida a Kareem en las Finales de 1989. El menudo timonel de Chicago, escoltado por Joe Dummars, el microondas Vinnie Johnson, Mark Aguirre y una recua de tipos duros entre los que destacaban Bill Laimbeer, John Salley, Ricky Mahorn, Dennis Rodman y James El Chino Edwards, se cruzó en la vereda que seguía el conjunto angelino para conseguir el sexto anillo desde el desembarco de Magic en la liga. En aquellas inolvidables Finales de 1989, los Bad Boys se cobraron la venganza de la temporada anterior y dejaron con la miel en los labios a un Magic que había sumado su segundo MVP de la temporada y que, sin la referencia de Jabbar, tendría que resignarse a colgar las botas, enfermedad mediante, con los cinco anillos de campeón que había recolectado en una década gloriosa para los Lakers.

"Se puede seguir adelante, continuar viviendo"

La presencia de Magic en el All Star de Orlando supuso un gran atractivo para los medios y los aficionados. La enfermedad que lo acompañaba, la etiqueta, lo convertía en el foco de atención de todas las miradas. Fue de los primeros en llegar a la capital de Florida. “Tengo que estar aquí por mí y por toda esa gente que tiene un problema. Hay que mandar el mensaje de que se puede seguir adelante, continuar viviendo” , declaró en una multitudinaria rueda de prensa la víspera del partido. Magic planeaba dar una última asistencia, una más, y en este caso iba dirigida a la intolerancia.

El partido, como no podía ser de otra manera, se convirtió en una fiesta para el lucimiento de aquel increíble elenco de figuras. Pero sobre todo fue un homenaje a un tipo tan especial que acabó por conquistar a todos con una actuación mágica. Magic, cuyas lágrimas pocas semanas antes habían conmocionado a todo el planeta, rescató su sonrisa eterna y bailó un último baile en el que todos, compañeros y contrincantes, se declararon cómplices. El 32 de los Lakers se apropió de un último MVP. Firmó 25 puntos, 9 asistencias y 5 rebotes con algunas jugadas marca de la casa. No puede decirse que los rivales se dejaran la piel para defenderle. Es cierto. Pero, ¿lo hacen alguna vez en los partidos de las estrellas? ¿Iba a hacerlo Isaiah? Desde luego que no. El jugador de los Pistons, con quien algún tiempo después rompería una amistad que se había prolongado durante sus respectivas carreras, bromeó con Magic, lo retó, lo azuzó e hizo que surgiera una vez más la magia. Las últimas acciones del partido se convirtieron en unos contra uno, siempre con Johnson como protagonista tanto en ataque como en defensa. Primero detuvo a Isaiah. Después a Jordan. Y cerró el partido con tres triples, el último de ellos antológico, para sellar el que sería, ya digo que más allá de su innecesario regreso en 1996, un delicioso broche de oro a su carrera.

Con el final del partido (113-153) Magic recibió el cariño de todos aquellos con los que había compartido sudor y batallas en sus doce temporadas como profesional. Aquella imagen, las estrellas abrazando al apestado, al enfermo, hicieron mucho bien a la lucha por la normalización del sida. Todos se arremolinaron en torno a un hombre que había contribuido a hacer del baloncesto un deporte más divertido. Con muchos de ellos se volvería a encontrar unos meses después en Barcelona, formando parte del equipo que casi con total seguridad puede definirse como el mejor de todos los tiempos, el Dream Team. Porque si Magic se despidió de la NBA aquella gélida madrugada de carnavales en Orlando, fue en los Juegos Olímpicos de 1992 donde ofreció sus últimos respetos al baloncesto. Todavía con las emociones a flor de piel, Johnson fue capaz de reconocer el gesto que habían tenido con él sus compañeros. “Debo agradecer a los jugadores que hayan accedido a jugar conmigo o contra mí”, manifestó cuando el comisionado David Stern le entregó el premio que lo acreditaba como el mejor jugador de aquel All Star. Ni siquiera se olvidó de Hardaway: “Parte de este trofeo tengo que concedérselo a él por dejarme una plaza en el quinteto que merecía”, le reconoció. En cualquier caso, en aquellos tiempos de duda, donde no se tenía ninguna certeza sobre el futuro de su salud, Magic encontró una sonrisa postrera para agradecer el apoyo de su mujer, Cookie, y constatar lo que todos imaginábamos, que siempre disfrutó tanto sobre la cancha como hacía disfrutar al resto. “Quizá nunca me veáis jugar de nuevo, pero me quedo con estos buenos momentos para siempre”, se despidió.


Os dejo dos vídeos. El primero es un pequeño resumen de aquel All Star de Orlando. Merece la pena, sobre todo por ver la complicidad y el cariño con el que muchos de los jugadores allí presentes le regalaron.



El segundo vídeo va dedicado a todos los que son demasiado jóvenes para haber podido gozar de su juego y también para los que quieran discutirme lo que he dicho sobre que es el mejor jugador de la historia. Para mí, y es una opinión personal, hacía cosas que nadie más ha podido o sabido nunca hacer.