30/6/11

El efecto mariposa


Existe un concepto dentro de la teoría del caos conocido como efecto mariposa y que entraña que cualquier pequeña variación que pueda producirse, como el aleteo de un insecto, en un sistema más o menos ordenado puede desencadenar una vorágine de movimientos que modifiquen de una manera brutal el entorno, en un principio estable y pacífico. Así se encuentra ahora mismo el Baskonia. En los alrededores del Buesa Arena, cerrado por obras, se percibe la brisa de las mariposas. Se respira una calma tensa que debe preceder a lo que parece una profunda remodelación de la plantilla. Pendiente de demasiadas cosas, Josean Querejeta aguarda la resolución de varios frentes abiertos que pueden resultar fundamentales para la suerte del equipo vitoriano. En función de que lo que suceda con el lockout, la pelea entre Barça y CSKA por hacerse con los servicios de Teodosic y los límites que el equipo ruso y los turcos del Efes Pilsen estén dispuestos a alcanzar para amarrar a algunas de las piezas más codiciadas del cuadro azulgrana, sabremos hasta dónde llegan las consecuencias de este efecto mariposa.

Ahora mismo ningún jugador se encuentra a salvo. A excepción de Thomas Heurtel, recién contratado, el resto ha salido al mercado. Así se han expresado siempre los rectores del Baskonia. Pero esta vez no es parte de una pose existencial, sino una declaración de intenciones. Lo he escrito ya varias veces: toda vez que se ha renunciado a cambiar de técnico, la situación exige una renovación exhaustiva del vestuario. Querejeta y sus colaboradores han visto lo que ha visto todo el mundo. No han sido ajenos a la realidad de un relativo fracaso que, ante todo, ha llegado por la falta de sintonía entre el espíritu de su entrenador y lo que le ofrecían sus pupilos. Y la dirección deportiva se ha puesto manos a la obra en la búsqueda de un perfil de jugadores que, bien por su carácter, bien por su juventud y posible hambre de crecimiento profesional, puedan responder a las exigencias de Dusko Ivanovic.

Muchos son los que van a salir y más o menos los mismos los que llegarán. Contra lo que muchos pensaban y ya aseguré en este pequeño rincón de reflexiones (Una reconstrucción necesaria), los referentes del equipo baskonista se encuentran tan expuestos como el resto a la venta. O incluso más. Ante la precariedad económica que afecta ahora a las arcas del Caja Laboral, es necesario ingresar antes de gastar. Y muchos de los movimientos, los aleteos de la mariposa que precipitarán la catarata de contrataciones y ventas tienen que ver con referentes baskonistas de la talla de Marcelinho Huertas, Stanko Barac y Mirza Teletovic.

Si tuviera que mojarme, ahora mismo apostaría a que apenas cinco o seis de los jugadores que este año han vestido la elástica azulgrana la defenderán cuando arranque el curso venidero. Si se queda Ivanovic, se quedará Ribas. Y es casi seguro que también San Emeterio. A pesar del excelente cartel que llegó a lucir el cántabro, a quien Chichi Creus tanteó hace unos meses, su renovación acalló cualquier rumor sobre una posible salida con rumbo a la Ciudad Condal, donde la llegada de Chuck Eidson y la renovación de Pete Mickeal cierran las puertas de acceso. Además, la modificación del sistema de cupos parece que rebajará en cierta medida su atractivo de cara a los dos grandes mastodontes de la ACB.


Batista y el pánico al vacío

A partir de ahí, difícil será que exista cualquier movimiento que incluya a Esteban Batista. El poste charrúa, adquirido en enero, ha generado más incógnitas que certezas desde que se instaló en Vitoria. Sólo tiene margen para mejorar, porque quedar tan por debajo de las expectativas como lo ha hecho hasta ahora parece imposible. El problema es que cuando el Baskonia se hizo con sus servicios se incluía dentro de una operación a gran escala que lo señalaba como el sustituto de Stanko Barac, pretendido y cortejado ya entonces por los Pacers. El problema llega justo ahora, cuando Barac enfila el camino de salida y las oficinas del Buesa Arena se inundan de dudas ante lo que el uruguayo puede o no puede aportar. Creo que son legión ya los que consideran que no bastará con él para cubrir un hueco gigantesco en la pintura. Un agujero que tiene el molde de leyendas del baskonismo como Luis Scola o Tiago Splitter.

En cualquier caso, y salvo sorpresa monumental -y timo de por medio-, Batista seguirá en Vitoria y Barac se marchará. Ahora sólo queda por saber dónde. En unas horas se sabrá qué sucede finalmente con el lockout. Los Pacers han manifestado sin tapujos su interés por hacerse con sus servicios de inmediato, y el jugador corresponde ese amor. Pero con un cierre patronal resulta inviable que la franquicia de Indiana y el jugador orquesten una fórmula que permita abonar a la entidad gasteiztarra los 1,5 millones que fija su contrato como cláusula de salida a la NBA. Ahora ha surgido de la nada el Efes Pilsen, perpetuo crematorio de grandes figuras. Los turcos andan sobrados de dinero, quizá no tanto como para sufragar la rescisión pero sí para negociar, y se han metido en la puja. En el Baskonia siempre se ha tenido claro que la de Barac era la primera opción para hacer dinero, algo necesario, principalmente porque su carácter y su falta de sintonía con Ivanovic han defraudado a casi todo el mundo durante las tres campañas que ha militado en el equipo. Ahora bien, se prefería (y prefiere) que salga con destino a la NBA antes de que acabe reforzando a un rival directo en la Euroliga. En unas horas se resolverá la incógnita. Barac ya ha manifestado que prefiere cruzar el charco, pero el Efes Pilsen, con la posibilidad de que la próxima Final Four se celebre en Estambul, ha echado el resto y el acuerdo entre las tres partes parece muy próximo.

No son pocos los que me han dicho que el Baskonia cometería un error si acaba desprendiéndose de Barac o Marcelinho, precisamente otro jugador codiciado y que ahora mismo se encuentra en el punto de mira de alguno de los talonarios más rebosantes -y no hay muchos así- del continente. En el club son conscientes de la escasez que existe en el mercado de bases y cincos de garantías. Pero repito que hace falta dinero. Me resisto a pensar que en un mismo verano la entidad vitoriana vaya a desprenderse del poste croata y el base paulista, pero la amenaza sobrevuela el Buesa Arena. El brasileño ha recibido varias llamadas del Barça. Y el propio Josean Querejeta, que trata de cerrar cuanto antes su renovación hasta 2015, reconoció que también el CSKA había trasladado una oferta. Catalanes y moscovitas, dos de los equipos más solventes ahora mismo, buscan base. La pelea se ha fijado en primer término en torno a Teodosic, y parece que los rusos van a acabar llevándose el gato al agua y aprovechando las miserias de Olympiacos para arrebatarle a una de sus mayores joyas. Si se confirma, Huertas aparece como solución alternativa para el conjunto blaugrana.


El capitán del equipo, Mirza Teletovic, tampoco tiene garantizado el puesto para la próxima temporada. Fue otro de los jugadores por los que el CSKA realizó en su día una oferta, pero Querejeta, sobre todo si acepta la salida de Barac, no piensa envolverlo en papel de regalo. Tiene que llegar una suculenta propuesta para que se marche. Pero si llega, y el mercado ofrece alternativas de garantías, también podría abandonar Vitoria, una ciudad a la que se ha adaptado y donde siempre ha dicho que quería quedarse muchos años.

¿Camino de ida y vuelta para Logan?

Otro que se irá, y pronto además, es David Logan. El presidente del Baskonia ya tildó de "decepcionante" la temporada que ha firmado. No sorprendió a nadie que tenga ojos. Huérfano de un papel protagonista, de veinte balones para jugarse cada partido, ha rendido a un nivel muy inferior al que ofreció en Polonia. Además, apuesta personal de la directiva, jamás ha llegado a entenderse con Ivanovic. El escolta nacido en Chicago ya ha manifestado que está más que abierto a renunciar al contrato de larga duración que firmó para busca acomodo en otro escenario más propicio para sus características. Parece que el Asseco Prokom, su anterior equipo, está deseando su regreso. Ahora resta por saber si Querejeta, habitualmente habilidoso en este tipo de situaciones, puede llegar incluso a sacar tajada económica de su salida.

Los tres últimos jugadores con contrato en vigor son Brad Oleson, Nemanja Bjelica y Dejan Musli. Veo a cada uno de ellos en una situación bien distinta. Dejando a un lado a Musli, un jugador cuyo carácter ha llegado a irritar al técnico montenegrino y al que se le busca un destino como cedido, las intenciones del club para con el americano y el serbio parecen diametralmente opuestas. La directiva se ha puesto en contacto con el agente del escolta de Alaska para plantearle la posibilidad de que rebaje su ficha. Su representante ha reconocido que está incluso estudiando la opción de aceptar esta propuesta, que a mí me da en la nariz que encubre una sutil invitación a buscar equipo. La dirección deportiva busca un escolta que ocupe definitivamente el rol de dos titular, que no han asumido esta temporada ni Oleson ni Logan. Con Ribas asentado en un papel de especialista de rotación, me surge la duda de saber si se volverá a emprender la temporada con tres jugadores para ese puesto en la plantilla. Yo diría que no.

El tema de Bjelica es diferente. Aunque tampoco ha colmado las expectativas, sigue siendo una de las apuestas estratégicas del club, por lo que todo indica que continuará, salvo que los aleteos de las mariposas, que en unas horas van a comenzar a ofrecer los primeros cambios en el entorno baskonista, provoquen efectos aún más devastadores de lo que se espera en el vestuario del Caja Laboral. Todo está a punto de precipitarse. Aunque éste va a ser un verano muy largo, los primeros movimientos desencadenarán el resto.

29/6/11

Una tragedia griega

Dos de los clubes más poderosos del continente, Panathinaikos y Olympiacos, salen a la venta y descubren las vergüenzas de un deporte que hoy por hoy genera mucho menos de lo que gasta


Justo en un momento en el que los clubes españoles viven sumidos en la búsqueda de soluciones para rescatar al baloncesto del pozo en el que cae sin remisión, en pleno debate sobre la gestión de los derechos televisivos, los patrocinios y el marco de contratación, hemos asistido a la confirmación de que las inversiones en este deporte resultan de todo menos rentables. No es un problema de la ACB, ni de este país es concreto. La crisis del baloncesto, como la económica, trasciende fronteras. Asistimos a un problema global que se ha revelado con especial crudeza al hacerse públicas las intenciones de venta de los propietarios de los dos clubes más pujantes de los últimos años, los griegos Olympiacos y Panathinaikos. Las dos parejas de hermanos que gobiernan los dos principales equipos del basket heleno, adalides del derroche exacerbado, capaces de situar los salarios de algunos jugadores a la altura de los suelos de nivel medio de la NBA, han tirado la toalla. Corren malos tiempos para el baloncesto. Y si no se reacciona a tiempo, esperan aún peores en un horizonte no tan lejano.

Ni siquiera el estómago atiborrado de títulos ha bastado para convencer a Pavlos y Thanasis Giannakopoulos, brillantes comandantes de un lustroso imperio farmacéutico, para que sigan al frente del club del trébol. El último campeón de la Euroliga, con Zeljko Obradovic, su pléyade de estrellas, el OAKA, sus animadoras, ha salido a la venta. Se lo llevará el mejor postor. Un equipo que dispone del técnico más laureado del continente, que ha ganado seis de los últimos quince títulos europeos y se ha paseado con insultante tiranía por la competición doméstica, no resulta un producto económicamente viable. No es una inversión atractiva para los Giannakopoulos, que lo sacan a la venta y ya se rumorea sobre la existencia de un posible comprador. En cualquier caso, se trata de una compañía especializada en la consultoría financiera, con experiencia en la compraventa de sociedades deportivas a ambos lados del Atlántico y que, de hecho, ya ha participado en el rescate de varias franquicias de la NBA en peligro. Si finalmente se consuma la transacción, lo que parece claro es que el PAO, clásico entre los clásicos, perderá buena parte de su legendaria esencia y, quizá también, osadía económica para seguir reclutando a base de talonario a los mejores jugadores de Europa.



El caso del Olympiacos, aunque similar, puede entenderse desde otra perspectiva: la del eterno perdedor. En las oficinas del Pireo se han hartado de coleccionar desengaños. Los hermanos Angelopoulos, los empresarios navales Panayiotis y Giorgios, disponen al menos de esta coartada para justificar su deseo de desprenderse de sus acciones. En cualquier caso, detrás del hastío propio de quien se confirma incapaz de convertir cualquier proyecto, por millonario que sea, en un producto exitoso, se esconden también los números, fríos, cabales, rojos como el color de la camiseta que han vestido tantas y tantas estrellas durante los últimos años. Los Angelopoulos lo han intentado todo para tratar de devolver al equipo ese espíritu ganador que lo condujo a único título continental, el cosechado en aquella final de 1997, triste recuerdo para el barcelonismo, en la que David Rivers volvió a dejar a Aíto García Reneses con la miel en los labios.

Todas las estrellas del Pireo

Por el Pireo han pasado durante el mandato de los navieros jugadores de la talla de Nikola Vujcic, Tyus Edney, el ex tirador del Basoknia Arvydas Macijauskas, Sofoklis Schortsanitis, Linas Kleiza, Teo Papaloukas o Josh Childress, jugador con el que el club griego dinamitó todos los preceptos establecidos sobre salarios y le firmó un escandaloso (e injustificado) contrato de 20 millones de euros en tres temporadas. Tampoco sirvió de nada. Fue el penúltimo experimento fracasado de los hermanos Angelopoulos, que entre los motivos que esgrimieron para sostener su decisión de vender el club (hecha pública a través de la web oficial) también aludieron a la pésima calidad de los arbitrajes y a la incontenible e histórica violencia que rodea al baloncesto griego. Sin embargo, a nadie se le escapan las razones reales de su hartazgo. En primer lugar, pesa el hecho de que no han catado un título realmente jugoso (Liga o Euroliga) desde que se hicieron con el control total de la entidad, hace más de siete años. Pero resulta evidente que la escasa rentabilidad del negocio ha tenido también su peso.

En el deporte de élite no existen recetas mágicas. Y son pocos los que aguantan cuando los gastos superan con holgura los ingresos y encima se conceden tan escasas alegrías a la afición. Los Angelopoulos lo intentaron hasta el final. Tras fenecer ahogados junto a la orilla en la Final Four de París del pasado año, volvieron a levantarse y a realizar una potente apuesta que, a la larga, ha resultado tan baldía como las anteriores. A un equipo que ya disponía del genial Milos Teodosic, el eterno Papaloukas y actores principales tan interesantes como Bourousis o Halperin, le añadieron a un ex NBA como Nesterovic y a una de las promesas que tan excelentes sensaciones arrojó durante el último Mundial con Serbia, Mario Keselj. No son pocos los que en Vitoria creyeron a finales del verano pasado, mientras seguían las evoluciones del torneo celebrado en Turquía, que el Caja Laboral se había equivocado de promesa al fichar a Bjelica. Pero ésa es otra historia. Para rematar el pastel, se fueron en busca de una fruta prohibida, de una guinda que debía suponer algo más que la contratación de un excelente jugador. Los Angelopoulos cruzaron Atenas, se internaron en territorio enemigo y sacaron la chequera para hacer daño al eterno rival con el fichaje de Spanoulis, un golpe de estado en toda regla que tampoco sirvió para abandonar la vereda del fracaso. La Liga helena, es más, volvió a quedarse en el OAKA. Con un añadido hiriente: el Panathinaikos se adjudicó, esta vez contra pronóstico, el título continental.

Los resultados deportivos han supuesto la gota que colma el vaso de la paciencia de los propietarios del conjunto del Pireo. Pero detrás de estos movimientos de escapismo se oculta una realidad tan evidente como amenazadora para el baloncesto. La crisis, en cualquier caso, no es exclusiva del deporte de la canasta. Y menos en Grecia, un país sumido en la desesperación, que sufre ahora mismo los efectos de tres jornadas consecutivas de huelga general. En ese panorama, que como digo en Grecia se exhibe más crudo pero que traspasa fronteras, el baloncesto deberá ofrecer mucho más de lo que ofrece a los valientes inversores que se planteen siquiera la opción de afrontar el reto.

¿Una oportunidad de oro o las barbas del vecino en remojo?

En términos prácticos, la inminente espantada de los dueños de dos de los equipos más pudientes del continente puede interpretarse como una excelente ocasión para sus principales rivales de hacerse con algunas de sus figuras. Se podría entender que el Barça, que navega con criterio deportivo y económico y aspira a poder pescar a Teodosic en estas revueltas aguas, el Madrid, el CSKA o los combinados turcos saldrán beneficiados. Pero sería un tremendo error pensar en esos términos. El baloncesto acaba de padecer un nuevo golpe, que es más síntoma precoz que causa de muerte y como tal debería entenderse.

Si los clubes captan el mensaje, duela a quien duela, es posible que poco a poco el baloncesto ajuste los números. Hoy por hoy no resultan asumibles para casi nadie los sueldos que se firman, sobre todo en un contexto en el que muchos equipos sudan sangre para encontrar patrocinadores y no son pocos los cubes que se ven amenazados por la desaparición. Ahí está el caso del Lucentum, que en los dos próximos días debe salvar la operación financiera a vida o muerte que mantiene desde hace semanas.

Ahora que la ACB asiste a una metamorfosis que debe definir el cuaderno de ruta para los próximos años, para una etapa que marcará de manera definitiva su destino, no estaría de más que se tomase en cuenta el hecho de que ni los más poderosos pueden asumir modelos de negocio tan surrealistas como los que han imperado. En España se ha estandarizado la convivencia con las deudas millonarias. No son pocos los clubes de fútbol que con la ley en la mano deberían desaparecer o, como poco, perder varias categorías. El baloncesto no puede permitirse ese lujo. Sea por la gestión mejor o peor que se ha llevado en los últimos años, porque no interesa tanto al gran público como algunos creemos o por cualquier otro motivo, no genera ni de lejos los mismos ingresos que el fútbol. En todos esos debates de las cabezas pensantes que tratan de reinventar este deporte quizá vaya siendo hora de que se piense en clave realista. En Grecia, aunque sean los mismos que reventaron el tema, se toma un nuevo camino Y no es tan grave. La verdadera tragedia griega está en las calles. La representan el rescate de la Unión Europea, el paro y toda esa gente que sigue confiando en el sistema.

28/6/11

¿Deportivo Baskonia?

La entrada de un grupo de empresarios encabezados por Josean Querejeta en el accionariado del Alavés ha rescatado al club albiazul de una muerte segura / No todos han acogido de buen grado la intercesión del líder del Baskonia en este proceso


Hoy cambiamos un poco de registro. Dejamos el balón naranja y las zapatillas para calzarnos las botas y saltar al césped. Se cierra un día histórico para el deporte de élite en Vitoria, una jornada en la que hemos asistido a un hecho insólito a nivel seguramente mundial. No conozco un caso igual, aunque es posible que se haya dado. La cuestión es que esta mañana se ha producido la puesta de largo oficial del nuevo equipo gestor del Deportivo Alavés, un club de fútbol que ha sido rescatado de una muerte prácticamente segura gracias a la inyección económica liderada por un grupo de empresarios alaveses que se han cobijado tras la alargada sombra de Josean Querejeta y su Baskonia. Un club de baloncesto con poco más de medio siglo de vida, que en las dos últimas décadas ha crecido hasta consolidarse como uno de los ocho mejores del continente, ha absorbido a un equipo histórico como el Glorioso, una institución nonagenaria que hace una década disputó una legendaria final de UEFA frente al Liverpool, a pesar de que la versión oficial y los primeros gestos de cara a la galería tratan de hacer ver que se trata de dos entidades independientes.

En realidad lo son. El Baskonia sigue manteniendo su estructura accionarial autónoma. Al igual que el club de Mendizorroza, pero la experta y ambiciosa mano de Querejeta ya mece los designios de ambas instituciones y ha situado al frente del Alavés a un consejo compuesto en su mayoría por sus colaboradores más cercanos, a los que ha concedido la responsabilidad de devolver la grandeza perdida al equipo albiazul. Los 2,5 millones de euros que ha ingresado el grupo inversor encabezado por Saski Baskonia y los pactos que en la sombra y sin hacer demasiado ruido ha ido asegurándose Querejeta con los partidos políticos y las instituciones han puesto punto y final a un culebrón que se ha prolongado durante meses y que ha mantenido en vilo a la hinchada del Alavés, una entidad en quiebra, asfixiada por las deudas y amenazada de liquidación.

Querejeta ha logrado lo que a los dos anteriores máximos propietarios les ha resultado imposible: generar suficiente confianza en las instituciones, sobre todo en la Diputación foral -principal acreedor del Alavés-, para emprender un proyecto que acabe con las angustias del equipo albiazul, desvalijado, arruinado, deshonrado tras el trienio negro del innombrable Dmitry Piterman, a quien la justicia española ya ha condenado por apropiarse del dinero del club. Algunas sentencias obligan al empresario de origen ucraniano a reintegrar cantidades millonarias al Alavés. Sin embargo, su habilidad para escurrirse y blindar sus bienes pueden convertir cualquier idea de recuperar ese dinero en una quimera. La nueva directiva escogida por Querejeta, con el arquitecto Avelino Fernández de Quincoces a la cabeza, ha fijado pese a todo este punto en su orden de prioridades.

La culminación de un proceso eterno

La entrada de Querejeta en el accionariado del Alavés culmina un proceso eterno y que se ha concretado tras muchos meses de movimientos intestinos y negociaciones al límite. Nada nuevo bajo el sol. Es su forma de hacer negocios, y en esta ocasión le ha valido para sacar adelante un proyecto que se gestó hace casi año y medio. Fue a comienzos de 2010 cuando el líder del baskonismo comenzó a consultar a algunos de sus colaboradores más próximos la posibilidad de embarcarse en esta aventura. Los que le conocen aseguran que fue su extrema ambición lo que lo movió a plantearse esta peregrina idea, que durante muchas semanas fue rumor y que hace no demasiado tiempo cobró rango de oficialidad.

Josean Querejeta sabe que expone buena parte de su crédito como gestor y que cierta cuota de su imagen pública quedará sujeta a lo que suceda en un futuro próximo con el equipo albiazul, olvidado en la categoría de bronce del fútbol estatal. Se enfrenta a una apuesta que apenas controla. Ni él ni el hombre al que ha situado como presidente tienen suficientes conocimientos de fútbol como para afrontar un reto de estas dimensiones. Y no lo niegan. Quieren escoger a personas capacitadas para asumir la responsabilidad deportiva y adaptar el exitoso modelo empresarial del Baskonia al Alavés. Aunque se plantea un problema esencial: el fútbol se ha revelado siempre como un deporte mucho más incierto que el baloncesto. No concede garantías.

Por otro lado nos encontramos con el desgaste que puede sufrir la figura de Querejeta, a quien no todo el alavesismo ha recibido con entusiasmo, si los planes se desvían del camino deseable. La afición del Buesa Arena se ha comportado siempre con un exquisito respeto cuando se trataba del palco. El presidente del Caja Laboral se ha mantenido en todo momento cubierto por una fina película que lo resguardaba de toda crítica, o al menos de las más feroces. Por tradición, y no sólo en Vitoria, parece que el hincha del fútbol es y se comporta de otra manera.

Querejeta ha maniobrado con astucia al echarse a un lado y situar en primera línea de fuego a figuras que hasta el momento han ocupado espacios entre bastidores. Él seguirá al frente del Baskonia, en tierra firme, y controlará a una moderada, por no decir reducida, distancia los movimientos de su nueva adquisición. Si la cosa marcha bien, no habrá problema. Si los resultados dan la espalda al equipo, me inquieta saber hasta qué punto le salpicarán las iras del público de Mendizorroza. Fue uno de los aspectos sobre los que hicieron hincapié aquellos allegados que le desaconsejaron iniciar esta aventura. Pero a Querejeta le puede la ambición. Y este del Alavés, sin duda, es un reto mayúsculo para un hombre que, lejos de conformarse con manejar los hilos del club azulgrana, aparece como un peso pesado en la Euroliga y está liderando al mismo tiempo un golpe de estado en la cúpula de la ACB.

La difícil coexistencia de dos clubes de élite

Los que reciben con ciertas dudas el ingreso del Baskonia en el accionariado del club del Paseo de Cervantes echan mano de la tradicional rivalidad que ha generado en una ciudad de tamaño medio como Vitoria la coexistencia de dos clubes de élite. A Querejeta se le ha acusado siempre de querer poner zancadillas a cualquier competencia que pudiera surgir en el entorno. Y no me refiero sólo a Vitoria, sino también a la postura que desde Bilbao y San Sebastián se le atribuía en referencia a Bilbao Basket y GBC mientras los equipos de las provincias vecinas iniciaban su escalada hacia la ACB. En cualquier caso, siempre ha mantenido un prudente respeto, sin alharacas, hacia el Alavés. Y el destino lo ha convertido en su rescatador.

Bien es cierto que los últimos pasos adoptados antes de materializar el traspaso de poderes han frustrado su anhelo de irrumpir en escena como un héroe. Ésa fue su intención durante meses, mientras se reunía con las fuerzas políticas y las instituciones para conseguir unas condiciones muy ventajosas y que muchos censuran que a otros se les han negado. Al final, la cabeza visible del Baskonia se encontró con muchos más problemas de los previstos, y su poderosa sombra se dejó entrever en algunos movimientos que no gustaron a todo el mundo.

Al margen de los 2,5 millones invertidos, su plan pasaba por recibir la concesión de un crédito de otros dos millones para garantizar la liquidez del club una vez realizado el desembarco. Peros sus continuos encontronazos con la Caja Vital, la entidad financiera provincial, respecto a las fórmulas avalísticas, supusieron un punto de fricción que despertó muchas reticencias entre algunos sectores de la afición. Al final, Querejeta logró que los políticos mediaran para resolver el conflicto. Es más, ha logrado que se modifique incluso una normativa para que las instituciones públicas puedan avalar parte del préstamo. Y no sólo eso: consiguió que los tres principales partidos del territorio (PP, PNV y PSE) iniciaran una batalla por hacer ver que habían sido los grandes garantes de las operaciones que han propiciado el rescate del Alavés. Querejeta se aprovechó de ello y los alentó. Fue sólo una más de las muestras de capacidad negociadora que ha exhibido en estos meses, en los que llegó a atraer el respaldo de varios de los principales y más ruidosos grupos de pequeños accionistas del entorno y movilizó a la plantilla y el cuerpo técnico, a los que la anterior directiva debía un par de meses de sueldo, para que salieran a la palestra y pidieran a los anteriores propietarios que rebajaran sus pretensiones económicas y cedieran el cetro de mando al nuevo grupo inversor.

Podrían escribirse muchas más líneas sobre esta historia, que como digo se cerró definitivamente cuando Avelino Fernández de Quincoces, mano derecha de Querejeta, apareció en la sala de prensa de Mendizorroza como el trigésimo tercer presidente de la historia del Deportivo Alavés. Fue un momento histórico. Paradojas del destino, el Baskonia ha acabado por convertirse en el salvador del no siempre tan bien avenido vecino. Querejeta controla prácticamente todo el deporte de élite en Vitoria. Ha concentrado un tremendo poder. Pero como decía el tío Ben Parker, "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". El alavesismo vigila. Y no le va a dejar pasar una.

27/6/11

Metta World Peace


Hace unos días Ron Artest, el polémico alero de Los Ángeles Lakers, volvió a ser noticia fuera de las canchas. Ahora le ha dado por cambiarse el nombre. Emulando a otras figuras de la NBA, pretende que se le conozca como Metta World Peace, una denominación con la que trata de confirmar el radical giro que ha adoptado su carrera en los últimos años. Artest, uno de los mejores defensores de la competición estadounidense, premiado en 2004 como el mejor, ha optado por un nombre tan rimbombante como cabría esperar en un personaje tan capacitado para la controversia.

Metta significa bondad para los budistas, mientras que World Peace, en inglés, quiere decir Paz Mundial. Dos términos que chocan frontalmente con algunos de los pasajes más célebres en la carrera del neoyorquino, uno de los principales protagonistas de aquella increíble batalla campal que vivió el Palace de Auburn Hills en 2004 durante un partido entre los Pistons y los Pacers.

Artest ha cambiado. O al menos quiere hacer ver que ha cambiado. El personaje que llegó a confesar que bebía alcohol en los descansos de los partidos durante su etapa en los Bulls, el equipo con el que inició su carrera profesional, ha dejado paso al filántropo que subasta por internet uno de sus anillos de campeón y después dona el dinero obtenido para que los adolescentes puedan contar con un psicólogo en cada uno de los colegios de Estados Unidos. Así es Artest, puro extremismo. Para lo bueno o para lo malo, Metta World Peace se ha abierto un hueco en el almanaque de especímenes que salpimentan el baloncesto americano. Un alivio para una competición necesitada de iconos, de figuras extravagantes, tanto o más importantes que las estrellas para vender camisetas y mantener el magnetismo.

No quiero entrar a debatir en exceso el cambio de nombre que pretende asumir el alero de los Lakers. Ya ha presentado la documentación pertinente y en unas semanas puede hacerse efectivo. Bueno, no lo voy a debatir porque, básicamente, me parece una astracanada, un nuevo giro de tuerca en la carrera de un jugador que, lo quiera o no, será más recordado por sus salidas de tono que por haber sacado partido al excelente físico que posee y que le ha permitido, cuando ha estado centrado o sobrio, firmar soberanas exhibiciones defensivas ante algunas de las principales figuras que han pasado por la NBA en los últimos años.

Un soberbio defensor

Su llegada al Staples Center vino avalada por la labor de desgaste que le aplicó a Kobe Bryant durante la semifinal de Conferencia Oeste de 2009. A pesar de que los Lakers conquistaron el anillo, y de la más que aceptable aportación a la causa de Trevor Ariza, la directiva del combinado angelino reaccionó para reclutar al tipo que peor se lo había hecho pasar a su principal estrella. El verano siguiente, el pasado, repetirían operación: Matt Barnes, otro exterior que había sacado chispas a sus duelos con Kobe, acabaría cambiando las playas de Florida por las de California. Barnes es un Artest en potencia, pero le queda mucho camino por recorrer. Para empezar, le queda haber vivido una juventud plagada de alcohol y drogas, que ni siquiera la paternidad que llega demasiado pronto, con apenas 19 años, pudo frenar.

"Cuando era joven salía mucho de fiesta. Y lo de ser padre tan joven... ¡Wow! En aquel entonces todo era marihuana y alcohol, vivía al límite. Ahora también salgo, aunque no con tanta frecuencia", le reconocía el futuro Metta World Peace a la revista Sporting News en una entrevista. "Solía salir de fiesta todas las noches", remachaba sin pelos en la lengua.

Hennessy, un caro cognac francés, es lo que bebía en los descansos durante su etapa en Chicago. Con otros hábitos, quizá su carrera podría haber podido seguir otra trayectoria. Aun así, entró en el segundo mejor quinteto de rookies y firmó una temporada más que aceptable en su estreno (12 puntos y 4,3 rebotes por duelo). A pesar del mimo con el que lo trataron los rectores de los Bulls, ya por aquel entonces comenzaron a aparecer en la prensa sus primeros actos de indisciplina: escapadas nocturnas que poco a poco fueron abriéndole la puerta de salida de un equipo que, en cualquier caso, atravesaba una crisis de identidad, se encontraba en plena reconstrucción tras la segunda retirada de un Jordan que aún impartiría sus últimas lecciones de baloncesto en Washington.

Después de dos irregulares temporadas en los Bulls, acabaría siendo traspasado a Indiana mediado el curso 2001-2002. En los Pacers, franquicia sin mácula, tradición beata durante tantas décadas, terminó por formar parte de un vestuario muy complicado, plagado de jugadores rebotados, y mucha anarquía. Pero mejoraron sus números. Al menos hasta que llegó la batalla campal de Detroit, que le costaría una sanción ejemplar y cortaría una temporada en la que había arrancado como una moto, con casi 25 puntos de media. Artest, pese a sus esfuerzos, y la evidente mejoría que ha experimentado en cuanto a disciplina, jamás logró sacudirse ese estigma.

Una carrera marcada por el escándalo

A la vuelta de su lesión, los Pacers se aprovecharon del excelente inicio de campaña que estaba firmando y se libraron de él. Lo enviaron a unos decadentes Sacramento Kings. El cambio de aires no truncó su aparente crecimiento. Artest parecía haber enmendado en cierto modo su disoluto modo de vida y se hizo importante en un equipo desnortado. ¿Quiere decir esto que fue en Sacramento donde se gestó este nuevo Metta World Peace? Me permito ponerlo en duda. El escándalo lo siguió hasta la capital de California. Cómo no. Un juez procesó al ahora jugador de los Lakers por agresión a su esposa, a la que las crónicas de la época -hablamos de 2007- aseguran que además privó de libertad en su domicilio conyugal. Fue la gota que colmó el vaso, y quizá el último golpe mortal de necesidad a una carrera que ya jamás volvería a señalarlo como un jugador ofensivamente decisivo. Los Kings, visto lo visto, también se lo quitaron de encima apenas unos meses después.

Existe una conexión con el baskonismo (aunque no lo parezca ni haga falta que la haya) en toda esta historia. El traspaso múltiple que dio con sus huesos en los Rockets, allá por agosto de 2008, implicaba a un jugador que posteriormente se enfundaría la elástica del ya Caja Laboral: el temporero Sean Singletary. En la ciudad texana, por otro lado, se encontró con un Luis Scola que comenzaba a coger galones. Artest, de hecho, sufrió su mutación definitiva en los Rockets. Fue donde comenzó a asimilar un rol mucho más secundario, un papel de especialista defensivo que a la postre lo conduciría a los Lakers y, por ende, a coronar una carrera tan jalonada por la polémica con un anillo que otros muchos jugadores añorarán tras la jubilación. Incluso sus formas (salvando alguna que otra bronca sin demasiada importancia) comenzaron a serenarse.

Vida o muerte en las canchas

A partir de ahí, ya se ha contado. Se mudó a Los Ángeles y comenzó esta campaña de lavado de imagen que convence a una minoría. Porque si algo se puede esperar de Ron Artest es, justamente, lo inesperado. Así es como él aprendió a entender la vida, tan próxima a la muerte, desde que nació. Por eso no sorprende que cuando recogió el trofeo de campeón, mientras todos sus compañeros se acordaban de sus familias en las dedicatorias, a él le viniera a la mente su barrio, la gente con la que se crió en la calle, antes incluso que su mujer y sus hijos.

Su infancia en una de las zonas más conflictivas de Queens, en Nueva York, le enseñó a jugarse el pellejo por cada pelota. Literalmente. En una entrevista concedida a la célebre reportera de la televisión estadounidense Doris Burke, el alero de los Lakers relataba cómo cuando era niño llegó a presenciar el asesinato de uno de sus vecinos en una cancha de baloncesto. "Era todo tan competitivo que un chico rompió una de las patas de una mesa y se la clavó a otro directamente en el corazón", rememoraba con su habitual frialdad. "Murió prácticamente en el acto, allí, en la misma cancha donde jugábamos cada día".

Sólo un tipo que ha crecido en la conciencia absoluta de que hay que ganarse cada segundo de vida puede permitirse el lujo de lucir los peinados más estrambóticos que se recuerdan desde la retirada de Denis Rodman, emprender una carrera musical sin futuro alguno pero que promociona henchido de orgullo o lanzarse a puñetazos contra la hinchada de Detroit en aquella mítica noche de noviembre de 2004. Jamás se ha mostrado realmente arrepentido por aquello. "No veo nada de lo que sucedió que ahora haría de otra manera. No fue mi culpa", aseguró en otra entrevista. Ése es Metta World Peace, un hombre arrepentido que lucha por cambiar. La pregunta es: ¿podrá algún día conseguirlo?

Os dejo el vídeo de la pelea que protagonizó en el Palace de Auburn Hills junto a sus compañeros Jermaine O'Neal y Stephen Jackson y el rocoso Ben Wallace, entre otros muchos. Un clásico básico de las tánganas deportivas.


23/6/11

Barac tiene la llave

La salida del poste croata puede resolver los problemas económicos del Baskonia y facilitar otros movimientos de cara a recomponer la plantilla para que se ajuste a las necesidades de Ivanovic

Los próximos pasos del Caja Laboral en la configuración de la plantilla con la que afrontará la temporada de la redención van a estar marcados por decisiones que, en cierto modo, deben tomarse fuera de las oficinas del Buesa Arena. No diré que las tomarán otros, porque resulta evidente el peso específico de Josean Querejeta en todo lo referente al nuevo marco de contratación que se adoptará en la ACB, ni que son ajenas, porque de las negociaciones que están manteniendo la patronal y el sindicato de jugadores de la competición estadounidense depende gran parte de la planificación. Sin embargo, representan dos parámetros que determinarán el rumbo a seguir por parte de la dirección deportiva del club vitoriano, que como ya dije en su día (Una recomposición necesaria) se mantiene maniatada, aunque trabajando en varios frentes, a la espera de que se resuelvan estos dos temas. De uno de ellos, lo que suceda finalmente con la amenaza de lockout en la NBA, pende la continuidad en Vitoria de un jugador como Stanko Barac, señalado como la mejor opción para recuperar la solvencia económica.

Los directivos de los Pacers llevan meses insistiendo en que les encantaría contar con los servicios del poste con pasaporte croata –de quien poseen los derechos– la próxima temporada. Y el jugador está loco por la música. El Baskonia contemplaba esta opción cuando a comienzos de año se lanzó a recomponer su juego interior con la llegada de Batista, una solución que se ha revelado fracasada pero que se precipitó por los problemas que había generado la espantada de Haislip, el frustrado fichaje de Mensah-Bonsu y la sucesión de temporeros que fueron desfilando por la capital alavesa sin que ninguno convenciera del todo a Ivanovic. Teniendo en cuenta las apreturas económicas que padece el club vitoriano, se ha considerado siempre como la mejor solución. Debía y debe ser el punto de partida para esa reconfiguración que requiere el equipo.

La operación arrojaría jugosos dividendos a las maltrechas arcas del club. En concreto, en torno al millón y medio de euros, una cantidad que permitiría afrontar con menos urgencias el resto de operaciones. Si bien no se cierra la puerta a la salida de ninguno de los puntales del equipo (me refiero a Marcelinho, Teletovic y San Emeterio), Barac tiene la llave que puede desbloquearlo todo. El jugador ya ha transmitido a los rectores baskonistas su ilusión por afrontar un reto para el que muchos piensan que, por su melifluo carácter, no está del todo capacitado. A mí me da la impresión de que lo está de sobra. Dispone de recursos y talento para brillar en la mejor liga del mundo, donde su cotización ha subido como la espuma en los dos últimos años ante la alarmante carencia de cincos. Cuando se afrontaron los contactos para zanjar su renovación, hace ahora poco más de medio año, la idea de que éste fuera el verano del salto definitivo ya planeaba sobre la mesa de negociaciones.

Los Pacers lo esperan con los brazos abiertos

El general manager de los Pacers, David Morway, ha vuelto a mostrar su interés por reclutar al jugador del Caja Laboral. No es la primera vez que lo hace en público. Aunque el momento escogido para manifestarse de nuevo invita a pensar que se está encargando de abonar el terreno para su aterrizaje en la tierra de Larry Bird, en la franquicia del legendario Reggie Miller. Los analistas americanos consideran que Barac puede ocupar un interesante papel como jugador de reparto, aunque el nombre del center titular, Roy Hibbert, ha aparecido en las últimas semanas en varios rumores de traspaso. Todo depende de la resolución definitiva de la batalla entre patronal y sindicatos, del manido lockout. Todo apunta a que en una semana, el próximo día 30, se puede resolver un asunto que, pese al pesimismo generalizado inicial, parece que lleva camino de quedar en agua de borrajas. Ahora mismo hay más opciones de que no se produzca el lockout que de que tenga lugar. Y eso supone que hay un porcentaje muy elevado de probabilidades de que Barac acabe vistiendo la camiseta de los Pacers cuando arranque el próximo curso.

Me ha sorprendido comprobar hasta qué punto la gente en Vitoria sigue elaborando teorías sobre futuras composiciones de plantilla que pasan por mantener las bases del equipo del pasado año. Resulta curioso, porque si algo ha quedado claro es que el actual plantel ha arrojado una evidente falta de capacidad competitiva, o al menos de adaptarse a las necesidades o el molde que fija un técnico como Dusko Ivanovic. Una vez resuelta la incógnita sobre la continuidad del preparador montenegrino, sólo cabe una salida: rediseñar el equipo. Habrá cambios, bastantes. Repito que tienen que salir varios jugadores, alguno incluso de esos que parecen intocables. Si el Baskonia nadara en la abundancia, si pudiera competir en igualdad presupuestaria con sus máximos rivales de la ACB o la Euroliga, todo sería más fácil, es evidente. Pero en un club de ciudad pequeña, con recursos limitados, el ingenio y la metamorfosis permanente se han convertido en virtudes.

En el baloncesto actual es cierto que escasean los bases de calidad y los center determinantes. Por eso a muchos les duele la posibilidad de que Barac, que por otro lado ha sido incapaz de cubrir el insondable vacío dejado por Tiago Splitter, pueda marcharse. Se teme una nueva situación de orfandad. Pero ha habido muchas otras antes y de todas se ha salido con más o menos holgura. Más miedo me da la posibilidad de que Marcelinho, y no Mirza Teletovic, pueda convertirse en otro de los descartes forzados por la necesidad. El Barça lo mantiene en su agenda como uno de los posibles recambios para Ricky Rubio. Pero de eso hablaremos en un futuro próximo. Lo único claro es que el baskonismo debe estar preparado para afrontar un profundo y acusado cambio de look. Es lo que toca.

Os dejo el enlace a la información sobre las declaraciones de los dirigentes de los Pacers sobre Barac que ha publicado David Ortega en Diario de Noticias de Álava.

22/6/11

Laso en la silla eléctrica

Hoy es uno de esos días en los que el estío baloncestístico estalla y ofrece tantos temas para escribir como los que quizá puedan faltar en las próximas semanas. Ha sido una jornada agitada en muchos frentes. En Vitoria, por ejemplo, se ha presentado a Thomas Heurtel, un tipo que define su juego como "un poco loco", asegura que llega para "aprender y crecer" y dice haber oído "muchas cosas" sobre Dusko Ivanovic, pero que le vendrá bien como maestro. Pronto tendrá ocasión de certificar hasta qué punto eran ciertos esos rumores. Otro base joven y del que ya hemos hablado en este rincón de reflexiones, Ricky Rubio, ha sido recibido en loor de multitudes a su llegada a Minnesota, la tierra de los 10.000 lagos y de los inviernos de ocho meses. Scariolo ha ofrecido su primera versión de la lista con la que acudirá al Eurobasket de Lituania y hay pocas sorpresas. La mayor, sin duda, la inclusión de Xavi Rey. Totalmente merecida. Sada está. Pero de todos los acontecimientos que han salpimentado hoy el mundo del baloncesto, me quedo sin duda con uno que tiene como protagonista a un vitoriano, al último héroe vernácula del baskonismo. Pablo Laso se ha desvinculado del Lagun Aro y a partir de ahora se hará cargo de la dirección técnica del Real Madrid. Se sienta en un banquillo que en los últimos tiempos se ha convertido en una silla eléctrica.

Cuando he tenido constancia de la oficialidad de la noticia mi primer impulso ha sido frotarme los ojos. Me costaba creerlo, no lo voy a ocultar. Luego me ha asaltado una tremenda alegría por el éxito de un tipo que concedió muchos momentos de gloria a un todavía incipiente Baskonia y que, además, creo que había seguido hasta la fecha una impoluta y cuerda trayectoria como entrenador. No sé si este paso concuerda con el ritmo que ha seguido en sus primeros años como técnico. Me chirría ese salto mortal al que se ha lanzado. Es un caramelo realmente goloso. Si lo hace bien, su carrera recibirá un tremendo espaldarazo; si la cosa se tuerce, será carne de cañón, recibirá hasta en el carné de identidad. Lo peor es que no todo dependerá de su valía para ejercer su tarea. En el Madrid hacen falta otras muchas habilidades, algunas más diplomáticas que técnicas, pero casi siempre tácticas, para poder desempeñar sin turbulencias el trabajo de entrenador.

He seguido de cerca y paso a paso los movimientos que aparecían en la prensa nacional sobre la contratación del sustituto del sustituto de Ettore Messina. El interino Lele Molin fracasó porque tenía que fracasar. Quedó en una posición de debilidad, con un vestuario demasiado autónomo y plagado de jugadores con mando, y naufragó como estaba cantado. La primera incógnita que habrá que despejar sobre el futuro que le aguarda a Laso en el club blanco tiene que ver con la cuota real de poder que va a recibir, o en su defecto que va a ser capaz de adjudicarse cuando dé los primeros pasos por una casa que conoce de primera mano. Si los encargados del área de baloncesto (Herreros, el tipo del triple maldito, es buen amigo suyo) lo consolidan como una figura fuerte dentro de la entidad, tendrá mucho ganado. A partir de ahí, habrá que ver hasta dónde llega su mano en materia de fichajes.

El que me diga que Pablo Laso encaja con el perfil de entrenador que uno le imagina a Florentino me estará mintiendo. Messina encajaba. Pesic, a quien le está asfixiando el sambenito que se le ha colgado de maniático tras sus últimas salidas de tono en Valencia, encajaba. Incluso Repesa, con su perfil de técnico sobrio, hierático, y su dilatado bagaje, casaba más. Aunque día tras día leía y escuchaba a los compañeros insertar su nombre junto al de otros muchos entrenadores potenciales, jamás llegué a creerme que la línea decisoria que iba a pesar de las dos que estaban abiertas iba a ser la del técnico de perfil modesto, español, en la que se ha incluido a gente tan dispar como Pepu Hernández, Moncho López o Pedro Martínez. Laso, como digo, ha estado casi en todo momento incrustado en esas quinielas, que no eran nubes de humo para despistar, para ocultar la pista buena, que yo intuía la de un sujeto de perfil mucho más florentiniano.

¿Un modelo de gestión para el baloncesto merengue?

Sobre la cuota de responsabilidad que le concedan pesará el verdadero puesto en las listas de apetecibles que ha ocupado el gasteiztarra desde que comenzó la carrera sucesoria. Me asalta la duda sobre si ha sido siempre la primera opción o un parche aceptable a la vista de que fracasaban otras operaciones. Si de verdad va a tener voz y voto a la hora de confeccionar la plantilla, a Laso se le presenta una ocasión envidiable. Pocos equipos disponen de un plantel con una estructura de jóvenes tan talentosos y prometedores (Tomic, Mirotic, Suárez, Llull...) y tanta capacidad económica para completar el roster como el conjunto merengue. Me da la impresión de que su poder en este aspecto estará limitado hasta cierto punto. Y esto tampoco supondría una mala señal. El Madrid necesita de una vez por todas fijar una línea de actuación que trascienda lo coyuntural. Modelos como el del Barça o el propio Baskonia sirven como camino a seguir. Si las piezas encajan y de verdad se ajustan los roles del entrenador y los responsables de la dirección deportiva -coordinarlos sería ya la leche-, Laso puede gozar de una oportunidad que relance de manera definitiva su carrera. Si se repiten errores pretéritos, la silla eléctrica se pondrá en marcha y lo pasará muy mal.

No sólo por su condición de vitoriano, sino también por la calidad humana que ha demostrado tanto en su época de jugador como, sobre todo, durante su etapa como técnico, le deseo lo mejor. El mero hecho de pronunciar o escribir su nombre me trae a la cabeza recuerdos imborrables. Laso era el ejemplo idóneo de que cualquiera podía llegar a jugar con los mejores. Corto de estatura pero sobradísimo de cerebro, fue un base antiguo en la antigüedad, uno de los últimos clásicos. Tomó el testigo de directores de juego de los que ya no hay, como Corbalán, Solozábal o Quim Costa, y hacía que este deporte pareciera tan fácil como en realidad debería ser. La primera vez que le vi jugar en vivo aún era un crío. Y me dejó helado con una asistencia inverosímil, mirando al tendido, a Larry Micheaux. Eran otros tiempos, otro baloncesto. Recuerdo que el Taugrés jugaba aquel día contra el Magia de Huesca de Brian Jackson y Granger Hall. En aquel equipo azulgrana jugaba otro fruto de la cantera baskonista como Alberto Ortega. Con Laso al frente, el Baskonia sumó su primer título importante, la Copa del Rey de 1995 en aquella inolvidable final ante el Amway Zaragoza.

Un técnico aún por madurar

Luego se marchó al Madrid. Y también tuvo sus momentos de gloria, entre los que destaca la conquista de una Recopa de Europa, antes de emprender una cuesta abajo bastante digna en clubes de perfil menor. Su carrera como entrenador, ya digo, ha estado marcada por una sensata escalada que ahora se ve truncada con este salto al vacío. Su excelente labor al frente del filial del Pamesa -el Cerámicas Leoni de Castellón- le abrió la puerta como interino en el equipo taronja. Suplía al de nuevo técnico del combinado levantino Paco Olmos y no acabó la temporada. Chechu Mulero ocupú su puesto al frente de una plantilla que no logró colarse siquiera en los play off. Pasó por Cantabria y de ahí, a San Sebastián, donde estos últimos años ha ofrecido pinceladas de su calidad como técnico pero también ha sembrado algunas dudas. Tras conseguir un brillante ascenso como segundo en su primer ejercicio al frente del club guipuzcoano y consumar su permanencia en la élite el siguiente curso (el GBC acabó fue duodécimo), en las dos campañas precedentes su equipo ha seguido trayectorias un tanto irregulares para la afición. Con dos primeras vueltas sensacionales, en las que se llegó a hablar de Copa del Rey, el equipo donostiarra se ha derrumbado sin remisión hasta acabar my cerca del abismo tras dejarse llevar en los últimos meses de competición.

La apuesta del Madrid, desde luego, es arriesgada. Van a colocar al frente de un plantel plagado de estrellas a un técnico en pleno proceso de maduración, que cuenta como mejor bagaje con trece victorias en la fase regular de la ACB. Pero Laso también se la juega, y siempre ha demostrado ser un tipo con mucha personalidad. Tras mucho darle vueltas, la decisión está tomada. El club blanco tiene que tomar otras muchas aún. Habrá que ver hasta qué punto la el vitoriano dispone de talento, astucia y, sobre todo, cuajo para manejarse en la silla eléctrica. Le deseo toda la suerte del mundo.

21/6/11

Una reconstrucción necesaria

La renovación de Ivanovic y el discreto rendimiento ofrecido por el Baskonia motivan el arranque de un verano muy movido en los despachos del Buesa Arena



Dijo un sabio, no recuerdo cuál, que "el hoy y el ayer son las piedras con las que construimos". En esta situación se encuentra actualmente el Baskonia, que pretende edificar un mañana prometedor con las piedras que cimentaron su discreta última temporada y las que poco a poco comienza a amontonar con vistas a un futuro próximo. Se presenta un verano muy ajetreado en las oficinas de la entidad vitoriana, ahora en el exilio de Salburua por motivo de la remodelación del Buesa Arena. Una vez constatado el hecho de que existía una flagrante discordancia entre el perfil del técnico y las piezas que se le ofrecieron para repetir milagro, resulta evidente que todos los esfuerzos se centran ahora en conseguir que el plantal azulgrana se vuelva de nuevo reconocible, recobre la esencia del club y, ante todo, se adapte a la filosofía de Dusko Ivanovic, cuya continuidad representa el primer paso en esa construcción del futuro inmediato. El montenegrino, una piedra de ayer y de hoy, volverá a ser un pilar básico del mañana. No todos en Vitoria lo han entendido.


A partir de la confirmación de la apuesta por la continuidad en el área técnica, muchos de los movimientos que tienen que llevarse a cabo en los próximos días están sujetos a lo que se decida esta misma semana respecto al cambio en el marco de contratación. Los precios y la consideración de las materias primas variarán sustancialmente si se eliminan los cupos, se impone una cuota mínima de canteranos por plantilla o se acepta la legalidad vigente (por mucho que a algunos les duela) y se abren las fronteras a la libre circulación. Como pasa con los fontaneros, los aparejadores, las amas de casa y cualquier otro trabajador, el baloncesto debe abrirse a la legalidad vigente de la UE. Las pataletas de jugadores y Federeación Española esta vez no deberían ir dirigidas contra los clubes.

Mientras se resuelven estos asuntos capitales para el futuro del baloncesto estatal, el Baskonia trabaja en lo que todo indica que será un importantísimo lavado de cara de la plantilla. A día de hoy, son varios los que están por llegar y también bastantes, quizá alguno más de lo esperado, los que se marcharán de Vitoria. Algunos están señalados. El mero hecho de que Ivanovic haya recibido de nuevo la plena confianza de la directiva invita a pensar que existen elementos sobrantes en el vestuario. Aunque éste no será el único factor determinante a la hora de fijar los criterios de venta. Existe otro crucial: hace falta dinero.

Hoy por hoy, y más teniendo en cuenta la idiosincrasia mercantil del club vitoriano, no existe un solo jugador que podamos garantizar que la próxima temporada vaya a iniciar las competiciones del Baskonia. Ya lo dijo el propio Querejeta en su habitual rueda de prensa de balance anual: "Si llega una oferta irrechazable, por supuesto que se estudiará". Se refería entonces a Mirza Teletovic y Marcelinho Huertas, dos de los puntales del equipo. Ambos han suscitado el interés del todopoderoso CSKA. El francotirador bosnio, de hecho, aún sigue en la agenda del club moscovita, dispuesto a alcanzar esos límites obscenos de los que hablaba el presidente del Caja Laboral. Habrá que ver hasta qué punto insisten los rusos, tremendamente dolidos en su orgullo tras caer a las primeras de cambio en la pasada Euroliga y que hace bien poco han sabido que pierden a Trajan Langdon y John Robert Holden, dos de sus iconos.

Amenazados por las ofertas irrechazables

Stanko Barac y Fernando San Emeterio son, a tenor de los minutos concedidos durante el curso pasado, los otros dos jugadores sobre los que Ivanovic ha depositado el peso de la responsabilidad. El alero cántabro, recién renovado, coleccionaba hace bien poco novias, si bien considero que el cambio normativo, la pérdida de atractivo de los jugadores nacionales por motivos de cupo, va a garantizar su continuidad. El tema del poste con pasaporte croata depende exclusivamente del lockout. La directiva tenía bien claros los planes, pero si se produce finalmente el cierre patronal, pueden variar. Ya ha habido conversaciones con Indiana Pacers, la franquicia de la NBA que posee sus derechos, y su venta se contemplaba como la opción más viable para recuperar la liquidez y proseguir con la necesaria reconstrucción.

Nemanja Bjelica aparece como el quinto elemento de gran valor en la actual plantilla azulgrana. Si todos están sujetos a servir a la causa como monedas de cambio, el serbio no puede suponer una excepción. Pero su venta resultaría dolorosa. Fue una apuesta muy ambiciosa de la directiva de Josean Querejeta. Se puso mucho dinero sobre la mesa para amarrar a largo plazo a un jugador sobre el que se tenían depositadas muchas esperanzas. Es evidente que no ha colmado las expectativas de nadie. En cualquier caso, todos conocemos los primeros años de muchos jugadores con Dusko. Si la relación entre Bjelica y el preparador montenegrino no es peor de lo que imaginamos, lo lógico sería pensar en su continuidad. Pero teniendo en cuenta la tremenda remodelación que sufrirá el equipo y las siempre imprevisibles consecuencias de los efectos mariposa, no pongo tampoco la mano en el fuego.

La incógnita Bjelica

Dos que sí parece que estarán seguro son Pau Ribas y Esteban Batista. El escolta catalán, definitivamente liberado de sus funciones como falso base tras la llegada de Thomas Heurtel, tendrá la ocasión de confirmar las excelentes sensaciones que ha ofrecido en su papel de especialista durante el tramo final del torneo. Batista, a pesar de los pesares, cuenta con un contrato largo y no parece que existan demasiados clubes interesados en asumir el coste de un jugador al que este año militar en las filas de un grande le ha superado en exceso. A partir de ahí, me surgen dudas con Brad Oleson, a quien el club ha solicitado una rebaja en su ficha, y me asaltan certezas con David Logan. A día de hoy, interpreto la oferta al jugador de Alaska como una sutil señal de que no se vería con malos ojos que pensara en cambiar de aires. Logan, con Dusko renovado, tiene las horas contadas, a pesar de que Josean Querejeta, que sentía una especial predilección por su fichaje, dijera la semana pasada que se cuenta con él. De Palacio y Dragicevic, a pesar de que el segundo quizá habría merecido una oportunidad, no hay mucho que decir. Se marcharán. Sin embargo, sobre Dejan Musli, un tipo del que Ivanovic no quería ni que se le preguntara en las ruedas de prensa, habrá que publicar un post exclusivo.

Mientras se resuelven las salidas, la dirección deportiva trabaja en las contrataciones, que están íntimamente relacionadas y que, por supuesto, tendrán mucho que ver con lo que suceda definitivamente con la nueva normativa de la ACB. Querejeta anunció que, al margen de Heurtel (que este martes será oficialmente presentado), se escruta el mercado en busca de un alero y un jugador interior. Lo demás puede ir llegando en función de lo que se vaya. En cualquier caso, no bastará con buscar jugadores para determinadas posiciones. El Baskonia, por su bien y por la salud mental de Dusko Ivanovic, precisa de la contratación de perfiles muy concretos, que completen las muchas virtudes con las que cuenta esta plantilla. Harán falta jugadores con una capacidad de sacrificio mayor, con importantes dotes defensivas, para que el equipo carbure y, sobre todo, para que lo haga a imagen y semejanza de su técnico.

El verano va a ser muy largo. Tendremos ocasión para profundizar mucho más en este asunto. Hay varios nombres de futuribles baskonistas ya sobre la mesa. No se va a aburrir nadie.

20/6/11

La hora de Sada


Víctor Sada se ha destapado como uno de los principales argumentos con los que el Barça de Xavi Pascual ha cerrado los play off sin ceder una sola derrota. ¿Alguien piensa aún que no tiene sitio para el próximo Eurobasket en la selección de Scariolo?

Hoy me he levantado con ganas de romper una lanza en favor de un jugador al que he defendido durante años pero que jamás me había ofrecido tantos argumentos objetivos como ahora para dedicarle unas líneas y arrojárselas a la cara a los muchísimos detractores con los que he discutido sobre su valía. Ya os hablaré un día sobre mi (quizá excesiva) pasión por el baloncesto metalúrgico, por el físico y la defensa, porque jamás lo he ocultado. Pero hoy quiero centrarme exclusivamente en la figura de Víctor Sada, un jugador que se ha convertido en pieza clave en el que pasa por ser, probablemente, uno de los mejores equipos que he conocido. En pleno debate sobre la composición de la lista con la que Sergio Scariolo afrontará el próximo Eurobasket de Lituania (su primera versión se desvelará este martes), volver a toparme con quinielas en las que el base del Regal Barça queda descartado me despierta una sensación muy próxima a la indignación. Aunque en este mundo, y tratándose de la selección, podría decirse que estamos curados de espanto.

Ya contemplé como una tremenda injusticia el hecho de que Sada se perdiera el pasado Mundial, sobre todo tras la lesión de última hora de Calderón. Scariolo se decantó por Raúl López, un jugador en claro declive, por motivos prácticos. El base de Vic, eso es cierto, conocía los sistemas del preparador transalpino. Había jugado a sus órdenes en el Khimki, equipo con el que había comenzado la pretemporada, y se incorporó a la concentración sin excesivos traumas. Fue una de las apuestas de Scariolo. Una de las muchas que se revelaron fracasadas con el transcurso de un torneo en el que las decisiones poco atrevidas del italiano, sobre todo influidas por su respeto hacia los galones, condujeron al equipo a una muerte cruel, por la forma en la que se confirmó, pero esperada. Aunque no sé hasta qué punto la presencia de Sada hubiera podido cambiar esa dinámica, la selección se mostró como un equipo demasiado endeble en defensa. Nada que sorprenda en exceso si se tienen en cuenta las rotaciones de Scariolo, en las que jugadores como Fran Vázquez o Fernando San Emeterio -ambos determinantes en los dos equipos que habían copado todos los títulos la temporada precedente- apenas contaban, mientras veteranos bastante justos de piernas como Mumbrú o Garbajosa acumulaban muchos más minutos de lo aconsejable.

Ahora que se reabre el debate sobre la lista de doce (la FIBA ha reducido las plazas) con la que España tratará de volver a hacerse con el cetro continental, el seleccionador se ha encontrado con la noticia de que tanto Mumbrú como Garbajosa, dos de los jugadores que sirvieron de base a la generación más laureada del baloncesto español, se echan a un lado. Ambos han dado mucho al combinado estatal. Incluso su adiós anticipado, justo en un momento en el que el alero del Bilbao Basket parecía haber recuperado el tono, supone su último gran servicio a la causa. Despejan el camino a jugadores de otro perfil, más jóvenes, más potentes, que pueden servir de perfecto complemento a las perlas con la que Scariolo contará para volver a pelear por el oro. Y entre esa nueva hornada, en la que hombres como San Emeterio, Claver, Suárez, Ibaka o Mirotic deben ganar peso en los papeles de reparto, brilla con luz propia Sada, un jugador que ha resultado determinante en todos los títulos que el Barça de Xavi Pascual ha obtenido esta temporada.

Un animal de los intangibles

Como en todo, se podría recurrir a los números para reflejar su peso en los logros del equipo culé. Pero Sada aporta mucho más que estadísticas. El técnico del conjunto blaugrana ha caído rendido a la evidencia. En los pasados play off por el título, Sada desplazó a Ricky Rubio del cinco titular en los ocho partidos de las eliminatorias por el título que el Barça se adjudicó sin ceder una sola derrota. Sin embargo, el exjugador del Akasvayu, eternamente cuestionado, ha demostrado que puede asumir un rol secundario y resultar igualmente decisivo. Tanto en los duelos de semifinales contra el Baskonia como en los de la final ante los hombres de negro, su presencia en pista coincidió con todos los parciales positivos que acabaron resultando definitivos para los intereses de su equipo. Por contra, mientras buscaba oxígeno en el banquillo, casi siempre para ceder su puesto a Ricky, el Barça acumuló resultados siempre contrarios.

No es nada nuevo. Ya el pasado año, en el que los catalanes se adjudicaron todos los títulos salvo el de la regularidad, donde el Baskonia destrozó todos los pronósticos, los parciales más demoledores del combinado de Xavi Pascual llegaban cuando entraba en cancha la segunda unidad. Defensa y músculo para asfixiar a los rivales. En la pasada Copa del Rey celebrada en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid se quedó a un paso del MVP, que fue a parar, como casi siempre, a un jugador que brilló más en ataque pero que quizá no resultó tan determinante. Personalmente destiné mi voto a Sada, puro espectáculo, baloncesto en esencia, una bestia visto de cerca. Pero no resultó suficiente. Alan Anderson abandonó aquel pabellón con el título de mejor jugador del fin de semana.

La receta del éxito del combinado blaugrana se ha basado en su capacidad para limitar al máximo la producción ofensiva del rival. Muchos son los que han asegurado y escrito que el Barça se ha llevado el título en una de las peores finales de la ACB. Yo no lo veo así. El mero hecho de que el equipo catalán dejara al Bilbao Basket en 55 puntos en el tercer y definitivo compromiso, disputado además en Miribilla, refleja el tremendo poderío defensivo de un combinado que de los tres bases con los que contaba en nómina este curso siempre ha tenido claro que uno de ellos volverá a cambiarse en los vestuarios del Palau cuando arranque la próxima pretemporada. Con la marcha de Ricky (ya confirmada) y Lakovic en el mercado, Chichi Creus lleva tiempo trabajando en la configuración de una terna de directores de juego en la que Sada ha sido siempre fijo.

Mientras redactaba este post, leí en la web de la acb un análisis del amigo Dani Barranquero en el que hacía referencia precisamente a la trascendencia de la figura de Sada en el transcurso de la final de la ACB. Mientras el badalonés se ha mantenido sobre el parqué durante los tres envites que se ha prolongado la serie ante el Bilbao Basket, el Barça ha obtenido un resultado global tremendamente favorable, un balance de +31 (108-77). Mientras se tomaba un respiro y reposaba en el banquillo, su equipo se mostraba incapaz de superar al rival (56-56). No es nada nuevo en realidad. Recuerdo varios compromisos claves del pasado año en los que ofreció exhibiciones obscenas partiendo desde el banquillo.

El líder de la asfixiante segunda unidad

El gran secreto de Xavi Pascual fue y sigue siendo la segunda unidad. Con gente como Sada, Basile, Grimau o Morris en cancha es como el equipo catalán acababa por destrozar al Madrid de Messina el pasado año, cuando muchos hablaban de esa Liga bipolar que al final se quedó en las vitrinas del Buesa Arena. Me vienen a la cabeza dos cruces directos entre los dos grandes clubes futboleros en los que el Barça fue capaz de dejar al equipo merengue por debajo de los diez puntos en un cuarto para quebrar de manera irreversible los partidos. En esas ocasiones, por supuesto, el hijo del exjugador culé Adolfo Sada, cuyo abuelo nació muy cerca de mi ciudad natal, en Ablitas, pero se mudó a Badalona en busca de un trabajo como médico en la sanidad pública, asumía un protagonismo incuestionable.

Sada, en esencia, es puro intangible. Posee unas cualidades al alcance de muy pocos bases. Por un lado, su tremenda capacidad defensiva, capaz de desactivar en un mismo play off a los, seguramente, dos mejores point guards de la competición española -Marcelinho Huertas y Aaron Jackson- e incomodar la ejecución de los esquemas ofensivos de cualquier contrincante. Por otro, su exuberante físico le permite aportar a su equipo cosas que pocos unos pueden ofrecer. Culmina los contragolpes con tremenda violencia, gracias a su eléctrica potencia y a una capacidad de salto que le permite arrimar el hombro incluso en el rebote. Ha sido capaz de capturar once en un mismo partido. Un registro que ningún base ha alcanzado hasta la fecha en la ACB, y me permito aventurar que será una marca difícil de igualar. Es, como digo, maestro del intangible, un modelo de jugador codiciado cuando se detecta, que suele ser a toro pasado, pero no siempre tan apreciado ni valorado como merece.

Sus dos temporadas en Girona, donde coincidió con San Emeterio y su amigo Marc Gasol, terminaron por moldear lo que ya en sus etapas de formación se antojaba como un jugador del nuevo siglo. Un tipo que sabe mucho de baloncesto me aseguró durante aquellos años del pujante Akasvayu que estábamos asistiendo a la gestación del futuro base de la selección. Por el momento, se le ha cerrado el paso. Ya digo que hace un año asimilé con cierta decepción y amargura (más bien indignación) que se quedara fuera de la lista de Scariolo. Este martes no comprendería que se volviese a quedar sin sitio. Aunque todo dependerá de la valentía con la que Scariolo encare sus obligaciones como seleccionador.

El puesto de uno en el quinteto titular tiene dueño. José Manuel Calderón, tan añorado en Turquía, ocupará esta vez su puesto. A partir de ahí, se abre el debate sobre el estado de forma con el que ha cerrado la temporada Ricky Rubio. En el Barça, desde luego, a Xavi Pascual no le ha temblado el pulso a la hora de variar los roles y conceder mayor protagonismo al que se suponía era el reserva. ¿Hará lo mismo Scariolo? ¿Llevará tres bases? ¿Piensa en algún otro, como Sergio Rodríguez, Raúl López, San Miguel o Cabezas? La respuesta la conoceremos pronto. Lo que parece claro es que de esta primera preselección podrán extraerse muchas conclusiones sobre las intenciones del italiano. Si no está Sada, un servidor volverá a sentirse seriamente defraudado. En cualquier caso, con o sin Sada, la selección española cuenta con un plantel capacitado de sobra para defender el título conquistado hace dos años en Katowice. El retorno de Pau Gasol en el que puede suponer su penúltima participación en un gran torneo con el combinado estatal resulta una garantía de éxito por sí solo. Es difícil que Scariolo se equivoca tanto como para frustrar las opciones de oro de su equipo.

18/6/11

Ricky's decision


El otro día, hablando sobre la pésima gestión de la imagen pública de Lebron James, un colega me preguntó quién podría ocupar en la ACB el rol de jugador odiado que asumió la estrella de los Heat cuando decidió abandonar al equipo de su tierra, los Cleveland Cavaliers, para reunirse con otras dos figuras de la NBA y tratar de conseguir ese anillo que aún se le resiste. Está claro que las fobias, en este caso, van por barrios. Cada pabellón dispone de su propia lista de villanos. Si nos referimos a Vitoria, me vienen a la cabeza jugadores como Felipe Reyes, Alex Mumbrú, Axel Hervelle, Juan Carlos Navarro o, en los últimos tiempos, el renegado Pablo Prigioni. Luis Scola coleccionó las iras de las hinchadas de Barcelona y Real Madrid, así como el propio Navarro ha copado cánticos en casi todas las canchas de la competición doméstica. Y sin embargo, dos fueron los nombres que me parecieron más idóneos para soportar la comparación con The Chosen One: Fran Vázquez, al que muchos tachan de cobarde por haber renunciado a la NBA cuando fue elegido en la undécima posición del draft por los Orlando Magic en 2005, y Ricky Rubio, The Golden Boy, un chico que apenas acaba de cumplir la veintena pero al que se le ha sacudido sin rubor a lo largo de los últimos meses tras haber decidido quedarse dos años más en España antes de asumir el reto de saltar el charco para buscar la gloria en la competición estadounidense. Algo que hará, lockout mediante, a partir de la próxima temporada.

Ricky ha recibido palos de todos los colores esta última campaña. Algunos, quizá la mayoría, excesivos e injustificados, pero otros ajustados a la realidad de lo que ha ofrecido, que para algunos encaja con lo que puede llegar a ofrecer. Como en el caso de Lebron, al joven base catalán le ha pasado factura su escaso acierto a la hora de vender las decisiones que tomaba y los motivos que lo empujaban a tomarlas. Ha pasado de asumir el papel de niño mimado de la opinión pública a erigirse en objetivo de las críticas más feroces. Incluso ciertos sectores del complaciente periodismo que se ocupa del baloncesto, entre ellos varios representantes de la asepsia informativa más absoluta, se han recreado al confirmar que los números del ya jugador de los Minnesota Timberwolves han sido este año manifestamente peores que los del cruso precedente. Muchos le estaban esperando. Y se han cobrado con creces los peajes que se le impusieron cuando decidió posponer el sueño de la NBA y permanecer dos años más en Europa, en las filas del Barça.

Tenemos que echar la vista atrás dos años para hallar las raíces de este cambio de rumbo. Ricky, mientras vistió la camiseta del Joventut, club histórico, simpático, tolerado, se alimentaba de loas y aplausos. Un año antes de que los Wolves lo escogieran en la quinta posición del draft, concitó la admiración de medio mundo como director de juego de aquella selección española que le sacó los colores a la enésima y descafeinada versión del Dream Team en los Juegos Olímpicos de Pekín. Con apenas 17 años, aparecía en todas las agendas de los expertos como uno de los jugadores con mayor potencial del planeta. Me cuesta creer que, pese al bajón experimentado estos últimos meses, se haya apagado su centelleante llama hasta el punto de que ahora todo el mundo dude de su talento. El problema fueron las decisiones que adoptó aquel verano, tanto las que tomó por acción como las que ejecutó por omisión. En muchos casos le perdió la boca y la inmadurez. Seguramente mal aconsejado, siguió un camino tan calamitoso que en apenas unas semanas dinamitó su vitola de niño bonito.

Cuando daba la impresión de que la vida le sonreía al ofrecerle una oportunidad por la que muchos otros matarían, se granjeó una legión de enemigos. Acabó mal con el Joventut, con el Real Madrid, con los Grizzlies, con los Thunder y con su futura franquicia, a cuyo general manager, David Khan, situó en una encrucijiada de la aún hoy sigue sin escapar.

A golpes con el mundo

Sin entrar en demasiados pormenores, quizá uno de los detalles que más socavaron su imagen de marca fue la manera que escogió para liberarse del club que le concedió la oportunidad de debutar en la ACB con sólo 14 años. Ricky había renovado y visto incrementada su ficha la temporada en la que vistió por última vez la camiseta de la Penya. Es evidente que la cláusula de 5,7 millones de euros que se incluyó en su nuevo contrato resultaba del todo abusiva, pero nadie entendió que demandara a la entidad presidida por Jordi Villacampa y que desde un principio, si tenía previsto permanecer en España, renunciara a continuar en Badalona -a la que a la postre salvaría económicamente con el montante de su traspaso- hasta que llegara su momento de dar el salto a la NBA. En cualquier caso, las nuevas cifras del blindaje aparecían en los papeles sobre los que el jugador estampó su firma.

Quizá los pasajes más desacertados de aquel verano llegaron poco antes del draft, en el momento en el que le acercaron los micrófonos para sondearle en torno a sus posibles destinos. Ahí le perdió la edad. Salió a relucir el niño, no el tipo cerebral que en plena adolescencia parecía dotado para dirigir los designios de cualquier partido. Su agente tampoco ayudó. En los días previos al sorteo insinuó que sólo les interesaba que lo escogieran New York o Sacramento, pero David Stern confirmó los peores augurios: "And Minnesota selects...". No sé si lo podéis recordar, pero la cara del base del Masnou era un auténtico poema. Cuando llegaron las primeras fotos de las agencias al periódico me quedé asombrado. Gorra de los Wolves, pulgar arriba y una mueca de desencanto que a muy pocos jugadores les he visto tras ser elegidos entre los cinco mejores del draft. Resultaba demasiado fácil descifrar lo que iba a pasar.

Las calabazas de Ricky a la franquicia de las Twin Cities supusieron el primer revés para el jefe de operaciones de los Wolves, un tipo empeñado en hacerlo todo mal, que ha dilapidado buena parte de la cuota salarial en renovar a Darko Milicic y que mantiene a su equipo en un perpetuo estado de reconstrucción del que nunca sale nada potable. David Khan, que llegó a intentar convencer personalmente al jugador para que aceptase el reto, que viajó a España en tres ocasiones y quiso negociar personalmente con el Joventut su salida, ha sufrido toneladas de críticas y cientos de mofas a raíz de aquella decisión, que fue la primera de verdadero peso que tomó tras relevar en el cargo al mítico Kevin McHale. No sería éste el último agraviado por la concatenación de pasos en falso que aquel verano de 2009 marcaron la ruta de la gran promesa del baloncesto español. Aún se guardaba el interrogante sobre dónde iba a jugar tras constatarse que la opción de Minnesota quedaba descartada de inicio. Se abrió una guerra entre los clubes futboleros. Con Messina recién llegado a la capital y Florentino abriendo el grifo para el baloncesto, flirteó con el Madrid, se dejó querer, pero al final acabó firmando por el Barça, que pagó una cifra récord, algo más de 3,5 millones, para hacerse con sus servicios. Una vez más sus razonamientos resultaron pasajeros. Llegó a alegar que esa decisión le permitiría seguir en el mismo entorno en el que se había criado, un argumento ridículo cuando se habla del camino a seguir para convertirse en uno de los mejores jugadores del planeta. Firmaron un contrato por seis temporadas, aunque ya entonces manifestó que en sus planes entraba permanecer dos campañas y marcharse definitivamente a la NBA. Dicho y hecho.

Lo ha ganado todo con el Barcelona

Ricky ha ganado todo lo que podía ganar en estos dos últimos años con el equipo blaugrana. En su primera temporada con el Barça, se hizo con la Supercopa, la Copa del Rey y la Euroliga. Sólo la irrupción inesperada del orgulloso Baskonia del almirante Tiago Splitter ensombreció una campaña para enmarcar y en la que fue indudable protagonista. En esta segunda también se ha hartado a recoger trofeos colectivos (Supercopa, Copa y ACB), pero su rendimiento individual ha descendido de manera notoria, y sus detractores, los que aguardaban excusas, han saltado al cuello, hasta el límite de que ahora muchos dudan de que tenga el talento suficiente como para triunfar en Estados Unidos. Si nos remitimos a la pura estadística, la postura de los que teorizan sobre un estancamiento en su progresión resulta indiscutible: ha metido menos puntos, ha empeorado de manera alarmante sus porcentajes de lanzamiento (27% de tres y 38% de dos), ha repartido menos asistencias y su valoración ha decrecido notablemente. Es más, el propio Xavi Pascual ha acabado rindiéndose a la evidencia y lo ha relegado a la suplencia en los ocho partidos que el Barça ha disputado -y ganado- en los recientes play off de la ACB.

No son pocos los que sostienen que su asalto a la mejor liga del mundo está condenado de antemano al fracaso basándose en esos registros, en su escaso desarrollo físico y en su limitada capacidad anotadora, un aspecto determinante para acariciar la gloria en la NBA. Yo me encuentro con sensaciones contradictorias a la hora de realizar un pronóstico sobre lo que puede depararle el futuro. Mal que le pese, caer en una franquicia como los Timberwolves puede suponer una suerte para él. Hace dos años, sediento de títulos, se resistió a fichar por un equipo con pocas perspectivas de futuro. Pero ahora ya lo ha ganado todo en Europa. Aguardado como agua de mayo, habrá que ver hasta qué punto se entiende su baloncesto allí si a su excepcional talento para el pase no agrega algo más de protagonismo realizador. El base del Masnou, que ha estado trabajando el tiro durante los últimos meses para cambiar la mecánica, deberá desarrollarse como amenaza exterior y trabajar mucho en el apartado físico. Su picardía defensiva no bastará para frenar a jugadores mucho más veloces, potentes y atrevidos de lo que se ha encontrado hasta la fecha en el baloncesto europeo. Sin embargo, y salvando estos últimos meses, Ricky siempre ha tenido algo especial, un don que ni siquiera el resquebrajamiento de su imagen ha podido enterrar.

Ayer, en la rueda de prensa que ofreció para desvelar su futuro, quedó claro que su camino vira hacia un rumbo muy diferente al que escogió King James hace un año. El chico de oro también tuvo que tomar su particular decision hace dos veranos, y se equivocó, más en las formas que en el fondo. Ahora, con veinte años y una carrera europea al alcance de muy pocos, se enfrenta a un folio en blanco. En su mano y en su capacidad para crecer y mejorar reposan sus esperanzas de éxito. No le resultará fácil, pero puede cumplir su sueño.