27/9/11

Mucho músculo y demasiado pico

Joey Dorsey, un tipo que escapó de los barrios marginales de Baltimore como otros muchos talentos gracias al baloncesto, cierra la plantilla del Caja Laboral avalado por su descomunal físico y su habilidad para el rebote


Hemos tenido que aguardar hasta la semana previa al inicio de la competición oficial para conocer la identidad de la última pieza que adornará la plantilla con la que el Caja Laboral pretende reinventarse para recobrar los valores que el pasado año tanto se echaron en falta. Y el jugador elegido para completar el frontcourt encaja con las líneas maestras de un proyecto que puede gustar más o menos pero que tiene una forma perfectamente delineada. Joey Dorsey, un jugador con poco nombre y mucho músculo, acompañará a Mirza Teletovic, Milko Bjelica y Kevin Seraphin (este último en calidad de sustituto temporal) para conformar el heterogéneo listado de pívots con el que Dusko Ivanovic marchará a la guerra. Aunque algunos quizá esperaban que el elegido fuese un cinco más al uso, mucho más espigado, capaz de intimidar por presencia, la directiva baskonista ha rubricado el plantel con un tipo de jugador que se asemeja muchísimo en constitución y cualidades a Richard Hendrix, la apuesta inicial. De corta estatura, habituado a actuar como cuatro pero con una vocación de cinco indisimulable, el ex jugador de los Raptors llega a Vitoria para ofrecer al técnico montenegrino algo que le ha faltado estos últimos años: una bestia para pegarse bajo los aros, un animal del rebote con mucho más físico que talento pero que puede aportar al equipo vitoriano algunas cosas que no tenía y que muchos considerábamos necesarias.

Supongo que quien más quien menos habrá echado un ojo a sus números. No dicen demasiado de un tipo que ha pasado bastante desapercibido en las tres franquicias de la NBA para las que ha jugado. Nacido en diciembre de 1983 en Baltimore, una de las localidades con mayor porcentaje de población afroamericana de los Estados Unidos, Dorsey se ha habituado a la pelea desde su más tierna infancia. El baloncesto lo rescató de las calles de uno de los barrios más conflictivos de esta de por sí peligrosa ciudad del estado de Maryland. Baltimore, gobernada por la alcaldesa Sheila Dixon, tía del exjugador del Unicaja Juan Dixon, ha servido como escenario de una de las mejores -si no la mejor- serie de la HBO, The Wire, que relataba con crudeza la jungla que para los jóvenes negros, sin demasiadas oportunidades laborales ni excesivo futuro, suponen los barrios más desfavorecidos de esta ciudad. Richard Elmer Dorsey sí encontró una oportunidad alternativa a las drogas y al duro ambiente con el que convivió y ha forjado en parte su personalidad. El baloncesto le concedió la ocasión de escapar, de huir en busca de un futuro mejor. Su destino estaba bien lejos, a orillas del Mississippi. La Universidad de Memphis lo reclutó para su equipo de baloncesto, los Tigers, y allí empezó a labrarse un destino que siempre ha estado salpicado por su incontinencia verbal y un carácter que podría llegar a acarrearle problemas de adaptación o convivencia en las filas del Caja Laboral.

Del gueto al estrellato

No ha sido el único al que las canastas rescataron de la muerte en vida de los barrios marginales que en la ficción patrullaban Bunk y McNulty, gobernaban Avon Barksdale, Proposition Joe o Stringer Bell, donde deambulaban fantasmas de drogadictos sin futuro como el de Bubbles. Hasta medio centenar de jugadores que se han labrado una carrera en la NBA nacieron en el área metropolitana de Baltimore. Un número considerable para un entorno de apenas dos millones y medio de habitantes. De las calles de La Farmacia, uno de los guetos que daban cobijo a los personajes de esta serie de culto, han surgido estrellas de la NBA como Carmelo Anthony, Rudy Gay, el malogrado Reggie Lewis, el legendario Tyrone Bogues o el eterno Sam Casell. Dorsey, sin embargo, no será el primer jugador nacido en estos barrios, con un elevadísimo índice de muertes por armas de fuego, que vestirá la camiseta del Baskonia. ¿Quién fue el anterior? Otra bestia de la pintura. Ken Animal Bannister mamó el baloncesto en los mismos playgrounds en los que se crió Dorsey y que compartieron otros jugadores que han pisado las canchas de la ACB en un pasado reciente, como el ya mencionado Juan Dixon, el ex del Valladolid Devin Gray, Corsley Edwards o el ahora escolta de los San Antonio Spurs Gary Neal. Para todos ellos, el baloncesto se convirtió en una vía de escape. Quizá en una opción de supervivencia. Puede que más aún para Dorsey, un tipo que se labró fama de bocazas durante su estancia en los Tigers de Memphis. En el gueto los que hablan demasiado tienen más papeletas de meterse en líos. Y el nuevo jugador del Baskonia, a tenor de su pasado, daba rienda suelta a su lengua.

Con el conjunto de la universidad del estado de Tennessee, cuna del rock and roll, Dorsey destacó en las facetas que a la larga han justificado sus salarios: intensidad bajo los aros, excelente capacidad atlética y un don natural para ganar la posición en el rebote. Luego incluiré un par de vídeos, pero por lo que conozco a este jugador (que es poco a pesar de ver tantos partidos de la NBA como me es posible) y por las imágenes que he ido viendo, posee un talento innato que me trae a la cabeza, salvando las distancias, a Felipe Reyes. Sabe aprovechar su corpulencia a la perfección para disimular su desventaja de centímetros. No caza los rechaces por su potente salto; sabe meter el cuerpo y ganar la posición, una virtud muy interesante que muchos jugadores en el baloncesto moderno desprecian, por fiarse de sus condiciones atléticas, y lo acaban pagando. A Dorsey, sin embargo, los peajes se los cobraba su fanfarronería. Célebre es ya el enfrentamiento que mantuvo en 2007, en vísperas de la final de división de la NCAA, con Greg Oden.

"Quizá Oden pueda ser tan bueno como Joey Dorsey"

"Oden es un jugador grande muy sobrevalorado", se soltó el último refuerzo del Baskonia sobre el pívot que pocos meses después acabaría siendo elegido en el número uno del draft por los Trail Blazers. Se calentó antes del partido y, quién sabe sin con la intención de amilanar a su rival, no midió en bravuconadas. El nuevo jugador del Caja Laboral fue un poco más allá: llegó a decir que "Oden quizá llegue a ser tan bueno como Joey Dorsey" y se comparó a sí mismo con "Goliat" y al por entonces jugador de la Universidad de Ohiao State con "un pequeño hombre". Lo pagó muy caro sobre el parqué. Oden, que a la larga ha pasado a engrosar la lista negra de fracasos en la primera elección del draft, le pasó por encima. Condujo a los Buckeyes a la victoria (92-76) tras firmar una sensacional actuación que adornó con 17 puntos y 9 rebotes. ¿Qué pudo hacer Dorsey ante esta bestia de siete pies? Nada. Cerró el encuentro con un paupérrimo bagaje de tres rebotes y no pudo anotar, porque ni siquiera pudo lanzar a canasta en los 19 minutos que estuvo sobre el parqué. En las canchas callejeras de Baltimore quizá sirviese de algo amilanar a los rivales. En el mundo real sólo le valió para sufrir una humillación que le perseguirá de por vida.

Pese a todo, su carrera en los Tigers resultó muy fructífera. Acumuló varios galardones por su producción defensiva a lo largo de las tres temporadas que participó en las ligas universitarias y volvió a conducir a su equipo a la final de división un año después, ya sin Oden de por medio. Esta vez, con derrota en la final ante los Kansas Jayhawks, no lo hizo en solitario. Dorsey coincidió en Memphis con dos jugadores que se han hecho un hueco en la NBA y con los que aún mantiene una excelente relación. Uno de ellos es el actual MVP de la competición americana, el base de los Bulls Derrick Rose, que ya por aquel entonces centraba la atención de legiones de ojeadores de los equipos profesionales. El otro era Chris Douglas-Roberts, escolta que ha militado en Milwakee Bucks pero que, como Dorsey, ha decidido emprender una aventura overseas como consecuencia del lockout. En su caso, jugará en la Virtus de Bolonia.

La carrera de Dorsey en la NBA, donde aterrizó de la mano de los Houston Rockets tras ser elegido, curiosamente, por Portland un año después que Oden (en su caso en segunda ronda, número 33), ha sido la de un especialista que ha pagado en exceso su corta estatura. Apenas gozó de oportunidades en el equipo texano. Disputó diez partidos durante las dos temporadas que permaneció en su disciplina, aunque pasó más tiempo en la plantilla que compite en las ligas de desarrollo, los Río Grande Valley Vipers, que en el mismo vestuario que Yao Ming y Luis Scola. En 2010 fue traspasado a Sacramento, donde tampoco dispuso de excesivo protagonismo. Jugó ocho partidos, en los que con poco más de seis minutos de promedio pudo acumular unos raquíticos 1,5 puntos y 2,3 rebotes.

El rebote como medio de subsistencia

En realidad, las estadísticas reflejan el tipo de jugador que ha contratado el Baskonia. Ha sido una constante en sus cuatro temporadas en la NBA que sus promedios reboteadores superasen a los anotadores. Incluso en el pasado ejercicio con los Raptos, el año de su consolidación en la máxima competición norteamericana. Pero esto es lo que se buscaba y lo que se ha encontrado. En la franquicia canadiense, donde ha coincidido con José Manuel Calderón, ha aprovechado el desbarajuste reinante tras la marcha de Chris Bosh para hacerse un hueco. Ha disputado 43 encuentros, nueve de ellos como titular por primera vez en su carrera, y los ha aprovechado. Jay Triano le ha concedido algo más de doce minutos y le han bastado para convertirse en soporte de la segunda unidad, con 3,1 puntos y 4,4 rebotes por cita. De no haber mediado el lockout, seguramente se habría ganado un contrato. Pero se le ha presentado una nueva aventura y ha querido vivirla.

Dorsey puede aportar muchas cosas que el Caja Laboral necesitaba como el comer, pero su adaptación al equipo, al entorno y, sobre todo, al entrenador genera ciertas dudas. No son pocas las historias en torno a actos de indisciplina y poca formalidad que jalonan su hoja de servicios. Proporcionará rebote y una tremenda solidez defensiva, incluso con rivales de mucha mayor envergadura en el poste bajo, siempre que Ivanovic, que de paciencia anda justo, pueda canalizar su fogosidad y hacerlo entrar en vereda. Joey Dorsey, genio y figura, es músculo y es boca, es un jugador profesional pero también un chaval salido de las canchas callejeras de Baltimore, donde la anarquía el ley. Así se presenta el último elemento del proyecto con el que el Baskonia pretende recuperar la gloria perdida. Puro espectáculo dentro y fuera de las canchas.

Os dejo un par de vídeos para que veáis de lo que es capaz. El primero muestra su tremenda capacidad de salto y sus dotes para jugar por encima del aro tras un pick and pop (si Prigioni lo educa puede ser un espectáculo). El segundo, lo citado sobre su habilidad para ganar la posición en el rebote, incluso con pívots más grandes, como es el caso de Marc Gasol.



26/9/11

Pinceladas de futuro


Apenas han pasado unas horas desde el primer test serio de pretemporada, el primer partido en el que el Caja Laboral ha podido contar con casi todas las piezas que adornarán su nuevo proyecto, y me enfrento al folio en blanco con más esperanza que dudas sobre lo que puede llegar a ofrecer el equipo en un futuro próximo. Puedo celebrar que lo que escribí hace una semana (Optimismo en azulgrana) lleva camino de cumplirse. Este Baskonia ha perdido en lo singular para ganar en lo colectivo. Las piezas, a falta de la llegada del último elemento para el frontcourt, encajan. Quedan muchos detalles por pulir, pero me da la sensación de que este Caja Laboral no sólo mira al pasado para recuperar la camiseta azulgrana y las dotes de mando de Pablo Prigioni, en lo esencial ha nadado en contra del tiempo para recobrar una esencia que algunos, más allá de los títulos, hemos echado mucho en falta.

Me refiero a esa personalidad propia que algunos definieron como carácter pero que han abanderado y compartido con éxito el presidente de la entidad, su ya longevo técnico y muchísimos de los jugadores que han pasado por el Buesa Arena a lo largo de las dos últimas décadas. Insisto en que queda mucha tela por cortar, sólo hemos visto un pequeño esbozo, y nada tiene que ver que el resultado haya sido una victoria (75-68) ante un Real Madrid que todavía tiene un enorme margen de crecimiento. Sin embargo, esta primera toma de contacto con la nueva realidad me permite reafirmarme en una idea que no tiene por qué llevar aparejada la promesa de títulos para el ejercicio que está a punto de comenzar. Algunos nos conformábamos con volver a disfrutar de un equipo competitivo, con alma, y el que se está gestando tiene toda la pinta de que va a encajar en esos parámetros. Os ofrezco unas pinceladas, leves esbozos de un boceto, de lo que me parece a día de hoy este Caja Laboral del futuro, este plantel con aromas del pasado, este Baskonia de apariencia tan familiar.

1. Más equipo que nombres. Muchos han defendido durante el verano que la plantilla ha perdido en nombres, en brillo, con la marcha de jugadores de gran calidad como Marcelinho Huertas o Stanko Barac. Y puede que sea cierto. Pero al mismo tiempo apunta una cohesión colectiva que se ha echado mucho falta en las últimas campañas. Asumo que no puede emitirse una valoración global hasta que se conozca la identidad del cuarto pívot, toda vez que la presencia de Kevin Seraphin sólo puede entenderse como algo puntual, pasajero. En cualquier caso, el perfil de varios de los jugadores reclutados, bien por su juventud bien por su condición de secundarios, invita a creer que el nuevo Baskonia ganará en aspectos, como el sacrificio o la intensidad defensiva, que tanto ha debido de añorar Ivanovic desde que regresó a Vitoria.

2. Liderazgo. Pablo Prigioni ha pasado una dura prueba de fuego, un reencuentro con una afición a la que en su día menospreció, que lo amó y lo repudió. El Iradier Arena dictó sentencia. Habló antes, durante y después del partido. Como se esperaba, el timonel argentino acabó con acallar los pitos con su juego, con su presencia y su capacidad de mando. Ha firmado un Preolímpico espectacular y llega en un excelente estado de forma. Las dudas que me generó su fichaje, más por el rendimiento que pudiera ofrecer a sus 34 años que por aspectos relacionados con su presunta enemistad con la hinchada baskonista, quedaron disipadas cuando condujo a la selección Argentina al oro en Mar de Plata. En su reestreno con la elástica azulgrana demostró que está más que capacitado para guiar la nave. Es más, viéndolo sobre la cancha algunos caímos en la cuenta de lo mucho que se le ha echado menos. Manda, ordena y dirige. Pone la pausa que la pasada campaña no tuvo el equipo gasteiztarra. Ya veremos cuánto le dura la gasolina, sobre todo en un curso en el que va a tener que asumir muchos minutos, pero ha llegado como una moto. Ha vuelto a casa y ha recuperado el protagonismo y la relevancia que le faltó en Madrid. El hecho de poder estrenarse ante su exequipo resultó paradójicamente catártico.

3. Jerarquías. La llegada de Prigioni y, más aún, la marcha de Barac y Huertas puede proporcionar al Baskonia una redistribución de roles que se antojaba fundamental. La marcha de Tiago Splitter había abierto un periodo de indefinición que no llegó a cubrirse satisfactoriamente en todo el ejercicio precedente. El argentino conoce a Ivanovic, será su extensión sobre el parqué y le ayudará al preparador montenegrino a acabar con el caos que se apoderó del juego del combinado azulgrana. Teletovic seguirá siendo opción preferente en ataque, pero no en cualquier situación, como sucedía. Al argentino le falta no obstante un socio para martillear a los rivales con sus imparables pick and roll. Seraphin está capacitado para asumir ese papel durante su estancia en la capital alavesa, pero no deja de ser un apaño temporal. Si el poste que queda por llegar es capaz de brillar en esa faceta, el equipo ganará mucho.

4. Heurtel. El base francés es puro talento, pero me parece que está un poco verde. Ideal para revolucionar los partidos, muy eléctrico y con unos recursos técnicos interesantes, tendrá que aprovechar la presencia de Prigioni para ganar en pausa y lectura del juego. Me recuerda al Marcelinho Huertas de los primeros tiempos.  Le faltan algunos grados de cocción y considero que esto acabará redundando en que Prigioni asuma muchos más minutos de los que en un principio se pensaba que debería asumir. Una de las incógnitas que me deja la composición de la plantilla, aunque por primera vez en tres años el Caja Laboral va a disponer al menos de dos bases.

5. Fragilidad en la pintura. Más allá de un Seraphin que puede aportar mucho tanto en ataque como en defensa durante el tiempo que permanezca en Vitoria, la principal consecuencia del agitado verano que ha vivido la directiva para cerrar la plantilla se traduce en una apariencia de cierta endeblez bajo los aros. Teletovic es lo que es y Milko Bjelica, intenso y trabajador pero más cuatro que cinco, intimida lo justo. Tampoco Lampe, que todo el mundo espera que acabe ocupando la plaza de Seraphin, pasa por ser un cinco excesivamente dominante bajo los aros. Tiene más calidad que capacidad de intimidación. También en este aspecto resultará crucial la pericia con la que los dirigentes del club azulgrana resuelvan la última operación del periodo estival de fichajes, que ya es otoñal.

6. Los nuevos y los recuperados. Gran parte de los éxitos que pueda cosechar este nuevo Caja Laboral dependerán de la capacidad de Ivanovic para integrar en su proyecto -es un proyecto muy a su imagen y semejanza- a los nuevos reclutas y, en buena medida, para recuperar a algunos jugadores que ya estaban pero que no lograron ofrecer sus mejores prestaciones con la anterior configuración. Pau Ribas y Brad Oleson, sobre todo cuando salte a la palestra Reggie Williams, deberán pelear por minutos. El catalán tiene muchos boletos para volver a compaginar las posiciones de uno y dos, sobre todo si la maduración de Heurtel se dilata más de la cuenta, y al jugador de Alaska se le debe exigir una mayor ambición. Williams, por su parte, tendrá balones. La formación del plantel se los garantiza. Quiero ver cómo responde, y me refiero más a la asunción del código baloncestístico de Ivanovic que a su capacidad para anotar, sobre la que no cabe duda. Para Nemanja Bjelica será un ahora o nunca. No puede haber más paciencia para con un jugador que lo prometía todo y que por ahora no ha ofrecido nada. En el duelo contra el Madrid, como en el Eurobasket, se le apreció una mayor intensidad, que en ocasiones raya en agresividad excesiva pero que puede resultar un activo muy aprovechable si Ivanovic lo sabe reconducir.

7. El equipo encaja con Dusko. En todo caso, reitero que a estas alturas de la película, que casi aún ni ha comenzado, el nuevo Baskonia me ofrece más esperanza que dudas. Sobre todo por un aspecto que me parece fundamental si se toma como referencia la historia reciente del Baskonia: esta plantilla encaja con el perfil de su entrenador. Es un vestuario que reúne juventud, talento y hambre a partes iguales. Ivanovic exprime estos valores y les saca chispas. Repito que aún queda mucho bacalao, que debe cerrarse definitivamente la plantilla, que quedan por aparecer en escena las dos principales apuestas del pasado verano (Lampe y Williams) y que nada de esto garantiza títulos. Sin embargo, me queda la sensación de que este curso que todavía no ha echado a andar va a permitir que muchos aficionados baskonistas vuelvan a sentirse identificados con un equipo al que históricamente siempre se le ha exigido que nunca baje los brazos. No creo que este lo vaya a hacer.

23/9/11

Al fin Seraphin

El día en el que David Stern se rió del nuevo jugador del Baskonia

Me rindo al clamor popular: hoy post cortito, una anécdota que involuntariamente protagonizó el último fichaje del Baskonia. Kevin Seraphin, el tipo que suplirá la baja de larga duración del lesionado Maciej Lampe, sacó a relucir la faceta más cómica del comisionado de la NBA, David Stern, en el transcurso del draft del pasado año. El máximo dirigente de la competición estadounidense, al que ahora con el asunto del lockout se le habrán quitado las ganas de broma, entendió que el nombre del nuevo jugador azulgrana encerraba cierto cariz cómico y no pudo por más que dejarse llevar cuando apareció en el estrado de la sala del Madison Square Garden en la que se celebraba el acto para anunciar la identidad del hombre escogido en el número 17 de la primera ronda por los Chicago Bulls.

"Atentos a esto", se animó Stern mientras se acercaba al estrado con la papeleta en la mano y una sonrisa de niño malo en el rostro. No sonó demasiado bien. La jugada trajo cola, se comentó a lo largo de los días posteriores, aunque al poste francés poco le importó, toda vez que estaba siendo elegido mucho antes de lo previsto. Columnistas y comentaristas de radio y televisión censuraron las maneras con las que el habitualmente hierático dirigente afrontó la bienvenida a la NBA de un jugador que, aunque ahora hará una sustitución en Vitoria, goza de la total confianza de los técnicos de los Wizards, que ven en él a un tipo llamado a disfrutar de una prolífica carrera en la liga. Pero lo peor estaba aún por llegar. El peor trago para el comisionado, presa de la risa floja, llegó en el momento de leer el nombre del pívot nacido en la Guayana Francesa. "Con el número 17 del draft de 2010, los Chicago Bulls escogen a KE-VÍN SE-RAU-FAUN, del Cholet francés", lo intentó Stern, cuya picardía dio origen a probablemente muchos más debates de los necesarios.

Broma o no, lo cierto es que este tal Serafaun va a ser el pívot que cubra la baja de larga duración del lesionado Maciej Lampe, siempre que las negociaciones para desbloquear el lockout lo permitan. Ahora mismo las noticias no resultan demasiado halagüeñas para los equipos europeos que han decidido reclutar a jugadores con contrato. Las posturas se han acercado y hay quien confía en que la temporada pueda incluso comenzar en fecha. Aunque el calendario de los entrenamientos y partidos de pretemporada se ha visto ya afectado de manera irreversible.

El poste galo, de impresionante físico como han podido comprobar todos los que lo hayan visto estos días en Vitoria, fue traspasado a los Wizards ese mismo día. En Washington ha completado un año discreto, con unos promedios de 2,7 puntos y 2,6 rebotes en los poco más de diez minutos que ha estado sobre la cancha. Pero es uno de los niños mimados de los técnicos y del manager general de la franquicia, Ernie Grundfeld, que han manifestado en repetidas ocasiones el brillante futuro que le auguran. En Vitoria podremos disfrutar de él apenas unos meses. Desde luego, aquella noche, cuando se presentó, poco sabía de él el ínclito Stern. Fue sólo una anécdota, un detalle sin importancia que quizá a futuro se recuerde más a menudo si Seraphin, de sólo 21 años, acaba convirtiéndose en lo que muchos confían que puede ser. Muchos estaban esperando sin embargo al comisionado. Y aprovecharon ese lapsus para sacudirle.

Os dejo el vídeo de ese embarazoso momento y un par más. Uno muestra el trabajo específico de los técnicos de los Wizards con el jugador francés y el otro la progresión que en apenas unos meses le permitió pasar de un rookie torpón a un jugador potencialmente interesante.









20/9/11

Optimismo en azulgrana


Resulta que algunas veces uno se ve obligado a enfundarse el disfraz de abogado del diablo y defender causas perdidas. No creo que ésta sea la ocasión, pero hoy me ha asaltado la necesidad de plantear algunos interrogantes, en clave positiva, a las dudas que a su vez despierta la plantilla que está diseñando el Baskonia para afrontar la temporada entrante. A primera vista, con todos los elementos disponibles, me parece un grupo rebosante de cualidades a las que sacar partido. No sé si tiene mucho o poco valor que yo lo diga, teniendo en cuenta que fui uno de los que vaticiné que el Caja Laboral no tenía nada que hacer con el Barça en la final de la ACB de 2010 que todos recordamos cómo acabó, pero a mí el equipo, a falta de que se confirme la identidad del último interior (una vez confirmada la llegada de Kevin Seraphin), me genera ciertas dosis de esperanza. Y en este post voy a tratar de esgrimir los motivos que me han conducido a esta optimista sensación.

La directiva baskonista ha pegado un violento volantazo en su planificación este verano. Ya lo he comentado antes. Sólo existían dos salidas para reconducir la desasosegante tendencia que se tomó el pasado año, la primera de muchas temporadas en la que la afición del Buesa Arena cerró el curso sin títulos que echarse a la boca. El Caja Laboral, que defendía el milagroso título liguero conquistado contra pronóstico en aquella célebre serie final, se encontraba en un cruce de caminos que Querejeta resolvió con la renovación de Dusko Ivanovic. El equipo había perdido la capacidad competitiva que siempre había sido considerada como una seña de identidad y los rectores del conjunto azulgrana optaron por redoblar el crédito del preparador montenegrino. Fue una decisión madurada y seguramente deseada, pero también influida por otros factores que el paso de las semanas está sacando a la luz. El club vitoriano se encontraba –y aún se encuentra- en una complicada tesitura económica. Existía la necesidad de rediseñar la plantilla a la baja y desde los despachos se consideró a Ivanovic como el entrenador más capacitado para volver a construir casi desde la nada. Puede que de hecho lo sea.

Hace unos meses, cuando el Barça apeó al equipo azulgrana de la pelea por el título, preconicé que iban a producirse muchas bajas, y más de una inesperada. No fue una exhibición de dotes adivinatorias, sino una deducción lógica basada en la preocupación que generaban ya entonces las apreturas económicas que asediaban a la entidad. Se han marchado grandes jugadores, eso es cierto, y son muchos los que consideran que los recién llegados carecen de cartel para suplirlos. No comparto esa visión.

Dos más dos no siempre son cuatro

El baloncesto, que es un deporte maravilloso, hace tiempo que nos enseñó que no siempre las plantillas más lustrosas, las ensaladas de grandes figuras, se llevan los títulos. Este juego nos ha dado y nos sigue ofreciendo ejemplos de su grandeza, por incierto, por alejado de la matemática. Dos más dos no siempre son cuatro. La ya citada final entre el Barça y el Baskonia es sólo uno de ellos. El pez pequeño se come al grande. Hay tiburones, ahí están los casos del Madrid, que lleva años sin gozar de una temporada redonda, o los equipos turcos, que dilapidan en vano ingentes fortunas cada verano, que se ahogan víctimas de su propia opulencia. Y fábulas tan evocadoras como la que ha protagonizado durante el pasado Eurobasket una Macedonia que ha acariciado las medallas. El Baskonia fue Macedonia durante muchos años. Se trata de construir en plural, con una mentalidad colectiva, y es ahí donde radican las opciones de éxito futuro de un club que ha tratado de hacer de la necesidad virtud, de edificar un grupo que se adapte a las exigencias de su comandante.

Los que se han marchado, jugadores de calidad, estaban aquí el pasado curso. Formaban en muchos casos parte de la columna vertebral de una nave que naufragó. Si el fracaso tiene que anotarse en el debe del capitán, del técnico, la renovada apuesta para el inminente ejercicio nacerá muerta. Pero Querejeta profesa una fe ilimitada hacia su entrenador talismán. Y si la embarcación hace aguas, se hundirá junto a él. Ni Marcelinho, que se marcha tras reportar jugosos beneficios a las arcas azulgranas y con el merecido cartel de mejor base de la ACB, ni Stanko Barac, ni mucho menos Logan y Batista, fueron capaces de guiar al equipo a la pelea por los trofeos. Todos ellos, aunque cada uno en su medida, eran grandes jugadores. Pero cuando las cuentas no salen, la situación exige que se haga inventario para discriminar cuáles resultan imprescindibles y cuáles no. Y así se ha hecho.

A falta de que se confirme la identidad del pívot que cerrará una plantilla que por primera vez en muchos años estará compuesta por once unidades útiles, la identidad de los refuerzos ha generado cierto desasosiego entre los aficionados vitorianos. Pablo Prigioni, Thomas Heurtel, Reggie Williams, Milko Bjelica y, por el momento, Kevin Seraphin han ocupado las taquillas que dejaron libres en el vestuario Marcelinho Huertas, David Logan, Stanko Barac y Esteban Batista. A Milt Palacio y Dragicevic no los cuento por su escaso peso en el equipo y porque llegaron para completar el grupo en el tramo final del campeonato. A priori, los nombres enamoran menos que en otras coasiones. Pero el error reside en la consideración individual de las piezas. Reitero que el éxito o el fracaso de esta apuesta, marcada por las limitaciones financieras, dependerá de la capacidad de Ivanovic para hallar cierta armonía grupal. Así que, sin que el equipo haya podido siquiera disputar un solo amistoso con más de cuatro jugadores de la primera plantilla, juzgarlo me resulta imposible.

Una última pieza

Sólo me inquieta conocer la identidad del undécimo jugador. En teoría, la apuesta de Querejeta y su equipo directivo debía pasar por poner en manos de Ivanovic una plantilla que se ajustara más a su ideario baloncestístico. El sargento de hierro del baskonismo se encontró el pasado curso con demasiados desertores en sus filas, se echó en falta compromiso por parte de algunos hombres que en teoría deberían haber dado un paso adelante. La idea este verano, dentro de ese marco de reducción presupuestaria tan flagrante, pasaba por reclutar jugadores con un perfil más sacrificado, más ajustados a lo que necesita un entrenador que exprime hasta las últimas consecuencias a su tropa. Ahí encaja el fichaje de Prigioni, el de Milko Bjelica, que seguramente aportará intensidad desde en banquillo y el de Heurtel, que llega a Vitoria con la mente embriagada por el rumbo que han marcado otros bases, tales como Huertas y Calderón, que se hicieron grandes bajo los focos del Buesa Arena y luego han emigrado en busca de mayor gloria.

Sólo me queda la duda de saber, como digo, quién será el elegido para completar el frontcourt. En un verano marcado por las particularidades del lockout y por la escasez de elementos interesantes en el mercado, está resultando una empresa harto complicada. Han surgido muchos nombres asociados al Caja Laboral en las últimas semanas. Pero en muchos de los casos he percibido la mano interesada de los agentes. El Baskonia ha preguntado por muchos, es evidente, pero otros muchos han sido ofrecimientos. Querejeta ha incumplido su palabra al hacerse con los servicios de Seraphin, que cubrirá la baja de Lampe (espero que de verdad esté entrenando para diciembre, porque no es tan sencillo), tras haber asegurado que el equipo vitoriano no se reforzaría con ningún jugador que tuviera contrato en vigor con una franquicia de la NBA. No le ha quedado otra salida ante las dificultades que nos han conducido a plantarnos a 20 de septiembre con dos plazas aún vacantes. De los que han sonado, uno me encaja, aunque no sé hasta qué punto colmará las aspiraciones del club. Me refiero al nombre que adelantó el pasado fin de semana Diario de Noticias de Álava: Jack Michael Martínez, un gladiador de la zona que brilló con la República Dominicana en el pasado Preolímpico americano y cuenta sus partidos por dobles-dobles. Aunque, eso sí, en ligas menores.

La directiva baskonista, en cualquier caso, ya ha dejado claro que no se va a guiar por prisas extremas para cubrir esa última vacante. El Baskonia, salvo sorpresa mayúscula, comenzará la temporada con diez jugadores. No hace falta andar demasiado vivo para valorar las escasas opciones que se le pueden conceder de cara a la Supercopa. Aunque, como he dicho antes, tampoco se le concedían demasiadas en la mítica final del pasado año. En realidad, este primer trofeo oficial importa lo justo desde el prisma del conjunto azulgrana, inmerso en una profunda reconversión, en una renovación con la vista puesta en el pasado, en los valores de antaño, que deben servir como referentes de futuro. Pieza por pieza, el Baskonia que va a echar a andar puede gustar más o menos. Sin embargo, yo quiero esperar a ver cómo funciona desde el punto de vista colectivo. Me parece que no existirá término medio. O Dusko da con la tecla y suple otras carencias con ese espíritu irreductible que ha regalado a otras plantillas en el pasado o podemos prepararnos para asistir a una catástrofe sin precedentes recientes. A mí, aun sin demasiados elementos válidos de juicio, me huele muy bien. Esto empieza, amigos.

19/9/11

Una generación irrepetible

El equipo español consiguió revalidar ayer en el Kauno Arena de Kaunas su título de campeón europeo con una nueva exhibición ante Francia


El Kauno Arena de Kaunas ingresó ayer en el mapa de la leyenda que todavía continúa escribiendo una generación irrepetible. Será uno de los escenarios que se evocarán cuando en el futuro se reciten las hazañas de un grupo de jugadores que han cambiado, bajo la inabarcable sombra de Pau Gasol, la historia del baloncesto en este país. España aplastó a Francia en la final del Eurobasket de Lituania. Cumplió con los pronósticos. Era el mejor equipo, estaba obligado a ser el mejor equipo y lo ha sido. Cualquier película cuyo desenlace hubiera estado teñido de un filtro distinto al dorado debería haber sido contemplada como un fracaso. Pero el peso de la lógica, que se impuso con tozuda naturalidad en una final maravillosa, aunque plácida, en absoluto debe restar mérito alguno a un equipo que eleva el baloncesto a la categoría de arte.

Había dicho Scariolo durante el transcurso del torneo que esta selección es capaz de hacer que todo parezca sencillo. No lo es en absoluto. A pesar de haber atravesado algunas fases de titubeos, de haberse dejado llevar en algunos encuentros carentes de trascedencia, España se ha mostrado de largo como el mejor equipo del torneo. Como los grandes toreros, los pupilos del preparador lombardo se crecen en las grandes tardes. Sestean ante los rivales a priori más sencillos y sacan pecho cuando los contrincantes de campanillas les miran directamente a los ojos.

Francia lo intentó. El conjunto galo aguantó mientras pudo el inclemente rodillo. Los grandes jugadores, y España anda sobrada de ellos, brillan en las finales. Y así lo entendieron los primeros espadas de un combinado que revalidó con autoridad el título de monarca continental que conquistó hace dos años en Polonia.

Todos los tipos que ayer pisaron el parqué del Kauno Arena enfundados en la elástica blanca con la que España disputó el partido decisivo ofrecieron su mejor versión. Por primera vez en todo el torneo España ofreció algunas pinceladas del infinito potencial que atesora. Y cuando juega así, salvando a un combinado de Estados Unidos con todas sus estrellas, nadie puede hacerle siquiera sombra. El liderazgo de Pau, la solidez de Marc y el trabajo destajista de un Rudy que ha heredado el espíritu desprendido y colectivo del inolvidable Carlos Jiménez sentaron los cimientos para que dos hombres que ayer tenían muchas ganas de reivindicarse dieran un paso al frente.

Dos héroes colectivos

Juan Carlos Navarro, rey del baloncesto continental, siempre busca escaparates para cerrar la boca a todos aquellos que aún señalan como fracasada su aventura americana. José Manuel Calderón, piernas, cabeza, carácter, se sentía en la necesidad que no le brinda la NBA de mantener duelos en igualdad de condiciones con Tony Parker, el alma y el cerebro de un equipo sobrado de músculo pero limitado en fundamentos.

La Bomba dinamitó cualquier esperanza de éxito del cuadro galo con una nueva exhibición de descaro. El base extremeño, bien escoltado por Ricky Rubio y Sada, cortocircuitó al excepcional director de juego de los Spurs. A Francia sólo le quedó la opción de embarrar el partido, de conducirlo al terreno de lo físico, de lo barriobajero si resultaba preciso. También ahí encontró respuesta. España replicó con la intensidad de Ibaka, descomunal para sellar el aro, y ofreció su mayor rendimiento defensivo en el campeonato. Pudo correr. Y corrió. Voló. Gozó e hizo gozar.

Y así, tras sortear el campo minado y acabar por desgaste con los franceses ya para el tercer cuarto, llegaron las sonrisas, la liberación. Ha caído otro oro, otra medalla, una más para jalonar la fábula de un equipo de ensueño.Dentro de muchos años se contarán las hazañas de este grupo. Y el Kauno Arena será sólo uno de los escenarios en las que las firmaron.

17/9/11

El extraterrestre insaciable

Pau Gasol, el tipo que cambió para siempre la historia del baloncesto español, ha cerrado con una medalla siete de los nueve veranos que ha regalado estos últimos años a la selección



Parece que fue ayer cuando un jovenzuelo espigado, de largos brazos y marciana figura saltó a las portadas tras haberse apropiado del MVP y haber aplastado en la final al Real Madrid en la Copa del Rey de Málaga. Sin embargo, hace ya diez años. Ha transcurrido una década desde que la lesión de un NBA venido a menos como Rony Seikaly abrió las puertas de la titularidad en el Barça a un hombre que ha cambiado para siempre la historia del baloncesto en España. Pau Gasol, líder espiritual de una generación irrepetible, afronta la que podría ser su penúltima final con la selección, apura sus últimos pasos con un combinado nacional que, salvo milagro, jamás volverá a ser lo mismo.

Pocos son los que se atreven a cuestionar la radical influencia que el jugador de los Lakers ha tenido en esta gloriosa década. Con Gasol, España pasa por ser seguramente la segunda mejor selección del planeta. Sin él, resulta tan endeble como cualquier otra. Los números lo reflejan. Está escrito con sangre en la crónica de alegrías y decepciones que han jalonado la trayectoria del combinado estatal a lo largo de los últimos años. Cuando ha faltado, España ha adquirido una esencia terrenal de la que el pívot catalán, ambicioso, inteligente, competitivo al máximo, nunca ha soportado. Gasol es de otro planeta. Es un extraterrestre.

Tormenta de metales

Desde que debutó con la selección, en un encuentro amistoso contra Grecia en el que ya se postuló al anotar 20 puntos, ha regalado al equipo nacional nueve veranos de gloria. Bajo su auspicio, se ha producido una tormenta de metales que hace no demasiado tiempo se antojaban inaccesibles. Aunque todo comenzó unos años antes. Cuando aún era un mero proyecto de jugador, suplente en aquel ya legendario equipo de los juniors de oro, colaboró en la obtención de una medalla de oro en el Eurobasket juvenil de 1998. Un año después, tras vencer en la final a Estados Unidos, formó parte del equipo que dirigía Charly Sainz de Aja y acabó haciéndose con el oro en el Mundial de Lisboa. Era sólo un preludio.

En aquel torneo, como ahora en el Eurobasket de Lituania, brilló con luz propia Juan Carlos Navarro, su mejor amigo, su socio, su confidente. La Bomba lo ha hecho otras veces, y seguirá dando la cara cuando los partidos adquieran una temperatura que a otros asfixia. Pero no es Pau. Tampoco lo es Marc, un excelente center con un presente y futuro brillantes en la NBA. Pau es mucho más que números. El interior de Sant Boi supone un ejemplo de capacidad de liderazgo, de alcanzar metas, de amarrar sueños. Lo que para casi todos parecen inalcanzable, para él es un horizonte hacia el que cabalgar.

Apenas pudo hacer carrera en Europa. La NBA lo reclamó pronto. Primer anhelo colmado. Pero no le bastaba con estar ahí, quería competir, ganar, lucir, y lo ha logrado. No se ha librado de críticas, ni en Estados Unidos ni a este lado del Atllántico. Casi todas le han hecho más fuerte. Las ha usado en su favor y el de una selección que ha acusado dolorosamente sus ausencias estivales. Se perdió el Europeo de 2005 y el Mundial del pasado año. En ambos casos España reflejó su carácter terrenal.

No sucede lo mismo cuando está el extraterrestre. Desde que debutó con la selección, salvando el Mundial de Indianápolis y los Juegos de Atenas, siempre ha acariciado metal; dos oros, tres platas y un bronce. La de este Eurobasket será su séptima medalla. Quiere que sea la penúltima. Su último sueño tiene fecha, el verano próximo, y lugar, Londres.

Os incluyo el link del artículo, tal y como se ha publicado en Diario de Noticias de Álava

15/9/11

Ganar como rutina

España regala quince minutos de ventaja antes de desperezarse y destrozar a Eslovenia para colarse de nuevo en las semifinales del Eurobasket




La selección española va sobrada para ganar el Eurobasket. Da igual que su juego haya perdido cualquier atisbo de brillo, que los planteamientos colectivos resulten cuestionables o que todo el protagonismo ofensivo recaiga en unas pocas piezas mientras la nómina de secundarios se mantiene muy por debajo del nivel deseable. Va sobrada. Tanto, que ni siquiera los excesos de confianza, que podrían resultar letales en los cruces, le pasan factura. Quedó muy claro ayer. En un partido en el que nadie dudaba del resultado final, Eslovenia salió respondona. Al abrigo de los ardides del viejo lobo Maljkovic, cuajó un primer cuarto soberbio y amagó con ofrecer un partido equilibrado. Pero fue sólo un espejismo. España, que tiene el triunfo en su lista de rutinas, se desperezó y acabó por imponer una lógica que pesa, en ocasiones, más que los méritos.

El equipo español tiene ya una plaza en las semifinales, donde se medirá a la sorprendente Macedonia. Por séptima vez consecutiva, que se dice pronto, se cuela entre los cuatro mejores equipos de un Eurobasket. Se encuentra muy cerca del objetivo que, al menos desde las altas instancias, se fijó para la cita lituana. Si se impone mañana al combinado liderado por el eléctrico Bo MaCcalebb, se habrá asegurado además un billete para los Juegos de Londres. Aunque para obtenerlo, sin duda tendrá que ofrecer un nivel de concentración mayor al exhibido en el arranque del choque de ayer. O no.

Eslovenia pasa por ser un combinado muy justo de efectivos, y más aún de carácter para competir. Es algo endémico, que viene de siempre, grabado a fuego en el ADN de sus técnicamente brillantes jugadores. Quizá otro rival podría haber hecho mucho más daño al equipo español, que sesteó durante los primeros quince minutos y azuzó la escasa fe con la que el rival se había presentado a la cita para después disiparla con crueldad. Pese a todo, el equipo de Maljkovic sacó tajada a su mayor hambre para manejar unas rentas que incluso al término del primer parcial (16-23) invitaban a creer en milagros.

Aunque se han criticado muchas de sus decisiones –con bastantes argumentos y razón en algunos casos–, fue SergioScariolo el que tomó la iniciativa para variar el rumbo de un encuentro que comenzó a tomar un cariz demasiado espinoso. El técnico italiano varió la disposición defensiva, ordenó una zona 1-3-1 y secó el caudal ofensivo del cuadro balcánico. El madridista Mirza Begic, que llegó a hacer daño a Pau Gasol en los primeros compases del duelo, sufrió mucho cuando el jugador de los Lakers se desperezó y comenzó a mandar. Y así España fue recortando la desventaja y, más importante aún, enviando señales inequívocas de que nada iba a ser como estaba pareciendo hasta ese momento.

Eslovenia cerró el segundo cuarto con sólo ocho puntos tras el cambio defensivo. Pero lo peor aún estaba por llegar. El tercer parcial trajo consigo un vendaval. España destapó el tarro de las esencias. Con Pau yNavarro (17 puntos en este periodo) al mando de las operaciones, el equipo de Scariolo finiquitó el partido tras lograr en esos diez minutos más puntos (36) que en los veinte anteriores (35).

España va sobrada. Cuando quiso, pudo.Despertó a tiempo ante un rival huérfano del hambre que se requiere para tumbar al gran favorito. Macedonia se presenta en el horizonte como un contrincante a priori asequible, fácil incluso. Y ahí está el peligro. España alcanza la semifinal con los mismos vicios que comenzó el torneo. Aunque también con el mismo potencial.

12/9/11

Cualquier tiempo pasado



Lo escribió Jorge Manrique, hace más de cinco siglos, para exponer el dolor que le provocó la muerte de su padre. Pero me vino a la cabeza la madrugada del sábado, mientras gozaba de uno de los partidos más intensos y atractivos que recuerdo en mucho tiempo. Hablo de la semifinal del Preolímpico que disputaron en Mar de Plata las selecciones de Argentina y Puerto Rico. Fue un choque pleno de intensidad, de alma, en el que se pudo paladear un baloncesto sin disfraces, sin cálculos, donde dos equipos radicalmente diferentes se lanzaron a pecho descubierto a por el triunfo, en busca de una plaza en los Juegos de Londres. Al final el triunfo se tiñó de albiceleste, para gozo de los miles de argentinos que auparon a sus ancianos (con todo el cariño) y los llevaron en volandas hacia la victoria. Un equipo en el que sólo dos jugadores bajan de la treintena -Juanpi Gutiérrez (27) y Carlos Delfino (29)- tiró del carácter y las vísceras que han convertido a este grupo de talentos en, sin duda alguna, la mejor selección de la historia de su país y me generó una suerte de nostalgia que me trasladó a Manrique y los tiempos en los que estudiábamos los tópicos de la poesía renacentista, el tempus fugit inexorable. Supongo que a la mayoría le sonarán estos versos.

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

En aquel pabellón de Mar de Plata se concentraban la madrugada del sábado varios de los jugadores que han lucido con mayor orgullo en su pecho el escudo del Baskonia, tipos que sumaron para lograr que el club de una pequeña capital de provincia se hiciera por derecho propio con un hueco en todos los mapas del baloncesto continental. Fue como echar un vistazo al pasado, a unos tiempos gloriosos que ahora mismo muchos añoran en Vitoria. Las dudas se han apoderado de la afición azulgrana en un verano que se está mostrando, si cabe, más complicado que de costumbre. La marcha de algunos de los pilares que han sostenido estos últimos años al Caja Laboral, como Barac o Marcelinho, ha incrementado la sensación de orfandad que, sin embargo, brotó cuando Tiago Splitter, quizá el último gran referente de este club, decidió probar suerte en la NBA.

Más allá de que Josean Querejeta y sus colaboradores logren finalmente armar un plantel que devuelva la ilusión a la hinchada, algo que ahora mismo parece utópico, en Vitoria se echa en falta la esencia de irreductibilidad que hizo grande y despertó el orgullo de un equipo que se ganó un espacio en la élite gracias a unos principios que van más allá de los resultados y los títulos. En ese partido entre Argentina y Puerto Rico se reunían un puñado de los mejores jugadores que han vestido la elástica azulgrana en la última década. Había varios ex. Dos en las filas boricuas: el fugaz temporero Andrés Rodríguez y el genial Carlos Arroyo, un jugador que podría haberse forjado una carrera de estrella en el Viejo Continente. Y cuatro en Argentina: Fabricio Oberto, Luis Scola, Andrés Nocioni y Pablo Prigioni, que no es pasado sino futuro próximo y ha demostrado en este torneo que sigue conservando la ambición y el carácter competitivo que le permitieron crecer al ritmo del propio Baskonia hasta convertirse en uno de los mejores directores de juego de la ACB.

Argentina jugó el partido con la misma intensidad y entrega que tanto se ha apreciado siempre en el Buesa Arena. Quizá en otros lares se exigen otras cosas, más talento, baloncesto de mayor calidad, por encima de este tipo de valores. Vitoria es, baloncestísticamente hablando, una ciudad de principios. Aquí se ha exigido siempre compromiso, implicación, la asunción de unos colores y la identificación con la grada. Y creo que es eso lo que precisamente añora el aficionado baskonista. No sé si es porque el equipo ha acabado por asumir su condición de grande y el perfil de los jugadores ha caído en cuestiones relacionadas con el hambre o si todo esto tiene que ver con el carácter tan fugaz de las plantillas, que cambian tan radicalmente de un año para otro, pero lo cierto es que me atrevo a asumir que lo que genera el desasosiego que sigo percibiendo en el entorno del Caja Laboral está relacionado con la pérdida de comunión entre el equipo y la grada.

Huérfano de referentes

No todo tiene que ver con los títulos. Es más una cuestión de referentes. Y en el Baskonia de los últimos años se han contado con los dedos de una mano. Hace no mucho, poco antes del verano, leí a un compañero de profesión que respeto mucho decir que uno de los motivos que han provocado la pérdida de popularidad que ha padecido el baloncesto en este país radica en la escasa permanencia de los jugadores en los equipos. El equipo vitoriano no se ha visto exento de esta corriente. Splitter, Scola o Calderón, por poner algunos ejemplos de aquel tiempo pasado, brotaron de la cantera, crecieron en las categorías inferiores e hicieron carrera con la camiseta del primer equipo antes de emigrar en busca de mayor gloria. Los últimos grandes iconos baskonistas han seguido otras sendas. De la plantilla actual, si exceptuamos a un Prigioni que tendrá que volver a empezar de nuevo, el poso lo ponen Mirza Teletovic, el capitán, y el beatificado Fernando San Emeterio. El bosnio se dispone a iniciar su sexta temporada en el club. El cántabro, héroe tras haber sido prácticamente descartado tras su primer curso en Vitoria, emprenderá cuando regrese de Lituania su cuarto ejercicio en este equipo. Oleson y Ribas, dos hombres que en absoluto han ejercido el papel de líderes, van a cumplir su tercera temporada. Pero el equipo hace algún tiempo que no transmite lo mismo.

Hace poco más de un año, navegando contra corriente, llegó el último título, la tercera ACB de la historia del club. En realidad, el goteo de trofeos ha seguido un ritmo relativamente constante que en los últimos cursos hasta que, coincidiendo con ese éxodo de los grandes referentes, se ha ralentizado. Desconozco cuál puede ser el camino para enmendar este problema, la fórmula que devuelva ese carácter que en teoría tanto debería casar con la filosofía de Dusko Ivanovic. En un contexto en el que las apreturas económicas han marcado la estrategia deportiva, con los grandes rivales a una enorme distancia en cuanto a presupuesto, el Baskonia está obligado a hilar mucho más fino en la composición de las plantillas y ha visto muy reducido su margen de paciencia para madurar alguna de sus apuestas.

En busca de las señas de identidad

A Josean Querejeta se le presenta la compleja papeleta ya no sólo de sobreponerse a los numerosos contratiempos que están surgiendo y componer una plantilla que presente un nivel suficiente como para competir. Necesita también dotar de alma a un equipo desnaturalizado. No será fácil, desde luego, pero la apuesta que realizó el máximo dirigente de la entidad gasteiztarra en junio, cuando decidió prolongar por dos años su vínculo con Dusko Ivanovic, marca el camino que pretende seguir. De un modo u otro, el objetivo primordial de la dirección deportiva pasa por conseguir que el plantel azulgrana recobre sus señas de identidad, su espíritu indomable. Será el primer escalón de una escarpada escalinata hacia la pelea por los títulos, algo de lo que el pasado año quedó descabalgado el Caja Laboral. La elección de Prigioni, un tipo que conoce la casa como pocos, un guerrero, uno de esos abuelos que el sábado participó en un duelo épico y lo ganó, puede inscribirse en este marco. La directiva parece dispuesta a echar la vista atrás, a los orígenes, para devolver su esencia al equipo. No resultará en absoluto sencillo. No hablamos de algo que se pueda hacer de un día para otro. Y da la impresión de que el remedio a este mal se encuentra distante en el tiempo, puede estar en los prometedores valores que comienzan a despuntar en las categorías de formación.

Por el momento, lo que parece claro es que el calendario avanza y siguen existiendo incógnitas en torno a la composición de la plantilla. Más allá de la carencia de ese espíritu que tanto se reclama, ahora mismo faltan jugadores. Y eso incrementa el nerviosismo entre la hinchada. Es cierto que este club siempre ha apurado los plazos, pero no lo es menos que resulta inquietante comprobar que a menos de tres semanas para que arranque la competición la plantilla carece de pívots. El fichaje de Richard Hendrix, un jugador que por estatura y perfil parece que no colma del todo la ausencia de un cinco dominador, se hará oficial en cuestión de horas. A partir de ahí, restará la llegada de otro elemento para completar la batería de interiores. En principio, el club descarta de plano conceder ese espacio a Dejan Musli, a quien Ivanovic aprecia lo justo y se le sigue buscando un destino. Sea quien sea el elegido, da la impresión de que, salvo que se trate de Splitter o Scola, tampoco llegará nadie llamado a ocupar esa plaza de icono que el equipo y sobre todo la grada tanto añora. La capacidad de Prigioni, San Emeterio y el caótico Teletovic para recuperar el idilio con la grada, para transmitir, puede resultar una receta para los que sentimos añoranza. En su mano está disipar las dudas y evitar que sigamos pensando en aquello que dijo el poeta. Cualquier tiempo pasado no tiene por qué ser mejor.

10/9/11

Territorio Gasol

Pau y Marc tiranizan bajo los tableros a Serbia y impulsan a España, que recobra la motivación de las grandes citas, a los cuartos del Eurobasket



La selección española de baloncesto se encuentra desde ayer un paso más cerca de la medalla de oro que todo el mundo le había adjudicado antes de que arrancara el Eurobasket y algunos han querido después poner en entredicho. No existe ningún equipo en este torneo, ante la ausencia de Estados Unidos, que pueda plantarle cara. El principal rival de España, como ha quedado claro en los primeros diez días de competición, es España. Cuando los pupilos de Sergio Scariolo quieren, cuando afrontan las citas con la motivación suficiente, siembran las cunetas de cadáveres. Lo hicieron ante el anfitrión, Lituania, y lo repitieron ayer ante Serbia, otro de los combinados que habían presentado candidatura a luchar por todo. Guiada por los hermanos Gasol, tiranos bajo los aros, imparables, la selección española recobró su mejor versión y mandó un mensaje al resto de meritorios.
Atrás quedan ahora las dudas que generó su juego en los primeros partidos y en la derrota frente a Turquía. Este equipo necesita oler sangre, vislumbrar un contrincante de nivel, para elevar la intensidad y sacar las garras. Ayer lo hizo desde el salto inicial. La pujanza de esta prometedora Serbia, un equipo con un esplendoroso futuro por delante, despertó el instinto asesino del actual monarca europeo, que tenía cuentas pendientes por saldar y se apoyó en la insultante tiranía de los Gasol bajo los aros para hacerse con una ventaja que ya no haría más que crecer.
Dos canastas consecutivas de Pau, seguidas de dos robos que presagiaban la espectacular actividad defensiva que iba a mostrar el equipo de Scariolo, fijaron las coordenadas que iban a regir los designios del duelo. Poco importó que el pívot de los Lakers cometiera su segunda personal cuando apenas habían transcurrido tres minutos de juego. España tenía claro el guión. Ayer quería ganar. Y ganó. Así de fácil.
Da lo mismo que el rival, su verdugo en el pasado Mundial, dispusiera de un interesante y polivalente elenco de jugadores, que el lanzamiento exterior siga ofreciendo menos réditos de los esperados y que pueda gustar más o menos la gestión del banquillo. Todo eso importa poco cuando a este grupo irrepetible de jugadores, seguramente una de las mejores selecciones de la historia del baloncesto europeo, se le despierta el apetito. Sobre todo si al frente de todos ellos se encuentra un jugador como Pau Gasol, que ha sido capaz de ganarlo casi todo, que va de cabeza hacia el MVP del campeonato y que se divierte jugando junto a su hermano menor.
Tiranía bajo los aros
El Eurobasket de Lituania se ha convertido en territorio de los Gasol. Ayer se bastaron para arruinar cualquier esperanza de victoria serbia. No puede negarse que tácticamente el equipo sigue dejando mucho que desear, sobre todo en los ataques estáticos. Lo que pasa es que goza de un dominio tan abrumador cerca de los aros, donde de verdad se deciden los partidos, que el resto queda un tanto eclipsado. Y más aún si, como sucedió ayer, la defensa funciona y aumentan las posibilidades de correr la cancha.
España remató a Serbia gracias a la letal efectividad ofensiva de Pau y Marc, con la siempre inestimable colaboración de un Juan Carlos Navarro que reserva sus mejores actuaciones para los duelos definitivos, como casi siempre. Entre los tres anotaron 60 de los 84 puntos que sumó el equipo. Pero la realidad es que el partido, como tantas veces en este deporte, quedó sentenciado atrás, con el espectacular despliegue coral que realizaron los pupilos de Scariolo en defensa.
España asfixió a Serbia. Con enormes dosis de intimidación en la zona y una excelente lectura del juego para controlar las líneas de pase, el equipo se amoldó al plan inicial de su técnico. Por fin se vio lo que quiere Scariolo y lo que puede llegar a ser. Sólo queda comprobar si la motivación se convierte definitivamente en una seña de identidad del gran favorito o si aparece de manera discontinua en función del rival de turno.

8/9/11

Bendito banquillo



La irrupción de dos secundarios como Ricky Rubio y Fernando San Emeterio desatasca a la España de un lesionado Pau Gasol para imponerse a Alemania en el arranque de la segunda fase



Desde que lo inventó James Naismith, hace 120 años, el baloncesto ha destacado siempre como un deporte eminentemente colectivo. Rara es la vez que un solo hombre puede ganar un partido. Los encuentros los ganan los quintetos. Y los torneos, los equipos que disponen de más soldados dispuestos para la batalla. España cuenta desde ayer con dos más. Si en los primeros compases de este Eurobasket se había cuestionado el uso y la aportación de los elementos del banquillo, ayer fueron los secundarios quienes acudieron al rescate de un favorito sin brillo, atascado, que volvió a complicarse en exceso la vida pero que acabó sumando una victoria que puede resultar definitiva en su pelea por hacerse con una plaza en los cuartos de final.

Ricky Rubio y Fernando San Emeterio irrumpieron en un duelo que volvió a evidenciar las carencias de un equipo que, aun manteniendo su vitola de principal favorito al oro, se muestra más humano y accesible conforme avanza el calendario. El joven niño prodigio deshizo e hizo. Tiró de picardía e inteligencia en el momento preciso. Enmendó errores previos, sobre todo en defensa. El santo del Baskonia se sacudió los complejos y por fin logró enfundarse el chaqué de talismán que tantas noches ha disfrutado el público del Buesa Arena. Con Pau Gasol tocado, renqueante aún del esguince de tobillo que le impidió actuar ante Turquía, el cántabro se sumó a Navarro y Marc Gasol para mantener la producción ofensiva y elevar el ritmo de un encuentro al que Alemania pretendía meter cloroformo.

Los germanos asumieron por obligación una distribución más democrática de sus posesiones. España se volcó en la defensa sobre Nowitzki. Reducir los daños, inevitables, que el MVP de las pasadas Finales de la NBA podía provocar con sus plásticos fade away se convirtió en una misión prioritaria. Pau Gasol, de nuevo faro, héroe, mártir, asumió el reto. Se sacrificó de inicio. Saltó a la cancha con dolor y con esa misión entre ceja y ceja. Cedió los trastos en ataque durante los dos primeros cuartos. Y en cierto modo logró mitigar los habitualmente devastadores efectos de la estrella de los Dallas Mavericks.

Dirk Bauermann reaccionó buscando espacios para el otro pívot. Kaman supo sacar partido a su duelo individual con Marc. El jugador de los Clippers hizo daño. El suficiente como para, abriendo espacios para los hombres del backcourt, permitir que el marcador se mantuviera en un desconcertante abrazo cuando el encuentro llegó a su ecuador (33-36). La sensación era extraña. España había sido mejor. Pero el partido continuaba abierto.

Una charla determinante

Sergio Scariolo, preocupado, mantuvo una conversación con su estrella que a la postre resultaría clave. Pau, incapaz de anotar un solo punto en los dos primeros cuartos, se conjuró para ofrecer una nueva lección de compromiso. El equipo lo necesitaba. Y respondió. Con diez puntos casi consecutivos propició el primer despegue del campeón continental (43-52), aunque resultaría insuficiente. Alemania había encontrado la manera de hacer daño. Ahora era el equipo germano el que corría.

La intensidad de Herber, que sacó petróleo daño cargando el rebote ofensivo, y la velocidad y el acierto en el perímetro de los dos exteriores, Hamann y Schaffartzik, volvieron a sembrar de incógnitas el desenlace del partido. Con el recuerdo de lo que sucedió en el choque anterior frente a Turquía aún fresco, a los pupilos de Scariolo pudieron haberles temblado las piernas. Pero no lo hicieron. El preparador transalpino varió, por una vez, su habitual rotación y apostó por mantener a Ricky y San Emeterio sobre la cancha en los momentos decisivos. No todo el mundo aceptó de buen grado esta decisión. Según recogieron las cámaras de televisión, a Rudy Fernández le supo a cuernos. Pero el tiempo acabó por dar la razón al seleccionador.

San Emeterio se había ganado la confianza que hasta este punto del torneo le había vuelto a negar Scariolo. Con dos triples que mantuvieron las constantes vitales del equipo en la primera mitad, mucha brega en defensa y decisiones valientes, apoyadas en la seguridad adquirida, se convirtió en uno de los argumentos que decantaron el duelo. Ricky, víctima de la estrategia defensiva planteada para secar a Nowitzki, sufrió para detener a sus pares. Sin embargo, un robo y un rebote ofensivo en los momentos determinantes bastaron, junto con un mate del héroe Gasol, para zanjar las dudas. España sigue creciendo. Ahora tiene más armas. Más soldados dispuestos para la batalla.

5/9/11

España se queda sin batería



Un pésimo último cuarto en el que sólo suma dos puntos desemboca en la primera derrota de la selección, que acusó la ausencia de Pau Gasol




Como si de un enfermo aquejado de trastorno bipolar se tratara, la selección española de baloncesto ofreció ante Turquía una imagen diametralmente opuesta a la que había maravillado a todo el mundo unas horas antes frente al anfitrión. España es capaz de lo mejor y de lo peor. Depende de su propia inspiración. Cuando quiere, avasalla sin piedad al rival más cualificado. Cuando se desactiva, si deja a un lado el hambre que la ha guiado durante su reciente gloriosa etapa, puede llegar al punto de ofrecer espectáculos tan desconcertantes como el que escenificó en el último cuarto ante el combinado otomano, en el que apenas fue capaz de lograr dos puntos en diez minutos y quedó abocado a encajar su primera derrota de un torneo en el que se reduce sobremanera su margen de error.

España se asemeja más al ciclón que destrozó a Lituania el domingo que al equipo melifluo y desquiciante que menguó hasta límites ridículos en los estertores de un duelo que todo el mundo esperaba como el de la confirmación del puñetazo sobre la mesa de la víspera. Aunque es cierto que el equipo de Sergio Scariolo encaró el duelo sin su principal estrella, un Pau Gasol reservado por problemas en un tobillo, resulta difícil explicar el bochornoso ejercicio de impotencia con el que dejó que un encuentro aparentemente controlado se le escurriera entre los dedos.

Ningún equipo gana los partidos sin bajarse del autobús. Ninguna ventaja resulta definitiva hasta que se consumen los cuarenta minutos de juego. Nadie está a salvo de atravesar una pájara. Pero lo de esta derrota, por mucho que se enmiende en posteriores citas, que se hará, entra en los márgenes de lo intolerable. Sólo queda una duda: saber si el apagón postrero que acabó por conceder el triunfo a una anárquica y agonizante selección otomana respondió más a un problema con la reserva de la gasolina, que desde luego Scariolo poco hace por resolver con sus inexplicables rotaciones, que a un exceso de confianza, relajación o desidia. Ninguno de los dos supuestos resulta en exceso tranquilizador. Pero el segundo al menos garantiza que en los duelos en los que se decidirán los metales, en los que de verdad valen, volverá a aparecer la mejor versión.


Un perfil terrenal pero suficiente

Sin su gran faro, la selección adoptó un perfil terrenal pero suficiente para haberse llevado la victoria. De no haber mediado el desfallecimiento de ese último y sonrojante parcial, en el que España sólo sumó por medio de una canasta de Felipe Reyes –uno de los pocos que dio la cara en todo momento–, la victoria habría sido una consecuencia lógica. Mientras mantuvo sus constantes vitales en el orden de la normalidad, gobernó el marcador con cierta comodidad. Marc Gasol y Serge Ibaka impusieron su ley en las zonas, Rudy evidenció que ha llegado al torneo con ganas de hacer algo grande y las aportaciones de músculo desde el banquillo, en las figuras de Felipe y Víctor Sada, garantizaron unas rentas con las que España navegó a favor de la corriente hasta que se le fundieron los plomos. Ahí, con treinta minutos consumidos, los pupilos de Scariolo propiciaron la resurrección de un rival superado.

La ventaja al comienzo de ese horroroso cuarto, sin ser definitiva (55-49), se antojaba suficiente para zanjar un choque en el que volvió a aparecer, sin excesiva fortuna, Fernando San Emeterio. El alero del Caja Laboral, que ingresó en la cancha a los pocos minutos, sufrió en sus carnes el talento del genial Hedo Turkoglu y luego el descaro juvenil de la futura estrella del baloncesto otomano, un Preldzic que acabó como el máximo anotador tras exhibir muy buenas maneras.


Asik se agiganta bajo los aros

Ambos fueron determinantes en el despertar del combinado turco, junto al exbaskonista Ender Arslan y el poste de los Chicago Bulls Omer Asik. Cuando todo parecía decidido, más por las sensaciones que por la contundencia del electrónico, un triple de Onan concedió a su equipo una ventaja que jamás había tenido pero que ya nunca perdería. El dominio antes incontestable de Gasol e Ibaka en la zona se esfumó y Asik se agigantó para producir en la pintura y desde la línea de personal.

Para entonces a España ya se le habían fundido los plomos, se le había agotado la batería. La canasta de Felipe a los dos minutos de arrancar el epílogo del choque no encontraría compañera. Scariolo se empeñó en conceder la batuta a Ricky Rubio cuando los balones más quemaban y el equipo ardió en la hoguera junto a su timonel. Sólo queda esperar que sea un espejismo. Hay margen de error y una imagen que lavar.




57 ESPAÑA Calderón (5), Navarro (9), Rudy (11), Ibaka (9), Marc Gasol (12) –cinco inicial–, Ricky, Sada, Llull, San Emeterio, Reyes (11).
65 TURQUÍA Tunçeri, Onan (5), Turkoglu (12), Ilyasova (6), Asik (12) –cinco inicial–, Arslan (10), Preldzic (18), Guler, Kanter (2).
Parciales: 19-10, 19-25, 17-14, 2-16.
Arbitros: Radovic (CRO), Sutulovic (MNE) y Javor (SLO). Sin eliminados
Pabellón: Cido Arena. 3.500 espectadores.

4/9/11

Pinturas de guerra


La selección española recupera su mejor versión, recobra el hambre y avasalla sin piedad a la anfitriona Lituania




Era una cuestión de motivación. España no estaba muerta, ni de parranda. Se aburría. Al equipo de SergioScariolo le bastó con percibir el aroma de una gran cita para recuperar su mejor versión y devolver los argumentos a aquellos que desde hace semanas, meses incluso, lo señalaban como el principal candidato al oro, que en realidad eran casi todos. Con una puesta en escena descomunal, una intensidad desconocida hasta el momento en el torneo y los infinitos argumentos que atesoran sus principales figuras, el campeón se merendó al anfitrión desde el salto inicial. Gasol, Navarro, Calderón y compañía saltaron al césped con las pintura de guerra y no hicieron prisioneros.


El partido languideció en cuestión de minutos. En apenas un cuarto (12-31) el combinado español había herido de muerte al cualificado equipo báltico. La ambición y el hambre que tanto se habían echado en falta en las citas precedentes, de menor cartel, desbocaron a los pupilos de SergioScariolo, que convirtieron sus defectos en virtudes y certificaron su acceso a la siguiente fase como primeros de grupo por la vía rápida. Lituania fue un pelele en sus manos. Una bolsa de plástico sacudida por un ciclón.


Si a España se le acusaba de defender lo justo, ayer la actividad atrás resultó aterradora para los lituanos. Sin un tres alto, pero con muchas manos rápidas, control de las líneas de pase y un poder de intimidación brutal bajo los tableros, su canasta quedó sellada durante los diez primeros minutos, los que valieron de algo. Si se insinuaba que los españoles echaban en falta la presencia en la lista de mejores tiradores, se desquitaron sin complejos. Cerraron el duelo con un espectacular 13 de 26 en triples, aunque el nivel de acierto se vio resentido en los minutos finales, con todo ya decidido y el rival tratando de maquillar el resultado. Hasta el descanso, el porcentaje superó el 60%.


La mejor versión de la mejor hornada


Los veinte primeros minutos ante la que se supone, por calidad y condición de anfitriona, una de las mayores amenazas en su vereda hacia la reválida del título fueron para enmarcar. Es probable que superaran incluso a los mejores minutos de la selección que se hizo con el oro en Japón, a la que miró directamente a los ojos al Dream Team en Pekín o a la que se proclamó monarca continental hace dos años. A pesar de Scariolo y su cuestionable gestión de las rotaciones, este equipo tiene algunas cosas más que aquellos. Su tiranía en la pintura se antoja definitiva.


España conserva la inestimable templanza en la dirección de juego de un José Manuel Calderón que ayer regresó por la puerta grande tras un inicio de campeonato un tanto dubitativo, el insaciable instinto asesino de Navarro, que divierte cuando se divierte, y la hegemonía del que es, con el permiso de Dirk Nowitzki, el mejor jugador del torneo, del continente.


Sin embargo, ahora tiene más. Y ayer quedó patente. La madurez adquirida por el otro Gasol y la eléctrica potencia del asimilado Serge Ibaka le confieren al combinado español un potencial que sólo la falta de motivación puede arrojar al sumidero. Si quiere, si vuelve a oler sangre, España debe ganar el oro. Las dudas que habían generado sus melifluas actuaciones ante contrincantes de menor entidad parecían su mayor enemigo hacia el título. No lo eran. Todo es una cuestión de motivación.


Ayer, en un Panevezys Arena atestado, con una afición que creyó en milagros incluso cuando su equipo navegaba contra una desventaja que llegó a rozar los treinta puntos (27-54, min.16), los jugadores españoles recuperaron las mejores sensaciones mientras Lituania, que puede volver a aparecer en el camino hacia el oro, se encontró con muchas dudas.


Únicamente el orgullo de veteranos como Kaukenas o Jasikevicius y el prometedor descaro del gigante Valanciunas permitieron que el marcador no alcanzara guarismos sonrojantes. España no mostró piedad hasta que vio boquear a su presa, hasta que ya no le sintió el pulso. Sólo ahí, en los instantes finales, se dejó llevar y permitió que el marcador se cerrara con unos dígitos irreales. El favorito despertó ayer. El campeón reclama su trono.

1/9/11

Una victoria que debilita



Una España excesivamente apática envía malas vibraciones en su debut y sufre para doblegar a un limitadísimo rival.



España era y es la gran candidata a conquistar el oro en el Eurobasket que ayer comenzó con un sabor un tanto amargo en Lituania. Pocos equipos, por no decir ninguno, disponen de un plantel tan sobrado de talento y jugadores determinantes como los que reúne Sergio Scariolo en su vestuario. En un deporte en el que los buenos ganan partidos y los altos dominan el juego, el mero hecho de contar con una batería de jugadores interiores como la compuesta por los hermanos Gasol y uno de los más temidos defensores de la NBA, el congoleño Serge Ibaka, supone una garantía de éxito. Como mínimo, asegura la capacidad de competir, de soñar con todo. Pero en un torneo internacional como este Eurobasket, con algunas ausencias pero rebosante de figuras, no basta con ser, ni con tener;también hay que querer. El deseo y la ambición, el hambre, se aprecian como recursos fundamentales. Y ayer España, en su estreno ante una limitadísima selección polaca, anduvo muy escasa de sangre en las venas.

El combinado español ganó porque tenía que ganar. No existía otro resultado posible. A pesar de que los polacos sacaron partido en los instantes finales a la desidia española para contraer el marcador, jamás dio la impresión de que el debut de la vigente campeona continental fuese a cerrarse con un resultado distinto al de la victoria. Pero hay victorias y victorias. Las hay que sirven para dar un golpe en la mesa y presentar las credenciales, para imponer respeto al rival, y también las que ofrecen todo lo contrario, una sensación de vulnerabilidad que casi nadie había contemplado en las semanas previas al torneo.

España ganó ayer a Polonia, es cierto. El 83-78 final no engaña. Ganó un partido. Pero cedió parte de esa impronta de equipo imbatible que, quizá más por nombres que por juego, se le había concedido con excesiva antelación. El desarrollo del partido, que sacó a relucir los vicios y defectos que han acompañado al combinado estatal durante la preparación, mostró el camino a seguir para los rivales. España tiene puntos débiles y ayer quedaron expuestos a los ojos de todos.

En manos de Sergio Scariolo está corregir el rumbo, disipar las dudas que asaltan a un bloque que, pese a todo, sigue siendo el mayor candidato a subir al primer escalón del podio el próximo domingo 18. "Tenemos grandes jugadores. Ahora debemos convertirlos en un gran equipo", dijo el italiano antes del partido. Ayer no lo logró.

Un grupo de estrellas, no un equipo

España no fue un gran equipo ante Polonia. Fue un conglomerado de jugadores perdidos, más apáticos de lo tolerable, pero abrigados por el insultante dominio en la pintura del que gozan los hermanos Gasol y la inagotable ambición de un Navarro que, por ahora, se muestra como la única referencia de garantías en el perímetro. Aun así, el arranque del duelo marchó por los raíles de la lógica. El equipo de Scariolo se apoyó en Pau y abrió una cómoda renta que aventuraba una segunda mitad en la que podría dejarse llevar por la inercia. Nada más lejos de la realidad.

Polonia, apoyado en un Kelati sobrado de fe y en la agresividad de su defensa zonal, bien cerrada cerca del aro, reaccionó ante el asombro de los poco más de mil espectadores que se congregaron en las gradas del Cido Arena. España, que había gozado de una renta de 17 puntos (42-25) al filo del descanso, fue malgastándola poco a poco por culpa de su pésima actividad defensiva, su escasa clarividencia en el ataque estático y el desacierto en el tiro exterior (3/16 en triples), males endémicos que Scariolo debe detectar y enmendar para volver a recuperar la mejor versión de un equipo que sólo brilla cuando corre.

Con Calderón y Ricky muy desentonados, erráticos e incapaces de poner orden, los mejores minutos llegaron con Sada en cancha, en el segundo cuarto. El base del Barça comandó un arreón de defensa y transiciones rápidas y con un 20-6 de parcial pareció haber destrozado definitivamente el partido. Pero no estaba zanjado. A Polonia le sobraba orgullo y a los españoles les faltaron ganas.

Kelati reabre el debate del 'tres' alto

Kelati, que reabrió el debate en torno a la decisión de Scariolo de dejar fuera a Carlos Suárez, sacó ventajas con todos sus pares. Y contagió a sus compañeros. Los pupilos de Ales Pipan se convirtieron al kelatismo y Koszarek los invitó a soñar a 16 segundos para el final. Polonia se ponía a dos. Pero entonces, como antes había hecho Pau, apareció Navarro para matar el partido desde la línea de tiros libres y rescatar de la mediocridad a un equipo obligado a lucir. Hoy, ante Portugal, otro rival propicio para seguir creciendo, España debe retomar la senda de la ambición.

Os incluyo el link de la crónica publicada en Diario de Noticias de Álava. Estos próximos días, en los que me va a tocar escribir bastante, iré colgando en el blog las crónicas y reportajes que elabore sobre el torneo.