28/11/11

Europa se resetea

El inminente final del lockout acabará con la situación irreal que ha teñido el arranque de este atípico curso a este lado del Atlántico. ¿Qué equipos salen beneficiados y damnificados al aproximarse el final de esta anormal situación?




El final del lockout, que ha pillado a casi todos a contrapié, va a restituir la normalidad en el universo del baloncesto europeo, que ha vivido una realidad ficticia desde que hace cinco meses se decretó el cierre patronal de la NBA y comenzaron a llover estrellas. La gran mayoría de las figuras del baloncesto norteamericano que cruzaron el Atlántico a lo largo de este tiempo tendrán que desandar el camino recorrido y redefinirán la situación de unas competiciones que en muchos casos se han visto alteradas (por no emplear el término adulteradas) debido a su presencia. Europa se resetea; se dispone a volver al punto de origen. Y esta nueva coyuntura no va a pillar a todos los equipos en las mismas condiciones. Los buenos estudiantes, los que hicieron los deberes a tiempo o simplemente dieron con la clave sin fiar su suerte a lo que pudiera ocurrir con las negociaciones entre los jugadores de la competición estadounidense y la patronal, pueden salir beneficiados con el súbito giro de los acontecimientos. Otros equipos, en cambio, sufrirán la marcha de algunos de sus mejores activos y se verán obligados a sumergirse en un mercado que puede tornarse endiabladamente complicado ante la llegada masiva de compradores. El acuerdo para desbloquear el lockout va a poner a cero, dos meses después, el contador de unas competiciones cuyo pronóstico ha retornado al punto de partida.

Para la NBA el fin del cierre patronal supondrá la elaboración de un calendario ajustadísimo, con 66 partidos de fase regular, que arrancará el día de Navidad. En Europa ofrecerá un listado de beneficiados y damnificados. ¿Cuáles son los equipos del viejo continente que deben incluirse en cada uno de estos dos grupos? El tiempo acabará confirmándolo, pero a primera vista da la impresión de que algunos clubes pueden quedar tocados tras la resolución del conflicto. Tanto en la ACB como en la Euroliga, los pronósticos varían, si bien no todos los que pierden alguna de sus figuras van a sufrir el final del lockout de la misma manera.

Los que supieron hacer los deberes

En un primer momento, cuando el principio de acuerdo entre sindicato de jugadores y patronal inundó las redes sociales y copó espacios privilegiados en las webs especializadas, hubo quien comenzó a elaborar listados de los posibles beneficiados. En casi todos aparecían el Barcelona, que se ha resistido a reforzar su plantilla con algún NBA hasta saber si la suspensión de la temporada era definitiva, el Panathinaikos o el Montepaschi, otros dos equipos que aparecen en la cima de los favoritos a pelear por el cetro continental. También se consideraba como uno de los grandes favorecidos al CSKA, probablemente el gran aspirante a recuperar la gloria perdida. Tras quedar apeado a las primeras de cambio en la pasada edición de la Euroliga, el cuadro moscovita parecía hasta ahora el rival a batir, pero todo puede cambiar si al final su gran estrella, Andrei Kirilenko, hace las maletas y se decide, como puede suceder, por cruzar de vuelta el Atlántico. AK47, que estará de baja hasta enero a causa de una lesión en el hombro, ha asegurado que le gustaría acabar la temporada en Rusia, pero también ha manifestado que le encantaría vivir en Los Ángeles. Se deja querer por Lakers y Cippers, a pesar de que parece que su eterna franquicia, los Jazz, y los Nets son los más interesados en reclutarlo. En cualquier caso, sin él el CSKA seguirá teniendo un excepcional equipo (conservará entre otros a Nenad Krstic), pero no resultará tan temible como hasta la fecha.


Ya digo que no se trata de emplear el término adulterada, pero sí que conviene reconocer que la Euroliga ha estado tremendamente influenciada por la llegada de estas estrellas que ahora en su gran mayoría se marchan. Salvando la inclusión casi furtiva de Fernando San Emeterio como MVP de la última jornada, el resto de jugadores que han recibido ese galardón han llegado a los equipos europeos como consecuencia del lockout. Kirilenko ha recibido dos, Batum otros dos y el otro se lo apropió el base del Maccabi Jordan Farmar. Precisamente el equipo israelí puede llegar a convertirse en uno de los principales damnificados de este cambio de rumbo. Y aquí conviene entrar de nuevo a valorar hasta qué punto unos clubes supieron apuntalar bien sus plantillas y cuáles las han remendado con la contratación de figuras que, por un lado, han podido desajustar el proceso normal de rodaje  de los colectivos por su enorme influencia en el juego y, por otro, tenían fecha de caducidad.

Sin duda, el Maccabi será uno de los que más noten la reanudación de la actividad en la NBA. Y no sólo por la marcha de Farmar, sino también porque había cerrado un acuerdo con Omri Casspi, su hijo pródigo, para que retornara a Tel Aviv si se cancelaba toda la campaña en Estados Unidos. Tampoco quedarán bien parados el Armani Milán de Sergio Scariolo, que se quedará sin Danilo Gallinari, o los equipos turcos, que se lanzaron al mercado del lockout con avidez ante la perentoria necesidad de dar ese salto de nivel que requieren para colarse de una vez por todas en la Final Four, que este curso se celebra en la ciudad de Estambul.

El despilfarro otomano

Sin duda los clubes otomanos pueden resultar dañados. Los dinerales invertidos en atraer a algunas de las estrellas más relucientes de cuantas han recalado en Europa se han marchado por el retrete. Apenas han servido de nada. Los tres representantes turcos en la Euroliga, de hecho, presentan idéntico balance de victorias y derrotas (3-3) en las seis primeras semanas de competición. Nada nuevo. A lo largo de los últimos años nos hemos habituado a los descollantes desembolsos de estos equipos, que reunían siempre grandes elencos de jugadores pero rara vez lograban conjuntarlos para  edificar proyectos sólidos. Da la impresión de que este año no resultará excepcional. Me aventuraría a apostar que, salvo giro imprevisto de los acontecimientos durante el Top 16, ninguno de ellos estará en su final a cuatro.

El Anadolu Efes, que ha echado el resto este verano con el cambio de patrocinador, podría quedarse durante los próximos días sin dos valiosas piezas. Sasha Vujacic, que tiene cláusula de salida pese a que llegó como agente libre, y Ersan Ilyasova, a quien le esperan los Bucks, podrían debilitar con su marcha al conjunto que dirige Ufuk Sarica. El exjugador del Barça, en cualquier caso, ha manifestado que le gustaría retrasar hasta el verano su retorno a los Bucks. Tampoco se presenta más lucido el panorama para Fenerbahce Ulker y Galatasaray. Los primeros, encuadrados en el grupo del Baskonia, pueden perder a un Thabo Sefolosha que ha abandonado su rol de especialista defensivo para enfundarse un traje de combo estelar. El irregular conjunto de Neven Spahija echará sin duda en falta a un jugador que ha promediado 12 puntos y 6 rebotes por encuentro y sin el que puede incluso llegar a sufrir para superar la primera fase de la Euroliga. El Galatasaray perderá a un Zaza Pachulia que comenzó flojo (sufrió una lesión) pero que en el último partido, ante el Asseco Prokom, ya demostró lo que puede aportar al baloncesto europeo. El gladiador georgiano sumó un espectacular doble-doble con 19 puntos, 10 rebotes y 24 de valoración. No parece en cambio que los gualdinegros vayan a perder al lituano Darius Songaila, llegado como agente libre.

Los otomanos, en cualquier caso, no son los únicos equipos que verán diezmado en cuestión de días su potencial. Tampoco son los únicos equipos importantes del torneo que lo acusarán. Sin entrar a valorar lo que pueden acusar la marcha de sus estrellas prestadas clubes como Emporio Armani Milán (el ya mencionado Gallinari), Partizan (Nikola Pekovic), Union Olimpija (Danny Green) o Zalgiris Kaunas (se quedará sin Ty Lawson pero parece que conservará al ex de los Raptors Sony Weems), hay dos equipos españoles que podrían considerarse más próximos al grupo de los damnificados que al de los beneficiados ahora que el lockout parece destinado a convertirse en un recuerdo borroso. Y son dos equipos en cuyo código genético entra la obligación de pelear por estar entre los mejores. Me refiero a Real Madrid y Caja Laboral.

Baskonia y Real Madrid, dos puntos de partida para dos diferentes destinos

Si digo que habría que considerarlos en principio perjudicados es porque no tengo del todo claro hasta qué punto el cambio de planes puede afectar a cada uno de ellos. El Madrid trata a toda costa de conservar a Rudy Fernández y sabe que perderá a Serge Ibaka. En Vitoria tanto Kevin Seraphin como el efímero Goran Dragic preparan ya sus maletas para regresar a Washington y Houston. Y sí, el Baskonia tiene un problema. Y gordo. Aunque habría que valorar hasta qué punto esta situación se produce como consecuencia de un final anticipado del lockout, de una cuestionable planificación deportiva o a raíz de una gestión de la plantilla que ha convertido en muñones a algunos jugadores que deberían haber dado un paso al frente para evitar que la marcha de los temporeros suponga un trauma tan angustioso como el que da la impresión que puede darse.


Pablo Laso no pidió ni a Rudy ni a Ibaka. El Real Madrid concedió el mando de la nave a un técnico en cierta medida poco experimentado y a quien muchos daban por enterrado antes de tiempo. Y mira por dónde, con el preparador vitoriano los aficionados del conjunto merengue han recuperado la sonrisa. No puede negarse lo que Rudy e Ibaka, pero sobre todo el primero, han aportado en cuestiones relativas a la confianza y el atractivo, a un equipo que ofrece unas sensaciones mucho mejores de las que arrojaba durante la época de Ettore Messina. La marcha de Ibaka, que sólo en el último partido contra el CAI ha dado muestras de lo que puede llegar a hacer hoy día en el basket FIBA, no importa tanto porque su concurso en este periodo como jugador blanco ha resultado casi anecdótico. El caso de Rudy es bien diferente. Su salida puede notarse mucho más. De la capacidad de Laso para canalizar las energías que convergerán tras el vacío que dejará el escolta balear (la posibilidad de que negocie con Dallas para seguir en España parece remota) dependerán en gran medida las opciones de éxito de los blancos.

A Rudy lo fichó la directiva. El club realizó un importante esfuerzo por hacerse con los servicios de uno de los héroes de la selección, porque es un gran jugador y también porque puede, como ha quedado demostrado en este tiempo, elevar la atención mediática y atraer a muchos más aficionados del club merengue al Palacio de los Deportes y la Caja Mágica. Cuando regrese de Dallas, tiene garantizado un puesto como estrella de un equipo que, sin embargo, este año va a tener que jugarse los cuartos sin él. Con una dificultad añadida: Rudy ha estado asumiendo minutos y protagonismo que en estos compases iniciales de la competición tendrían que haber correspondido a los recién llegados Jaycee Carroll y Martynas Pocius. O incluso para un Carlos Suárez cuya consolidación como tres referente del equipo blanco cada vez está más entre interrogantes y cuyos minutos de juego se han reducido drásticamente de los 25 que disputaba la pasada campaña a los en torno a 16 que juega cada compromiso este curso. Las opciones de éxito de este Madrid, tan denostado de partida y celebrado por ofensivo y alegre a la postre, descansan en la habilidad de Laso para restituir la responsabilidad a los que habrían sido sus legítimos dueños de no haber mediado el lockout. Más allá de que siga abierto el debate sobre la necesidad de contratar un base ante las dudas que genera la pareja de locos que forman Sergio y Llull o de plantear la necesidad de contar con un pívot más físico para fortalecer el juego interior el Madrid tiene un proyecto, que cada cual puede juzgar más o menos sólido, más allá de la presencia de estas dos estrellas fugaces.

El Caja Laboral se encuentra en el polo opuesto. Nadie habría pensado hace un par de meses que el final del lockout pudiera afectar en exceso al equipo de Dusko Ivanovic. Daba la impresión de que su relación con este fenómeno no pasaba de tener un carácter tangencial. Tras haber fichado a dos jugadores procedentes de la NBA (Reggie Williams y Joey Dorsey) sin pretensiones de volver en toda la temporada a su país natal, la única pieza que podía quedar alterada en caso de que jugadores y patronal se arreglaran era la de Kevin Seraphin. Pero ni siquiera ese punto preocupaba en exceso, pues el poste galo había llegado como sustituto temporal del lesionado Maciej Lampe, a quien se esperaba -y aún se espera- para enero. Sin embargo, la realidad se revela ahora cruda para el cuadro azulgrana. En cuestión de días va a perder a Seraphin y al efímero Goran Dragic, que en dos etapas diferentes y separadas por un lustro apenas ha tenido ocasión de presentarse ante la afición vitoriana.

¿Un problema de planificación o de gestión?

Cuando arrancó el curso, en los amistosos previos a la disputa de la Supercopa, nadie habría sospechado que el conjunto vitoriano pudiera recibir como un revés una noticia que en teoría debía de hacer mucho más daño a otros. Pero así es. Se ha abierto un debate en Vitoria en torno a si el problema ha sido la elección de los jugadores o la gestión que Ivanovic hace de ellos. No existe unanimidad y sí una importante polémica, pero el caso es que el Caja Laboral corre el riesgo de presentarse en apenas unos días con un plantel de ocho jugadores. El escaso protagonismo de piezas llegadas para asumir roles más importantes como Nemanja Bjelica, un Brad Oleson que no acaba de asumir el papel de killer que queda vacante desde la marcha de Rakocevic, el ostracismo que padece Dorsey o las lesiones y escasas oportunidades que recibió el ya cortado Reggie Williams sitúan al cuadro vitoriano en una posición comprometida. Aunque está habituado a reinventarse sobre la marcha, el Baskonia es uno de los clubes que acude al mercado con más urgencias. De uno u otro modo, ha salido más perjudicado que beneficiado ante esta resolución del lockout, más si cabe por el hecho de que debe pescar en un mercado muy revuelto y rehacer en gran medida su roster que por el peso real en su juego de los dos jugadores que se van. Todo se ve más negro además estos días porque a Lampe se le suma ahora en la enfermería otro de los jugadores que llegaron para formar un juego interior de garantías, un Milko Bjelica que estará un mes en el dique seco justo ahora que parecía una de las pocas piezas nuevas que a Ivanovic le estaban funcionando.

En otro nivel, pero también perjudicados por el nuevo orden que se instaura, encontramos equipos como el Nancy o el Lucentum. Ambos equipos van a quedarse sin sus respectivas estrellas. Los franceses pierden a un Nico Batum que regresa a Estados Unidos por la puerta grande, sin duda como uno de los principales beneficiados por el lockout. El escolta de los Blazers ha ganado mucho crédito como líder espiritual de un equipo que todo el mundo señalaba como cenicienta pero que ha salido respondón y gracias a él ahora sueña con superar la primera fase de la Euroliga. En esa misma situación de que nos quiten lo bailao se encuentra el Alicante. Kyle Singler, que incluso ha dejado caer que no le haría ascos a la opción de quedarse todo el año, ha propiciado que los levantinos naveguen a estas alturas de temporada en la zona noble de la tabla. Está claro que aún queda mucho, pero han recorrido parte de su trayecto hacia la salvación de la mano de un jugador que ha dejado huella en el corazón de su hinchada.

Aventureros efímeros

Hay otros equipos españoles que padecerán cambios en sus plantillas en cuestión de días. El Joventut deberá soltar a un Christian Eyenga que ha colaborado para que los verdinegros sumaran dos derrotas desde su llegada. Pero la situación más curiosa, por paradójica, se dará en Valencia, donde Tiago Splitter se despide sin apenas haber tenido tiempo de conocer la ciudad. Cabe preguntarse si el poste brasileño de los Spurs, cuya decisión de regresar a la ACB en un equipo distinto al que lo crió desde que era apenas un adolescente puede depararle un coste a futuro, habría tomado este camino de haber sabido cuánto iba a prolongarse su aventura.

Peor ha sido lo de Tyreke Evans, que se comprometió con la Virtus Roma un día antes de que se cerrara el acuerdo en Nueva York, o el caso de Lamar Odom, que ni siquiera llegó tampoco a tomar el avión que debía llevarlo a Estambul. El jugador de los Lakers tenía reserva para el mismo día en el que se supo que el conflicto laboral se desenquistaba. Ya no podrá jugar en el Besiktas junto a Deron Williams, otro de los que se vuelve, como Adam Morrison (Estrella Roja), Alexis Ajinca (Hyères-Toulon), Ian Mahinmi (Le Havre), Boris Diaw (Burdeos), Tony Parker y Ronny Turiaf (Asvel Villerbaune). Estrellas que desandan el camino recorrido y dejan el baloncesto europeo como estaba al principio, pero diferente.

18/11/11

El gestor del esfuerzo

Los malos resultados del Caja Laboral, acompañados de una pésima imagen y una alarmante falta de ideas, reabren el debate sobre la capacidad de Ivanovic para gestionar una plantilla que parece que podría dar más de sí


El otro día, cuando abandonaba el Iradier Arena tras la derrota del Baskonia en el duelo de Euroliga ante el Gescrap Bizkaia y trataba de poner en orden las horribles sensaciones que me arrojó el partido, un amigo me ofreció una reflexión que me ha hecho darle muchas vueltas al coco. "Ivanovic sólo sabe gestionar esfuerzos, no sabe gestionar el talento", me dijo este amigo. Y esas palabras me parecieron terriblemente ajustadas a la realidad que el baskonismo ha vivido a lo largo de la prolífica etapa del montenegrino en la capital alavesa. El debate sobre el banquillo está abierto hace semanas. En realidad, se abrió en el mismo momento en el que Josean Querejeta decidió contra pronóstico renovar su confianza, con un contrato de dos años, en el entrenador más importante de la historia del club justo al concluir una de las peores temporadas desde que el conjunto azulgrana se asentó en la élite del baloncesto continental. Seis años más tarde, el Baskonia cerraba un curso sin echarse un título a la boca, completaba la primera campaña desde la 2001/2002 (la del doblete de Dusko) sin disputar una final. Muchos pensaron que había llegado el momento de apostar por un cambio, y no sólo por los resultados. Querejeta, en ese momento, no lo vio de esa manera. Pero las cosas han variado mucho en sólo unos meses.

La imagen que ofreció el Caja Laboral en el derbi del miércoles ha provocado que el número de detractores de Ivanovic haya crecido exponencialmente. En una ciudad en la que el baskonismo es una religión y Dusko su profeta, durante mucho tiempo ha dado la sensación de que criticar al técnico montenegrino podía resultar poco menos que una herejía. Sus defensores esgrimen la hoja de servicios del técnico balcánico, el glorioso historial del cuadro gasteiztarra bajo su férreo mando, y el último milagro, el del tercer título liguero conquistado contra todo pronóstico contra un Barça intratable. No seré yo quien reste mérito alguno a Ivanovic. Pero el debate que ha generado el caos que rige este año el juego del Caja Laboral no debe entenderse en clave de juicio final, como una puesta en cuestión de sus méritos pretéritos. Se pone en tela de juicio el rendimiento que está extrayendo el entrenador de una plantilla que, desde fuera, da la sensación de que podría dar mucho más de sí.

Un zapato de cristal para Dusko

Cuando acabó la que, como he dicho, fue la peor temporada en muchos años para el Caja Laboral, a la directiva del Buesa Arena se le abrieron dos caminos entre los que escoger para enmendar el rumbo. En vista de la evidente falta de sintonía entre el técnico y su plantilla, Josean Querejeta debía renovar el batallón o elegir a otro oficial para dirigirlo. En vista de todos estaban las carencias en cuanto a carácter del plantel que Ivanovic tenía en sus manos. Pero también el hecho de que al entrenador de Bijelo Polje se le acababa el contrato. No fueron pocos los que hablaron de ciclo agotado, y empezaron a sonar nombres de posibles sustitutos. Al final, la directiva optó por dar un giro radical a la composición del vestuario. En parte influenciada por la situación de las arcas del club, se desprendió de varias de las figuras de la plantilla y reclutó a una serie de jugadores que, se pensaba, iban a encajar mucho más con el códice baloncestístico de su sargento de hierro. El paso de las semanas ha demostrado, sin embargo, que el ramillete de jugadores contratados durante el pasado verano tampoco colman las exigencias de un Ivanovic que ofrece síntomas evidentes de desesperación, desconocidos en el pasado, durante los partidos.

El montenegrino, gestor de actitudes, de compromisos, de esfuerzos, siempre ha fijado un precio muy elevado a su confianza. Ganársela no es sencillo para los jugadores que llegan de nuevas a sus vestuarios. Pero esta vez se está llegando a una situación casi dantesca. El técnico montenegrino se apoya en la vieja guardia, una vieja guardia por cierto diezmada tras la renovación, para tratar de conceder cierta solidez a un proyecto que está haciendo aguas. De todos los refuerzos que aterrizaron a comienzos de temporada en Vitoria, sólo uno está gozando de cierta continuidad en los planteamientos del entrenador. No resultaría nada llamativo de no ser porque ese jugador del que hablo es alguien que ya pasó con nota el periodo de prueba que Ivanovic exige a sus pupilos. Prigioni es el único de los fichajes de esta temporada que dispone de más de veinte minutos por partido. Ayudado por la bisoñez de un Thomas Heurtel al que le está viniendo grande el proyecto, el argentino ha recuperado los galones que cedió a Marcelinho cuando salió rumbo a Madrid. El resto de las apuestas de la directiva, esos jugadores contratados para ajustarse a los dictados del técnico, malviven sin rol, sin conciencia clara de lo que se quiere de ellos, y apenas han ofrecido pinceladas de lo que pueden ofrecer a la causa.

El compromiso sobre el talento

Es aquí donde recuerdo las palabras de ese amigo. Si Ivanovic es un gestor de esfuerzos más que de talento, como quizá nos ha mostrado a lo largo de sus ya nueve años al frente de este equipo, ¿debemos pensar que lo que falta esta temporada en el vestuario del equipo azulgrana son jugadores capaces de comprometerse? Me cuesta creerlo. Por el perfil de muchos de ellos, buscaría otras razones más intrincadas mediante las que tratar de entender por qué el preparador montenegrino se abraza a los clásicos (Teletovic, San Emeterio, Oleson, Prigioni y Ribas) y ofrece tan escasa confianza al resto. Basándonos en las dos premisas de las que habla la teoría del esfuerzo y el talento, podríamos dividir a los jugadores en cuatro categorías: los que tienen ese talento natural para el baloncesto, los que gozan de la capacidad de compromiso que debe de hacer falta para jugar en este equipo, los que reúnen ambas cosas y los que no tienen ninguna de ellas. Mirándolo por ese lado, estoy muy de acuerdo con la frase de mi amigo: a Ivanovic sólo le valen dos de esas cuatro categorías de jugadores, y la capacidad de sacrificio es lo que prima en la criba.

El problema para el preparador balcánico es que en este club ha habido muchos jugadores comprometidos pero también sobrados de talento en el pasado que ahora se echan mucho en falta. Basta con recordar a un tipo que en los últimos días ha sido noticia por marcharse a otro equipo de la ACB, con el dolor que eso conlleva para la hinchada vitoriana, o a otros tantos que aún hoy se recuerdan con nostalgia (los Scola, Nocioni, Bennett, Oberto, Perasovic...). Ahora Dusko se aferra a un ramillete de jugadores en los que el compromiso prima muy por encima del talento, en su guardia pretoriana habitual. Y fija su nivel de exigencia tan alto y desequilibrado para con los nuevos que a casi todos les resulta imposible ganarse su confianza. No es nada nuevo en realidad. Esto viene sucediendo desde que regresó de su aventura en el Barça. En los últimos años se cuentan con los dedos de una mano -y sobran- los fichajes que han logrado hacerse con un puesto de responsabilidad. ¿Qué ha cambiado en este tiempo? ¿Ha perdido el tino la secretaría técnica a la hora de fichar? ¿Los Scola, Nocioni, Splitter y compañía venían de serie con una capacidad de sumisión y entrega que no portan los jugadores actuales? Cada uno tendrá su opinión al respecto.

Son legión los que aconsejan prudencia y exigen tiempo de maduración al proyecto antes de emitir juicios definitivos. Bien es cierto que nadie creía en Ivanovic ni en el Baskonia hace dos temporadas, cuando llegó el último orgasmo colectivo de la afición azulgrana con esa final de la ACB en la que ninguno confiaba en lograr nada. Pero lo cierto es que el miércoles fuimos muchos los que abandonamos el pabellón con una terrible sensación de importencia. A Dusko siempre se le ha acusado de ser un entrenador con escasa cintura táctica. Se ha dicho que es un gran estratega, exquisito a la hora de gestionar plantillas y preparar los partidos, pero que carece de capacidad para la reacción. Este año, sin embargo, hasta los conceptos que se daban por seguros se pueden cuestionar. No hace falta tener un título superior para detectar la escasez de recursos ofensivos que ofrece el equipo azulgrana este año, en el que está malviviendo gracias al feroz instinto anotador de Mirza Teletovic. En el choque ante el equipo bilbaíno detecté una terrible falta de ideas, de recursos. Uno de los mejores equipos del continente no puede fiar todas sus maniobras ofensivas a la insistente apuesta por el dos para dos, a la búsqueda constante de un pick and roll para el que a Prigioni le faltan socios (o no se los proporcionan desde el banquillo). Ivanovic, por supuesto, lo ve. Su lenguaje verbal denota una agitación interior que yo no le recuerdo. Comienza a desesperarse.

Hasta la fecha los resultados han ocultado en cierta medida la realidad. Se había edificado un castillo de naipes gracias a las tres victorias consecutivas con las que el Caja Laboral arrancó la Euroliga y a su aceptable rendimiento en una ACB que le ha regalado un calendario en cierto modo benévolo para comenzar. Es muy probable que Ivanovic, como marca la tradición, acabe cerrando la boca a sus detractores. No pretendo sumarme a los que ya piden su cabeza, que por lo que oigo y leo cada vez son más, sino exponer un diagnóstico de lo que me parece una realidad tan evidente como preocupante. Uno de los grandes faros del baskonismo moderno está perdiendo brillo, se apaga su luz. Hace semanas que sus entradas al parqué carecen del acompañamiento de la ovación que siempre le proporcionaba la grada. Ese es uno de los síntomas más inequívocos de que algo sucede. También es cierto que cuenta con una gran legión de adeptos que lo defienden a capa y espada, aunque empieza a dar la impresión de que todos sus argumentos se basan en términos pasados. Me han preguntado esta semana varias veces hasta cuándo veo a Dusko al frente del Caja Laboral. Lo tengo muy claro: hasta que Querejeta piense que la situación es tan insostenible que las miradas, en lugar de hacia el banquillo, se dirijan hacia el palco. Esta misma semana el máximo dirigente del Baskonia ha hablado sobre el tema. Sus palabras venían a confirmar su plena confianza en el técnico montenegrino. Su tono, no.

8/11/11

El último truco del mago

Magic Johnson, que hace veinte años conmocionó al mundo al anunciar que había contraído el VIH, pudo despedirse de amigos y rivales en un entrañable All Star que acogió Orlando pocos meses antes de compartir aventura en el mítico Dream Team



Escribo estas líneas con el corazón encogido y los ojos vidriosos. He emprendido un viaje al pasado para buscar los argumentos con los que condimentar lo que pretende ser un homenaje al tipo que más me ha permitido disfrutar del baloncesto y, tras bucear en los recuerdos, desempolvar revistas viejas y zambullirme en vídeos históricos, he concluido que nada de lo que diga va a poder siquiera expresar una mínima porción del sentimiento que me gustaría imprimirle a este post. Podría contaros quién o quiénes fueron las personas que despertaron mi vocación periodística. Algún día puede que lo haga. Muchos de ellos han acabado por decepcionarme. Magic fue quien me enamoró para el baloncesto. Él alimentó mis sueños, me regaló el amor por este maravilloso deporte. Y aún hoy sigo pensando, le duela a quien le duela, que ha sido el mejor jugador de todos los tiempos. Se cumplen veinte años desde aquella fatídica rueda de prensa en la que anunció su enfermedad, desde el momento en el que hizo pública su infección por VIH y proclamó su retirada. Recuerdo la sensación que me embargó aquel día, la conmoción que sacudió al universo del baloncesto ante lo que parecía ya no sólo el adiós definitivo del eterno 32 de los Lakers, sino también su inminente desaparición. Entonces VIH equivalía a sida. La enfermedad, por cuya normalización tanto han hecho Magic y su fundación, se asociaba a drogadictos, prostitutas, habitantes de los países más pobres del continente africano y homosexuales. Significaba muerte y pánico al contagio. Había mucho desconocimiento. Magic, sonrisa eterna, pase inverosímil, dinamitó los muros del prejuicio y peleó por rescatar del olvido a los marginados.

Fue un 7 de noviembre cuando compareció ante el mundo para desvelar su condición de seropositivo. Ha llovido mucho. Aunque años más tarde volvería a pisar durante unos meses las canchas de la NBA, la enfermedad puso fin a la carrera de un jugador irrepetible. Podrán seguir surgiendo genios de la canasta, réplicas más o menos fieles de Jordan capaces de enchufarlas de todos los colores, pívots dominadores que siembren terror bajo los tableros, jugadores letales en el lanzamiento exterior y bases capaces de leer el juego con maestría. Pero nunca habrá otro Magic. Fue un funambulista, un bailarín, un base embutido en el corpachón de un pívot que convertía en fantasía cada jugada. Y lo hacía para ganar. Se retiró con cinco anillos, tres premios de MVP de la temporada regular, otros tres de las Finales y dos más del All Star Game. Y es precisamente en un partido de las estrellas donde se sitúa la historia que hoy quiero contar, el recuerdo de una madrugada en la que el mago desempolvó su barita, se reunió con algunos de los mejores jugadores que el baloncesto ha regalado a la historia y se despidió como merecía, sobre el parqué.

El rookie que hizo olvidar a Jabbar

Quiso el destino que tres meses después del doloroso momento de su adiós la NBA organizara el All Star en Orlando, capital de Florida y sede curiosamente de los Magic, una franquicia recién nacida que aún tendría que esperar hasta el draft de junio para escoger en el número uno a un Shaquille O'Neal que cambiaría su historia para siempre. Pero no nos desviemos del tema. Earvin Effay Johnson Junior (Lansing, Michigan, 14 de agosto de 1959) fue invitado a participar en un duelo con el que la NBA pretendía honrar su maravillosa carrera. El partido debía servir como broche de oro a la trayectoria de un jugador que comenzó a escribir su leyenda sin apenas tiempo para asimilar su aterrizaje en la NBA. Con Kareem Abdul-Jabar fuera de combate por una lesión en el tobillo, los Lakers encaraban el sexto partido de las Finales de 1980 muy mermados ante unos Sixers brutales. El conjunto de Philadelphia, que jugaba como local, contaba con un plantel temible, con Julius Erving a la cabeza, pero también con Darryl Gorila Dawkins o Bobby Jones y con tres bases, que se turnaron para frenar a Magic durante la serie, que los aficionados de la NBA reconocerán ahora vestidos de traje: Lionel Hollins, uno de los técnicos que coincidieron con Pau Gasol en los Grizzlies, Henry Bibby, padre del base de los Heat Mike, y Maurice Cheeks, actual segundo entrenador de los Oklahoma Thunder de Kevin Durant y Serge Ibaka. Aquella célebre noche en The Spectrum, se produjo uno de esos acontecimientos mágicos que jalonaron la carrera de Johnson. La ausencia de Kareem dejaba al conjunto californiano muy tocado en el juego interior. Así que Magic sacó la chistera, convenció a su entrenador, Paul Westhead, de que podía actuar de pívot y se echó al equipo a las espaldas para sumar una victoria que valía un anillo y que muchos consideran como el mejor partido de su carrera. Los números que firmó en aquella final en la que el mismísimo Doctor J se rindió a sus pies hablan por sí solos: 42 puntos, 15 rebotes y 7 asistencias. Nunca antes un rookie se había hecho con el MVP de unas Finales de la NBA. Nadie lo ha logrado después. Sólo Magic, que te mataba con una sonrisa, que también en Orlando, doce años después, sembró magia y alegría en su despedida.

Aún recuerdo aquella fría madrugada de All Star como si no hubiera pasado el tiempo. Fue un 9 de febrero y, si no me falla la memoria, fue el fin de semana de los carnavales. Aún puedo revivir aquellas noches de adolescente ilusión. Yo tenía doce años. Cedric Ceballos se hizo con el concurso de mates y Craig Hodges se impuso por tercer año consecutivo en el de triples, en el que por cierto participó un tipo llamado Drazen Petrovic. Pero el plato fuerte de aquel fin de semana era otro. Me quedé despierto para esperar aquel partido. Lo vi en directo, pero luego lo revisé una y mil veces. Me acuerdo que lo tenía grabado en una de esas cintas de VHS que acababan rayadas por el uso. En el Orlando Arena se dieron cita algunos de los mejores jugadores de la historia del baloncesto. Aquella edición del All Star de 1992 representaba un cruce de caminos entre dos generaciones gloriosas. Junto a Magic, en el equipo de la Conferencia Oeste que gestionaba desde el banquillo Don Nelson estaban Karl Malone, Chris Mullin, David Robinson, Clyde Drexler, Hakeem Olajuwon, Jeff Hornacek, Otis Thorpe, James Worthy, John Stockton, Dan Majerle y Dikembe Mutombo. El base que los aficionados designaron como titular a través de sus votos fue el eléctrico Tim Hardaway, que se sumó a la fiesta y cedió su puesto al que sería protagonista indiscutible de aquella maravillosa madrugada.

Podría decirse que aquel equipo debía considerarse imbatible de no ser por lo que tenía enfrente. Phil Jackson, el señor de los anillos, todavía sin canas, también tenía un arsenal a su disposición. Vestidos de blanco, en el equipo de la Conferencia Este formaron Scottie Pippen, Charles Barkley, Pat Ewing, Michael Jordan, Mark Price, Brad Daugherty, Joe Dummars, Dennis Rodman, el malogrado Reggie Lewis (el prometedor exterior de los Celtics falleció un año más tarde por un ataque al corazón mientras se entrenaba), Kevin Willis, Michael Adams y faltaron, por lesión, otros dos mitos como Larry Bird y Dominique Wilkins. Pero al frente de todos ellos, incluso de su divinidad del aire, aquella noche estaba la némesis de Magic, su gran rival e íntimo amigo Isaiah Thomas, el líder de los Bad Boys ante los que Magic y sus Lakers vivieron algunos de los duelos más épicos que se recuerdan.

Magia contra los Bad Boys

Apenas tengo vagos recuerdos de los enfrentamientos en las Finales entre Celtics y Lakers. Todo lo que he visto ha sido a posteriori. Y no puede negarse que aquellos partidos ante los Bird, McHale, Parish, Dennis Johnson, Ainge y compañía deben ocupar un lugar de honor en la crónica de las grandes rivalidades de la competición estadounidense. Sin embargo, en este pequeño rincón de reflexiones muchas veces -si no todas- me dejo guiar por el sentimiento, y no puedo por más que reconocer que aprendí a amar el baloncesto con las encarnizadas batallas que libraron Lakers y Pistons en el tramo final de la década de los ochenta. Fue ahí donde Magic comenzó a conquistarme con un baloncesto democrático que no todas las estrellas han sabido -o podido- interpretar y que hacía de él un tipo especial.

La vista a un lado, el balón a otro. Y canasta. De él vivieron grandes jugadores. Porque Magic, más allá de su capacidad para resolver, tenía algo que sólo tienen los más grandes: hacía mejores a sus compañeros. Siempre fue un líder solidario, más Xavi que Cristiano, más Indurain que Armstrong. Jugaba al basket con la sonrisa incorporada. Se divertía y divertía. Era pura magia, su apodo le hacía justicia. De su capacidad para asistir se alimentaron e hicieron grandes carreras jugadores como Byron Scott, James Worthy, AC Green o Michael Cooper, el tipo de los calcetines hasta las rodillas. Todos ellos han reconocido tras su retirada que sus vidas habrían sido mucho peores, mucho más anodinas y grises, de no haber existido Magic. La mía también. Isaiah, que en ese último All Star le mostró todo el cariño y la cercanía que necesitaba alguien que a los ojos del mundo estaba poco menos que contaminado, comandó un equipo que supo asimilar la derrota y regalar una amarga despedida a Kareem en las Finales de 1989. El menudo timonel de Chicago, escoltado por Joe Dummars, el microondas Vinnie Johnson, Mark Aguirre y una recua de tipos duros entre los que destacaban Bill Laimbeer, John Salley, Ricky Mahorn, Dennis Rodman y James El Chino Edwards, se cruzó en la vereda que seguía el conjunto angelino para conseguir el sexto anillo desde el desembarco de Magic en la liga. En aquellas inolvidables Finales de 1989, los Bad Boys se cobraron la venganza de la temporada anterior y dejaron con la miel en los labios a un Magic que había sumado su segundo MVP de la temporada y que, sin la referencia de Jabbar, tendría que resignarse a colgar las botas, enfermedad mediante, con los cinco anillos de campeón que había recolectado en una década gloriosa para los Lakers.

"Se puede seguir adelante, continuar viviendo"

La presencia de Magic en el All Star de Orlando supuso un gran atractivo para los medios y los aficionados. La enfermedad que lo acompañaba, la etiqueta, lo convertía en el foco de atención de todas las miradas. Fue de los primeros en llegar a la capital de Florida. “Tengo que estar aquí por mí y por toda esa gente que tiene un problema. Hay que mandar el mensaje de que se puede seguir adelante, continuar viviendo” , declaró en una multitudinaria rueda de prensa la víspera del partido. Magic planeaba dar una última asistencia, una más, y en este caso iba dirigida a la intolerancia.

El partido, como no podía ser de otra manera, se convirtió en una fiesta para el lucimiento de aquel increíble elenco de figuras. Pero sobre todo fue un homenaje a un tipo tan especial que acabó por conquistar a todos con una actuación mágica. Magic, cuyas lágrimas pocas semanas antes habían conmocionado a todo el planeta, rescató su sonrisa eterna y bailó un último baile en el que todos, compañeros y contrincantes, se declararon cómplices. El 32 de los Lakers se apropió de un último MVP. Firmó 25 puntos, 9 asistencias y 5 rebotes con algunas jugadas marca de la casa. No puede decirse que los rivales se dejaran la piel para defenderle. Es cierto. Pero, ¿lo hacen alguna vez en los partidos de las estrellas? ¿Iba a hacerlo Isaiah? Desde luego que no. El jugador de los Pistons, con quien algún tiempo después rompería una amistad que se había prolongado durante sus respectivas carreras, bromeó con Magic, lo retó, lo azuzó e hizo que surgiera una vez más la magia. Las últimas acciones del partido se convirtieron en unos contra uno, siempre con Johnson como protagonista tanto en ataque como en defensa. Primero detuvo a Isaiah. Después a Jordan. Y cerró el partido con tres triples, el último de ellos antológico, para sellar el que sería, ya digo que más allá de su innecesario regreso en 1996, un delicioso broche de oro a su carrera.

Con el final del partido (113-153) Magic recibió el cariño de todos aquellos con los que había compartido sudor y batallas en sus doce temporadas como profesional. Aquella imagen, las estrellas abrazando al apestado, al enfermo, hicieron mucho bien a la lucha por la normalización del sida. Todos se arremolinaron en torno a un hombre que había contribuido a hacer del baloncesto un deporte más divertido. Con muchos de ellos se volvería a encontrar unos meses después en Barcelona, formando parte del equipo que casi con total seguridad puede definirse como el mejor de todos los tiempos, el Dream Team. Porque si Magic se despidió de la NBA aquella gélida madrugada de carnavales en Orlando, fue en los Juegos Olímpicos de 1992 donde ofreció sus últimos respetos al baloncesto. Todavía con las emociones a flor de piel, Johnson fue capaz de reconocer el gesto que habían tenido con él sus compañeros. “Debo agradecer a los jugadores que hayan accedido a jugar conmigo o contra mí”, manifestó cuando el comisionado David Stern le entregó el premio que lo acreditaba como el mejor jugador de aquel All Star. Ni siquiera se olvidó de Hardaway: “Parte de este trofeo tengo que concedérselo a él por dejarme una plaza en el quinteto que merecía”, le reconoció. En cualquier caso, en aquellos tiempos de duda, donde no se tenía ninguna certeza sobre el futuro de su salud, Magic encontró una sonrisa postrera para agradecer el apoyo de su mujer, Cookie, y constatar lo que todos imaginábamos, que siempre disfrutó tanto sobre la cancha como hacía disfrutar al resto. “Quizá nunca me veáis jugar de nuevo, pero me quedo con estos buenos momentos para siempre”, se despidió.


Os dejo dos vídeos. El primero es un pequeño resumen de aquel All Star de Orlando. Merece la pena, sobre todo por ver la complicidad y el cariño con el que muchos de los jugadores allí presentes le regalaron.



El segundo vídeo va dedicado a todos los que son demasiado jóvenes para haber podido gozar de su juego y también para los que quieran discutirme lo que he dicho sobre que es el mejor jugador de la historia. Para mí, y es una opinión personal, hacía cosas que nadie más ha podido o sabido nunca hacer.

6/11/11

El Chapu retrata a Ivanovic

Andrés Nocioni desnuda los métodos y la relación del preparador montenegrino con sus jugadores en una entrevista concedida al canal latino de la CNN

Si tuviera que quedarme con uno de los muchos jugadores que han pasado por las filas del Baskonia a lo largo de su más de medio siglo de historia, seguramente escogería a Andrés Nocioni. El alero argentino, pura pasión, espíritu indomable, encarnó como pocos jugadores los valores de ese carácter tan genuino que siempre se le ha atribuido al equipo vitoriano. A poca gente podría generarle tanta ilusión la mera posibilidad de que el Chapu pudiera volver a enfundarse la elástica azulgrana, por eso no creo ser sospechoso de nada al cuestionar la interpretación que algunos han hecho de la entrevista que concedió al programa Sports Center de la CNN latina. Nocioni reconoció que a lo largo del pasado verano llego a verse como nuevo jugador del equipo vitoriano durante el lockout, que es un punto sobre el que se ha hecho excesivo hincapié cuando lo más llamativo de su aparición televisiva es, a mis ojos, los recados que le mandó a Dusko Ivanovic, medio en serio medio en broma, de quien criticó los métodos mediante los que somete a sus pupilos y los códigos por los que se rige en cuanto se refiere a disciplina. Temas casualmente en boca de todos estos últimos días.

Sin que sirva de precedente voy a extenderme poco. Al final del post dejo el vídeo de la entrevista para que cada cual juzgue a su antojo. El Chapu deja claro que no regresó al conjunto baskonista por las malas relaciones que mantiene con los nuevos propietarios del club al que aún le liga un año más de contrato, Philadelphie 76ers. Según explica, los dueños del conjunto de Pennsylvania le trasladaron a finales del pasado curso que no contaban con él, que meditaban incluirlo en un traspaso, por lo que prefirió ahorrarse aventuras exóticas temporales mientras se prolonga el cierre patronal. "Si hubiera podido salir, me veía en el Caja Laboral", reconoció el jugador santafesino. "Pero sentía que si jugaba en otro club y me pasaba cualquier cosa, me lesionaba, podrían cortarme sin recibir compensación alguna". Hasta ahí la explicación de lo que pudo ser y no fue, porque en realidad nunca llegó a poder ser. Y a partir de ahí el cúmulo de dardos envenenados que el argentino, en cierto modo empujado por unos entrevistadores que parecían divertirse con el asunto, lanzó sobre la figura del que fue su técnico.

"Dusko es uno de los entrenadores más duros que uno puede encontrarse en Europa. A pesar de que me han contado que ha bajado un poco de nivel, sigue siendo duro", rememoró el Chapu. "Hacíamos un viaje de catorce horas cruzando Europa y cuando llegábamos al destino, a las once de la noche, nos teníamos que ir directos a entrenar durante dos horas", añade el alero argentino, que tocó en la entrevista uno de los asuntos candentes que se han debatido estas últimas semanas en la capital alavesa: la manera mediante la que Ivanovic distribuye sus filias y fobias entre sus pupilos. ¿Y si un jugador llegaba tarde, qué pasaba?, le preguntaron los periodistas, aparentemente divertidos y ya bien documentados sobre la figura del preparador balcánico. "Pues una multa y obviamente problemas, porque ya no te hablaba más", aseveró Nocioni, que no dudó en plasmar la dureza de las pretemporadas que diseña Ivanovic y que tantas víctimas se han cobrado. "Esa pretemporada estaba totalmente fuera de lo normal. Te levantas a las siete de la mañana, vas a correr cuarenta minutos, después vuelves a desayunar, después volver a correr media hora, hacer todo un trabajo de velocidad y saltabilidad durante hora y media, pesas, después descansar y volver a hacer dos horas de basket, y terminar corriendo más. Así, un día tras otro durante doce días, con sólo una mañana libre", relató el exjugador de los Bulls y los Kings, quien pese a todo quiso poner en valor su etapa en Vitoria, en un club como el Baskonia que le ayudó a convertirse en lo que es, uno de los mejores baloncestistas argentinos de la historia.

Os dejo los vídeos de la entrevista. Que cada cual juzgue lo que quiera. Coloco primero la segunda parte, que es donde se refiere concretamente (primeros minutos) a Ivanovic y el Baskonia.



En la primera parte habla de la situación del lockout y de por qué no ha querido nunca tomarse en serio la opción de jugar en algún otro equipo durante el cierre patronal por la incómoda situación que vive con los nuevos propietarios de la franquicia a la que aún está atado contractualmente.

5/11/11

Euroliga a la americana

Los jugadores procedentes de la NBA, algunos de ellos con roles residuales en sus equipos de origen, aportan lustre e imponen su dominio en una de las ediciones más atractivas de la historia de la máxima competición continental


Ahora va a resultar que algunos no habían querido darse cuenta de la notable diferencia de nivel que existe entre el baloncesto NBA y el del resto del mundo. Esta semana he escuchado y leído un puñado de cosas que me han generado cierta conmiseración y me han impulsado a escribir este post, que no viene sino a ratificar una evidencia. Ya hemos hablado largo y tendido sobre los efectos que el lockout puede tener en el baloncesto europeo y español, sobre todo desde el prisma de la atracción del gran público, de los patrocinadores y de la relativa adulteración que pueden experimentar algunas competiciones si se soluciona el conflicto entre el sindicato de jugadores y los propietarios de las franquicias (algo que se está haciendo esperar, pero llegará) y muchos de los tipos que ahora están decidiendo los partidos toman el avión de vuelta mediada la temporada. Esta vez no voy a entrar en análisis metafísicos, voy a tirar de la estadística, que es tan fría como reveladora, para exponer una realidad obvia: jugadores que en la NBA asumen roles secundarios, algunos incluso residuales, están capacitados para erigirse en estrellas al otro lado del Atlántico. Y así está quedando reflejado en una de las ediciones más atractivas en la historia de la Euroliga, gracias en gran medida a estos jugadores que han llegado rebotados como consecuencia del lockout.

Siempre me he declarado un enamorado del baloncesto. Y por baloncesto entiendo ese deporte en el que juegan cinco contra cinco y se pelea por tratar de introducir un balón por un aro. No hago discriminaciones, a mis ojos absurdas, entre el que juegan los Lakers, el Unics Kazan, el Autocid Burgos, el Vedrisko, el Perfumerías Avenida o los Rufs. Todo es baloncesto, y a veces me resulta difícil de entender que algunos grandes aficionados a este deporte se manifiesten tan poco amigos de la NBA. He tenido que escuchar muchas veces de boca de amigos que allí todo es físico, que no se defiende, que no existe una noción de baloncesto colectivo desde el punto de vista táctico. Bobadas. En Norteamérica, que es por cierto donde se inventó, se juega al baloncesto como se juega en Europa. Y creo que ninguno deberíamos llevarnos las manos a la cabeza si afirmo que la gran diferencia que existe entre la NBA y el resto de competiciones es que en la estadounidense milita un elevadísimo porcentaje de los mejores jugadores del planeta. ¿A nadie le parece extraño que se discuta la calidad de una competición en la que se concentra tal cantidad de estrellas por centímetro cuadrado?

En absoluto trato con estas reflexiones de echar paladas de tierra sobre el nivel de juego de la ACB o de la Euroliga. Todo lo contrario. Abogo por calibrar la calidad de cada competición en su justa medida. Pero el arranque de esta campaña, donde la normalidad ha quedado quebrada a causa del lockout, ha venido a mostrarnos hasta qué punto puede llegar a resultar competitiva una liga cuyos secundarios resultan capaces de marcar tantas diferencias en el que se supone el segundo torneo de mayor nivel. Los jugadores que han buscado acomodo en los grandes clubes europeos mientras se resuelve el cierre patronal están imponiendo su ley en la Euroliga. Así lo reflejan los números. De los doce primeros clasificados en el ranking de valoración del torneo, siete son jugadores que el pasado ejercicio vistieron la camiseta de alguna de las franquicias de la NBA. Los secundarios se han transformado en estrellas.

Andrei Kirilenko, que había perdido mucho peso en los Jazz, se ha transformado en apenas tres semanas en la principal figura del torneo. Ya venía de cuajar una excelente actuación en el Eurobasket con su selección. Tenía muchas ganas. El alero ruso lidera un CSKA que, con otro exNBA como Nenad Krstic y un roster escandaloso, se ha arrogado ya el derecho a ser considerado como el principal aspirante al título. Kirilenko, protagonista de una mediática presentación oficial a la que acudió pertrechado con un fúsil AK47 (el arma del que toma su mote), acumula unos registros de escándalo (14,3 puntos, 8,7 rebotes y 4,3 asistencias) y encabeza la nómina de valoración del torneo con un promedio de 28,67 por partido. Ya en la primera jornada, en la que fue galardonado con el MVP, evidenció lo que el paso de las semanas está ratificando: los jugadores provenientes de la competición estadounidense están capacitados para imponer su dominio. En su estreno en la Euroliga, ante el Zalgiris, el exjugador de Utah se destapó con una descollante actuación que se tradujo en 17 puntos, 15 rebotes y 5 asistencias. Los nominados como mejores jugadores de las dos siguientes jornadas, para seguir la tónica, han sido otros dos inmigrantes del lockout.

Invasión estadística

Nico Batum fue el mejor en la segunda semana de competición, mientras que la última jornada sirvió para que un base tremendamente cuestionado en Estados Unidos, pese a sus dos anillos de campeón, se reivindicara a ojos de toda Europa. El clínic de dirección de juego que Jordan Farmar ofreció a los bases del Real Madrid le ha valido para callar algunas bocas. Llegado al Maccabi el pasado verano, con cláusula de salida para retornar a los Nets en cuanto se reinicie la NBA, Farmar demostró ante el Madrid que estos jugadores no se limitan a hacer números. La mayoría ha sabido adaptarse al baloncesto europeo y se han hecho importantes dentro del colectivo. Ganan partidos, pero no los ganan solos. El caso de Batum puede resultar el más claro. El alero galo ha destapado el tarro de las esencias desde su llegada al Nancy. Encorsetado en el papel de alero defensivo, sin excesivas alegrías en unos Blazers con demasiadas bocas que alimentar de balón, está siendo de largo el jugador más beneficiado de esta anómala situación. Sólo superado en valoración por Kirilenko, sus números en este arranque de competición asustan. Acumula 20,3 puntos, 6,7 rebotes y 7,3 asistencias y ha exhibido un desparpajo que ya apuntó durante el pasado Eurobasket para resolver los encuentros, como sucedió en el que disputó frente al Bilbao Basket en la segunda jornada. El miércoles el tipo que obstruyó el paso de Rudy Fernández en Portland tendrá una nueva ocasión de mostrar su nueva versión de killer ante el Baskonia, uno de los pocos equipos en los que los productos del lockout (Seraphin y Reggie Williams) ostentan un menor protagonismo.

La presencia de este ramillete de jugadores en las estadísticas resulta tiránica y muy clarificadora. Y es que la lista no se reduce a Kirilenko (1º), Batum (2º) y Farmar (10º). Como he dicho antes, la clasificación de jugadores mejor valorados está copada por tipos que la pasada campaña militaron, la mayoría con escaso protagonismo, en alguno de los equipos de la NBA. Nikola Pekovic, de regreso al Partizan, ostenta la cuarta posición; el ternero Sean May, que el año pasado ya cruzó el charco para jugar en el Fenerbahce, es quinto; Ilyasova aparece como undécimo y Krstic, que no acabó de hacerse hueco en la rotación interior de los Celtics, duodécimo. Pero no se quedan ahí. Batum, que es segundo en valoración pero también en puntos anotados, lidera el ranking de asistencias del torneo por delante de directores de juego tan consolidados en esta competición como Huertas, Diamantidis, Prigioni o Linehan

Todavía hay más. May encabeza la nómina de reboteadores, en la que es segundo Kirilenko, a su vez el mejor taponador en estas tres primeras jornadas. Batum es asimismo el hombre que más faltas ha recibido, por delante de otros dos huérfanos del lockout como Pekovic y Danilo Gallinari, lógicamente los tres jugadores que más han anotado hasta la fecha desde la línea de tiros libres. El francés, omnipresente en casi todos los apartados estadísticos, lidera también la clasificación de minutos jugados. El segundo y tercer clasificados en este apartado puede que le suenen también a los habituales de la NBA: Tarence Kinsey (aunque éste ya aterrizó en Europa el pasado año) y Acie Law, excompañero de Reggie Williams en Golden State Warriors. Por liderar, los jugadores llegados del otro lado del Atlántico lideran hasta la clasificación de pérdidas por partido. Es también Nico Batum, insaciable y muy activo en los más de 39 minutos que permanece sobre el parqué, el que con 6,33 de media por cita ostenta este dudoso honor.

Cualquier vistazo a las clasificaciones estadísticas, reflejo en cifras de tantos aspectos del juego, revela el tremendo impacto que han tenido en la Euroliga. Pero la trascendencia de su presencia en algunos equipos trasciende lo numérico. El Caja Laboral cambia cuando Kevin Seraphin se encuentra sobre la cancha. Los 11,7 puntos y 6 rebotes de media del poste galo apenas dan a entender la relevancia en el juego de un proyecto de estrella de la NBA al que Ivanovic apenas concede 19 minutos por compromiso. Lo de Reggie Williams es otra historia. El técnico montenegrino apenas ha concedido protagonismo a un tipo llegado con la vitola de jugador determinante pero que tendrá tiempo, pues vino para quedarse todo el año, para demostrarlo. El equipo vitoriano sigue apoyándose en los clásicos, que se cuelan de rondón entre los NBA en la estadísticas, para seguir invicto al término de las tres primeras jornadas. Mirza Teletovic (21,6) lidera el ranking de anotadores, mientras que Pablo Prigioni (3) hace gala de su tradicional habilidad de ladrón para comandar el listado de robos de balón. El Real Madrid, por su parte, ha encontrado en Rudy Fernández y, sobre todo, en Serge Ibaka muchas cosas que echaba en falta. A pesar de que cayó derrotado en Tel Aviv, el conjunto que dirige Pablo Laso ha ganado en solidez e intensidad. La incorporación de ambos se ha notado para bien, como la de la gran mayoría de estos jugadores en el seno de una competición que ha ganado en atractivo para el gran público.

Los que hicieron sus deberes

A los Spanoulis, Diamantidis, Navarro, Papaloukas, McCalebb y compañía se les han unido otros iconos, pero el máximo responsable de la competición, su director ejecutivo Jordi Bertomeu, no se ha mostrado demasiado partidario del desembarco de estos jugadores. Si todo es tan bonito, ¿qué puede preocuparles a los dirigentes de la Euroliga? La respuesta, que algunos parecen querer esquivar, a mí se me antoja bastante lógica, y es otra pregunta. ¿Será capaz la competición de conservar a los aficionados que ahora atrae en sus primeros compases cuando arranque la NBA y muchas de estas figuras salten de nuevo el charco? Es ahí donde radican los miedos de los rectores de una competición que hasta cierto modo se va a ver adulterada este año. Algunos equipos que ahora subsisten gracias a algunos de estos rebotados del lockout van a perder gran parte de su potencial en una época del curso en la que hallar refuerzos de garantías resultará casi imposible. Y ahí el nivel del torneo se resentirá. En cualquier caso, más que pensar en el futuro, conviene gozar de la que está siendo probablemente la edición con más nivel de un torneo siempre apasionante. De todos modos, para acabar, daré un dato: Panathinaikos, actual campeón, y sus principales amenazas a priori, como parecen Barça, Montepaschi y CSKA, no andan preocupados en seguir la evolución de las conversaciones entre la patronal y los jugadores de la liga americana. Algunos han sabido hacer bien los deberes y serán amenazadores pase lo que pase con el lockout.

2/11/11

Las cruces de Ivanovic

La irregular trayectoria del Caja Laboral en su primer mes de competición ha abierto un debate sobre los métodos que utiliza el técnico montenegrino para gestionar su renovada plantilla


Hay muchas maneras de manejar grupos, tanto en el deporte como en cualquier otro ámbito laboral. Dusko Ivanovic tiene una, no me atrevo a decir si mejor o peor que otras, que estos últimos días se somete al examen del baskonismo. Del pesimismo estival tras la marcha de varias figuras y la tardanza en llegar los refuerzos se pasó a un estado de euforia controlada tras la puesta en escena oficial que ha durado poco. Demasiado poco. Las dos derrotas concatenadas en ACB y la manera en la que se produjo cada una de ellas, una desventaja de veinte puntos en la cancha de un rival en teoría inferior y la otra en Vitoria, han encendido las alarmas. No ha sido el hecho de perder dos partidos, que entra en los parámetros de la lógica, puede pasar, sino el retorno a unas sensaciones que la mayoría pensábamos que habían quedado atrás con el cambio y, más aún, la impresión de que ese ejército de soldados dispuestos con el que parecía contar Ivanovic para devolver la competitividad al equipo ha sufrido demasiadas bajas sin que apenas haya comenzado la guerra. En algunos casos puntuales, quizá los menos, se comienza a poner en tela de juicio la predisposición de determinadas piezas del plantel. Sin embargo, la corriente mayoritaria gira las miradas hacia el banquillo. Los métodos de Ivanovic han abierto un debate en la capital alavesa.

Es demasiado pronto aún para extraer conclusiones definitivas. Queda mucha mili todavía. Y sigo manteniendo que el Caja Laboral dispone de una plantilla muy interesante, un equipo al que se le puede sacar mucho jugo. Pero hay que saber sacárselo. La pregunta que se hacen muchos en Vitoria estos días resulta inquietante: ¿Será Ivanovic el hombre idóneo para extraérselo? No voy a arrojar una respuesta, porque no la tengo, pero sí una serie de aspectos que cada cual podrá interpretar a su gusto. Existen muchas evidencias, eso es cierto, que justifican la incertidumbre que se ha instalado en las gradas del Iradier Arena, feudo en el exilio, en torno a la capacidad del preparador montenegrino, experto en dinamitar pronósticos, para convertir este conglomerado de jugadores en un grupo ganador. Hasta hace no demasiado, no habría tenido ninguna duda al respecto. Sin embargo, el arranque del presente curso, unido a lo sucedido a lo largo de todo el pasado ejercicio, arrojan muchas sombras sobre lo que antes eran luces.

Mismo técnico, nueva plantilla

No me parece descabellado que se cuestione al técnico si nos atenemos a los movimientos que ha realizado el club vitoriano el pasado verano. Josean Querejeta tenía dos alternativas tras el decepcionante rendimiento del equipo, que defendía título: podía cambiar de técnico, sin demasiado trauma porque a Ivanovic se le agotaba el contrato en vigor, o buscar una composición de plantilla que se ajustara más a los métodos del montenegrino. El máximo mandatario del Baskonia renovó su confianza en el entrenador más galardonado de la historia del club. Se desprendió de varios de los iconos del plantel que había firmado un rendimiento tan defectuoso y saneó el vestuario. A pesar de la inquietud que invadió a la afición en primera instancia, los dos amistosos previos al arranque oficial de la temporada y la imagen ofrecida por el equipo en la Supercopa devolvieron una ilusión que, una vez más, se ha visto empañada por dos derrotas que refrescan en demasía los episodios más desagradables del pasado ejercicio.

Ivanovic no puede cargar con toda la culpa. Es cierto que el equipo no carbura. Y hay piezas que están ofreciendo un nivel muy por debajo de lo que se espera, como el propio entrenador reconoció al término del encuentro contra el Valencia y como quedó demostrado, pese al triunfo, en Valladolid. La vieja guardia, encarnada en la muñeca letal de Mirza Teletovic, ha sacado las castañas del fuego en este arranque de temporada. Sólo han transcurrido cinco semanas y la situación puede dar muchas vueltas. Seguramente las dará. Sin embargo, las peculiares maneras del preparador balcánico para gestionar el grupo, ese sistema mediante el que premia y castiga a sus discípulos, ha entrado en una dinámica peliaguda que para muchos puede llegar a suponer la pérdida definitiva para la causa de algunos jugadores que a priori se antojaban muy interesantes para este proyecto.

Obligado a crear un nuevo bloque competitivo

Cuando asistimos a la puesta en escena de este renovadísimo Caja Laboral me generó un controlado grado de ilusión la tremenda versatilidad y dureza de una plantilla que en nada se asemeja a la del pasado curso. El Baskonia ha perdido nombres (Barac, Huertas, Logan, Batista…) pero ha ganado hombres, soldados, jugadores que pueden combinarse para configurar un bloque muy competitivo, capaz de plantar cara a cualquier rival. El combinado azulgrana es fuerte como grupo, como colectivo, pero muy débil si sus piezas se sueltan del ensamblaje. La labor de Ivanovic, un tipo peculiar, duro, exigente, debería consistir este año más que ningún otro si cabe en consolidar el grupo, en gobernar el colectivo y hacer de estos soldados un batallón compacto. Desde fuera, con toda la prudencia que aconseja hablar al otro lado de las paredes que cierran los vestuarios, da la impresión de que el técnico está confundiendo los métodos.

A lo largo de sus dos etapas en Vitoria, más de ocho años, son legión los jugadores que en mayor o menor medida han criticado la dureza del entrenador nacido en Bijelo Polje. Nada nuevo bajo el sol. Por un lado está eso, su espartana y en ocasiones desmesurada exigencia a la hora de trabajar de puertas para adentro. Por el otro, que es donde este año se están despertando las dudas sobre su trabajo, está esa impunidad con la que decide conceder bulas y repartir castigos, condenas, a determinados componentes de sus plantillas. Ya digo que desde fuera, en un régimen de entrenamientos a puerta cerrada, resulta muy complicado saber hasta qué punto cada jugador merecerá más o menos confianza por parte de su entrenador. Lo que sí se puede es valorar hasta qué punto sus decisiones unilaterales y muchas veces inamovibles pueden llegar a afectar al rendimiento global del equipo.

Josu Larreategi, que ejerció como asistente de Dusko en Vitoria y conoce muy bien sus métodos intestinos de trabajo, desveló el otro día en una de sus columnas en Diario de Noticias de Álava algo que más o menos todos damos por hecho. “Cuando Dusko pone una cruz a un jugador es muy difícil que cambie de opinión sobre él”, aseguraba el entrenador guipuzcoano. Se refería en este caso a Kevin Seraphin, el temporero llegado para cubrir la vacante de Maciej Lampe durante el lockout. El pívot galo, que no estará cuando se decidan los títulos, en el momento de la verdad, se ha convertido en el principal pagano de este peculiar y habitual método de funcionamiento, más allá de los intereses del equipo, y su caso ha sido en gran parte el que ha sembrado de dudas las gradas del coso baskonista.

Si los resultados hubieran sonreído en cada compromiso al Baskonia, o por lo menos la imagen ofrecida por el conjunto azulgrana hubiese sido otra, seguramente se habría hablado menos sobre este asunto. Pero las cosas han sido como han sido. Y el debate está en la calle. El caso del poste galo no es único, pero sí ha resultado el más llamativo. En el duelo de Euroliga frente al Cantú, sin ir más lejos, algunos quedamos asombrados de la ración de banquillo que se tragó pese a haber ofrecido un excelente rendimiento durante su estancia sobre el parqué. A pesar de la lesión de Dorsey y de la ausencia de Williams, que desplazó por fin a Nemanja Bjelica a su puesto natural de tres, Ivanovic se empeñó en reducir a 17 minutos la presencia de Seraphin en cancha. El jugador de los Wizards aprovechó su tiempo: 10 puntos, 7 rebotes y 3 tapones lo convirtieron en uno de los mejor valorados del partido. En el choque frente al Valladolid la historia se reprodujo, si bien en esta ocasión las faltas que cometió el pívot tuvieron mucho que ver. Lo que está claro es que cuando está sobre el parqué, el Baskonia gana muchos enteros.

Jugar con una pierna

El dolor en el pie que el jugador dijo sentir en el segundo compromiso liguero, disputado en La Roca, parece el germen del divorcio entre el técnico y el que hoy por hoy parece el único argumento solvente para hacer frente a los interiores de los grandes equipos continentales. “Cuando uno quiere de verdad jugar, juega aunque le falte una pierna”, dijo Ivanovic a la conclusión de aquel encuentro. Seraphin se había ganado una cruz. Me gustaría pensar que Dusko emplea al francés, que en realidad es un jugador cuyo verdadero potencial competitivo lo disfrutarán cerca de la Casa Blanca y el Pentágono, como cabeza de turco para ilustrar al resto, para inculcar ese espíritu de sacrificio que tanto aprecia en sus jugadores. Pero me da la impresión de que en algunos puntos el preparador montenegrino está pasado de vueltas, va por delante de su personaje. Y eso puede llegar a ser peligroso si algunos de esos jugadores a los que ha concedido sus cruces, más o menos pesadas, acaban borrándose del mapa.

El pasado año sucedió con David Logan. Desde el primer momento se vio que no encajarían. Y no encajaron. Me empieza a generar cierta preocupación la reticencia del técnico a conceder mayor protagonismo a un jugador como Reggie Williams, llegado en principio para convertirse en la estrella y principal anotador del equipo. Sus perfiles chocan. Habrá que ver cuál de los dos -si alguno lo hace- es capaz de cambiar para adaptarse al otro. Sería beneficioso para el colectivo. Ya digo que este equipo, si por algo pudo generar ilusión, es sobre todo por su versatilidad.

Está muy extendida la impresión de que Ivanovic prefiere manejar grupos reducidos, plantillas de ocho o nueve jugadores, antes que un grupo de once hombres de nivel como los que tiene este año. Quiero creer que no. Nadie puede dudar de que todo lo que hace, incluidas esas condenas temporales, va encaminado a lograr el crecimiento del equipo y de cada uno de sus jugadores. Pero asistimos a un momento culminante de la temporada por cuanto se están distribuyendo los roles y la confianza con la que algunas piezas del plantel afrontarán el resto del curso. Ivanovic, eso también es verdad, tiene problemas para medir las diferentes sensibilidades de sus pupilos. Los hay con una mayor fortaleza mental, que reaccionan mejor a esos estímulos, y los hay más débiles e incluso displicentes, que aprovechan este tipo de situaciones para borrarse. Sólo espero que Larreategi, que lo conoce bien, se haya perdido la evolución del preparador montenegrino y que las cruces de Dusko tengan ahora fecha de caducidad.