31/5/11

La redención de los señalados

Lebron, Wade y Bosh, odiados y envidiados, pueden cerrar muchas bocas / 'Robin Hood' y sus Mavericks aspiran a saldar una vieja deuda con la historia

Hace un año Lebron James tomó una ruta que iba a suponer un cambio radical de rumbo para su popularidad. El Elegido, en una decisión que algunos no entendieron pero que casi todo el mundo esperaba, optó por abandonar el equipo en el que había militado desde que comenzó su carrera, los Cleveland Cavaliers, para buscar un proyecto más ambicioso en alguna franquicia en la que por coordenadas contractuales pudiera reunirse con una o dos superestrellas más de la NBA con las que buscar de la mano el anillo que tanto ansía. El fichaje por los Heat no se resolvió de la noche a la mañana, sino que se dedicó a deshojar la margarita y dejarse querer por unos y otros durante semanas. Al final, además, lo anunció por televisión, en un programa en directo creado ad hoc en la ESPN que se bautizó como The decision. Tuvo una audiencia bestial y ofreció pingües beneficios a todos los implicados. Pero dejó herida de muerte la imagen pública del jugador.

La escena se desarrolla en Nueva York, finales de septiembre, a pocas semanas para el arranque de la temporada en la NBA. Se celebra la fiesta de San Gennaro en las calles de Little Italy, un dulce barrio fagocitado por la voracidad de sus vecinos chinos y su legión de negocios todos iguales. Cae una tormenta de agua como no he visto una igual, con granizo y rayos que dejó hasta muertos en Queens, y nos cobijamos en un soportal. Un adolescente rubito se guarece también de la lluvia, Lleva una camiseta dorada de los Cavaliers con el número 23. Le pregunto por ella, por si le gusta Lebron. "Lebron sucks" ("Lebron apesta"), espetó, sin acritud, el chico moreno con la cara trufada de espinillas que le acompañaba. "Antes sí me gustaba pero ahora, después de lo que ha hecho..., no tanto", me responde el rubio. Se estaba cocinando un clima de repulsa hacia el que hasta entonces parecía la gran esperanza de la afición americana para cubrir el insondable hueco que dejó tras su retirada el eterno Michael Jordan. No fue la única muestra de repulsa hacia el camino escogido por King James con la que me topé aquellos ocho días que pasé en la Gran Manzana.

A James se le castiga por su incapacidad para ser lo que dijeron que iba a ser, porque no lo es. Algunos lo repudian por haber abandonado al equipo de su tierra, Ohiao, por haber tirado la toalla con sólo unas Finales en el zurrón a pesar de que la franquicia hizo esfuerzos por tratar de conseguirle secundarios que lo ayudaran a conquistar el título. Son muchos, y ésta es una sensación que ha cruzado fronteras y océanos, los que lo acusan de haber tomado el camino fácil. Su reunión con Dwyane Wade y Chris Bosh, amigos y compañeros de promoción, ha abierto un debate sobre las normativas que velan por la equitativa distribución de estrellas entre los equipos. A David Stern le han fallado, y esta vez de manera además estrepitosa, el mecanismo del draft, el tope salarial... Los Heat, los Beach Boys, los Heatles -porque de nombres han andado sobrados todo el año- han pasado a ser un equipo señalado, odiado por muchos. James, de hecho, se convirtió a los pocos días de su teatral aparición televisiva en el sexto deportista profesional estadounidense más odiado, según una encuenta de la compañía Q Scores Company.

Se les acusaba de producto, de equipo poco fiable, se cuestionó la capacidad de las tres figuras para compartir minutos y balones, incluso Magic tildó al Elegido de "cobarde" por buscar cobijo en otras estrellas en su carrera hacia el anillo, pero a la hora de la verdad han respondido. Se han metido en las Finales, en las que se verán las caras con Dallas. Cuando se separa el polvo de la paja se han mostrado, de largo, como el plantel más solvente del Este. Despacharon sin agobios  a los 76ers en una eliminatoria muy física, evidenciaron que a los Celtics comienzan a faltarles piernas para citas de determinada exigencia y han acabado con los Bulls del MVP Rose tras una serie apasionante, en la que se ha jugado un baloncesto de tremendo nivel y con muchos finales apretados, de esos en los que los grandes jugadores se alzan sobre los buenos jugadores. Los Heat se han conjurado para ganar un anillo porque se saben observados, criticados, censurados. Y parten, por plantilla, como favoritos.

Con un banquillo reforzado con la resurrección de Mike Miller, el retorno del lesionado Udonis Haslem y los minutos de calidad que aporta Chalmers en la dirección de juego, el Big Three alcanza la cita en un estado óptimo para que la del 2011 sea, por fin, la final que encumbra definitivamente a un King James que todavía no ha reinado y ya va a cumplir los 27. El problema para The chosen one es que en el bando contrario también milita un eterno aspirante al anillo que lleva más años a la cola.

Las Finales medirán la rabia de los Heat, su necesidad de sacudirse las críticas y cerrar muchas bocas, y el deseo de un equipo plagado de veteranos, muchos de ellos quizá demasiado como para soñar con volver a estar ahí. Los Mavericks disponen de una última bala en el cargador. Y en base a un eficiente juego colectivo, marcadamente coral, con gran aportación de jugadores de banquillo que han supuesto el salto de calidad, pretende agotar su postrero proyectil. Dos estilos chocarán de manera frontal en la eliminatoria que arranca este martes en el American Airline Center de Miami. Aunque pocos habrían apostado por este duelo cuando arrancaron los play off, ambos se han ganado el billete por méritos propios. Se han confirmado como los dos mejores equipos de la fase decisiva de la competición.

Kidd y la batalla en la pintura

Dallas debería tener sus opciones en este duelo, y las tendrá. Sus dos principales figuras, dos viejos rockeros de la NBA, sostendrán al equipo. Jason Kidd apura sus últimos años en la liga con la misma brillantez e influencia en el juego que ha mostrado desde su debut. Accedió a sus primeras Finales cuando Lebron aún jugaba en el instituto, en 2002, y un año después, casi al mismo tiempo que el draft en el que los iconos de los Heat fueron seleccionados, volvió a jugarlas. En ambos casos se ahogó en la orilla. Los New Jersey Nets a los que capitaneaba entonces cayeron derrotados ante los Lakers (4-0) y los Spurs (4-2). El director de juego, que regresó hace tres años al equipo en el que empezó, quiere sacarse la espina en la que puede ser su última oportunidad.

Kidd deberá imponer el ritmo del juego para que los Mavericks ganen opciones. Si los texanos, que también saben correr, reducen las transiciones rápidas del rival equilibrarán las fuerzas. A priori, el equipo texano parte con desventaja en los duelos de perímetro. Stevenson y Stojakovic sufrirán para defender a Wade. Incluso Terry, más rápido, puede sufrir en el uno contra uno ante Flash. Los exteriores de Dallas, en cualquier caso, han exhibido un acierto terrorífico en el lanzamiento de larga distancia. Además, el panorama cambia en la pintura. Tyson Chandler llega a la final como un toro. Los interiores de Miami, salvo el veterano Ilgauskas cortos de talla, pueden sufrir en el rebote. Y luego está el otro problema, la presencia del un jugador que ha destapado el tarro de las esencias en la final del Oeste. Dirk Nowitzki ha mostrado su mejor versión ante los inexpertos Thunder. Y parece la gran amenaza de los Mavs.

¿Quién se encargará de la defensa de Robin Hood? Desde luego, Spoelstra tendrá que alternar defensores y programar ayudas, porque la opción de Chris Bosh se antoja como una broma. El germano le ha hecho la pascua a todos sus pares durante los play off. Serge Ibaka, Lamarcus Aldrigde o el alicaído Pau Gasol han salido retratados en sus duelos personales. Sus exhibiciones en los últimos partidos han avivado la llama de la esperanza en el seno de la afición texana. Rick Carlisle dispone de uno de los planteles más compensados de la liga, muy equilibrado en cuanto a músculo, talento y conocimiento del juego. Además la historia le debe una a la franquicia de Mark Cuban. El azar le debe una segunda oportunidad a su estrella.

El destino se despachó con crueldad con Nowitzki cuando tenía todo de cara para asaltar el título. La estrella de los Mavs sólo ha jugado una vez las Finales, y fue también ante los Heat. Sucedió en 2006, la temporada en la que Shaquille aterrizó en Florida y dejó en evidencia a Kobe. El alemán, en plena madurez, marcaba diferencias por aquel entonces en la competición. Tanto es así, que la siguiente temporada recibió el reconocimiento como mejor jugador de la fase regular. Aquel verano de 2007 las apuestas apuntaban al combinado texano como posible campeón. Pero el futuro le tenía reservado un severo mazazo al jugador alemán. Los Golden State Warriors de Don Nelson, con Stephen Jackson, Monta Ellis y Sarunas Jasikevicius en sus filas, se cargó al mejor equipo de la NBA en la primera ronda de play off. El octavo clasificado dejaba en la cuneta al primer cabeza de serie. Fue un mazazo muy duro para Nowitzki, que jamás se volvió a ver ante una de esas. Hasta ahora. La vida, y no lo hace siempre, les ha deparado una segunda oportunidad, seguramente la última. Robin Hood, como Kidd, tiene ante sí una revancha con la historia.

30/5/11

Ni muchos, ni machos


La frase se la escuché por primera vez a un amigo mexicano, hace algunos años en el festival de Benicassim. "No somos muchos pero somos machos", me dijo, entre risas, mientras hablábamos del que por entonces era entrenador de Osasuna, Javier Aguirre, y de su filosofía futbolística, que en Pamplona se resumía en un estilo de juego basado en la testosterona. Mientras presenciaba el segundo partido de la semifinal de la ACB entre el Barça y el Baskonia volvió a mi cabeza. El equipo catalán ha pasado por encima del Caja Laboral y se ha anotado un punto que puede resultar definitivo para la eliminatoria. Por mucho que la serie regrese a partir del miércoles a Vitoria, escenario donde se materializan todos los milagros baskonistas, la suerte parece echada. Porque en este Baskonia, ni parecen ser muchos machos, ni da la impresión de que sean excesivamente machos los que son. El desfallecimiento anímico que ha escenificado el equipo de Dusko Ivanovic en el segundo duelo despedía un premonitorio olor a fiambre.

Se podrían hacer lecturas mucho menos fúnebres acerca del futuro del Baskonia en esta serie, pero la lógica impone su peso. O mucho cambian las cosas, o estos dos equipos no volverán a verse las caras en el Palau esta temporada. El equipo vitoriano ha contraído méritos en estos dos últimos partidos como enterrar las toneladas de bienintencionada esperanza que arrastraba su afición tras la milagrosa experiencia del pasado año. Y lo peor no son las certezas que arrojan las estadísticas, fiel reflejo de la diferencia que existió sobre la cancha entre los dos equipos, sino los interrogantes que abre el agarrotamiento espiritual con el que los pupilos del montenegrino se dejaron atropellar. Un equipo que se muestra endeble en la pelea por el rebote, defiende poco, pierde excesivos balones y fía el éxito de sus ofensivas a la inspiración de sus sobresalientes figuras debe desenvolverse con mucha más avidez de la que está mostrando estos días el Baskonia si quiere conservar alguna opción de éxito.

El equipo gasteiztarra quedó completamente noqueado tras el primer asalto de la serie. En el segundo se tambaleaba por la cancha, pululaba con más miedos que presas sobre el parqué. Más allá de que, una vez más, no fueran muchos, tampoco fueron machos. Lo que está sucediendo, no obstante, es lo que habría pasado en la pasada final de no haber mediado el increíble parcial de cero a doce con el que se inauguró aquella eliminatoria y que sembró de miedos el alma de Xavi Pascual. Estamos asistiendo a una consecuencia lógica de los diferentes potenciales de las dos plantillas. El Barça es hoy por hoy un equipo muy por encima del resto de aspirantes al título de la ACB. Y el año pasado también lo era. Pero la inyección de confianza que recibió el conjunto baskonista tras robar la primera victoria en el Palau y el carro de dudas que invadieron el vestuario culé permitieron obrar el milagro que se tradujo en el tercer título ACB del hoy Caja Laboral.

En esta serie los vectores anímicos han virado de rumbo. El Barça marcó territorio desde el primer choque y en el segundo todas las dudas vestían de blanco. Mientras en el Baskonia un puñado de valientes trataba de mantener con vida el partido, en el Barcelona acabaron anotando los doce jugadores de la plantilla. El equipo de Xavi Pascual, que firmó uno de los mejores partidos de la temporada, exhibió su fondo de armario, el recurso que lo convierte en la mejor plantilla del continente mientras el rival constataba que algunos de sus hombres han menguado hasta desaparecer. Y con apenas cuatro soldados, que no son muchos y ya hemos quedado antes que tampoco machos, resulta imposible derrotar al ejército más poderoso de la ACB.

Sólo Barac, San Emeterio y un Marcelinho incomodísimo con la presencia de Sada dieron la cara en el intercambio de golpes de talento. El resto ofreció una imagen muy pobre de lo que es el vestuario del combinado vasco. A los 37 puntos aportados por los suplentes del Barça, los del Baskonia respondieron con sólo siete: dos de un decepcionante Batista, una canasta del amnistiado Logan y un triple de Pau Ribas, un jugador que inexplicablemente ha pasado de jugar veinticuatro minutos en el primer partido a hacerlo seis en el segundo. Lo del pívot charrúa comienza a resultar preocupante. Llegado con la vitola de gran refuerzo, con la creencia de que iba a aportar una mayor solidez al juego interior -algunos consideraban que incluso iba a discutirle el rol de center titular a Barac-, los compromisos que esta temporada han mantenido estos dos equipos lo han retratado como un jugador menor. Ivanovic le concedió catorce minutos y los cerró, con más pena que gloria, dos puntos y cero rebotes. Escaso bagaje para un jugador que debe ayudar a que el equipo tenga cierta impresión cuando el gigante croata busque oxígeno en el banco.

El Barça tiene todo de cara para rematar por la vía rápida al equipo azulgrana. El miércoles sí que sólo una mutación radical, sobre todo en espíritu, puede salvar al Baskonia de que le devuelvan la afrenta de hace doce meses. En el segundo partido de la serie el conjunto vitoriano volvió a exhibir, corregidas y aumentadas, todas las taras que han lastrado su rendimiento el presente curso. La falta de fluidez ofensiva y la escasa, por no decir nula, eficacia defensiva han dejado el pase a la final servido en bandeja de plata. A Ivanovic el tiempo se le ha echado encima. Llegó a los play off con una versión beta del colectivo y no ha sido posible rematar la definitiva antes de que se presentara una cita de esta exigencia.

Pese a todo, el técnico montenegrino se mostró torero en la sala de prensa del Palau. "Nos veremos de nuevo aquí en el quinto", se despidió de los periodistas catalanes. No creo que se lo crea, pero jugó la última baza que le queda: tratar de hacer ver a sus jugadores que en el Buesa todo será diferente, que el ambiente jugará a su favor y que ganando el tercero le pueden volver a meter el miedo en el cuerpo al Barça. Y es posible que exista alguna posibilidad para que se escenifique una remontada que en la historia de la ACB sólo se ha dado una vez (el Unicaja le remontó un 0-2 al Etosa en 2005). Pero para eso, para ganarle a este Barça, hay que ser muchos, a ser posible todos, y además muy machos. Y estudiando otros factores del juego es posible que ni con eso baste.

29/5/11

Ahora o nunca


El martes arrancan las Finales de la NBA. Dallas Mavericks y Miami Heat emprenden una pelea por el anillo que pocos habrían vaticinado hace apenas unas semanas. Será un duelo marcado por la necesidad que acompaña a varias de las estrellas que se darán cita sobre el parqué del American Airlines Arena, donde comienza la eliminatoria. Lebron, el elegido, enfrentará su ansiedad con la de dos grandes jugadores que se saben ante su última oportunidad. Dirk Nowitzki, al que muchos concedieron una etiqueta de eterno perdedor, y Jason Kidd, que jugó dos finales a comienzos de la pasada década (2002 y 2003), son conscientes de que esto es un ahora o nunca.

Estoy ultimando un análisis más extenso de lo que será esta serie, el remate a unos espectaculares playoffs en los que, más allá de pronósticos y sorpresas, sólo han quedado vivos los dos mejores equipos. Así de simple. Ahora, ambos se ven las caras y sólo podrá quedar uno. Como aperitivo, os dejo este vídeo promocional de las Finales. Como siempre, espectaculares las promos de la NBA. Saben cómo vender el producto.

28/5/11

Un golpe de realidad


La derrota del Baskonia en el primer round de la semifinal saca a relucir los vicios de un equipo que llega justo de gasolina a una serie de gran exigencia


Poco hay que devanarse los sesos para analizar el sopapo que ha supuesto para el Baskonia el primer partido de las semifinales de la ACB. Basta con echar un ojo a todo lo que se ha publicado en periódicos y repetido en tertulias radiofónicas y televisivas durante los meses precedentes para desgranar los motivos que condujeron al equipo vitoriano a la derrota en un partido del que se despidió arrojando cierta sensación de impotencia. Un pésimo augurio para los próximos asaltos en una eliminatoria que se reanuda el mediodía del domingo.

El Barça fue muy superior al conjunto baskonista en prácticamente todas las facetas del juego, sobre todo a partir de un tercer cuarto en el que volvió a registrar un parcial desolador (32-20). Se ha convertido en un clásico de este dubitativo Caja Laboral. Sus desvanecimientos tras el descanso han llegado a analizarse desde un perspectiva paranormal, pero existen factores mucho más terrenales para entenderlo. El Baskonia ha llegado a la fase decisiva de la temporada muy justo de gasolina. Con muchas piezas todavía descolocadas y unos pocos asumiendo muchos más minutos de lo aconsejable, el equipo de Ivanovic se desangra y refleja una falta de tensión alarmante. Cuando se enfrenta a rivales de menor entidad, como el caso del Gran Canaria, el talento oculta las carencias. Pero ante la omnipotente máquina de baloncesto blaugrana, acaba por descomponerse sin remisión.

Ivanovic no puede reconocerse en un equipo que sobrevive de los ramalazos de clase de sus principales estiletes. Si sus opciones de éxito pasaban por su capacidad para resucitar los fantasmas de la final del pasado año y ganar la batalla anímica al conjunto catalán, ayer dio un importante paso atrás en su afán por escapar de Barcelona con una victoria. Bien es cierto que todavía queda una segunda entrega en el Palau antes de que la serie se desplace a Vitoria, pero resulta evidente que el preparador montenegrino debe reajustar demasiados parámetros en un tiempo que se antoja insuficiente. Porque el Baskonia puede perder contra el Barça, por supuesto. Es algo que entra dentro de la lógica. Pero no puede admitirse que en un duelo en el que se va a jugar la nota de todo un curso el rival lo atropelle por intensidad, hambre y actitud.

La pasión con la que el Barça buscó dar la primera puñalada de su particular venganza quedó reflejada en la estadística de rebotes. Una vez más, el Baskonia exhibió su endeblez en un aspecto que concede excesivas segundas oportunidades de tiro al rival. El Barça cerró el choque con casi el doble de capturas (38-21) que el combinado gasteiztarra. Perovic, Ndong, Anderson y, sobre todo, Lorbek encontraron demasiadas facilidades para hacerse con rebotes ofensivos (los catalanes amarraron una docena). Aunque, en general, esta falta de energía se percibió en todas las operaciones defensivas. Demasiadas concesiones ante un rival que además supo hallar alternativas a Navarro, bien sujeto hasta el tramo final por Oleson y Ribas, para seguir produciendo en ataque. Los desajustes que provocaron las ayudas para desactivar a La Bomba concedieron muchas situaciones cómodas de tiro a Lorbek o Morris, dos interiores que abiertos pueden resultar letales. En cualquier caso, la verdadera sangría se produjo bajo los aros, donde un Ndong en estado de gracia sembró aún más dudas sobre la talla (en todos los sentidos) de Esteban Batista en los compromisos ante las mejores baterías de jugadores interiores del continente.

El Baskonia se mantuvo con vida mientras aguantó la gasolina y tuvo la suficiente clarividencia para buscar posiciones cómodas de lanzamiento. Como viene siendo habitual, cuando entran los tiros, los pupilos de Ivanovic pueden freír a cualquiera. Cuando fallan las fuerzas y pesan más las piernas y el balón, bajan las prestaciones del equipo. He ahí las carajas. Por supuesto, Ivanovic debe asumir su cuota de responsabilidad. Fiel a su códice de principios, abusa de algunos jugadores. San Emeterio, Teletovic y Huertas, como vaticiné en el anterior post, estuvieron más de media hora sobre el parqué. Y acabaron pagando el esfuerzo. El base paulista volvió a sacar los colores a Ricky. Pero Xavi Pascual, que traía la lección bien aprendida, tiró de recursos. Víctor Sada, que fue titular, se empleó en la tarea de asfixiar al director de juego brasileño, el tipo que decantó el título el pasado año. Lo logró a medias. Marcelinho anotó más de lo habitual, pero asistió menos. El Barça redujo las vías de conexión y la suerte del Caja Laboral quedó supeditada al talento individual.

Teletovic sostuvo al equipo en la primera mitad del choque. Barac, pese a su ternura defensiva, exhibió su capacidad para marcar diferencias en ataque. Mientras que Oleson y Ribas, perfectos en su papel de especialistas defensivos pero haciendo daño desde el exterior, mantuvieron el tipo. Pero la aportación del resto resultó neutra, en el mejor de los casos, y negativa, en el peor. El preparador montenegrino concedió otra oportunidad a Logan, que por supuesto no aprovechó. Su presencia en cancha coincidió con una clara reacción blaugrana. Al margen de la ansiedad que despiden sus acciones -las ganas propias de alguien que necesita reivindicarse-, su apatía defensiva invita a considerar que su participación en lo que queda de eliminatoria será poco menos que presencial. Sí se echó algo de menos a Vladimir Dragicevic. Ivanovic apenas concede bola a su compatriota, un jugador rocoso que puede aportar la intensidad que tanto se echa en falta tanto para defender como para aplicar un torniquete a la sangría del rebote. Con él en cancha, el Baskonia pierde calidad en ataque, pero gana en otros factores, que también son baloncesto.

En estas circunstancias, tras una primera parte muy igualada, en la que el Baskonia gozó de algunas ventajas esperanzadoras, el conjunto de Xavi Pascual aplicó el rodillo sin piedad en la segunda mitad. Al igual que en el partido de la fase regular disputado en el Palau, el resultado que reflejó el electrónico tras el bocinazo final puede considerarse incluso exagerado, pero la tropa de Pascual se manejó con la conciencia de que cuanto más duro resultara el primer golpe, más le costaría el oponente levantarse de la lona para contestarlo. Ivanovic tiene una ardua labor y poco tiempo por delante.

En el arranque de la otra semifinal no hubo sorpresas. El Madrid, intratable en la Caja Mágica, impuso sus galones para apuntarse el primer punto de la serie ante un Bilbao Basket ilusionado pero sobrepasado por el tremendo arsenal del equipo. O mucho me equivoco o el equipo blanco, cuya principal amenaza es su propia inestabilidad interna, va a llegar descansado a la final.

27/5/11

Corazón contra la lógica


Mientras trataba de ordenar las ideas para enumerar los aspectos tácticos y técnicos que pueden definir la semifinal del play off de la ACB que van a disputar Regal Barcelona y Caja Laboral Baskonia he recordado esa máxima que reza algo así como que el deporte, muchas veces, se resume en estados de ánimo. Más allá de estadísticas, rendimiento y potencial de los equipos, la eliminatoria entre los protagonistas de las tres últimas finales del torneo, los planteles que se ha repartido los últimos nueve títulos nacionales, se resolverá en gran medida en función de la capacidad de unos y otros para gestionar sus miedos y ansiedades. Los jugadores de ambos equipos, enemigos habituales, convivirán sobre todo en el arranque de la serie con el bagaje anímico que han arrastrado hasta el presente punto de la temporada.

El Barça, obligado a justificar con el trofeo de campeón esa pesada losa en la que se ha convertido su cartel de mejor plantilla del continente, convive en las horas previas a la semifinal con el recuerdo de lo que sucedió hace poco menos de un año. La resolución de la final del pasado curso, con el inolvidable coast to coast de Fernando San Emeterio, se mantiene al acecho como el espíritu de una pesadilla difícil de digerir para un equipo que, además, inicia la eliminatoria otra vez como claro favorito. El Baskonia, que trata de cobijarse bajo la piel de cordero que tan cómodamente se ajusta, también asume el duelo con ciertas urgencias. El equipo vitoriano ha firmado una de las temporadas más decepcionantes de los últimos años. Pero aun así, le corroe la misma necesidad que a su rival. Por mucho que se guste en su papel de víctima propiciatoria, en el Buesa Arena se han habituado a alimentar sus vitrinas cada ejercicio. Desde 2005, de hecho, el club que preside Josean Querejeta no ha firmado una sola temporada en blanco.

Será, por tanto, un duelo en el que este tipo de aspectos tendrá un peso determinante. Y los entrenadores, testigos de lo que sucedió el pasado junio, responsables directos del camino que han seguido ambas escuadras hasta alcanzar este punto, se muestran plenamente conscientes. Dusko Ivanovic, el maestro, y Xavi Pascual, discípulo aventajado, vuelven a verse las caras en un enfrentamiento que quedará eternamente teñido de ansias de reivindicación tras el deshonroso desenlace de la aventura que emprendió en la Ciudad Condal el montenegrino, ídolo y comandante en jefe del baskonismo. Con las piezas sobre el tablero, antes de iniciar la partida, el Barça se antoja tremendamente superior. Pero también lo era el pasado año, en la final, y cuestiones intangibles, propias de la genética de los técnicos, acabaron por revelarse definitivas.

La eliminatoria que supuso el tercer título liguero del Baskonia se resolvió con una canasta y adicional rebosantes de fe de San Emeterio, sí, pero se empezó a ganar en el Palau, donde vuelve a iniciarse el enfrentamiento, con la lección de carácter que el Baskonia le ofreció a su adversario, que por aquel entonces los sabios calificaban de intocable. Ese parcial de cero a doce con el que arrancó la final cortocircuitó los matemáticos planteamientos de Pascual. La máquina comenzó a arrojar mensajes de error, el técnico perdió la calma, varió la rotación con la que había triturado a todos sus rivales durante los meses previos y alimentó la confianza de un equipo que, como sucede de nuevo este año, también anda sobrado de jugadores decisivos. Ese fue el gran error del Barça, al que apenas tres equipos (por la mínima y en duelos que resultaron intrascedentes) habían vencido hasta entonces. A partir de esa imagen, de ver al todopoderoso androide de Chichi Creus con la rodilla apoyada en el suelo, los pupilos de Dusko Ivanovic, con los ojos inyectados en sangre, pasaron por encima del rival. La pasión se impuso a la lógica; la razón cedió ante la víscera.

Creo que de la capacidad de Ivanovic para volver a activar todos los mecanismos intestinos de sus hombres dependen las escasas posibilidades con las que el Caja Laboral afronta esta serie. Un equipo irregular, poco fiable y en plena fase de construcción cuando el calendario impone que esté completamente rematado sólo puede dinamitar los pronósticos con un ejercicio de fe como el que definió la identidad del actual campeón liguero. El técnico montenegrino, que ha rebajado la sequedad de su discurso este año -algunos piensan que se edulcora con la edad-, ha recuperado su fiel códice de principios la víspera del primer partido. Y ha enviado un mensaje bidireccional que tiene una lectura muy clara, tanto para sus discípulos como para los jugadores del equipo culé: "Muchos dicen que el Barça es el mejor equipo de Europa, pero no ha ganado la Euroliga. Es un rival batible", ha manifestado. Un tipo que incluso cuando va a enfrentarse a rivales en teoría menores, como el Menorca o el Granada, enumera las virtudes del adversario y advierte del peligro que entrañan los partidos ayer se quitó la careta y mandó un aviso para navegantes. La conclusión a este comportamiento de Ivanovic me parece evidente: mientras que en los encuentros de apariencia intrascendente de la fase regular intenta activar a sus jugadores ante los excesos de confianza, antes de afrontar lo que muchos advierten como una misión imposible intenta devolver la autoestima a su dubitativo vestuario y, de paso, alimentar los miedos del oponente.

Pueden debatirse, y criticarse, muchos de los recursos del técnico del Caja Laboral, pero si algo ha evidenciado a lo largo de sus dos etapas en Vitoria es una tremenda capacidad para preparar a su equipo para encarar los torneos concentrados, como la Copa o la Supercopa, o las eliminatorias. La prueba más reciente se encuentra en los pasados play off, donde al margen del Barça también tumbó en su camino hacia el título a un Real Madrid que, por plantilla, parecía muy superior. El montenegrino encaja como nadie en un club que ha hecho bandera del carácter irreductible de sus plantillas, por mucho que pasen los años y cambie la identidad de sus jugadores. Aunque este año, por mucho que duela, el Baskonia se ha encontrado huérfano de un referente, del faro que durante tantos años tuvo en jugadores como Luis Scola o Tiago Splitter. Esta versión beta del conjunto baskonista, donde hasta hace unas semanas la mayor parte de los jugadores seguía sin tener claro su rol, parece en cualquier caso menos capacitada que otras para obrar un nuevo milagro.

Más allá de las emociones, de los recursos anímicos a los que pueda asirse el Baskonia en esta semifinal, a priori parece que la capacidad de Marcelinho Huertas para asumir un nuevo atracón de minutos puede marcar el desenlace del cruce. El base paulista introdujo a Ricky Rubio en ese estado semidepresivo que ha ido arrastrando a lo largo del último año. En los enfrentamientos directos entre ambos equipos Huertas se ha mostrado siempre muy superior al director de juego catalán. Pero el Barça dispone de alternativas, como demostró en el partido de la fase regular disputado en el Palau, para variar la dinámica de este pulso. Víctor Sada le concederá muchos más minutos de descanso a Ricky que Milt Palacio a Marcelinho, un hombre que necesitará oxígeno en las piernas, y sobre todo en el cerebro, para afrontar los momentos calientes de los partidos.

La ausencia de Pete Mickeal, a pesar de lo que sucedió en la Copa de Madrid, supone un alivio para un Baskonia que carece de aleros capaces de frenarle en el uno contra uno, sobre todo cuando encuentra posiciones en el poste bajo. Alan Anderson aporta otras cosas, pero adolece de la falta de ambición y egoísmo que convirtieron al exbaskonista en uno de los tipos más codiciados del continente. La producción ofensiva del Barça pasará por las manos del americano, pero sobre todo por la inspiración y la libertad que consiga asegurarse un Juan Carlos Navarro que ha reconocido sentirse especialmente motivado ante la posibilidad de cobrarse la venganza por la afrenta del pasado año. Otro de los puntos determinantes del cruce residirá en la capacidad de los escoltas del equipo vitoriano, sobre todo Brad Oleson y Pau Ribas, para reducir el protagonismo de La Bomba. Ivanovic debe de tener depositadas muchas esperanzas en estos dos jugadores, que han acabado por apropiarse de los minutos en detrimento de un Logan condenado por el técnico. Se lo ha ganado a pulso.

En la pintura se vivirá una colisión de estilos entre las que podrían considerarse como las dos baterías de jugadores interiores más potentes de la liga. Barça y Caja Laboral cuentan en sus filas con hombres grandes capaces de definir un título. Con una diferencia: mientras que en el roster de pívots blaugrana aparecen tipos determinantes en ambas partes del campo, a los vitorianos les sobra calidad en ataque pero les falta corazón, cabeza o centímetros atrás. La llegada de Dragicevic debería paliar parte de las carencias, pero el compatriota de Ivanovic se encuentra en pleno proceso de adaptación y, salvo pinceladas de una enorme efectividad, apenas ha aportado nada en sus primeros compromisos. Si explota en el momento adecuado, podría convertirse en un elemento muy válido para el Baskonia, sobre todo en la búsqueda de una receta para paliar los problemas derivados del excesivo número de rebotes ofensivos que el equipo ha concedido a todos sus rivales a lo largo del presente curso. Por supuesto, Barac puede convertirse en una pesadilla para el equipo culé, aunque su habitual tendencia a cometer faltas pueriles en citas de esta trascendencia aconseja situar entre interrogantes su influencia en la primera semifinal liguera que disputará como jugador baskonista (los dos últimos años se perdió los play off a causa de sendas lesiones).

Obviamente, otro aspecto que debería definir el devenir de la eliminatoria tiene que ver con el fondo de armario de ambos equipos. El Barcelona tiene mucho y muy bueno. Pascual cuenta con dos quintetos, no por aglomeración de figuras, sino porque dispone de dos jugadores diferentes para cada posición. Le sobran especialistas. Y eso vale su peso en oro. Lo demostró el pasado año. La segunda unidad del Barça, como sucedió en la Copa de Bilbao frente al Madrid, le pone otra velocidad a los partidos. Pascual juega a alternar el tempo de los choques. Pasa del virtuosismo al baloncesto metalúrgico, al músculo que aportan Sada, Ndong o a la intensidad defensiva que conceden secundarios de lujo como Morris o Grimau. Si los ajustes defensivos torpedean las penetraciones tras salida de bloque de Navarro, recurre a Ingles o a un tirador como Lakovic, que de tercer base ha pasado a convertirse en segundo escolta. Sin embargo, el Baskonia ha hecho bandera de su capacidad para afrontar las citas más exigentes con lo puesto. San Emeterio, Teletovic y Huertas acumularán de nuevo más de media hora por cita. Pero eso forma parte del plan de Ivanovic, que además cuenta con una plantilla más compensada tras las dos incorporaciones.


Son muchos los factores que, con una pizarra, pueden convertirse en definitivos para la suerte de esta semifinal. Aunque creo que Ivanovic tiene muy claro que la actitud, el hambre, la confianza con las que sus jugadores se lancen a por el rival se convertirán en el argumento más convincente para el equipo azulgrana. Al Baskonia no le queda otro remedio que hacer los deberes en Barcelona. Sumar una victoria en el Palau se antoja fundamental para un equipo cuyos planes pasan por exprimir el embrujo del Buesa Arena. En sólo unas horas arranca un duelo apasionante. La máquina azulgrana se enfrenta de nuevo a un equipo que pretende recuperar su alma, su eterna esencia de romántico inconformista. El corazón quiere volver a imponerse a la lógica.

26/5/11

Un amor de dobles figuras


Una vez más me he despistado mientras cerraba el análisis de las eliminatorias de semifinales de la ACB que arrancan este viernes. Me ha salido la vena cotilla, ya ves tú, y no me he podido contener. Todo parte de una noticia que he leído hoy y que afirmaba que Kim Kardashian, modelo, actriz, y famosilla célebre por su papel protagonista en un reality que narraba las andanzas de su familia (Keeping Up with the Kardashians), va a contraer matrimonio con el jugador de los Nets Kris Humphries. Hasta ahí, pura crónica rosa. Una historia que se repite a los dos lados del océano. El caso es que me ha venido a la cabeza algo en lo que me fijé hace unos meses, más o menos cuando comenzaron a hacerse públicos los rumores de noviazgo, y que corroboran las estadísticas. Humphries, un jugador tosco, peleón pero discretísimo, se ha convertido en uno de los puntales del equipo de Nueva Jersey tras el inicio de su idilio con una de las mujeres más deseadas de Estados Unidos. Es verdad, no son imaginaciones mías. Un jugador residual, que ha pasado sin pena ni gloria por Utah, Toronto y Dallas, y que ni siquiera contaba en exceso para su técnico, Avery Johnson, ha cerrado la temporada con unos números de escándalo, con un promedio de dobles figuras en puntos y rebotes, algo al alcance de muy pocos. ¿Tendrán algo que ver los cuidados que le dispensa Kim? Así parece.

La metamorfosis de este ternero de 206 centímetros y en torno a los 110 kilos formado en la Universidad de Minnesota, su tierra natal, coincidió en el tiempo con la irrupción de esta mujer en su vida. A mediados de noviembre, justo cuando la prensa del corazón estadounidense relataba que ambos habían comenzado a verse tras abandonar la chica a su anterior novio, el modelo Gabriel Aubry, sus registros empezaron a dispararse. El 10 de noviembre, en Cleveland, Humphries estalló. Firmó su primer doble-doble de la temporada (13 puntos y 18 rebotes) y con una confianza desconocida en sus posibilidades guió a su equipo a la victoria. Hasta ese momento, el ala-pívot de los Nets sólo había superado la barrera de los diez puntos en dos de los dieciséis partidos que había disputado en el arranque de curso. Pocos días después, se le vio cenando con la Kardashian en un restaurante neoyorquino.

No puede ser una casualidad. El romance con una de las habituales del papel couche estadounidense sacó a relucir lo mejor de un jugador apocado, rookie eterno, y acabó por consolidarlo como uno de los valores al alza del equipo que pronto cruzará el Hudson para instalarse en Brooklyn. La pareja fue cazada pocas semanas después -cuando la relación aún no había tomado carácter oficial- cenando en un bar de Hoboken, Nueva Jersey. Kim, eternamente cuestionada por su propensión a ganar kilos, se contuvo: pidió ensalada y una hamburguesa vegetariana. Para entonces, quién sabe si por los mimos que le regalaba su voluptuosa novia, los números de Humphries ya se habían disparado de manera irreversible. Hasta el final de la fase regular, el excompañero de José Manuel Calderón en los Raptors firmó otros 28 partidos con más de diez rebotes y puntos. Algo inimaginable.

Humphries, de hecho, se ha convertido en uno de los mejores reboteadores del presente curso. Ha concluido la temporada con una media de 10 puntos y 10,4 capturas por encuentro, casi el doble que en su mejor temporada en cualquiera de los tres equipos en los que militó previamente. Es como si conforme fuera avanzando la relación su rendimiento fuese asimismo incrementándose de manera diametral. Es más, con el noviazgo completamente consolidado, en el último mes de competición, el jugador de los Nets directamente se salió. Salvo en un encuentro en el Pepsi Center, culminó los diecisiete últimos duelos de la temporada con más de una decena de rebotes, y en más de una ocasión por encima de los veinte. Ante tal crecimiento, los expertos norteamericanos se preguntan ahora hasta dónde puede llegar su progresión, si tendrá techo el crecimiento de este jugador. La respuesta la ofreció ayer la prestigiosa revista People: el principio del fin, la vuelta a los orígenes, se celebrará en un ambiente íntimo y familiar. Veremos cómo evolucionan sus números. Hay quien apuesta que el de casado será el único anillo que ganará en su carrera.

25/5/11

Rebelarse contra la desaparición

Aunque estaba ultimando un artículo con el que pretendía analizar las semifinales de la ACB que arrancan este viernes, mis dedos se han escurrido por el teclado y se han conjurado para ordenar mis ideas en torno a un asunto que puede resultar mucho más capital para el baloncesto español de lo que deparen los cruces entre los cuatro últimos supervivientes de la presente temporada. La ACB está sufriendo una crisis institucional sin parangón en los últimos tiempos. Los clubes -que a la postre son la ACB o al menos la forman- se han rebelado contra la cúpula directiva de esta competición ante el evidente agotamiento de un modelo que ha conducido al baloncesto a un punto terriblemente peligroso. Una docena de equipos, a los que a la postre se han sumado a regañadientes los otros seis que componen la máxima categoría, se han plantado y han tomado un camino que ya no tiene vuelta atrás. Su objetivo resulta tan comprensible como complejo: pretenden devolver el interés por un deporte que, nos duela o no, ha sido relegado a un papel residual. Y para ello han fijado un plan de ruta que incluye la destitución de Eduardo Portela, el hombre que ha sido cabeza visible de este organismo desde 1990, cuando accedió al cargo de presidente (desde 1982 ostentaba ya la gerencia), la renegociación del contrato de cesión de los derechos televisivos y la búsqueda de fórmulas alternativas de financiación, entre las que entra la posibilidad de ceder el nombre del propio torneo, como sucede en el caso de la Liga BBVA en el fútbol.


Mucho se ha escrito sobre y contra los cabecillas de esta revolución necesaria, en parte por el hecho de que hace apenas un año, en marzo de 2010, los propios clubes reeligieron por una amplia mayoría a Portela como presidente hasta el año 2014. Sólo en un país como éste, donde muchas veces las relaciones profesionales derivan en amiguismos y proteccionismos injustificados, puede llegar a entenderse la defensa a ultranza que algunos han hecho del actual presidente de la ACB. Pero el mero hecho de que hace catorce meses se cometiera un error al apostar por una continuidad que conduce aún más al foso a este deporte no debería resultar óbice para que los dirigentes de los clubes pueden cambiar de idea y, en vista de la deprimente realidad, salvar un barco que se dirige directo contra los acantilados. Portela ha hecho mucho por el baloncesto. Ha hecho mucho por la ACB y ha hecho mucho por los clubes que la conforman. Pero la realidad se revela tozuda y exige un cambio radical.

Uno de los asuntos que se ha blandido como argumento, y que se ha constituido prácticamente en núcleo del debate, ha sido la gestión que Televisión Española ha efectuado de los derechos televisivos del torneo. Los números son claros, y no deberían sorprendernos porque no son nuevos. Hace ya algunos años, creo recordar que siete, me quedé helado cuando leí que la retransmisión de un encuentro de play off entre el Real Madrid y el Estudiantes había registrado menos espectadores que un episodio del programa de pesca Jara y sedal, emitido el mismo día y en la misma cadena, por entonces La2. Tan triste como cierto. En realidad, la situación no ha cambiado demasiado. En todo caso ha tendido a empeorar. La fragmentación de las audiencias con la irrupción de decenas de canales (la mayoría pésimos) de la Televisión Digital Terrestre ha supuesto una nueva dentellada a los ya de por sí escuálidos registros de la ACB en televisión.

No puede negarse que Televisión Española tiene buena culpa del fracaso que reflejan estas estadísticas. La promoción del producto brilla por su ausencia. El hecho de que el baloncesto haya sido relegado al canal temático del ente público, Teledeporte (cuyos registros globales invitan a replantearse su continuidad), tampoco ha ayudado en exceso. Los abogados del diablo justificarán en este sentido la lógica de que los partidos de ACB se ofrezcan en Teledeporte, un espacio engendrado específicamente para acoger emisiones deportivas, y no lo niego. Pero, por curiosidad, ¿en qué canal transmite la televisión pública las finales de Rafa Nadal en Roland Garros? Lo dicho: ni TVE apuesta por el basket, ni el basket resulta un producto lo suficientemente atractivo como para que lo haga. Según datos de la propia ACB, el primer encuentro de cuartos de final entre el Barcelona y el Unicaja tuvo una audiencia media de 353.000 espectadores, lo que supone un 2,4% del share. Y las cifras resultan aún más patéticas cuando hablamos de partidos de temporada regular, sobre todo si los implicados no pertenecen a la aristocracia de la competición. ¿Saben cuánta gente siguió el sábado en La Sexta el partido de fútbol entre Real Sociedad y Getafe, dos equipos que se jugaban el descenso? La respuesta invita al llanto: 2.477.000 personas.

Considero que estos números evidencian dos realidades: por muy mal que lo haga TVE no puede ser el ente público el único responsable del desinterés generalizado que despierta el baloncesto en España y, obviamente, que el levantamiento de los clubes golpistas, como algunos comenzaron a denominarlos con cierta mala baba, resultaba más que necesario. El baloncesto ACB está en peligro de extinción, sí, pero no es por culpa de Arsenio Cañada, Manel Comas o Alberto Oliart. El problema no es el envoltorio, que se me antoja a todas luces caduco, poco imaginativo e incapaz de adaptarse a la nueva realidad social de un país en el que el fútbol (con algo de margen para la Fórmula Uno) se está apoderando de todo el mercado, tanto de audiencias como de ingresos publicitarios, que van de la mano. El problema está en la calidad del producto que se pretende vender.

Tenemos una liga de dos velocidades, donde los grandes cada vez son más grandes y están más distanciados del resto. La concesión de licencias fijas para la Euroliga ha supuesto un mazazo definitivo al equilibrio de fuerzas de los equipos. Garantizan unos ingresos mínimos que permiten configurar plantillas muy superiores a las de la media. Barcelona, Real Madrid y Caja Laboral -el Unicaja se descarta por sus incomprensibles bandazos- diseñan las temporadas con la mente fijada en sus duelos directos y en el nivel de los oponentes a los que tendrán que medirse en la Euroliga.

En la ACB hace mucho tiempo que se cerró la puerta a las sorpresas. Barça y Baskonia se reparten los últimos nueve títulos domésticos (Supercopas, Copas del Rey y trofeos ligueros) y al menos uno de los dos ha estado presente en la final desde 1994. Este año, ya que se cruzan en la ronda previa, volverá a haber un equipo azulgrana en la eliminatoria decisiva por el título. Está claro que son sólo datos. Desde luego no suponen el único argumento para tratar de entender las circunstancias que han derivado en esta situación desesperada. Aunque ayudan a sustentar la teoría de que el basket ACB ha perdido gran parte del romanticismo que lo condujo a su esplendor hace ya algunos años.

¿Qué soluciones pueden diseñarse para recuperar cierto atractivo? Está claro que en el horizonte se yergue como gran referente el modelo de la NBA, con un patrón mucho más rentable gracias a su sistema de competición blindada, sin ascensos ni descensos, y con mecanismos (tope salarial, draft...) para intentar equilibrar las fuerzas de las diferentes franquicias participantes. Es un tema que ha estado sobre la mesa. Josean Querejeta, presidente del Baskonia y principal líder del movimiento golpista, hace mucho tiempo que sueña con la creación de una NBA continental, a nivel europeo, y en las reuniones de las últimas semanas se ha tratado el asunto. De hecho, el temor a que se condujera el debate hacia un cierre de la competición, que incluso podría conllevar la reducción de clubes en la máxima categoría, ha motivado ciertas reticencias en los delegados de los equipos más modestos.

Como los indignados acampados en la Puerta del Sol, los dirigentes de los equipos de la ACB siguen sin estar del todo de acuerdo en qué hacer para enmendar una situación alarmante, pero sí coinciden en su idea sobre qué es lo que no quieren. Por el momento, la primera medida pasa por regenerar la cúpula directiva del organismo (ya han empezado a sonar muchos nombres) e iniciar el estudio de las diferentes y plausibles vías de negocio a dos años vista, ya que todo el proyecto depende del cambio de operador televisivo y TVE dispondrá aún el próximo año de los derechos. Poco a poco los que tanto censuraban a los rebeldes reculan. Si el único argumento en el que se escudaban los defensores del régimen actual es la votación de marzo del pasado año, considero que ese discurso se cae por su propio peso. Además, Querejeta, el comandante en jefe del movimiento, no tendrá que rendir cuentas ante eso. La asamblea que se resolvió con la reelección de Portela registró quince votos a favor, dos abstenciones y un voto en contra. El Power Electronics Valencia fe el club que se opuso. El Bilbao Basket y el Baskonia de Querejeta firmaron las abstenciones.

24/5/11

La resurrección de Rupaul

"You can call me he. You can call me she. You can call me Regis and Kathie Lee; I don't care! Just as long as you call me".

La madrugada del pasado domingo, perdiendo sueño para disfrutar del tercer partido de la final de la Conferencia Este, me vinieron a la cabeza unas declaraciones de hace un par de años de Shaquille O'Neal en las que se mofaba de un jugador que se está ganando el respeto de la NBA con su actuación en los presentes playoffs. Big Cactus, por aquel entonces en las filas de los Suns, puso en tela de juicio la hombría de Chris Bosh, al que acababa de enchufarle 45 puntos. A O'Neal, ya veterano y poco habituado a ofrecer exhibiciones de ese calibre, le molestó que Bosh se escudara en la labor arbitral cuando los periodistas le asaltaron para que ofreciera una explicación. "Las cosas habrían sido diferentes si los árbitros hubieran pitado algo cada vez que se ha pasado más de tres segundos en la zona", protestó. Y el Gran Aristóteles no se cortó en la réplica. Fue a hacer daño. Y firmó una de las acusaciones más humillantes que me vienen a la cabeza al comparar al exjugador de los Raptors con un famoso Drag Queen, actor y cantante al que muchos recordarán por haber compartido varios vídeos musicales con Elton John.

"Ya he oído lo que ha dicho Chris Bosh y son palabras muy duras viniendo del Rupaul de los hombres grandes de la NBA", se despachó. Por supuesto, estas declaraciones recorrieron el planeta basket. Y colocaron aún más bajo los focos al ala-pívot texano, eterno sospechoso, siempre perseguido por las incógnitas que ofrecían sus argumentos para hacerse acreedor al contrato que le garantizó Toronto.

He de reconocerme como el primero que ha cuestionado siempre la dureza de Bosh. Dotado de un talento incuestionable, tanto para manejarse en el poste bajo como para jugar de cara a canasta, y con un lanzamiento imparable y muy efectivo desde la media distancia, siempre me ha parecido un tipo demasiado blando, indolente, el Rupaul del que habló Shaq. Es más, en su día pensé que podría considerarse incluso un sacrilegio incluir a Bosh en lo que, tras The Decision, vino a denominarse como el Big Three de los Heat. Como mucho, me parecía el dos y medio de los Beach Boys. Llegué a afirmar que Pat Riley cometía un terrible error al destinar una porción tan importante del pastel salarial a este jugador, tan endeble en la pintura, que es donde de verdad necesitaba reforzarse un equipo que cuenta con un perímetro de lujo. Y sin embargo en los presentes playoffs Bosh nos está cerrando la boca a muchos.

Sigue sin defender demasiado, quién puede negarlo. Seguro que Garnett o Boozer, sus dos últimas parejas de baile, no lo harían. Pero para eso, Spoelstra ya tiene a otros (Joel Anthony o Udonis Haslem, por ejemplo). El caso es que, cuando nadie lo esperaba, Rupaul ha resucitado y ha salido del cascarón para reivindicarse como un jugador capaz de ser importante en los partidos que de verdad cuentan. En los Raptors, cuando era conocido como The Franchise, evidenció una flagrante incapacidad para guiar hacia la gloria a sus compañeros. En las siete temporadas que permaneció en la franquicia de Toronto, sólo disputó dos veces las eliminatorias por el título. Y en ninguna de ellas pasó de la primera ronda. Ahora, agazapado, cobijado en la alargada sombra de Wade y Lebron, el panorama ha cambiado.



CB4 ha mutado. Ha aflorado una intensidad que casi nadie le presuponía y se está convirtiendo en el factor decisivo de una eliminatoria que, salvo hecatombe, parece encaminada a dilucidar el próximo campeón del torneo. En el primer partido del United Center, con derrota para los Heat, mantuvo a su equipo vivo gracias a un sensacional despliegue que se reflejó en la estadística: 30 puntos (con 12 de 17 en tiros de campo y 6 de 6 en libres) y 9 rebotes. Pero lo mejor estaba por llegar. Bosh, que este año sólo había superado la barrera de los 30 puntos en tres ocasiones antes de la serie con Chicago, estalló en el tercer envite de la eliminatoria. Con 34 tantos (13 de 18 en tiros de campo y 8 de 10 desde la línea de personal) selló su mejor actuación en un partido de play off y guió a su equipo al triunfo en un partido árido, embarrado, en el que los Bulls volvieron a exhibir una fe inquebrantable. Bosh sacó el orgullo, se sacudió los miedos y los Heat encauzaron la serie. Una ronda antes, en semifinales de conferencia, ya tuvo ocasión de vengarse del tipo que lo ridiculizó. Shaquille, de traje, lesionado, tuvo que contemplar desde el banquillo la caída de los Celtics ante un equipo que llama con fuerza a las puertas de la final.

23/5/11

Hielo para derretir La Roca


Quizá muchos no lo saben, pero hace poco menos de un mes, el 24 de abril, en la pequeña localidad de North Pole (Alaska) se celebró el Brad Oleson Day. El escolta del Caja Laboral, llegado de las gélidas tierras del estado ubicado al norte del norte, se convirtió en un ídolo para sus vecinos tras liderar la mejor temporada en la historia del equipo de la universidad, los Nanooks. Oleson, habituado a convivir con temperaturas medias de unos veinte grados bajo cero hasta que el baloncesto lo condujo a territorios más templados, congeló ayer el ardiente Centro Insular de Deportes y condujo a su equipo a las semifinales de la ACB por la vía rápida. Se han acabado los cuartos de final del torneo. En un visto y no visto, apenas tres días, el cuadro de semifinales ha quedado definido. Salvando la sorprendente eliminación del Power Electronics Valencia, los favoritos han superado el primer obstáculo hacia el título sin sobresaltos, incluido un Caja Laboral al que algunos concedían el cartel de víctima factible en su duelo ante el Gran Canaria. Al final no ha sido así. La victoria del pasado viernes en el Buesa Arena dejaba la serie a punto de caramelo. Una vez superado lo que Ivanovic calificó como "el partido de los nervios", quedaba saber si el equipo azulgrana apuntillaría al cuadro insular en el segundo o en el tercer duelo. Al final fue ayer. Liderado por un Oleson que firmó su mejor actuación global (tanto en números como en rendimiento efectivo) desde que aterrizó en Vitoria, un Baskonia que sigue creciendo con el paso de las jornadas se aseguró estar, un año más, en las semifinales de la competición doméstica.

El equipo vitoriano se medirá en lo que supone una reedición de las tres últimas finales del torneo al Barcelona, que también alcanza la cita en un momento óptimo. El ogro, el gran favorito, medirá el crecimiento real de un equipo que ayer ofreció pinceladas de lo que podría llegar a ser... si le da tiempo. Dusko Ivanovic trabaja contrarreloj para pulir los muchísimos defectos que han lastrado el rendimiento de una plantilla que parece definitivamente compensada con la llegada de Vladimir Dragicevic y Milton Palacio. Y aunque se enfrentaba a un rival manifiestamente inferior, firmó una actuación sobresaliente que puede llegar a marcar el camino a seguir para contar con alguna esperanza frente al conjunto culé. Todo partió, como es obligado, desde la defensa. No tanto por la capacidad colectiva para reducir la producción del rival, sino por la labor individual de los escoltas, sobre todo ayer Oleson, para anular de nuevo al mejor anotador de la liga. Jaycee Carroll, que la próxima campaña vestirá la camiseta del Real Madrid merced a otro ejercicio de poco control del mercado por parte de la secretaría técnica del equipo blanco, acabó el encuentro desquiciado. El sistema de ayudas, muchas veces apoyadas en un dos contra uno, que diseñó Ivanovic desactivó por completo las amenazas ofensivas de un Gran Canaria que, también es verdad, tiene poco más. El mormón acabó el partido como máximo anotador de su equipo (17 puntos), pero volvió a firmar unos porcentajes que distan mucho de los habituales (6 de 14 en el global) y sobre todo demostró escasa lectura del juego para buscar ventajas cuando recibía el acoso de dos rivales. En cualquier caso, ni Beirán (pésima serie), ni Bramos supieron convertirse en alternativas y erraron varios tiros abiertos y sin oposición que podrían haber variado el rumbo de los dos partidos. Ahí colocó Dusko Ivanovic los cimientos de una de las victorias más convincentes de los últimos meses, en un pabellón donde este año han caído todos los equipos que disputaban el play off salvo el Barça.

Una vez maniatada la principal figura del equipo insular, al Baskonia le tocaba lidiar con sus fobias habituales: los problemas en el rebote defensivo, las pérdidas de balón (pasos de Batista incluidos) y la falta de fluidez en los ataques estáticos. Dos de ellas desaparecieron. Podría decirse que por primera vez en toda la temporada, contando los partidos de ACB, Copa y Euroliga, los interiores baskonistas dominaron con autoridad los rechaces bajo su canasta. Sólo concedieron cuatro rebotes ofensivos al Gran Canaria, que tuvo muchas menos segundas opciones que en el duelo inaugural de la eliminatoria. Esta circunstancia permitió, además, que el Caja Laboral corriera más el contraataque, para lo que dispone de grandes finalizadores en transición. El otro síntoma crónico que pareció remitir en el Centro Insular de Deportes tiene que ver con el ataque. Los pupilos de Dusko Ivanovic encontraron la fórmula para asociarse, desarrollar los sistemas y evitar que el pick and roll se convirtiera en su único menú. Los rivales están advertidos. No se trata de un nuevo invento en Vitoria. Funcionó con Prigioni y Scola, con Prigioni y Splitter, con Marcelinho y Splitter, y no funciona tan bien con el base paulista y Barac, simplemente porque al croata le cuesta mucho más acabar con continuaciones dinámicas y porque Ivanovic ha abusado tanto de este recurso que, adivino, será uno de los primeros temas a tratar en las sesiones tácticas de sus rivales. En cualquier caso, el ataque del equipo gasteiztarra ayer funcionó. Se pueden contar con los dedos de las manos las fases de los partidos que a lo largo del ejercicio en curso la ofensiva del Baskonia se ha desenvuelto con una fluidez como la de ayer. Y en esto tiene mucho que ver la habilidad de Barac para distribuir juego desde el poste alto.

La aportación del center, que también cuajó uno de los partidos más completos que se le recuerdan (11 puntos, 11 rebotes y 7 asistencias), resultó definitiva para la suerte del partido. Comedido en las faltas, el gigante croata se aplicó con un dominio insultante en ambas zonas. Y, de paso, se metió un atracón de minutos (más de 35 por los cerca de 5 que el técnico le concedió a Batista). Su gestión en los ataques estáticos permitió que el equipo azulgrana hallase muchas más ventajas, y se notó. De las 16 asistencias registradas en el partido del Buesa, se pasó a las 25 de ayer. ¿El resultado? Buenas posiciones de tiro que los especialistas aprovecharon para hacer mucho daño al Gran Canaria (14 de 25 en triples). Así las cosas, si un equipo aprende a defender y despliega su talento en ataque, podría decirse que tiene todo de cara para encarar la siguiente eliminatoria sin complejos. Pero sería un error pensar de esa manera. El volumen de balones perdidos sigue resultando escandaloso. Ayer el Caja Laboral desperdició 14 posesiones, 6 más que el rival. Y eso contra el Gran Canaria puede enmendarse con otros aciertos, pero contra una de las mejores plantillas del continente resultará letal. El tiempo sigue jugando en contra de los vitorianos. A falta de que se confirme la fecha de inicio de la semifinal, al Baskonia le quedan días para consolidar las mejoras, hallar una receta para combatir su carácter ciclotímico y entender que el balón es el bien más preciado. La segunda parte que ofreció ayer en el CID representa el camino a seguir.

22/5/11

Un play off al mejor de dos


Son muchas las estupideces que a lo largo de las últimas semanas he escuchado en torno al sistema de competición que rige la ACB. Me duele que algunos aseguren que la fase regular no vale de nada, que planteen incluso la posibilidad de suprimir los play off para que los 34 partidos del primer tramo del torneo cobren más peso, ganen en emoción. No entiendo mucho estos planteamientos, que sospecho que proceden de gentes ajenas a este deporte, de los mismos que aseguran que sólo vale el último minuto de cada partido, de personas que, se haga lo que se haga, no sabrán ni podrán amar el baloncesto. A mi modo de ver, la llegada de los play off supone el culmen a muchos meses de puesta a punto, de un trayecto que vale, y mucho, para determinar el orden de partida en una pelea por el título que, un año más, se presenta apasionante. Lejos de tomar en consideración siquiera esa peregrina idea de acabar con los play off, que me parece de vodevil, se me plantea otra incógnita que toma el camino opuesto: ¿De verdad sale a cuenta mantener la primera fase, los cuartos de final, al mejor de tres partidos en lugar de ampliarlos a cinco como piden otros?

En pleno proceso de regeneración de la cúpula del baloncesto español, un camino sin retorno que pretende derrocar a Eduardo Portela y busca fórmulas que permitan conceder al baloncesto mayores vías de financiación y una explotación más eficiente de sus derechos de televisión, se nos han escapado entre las manos los cuartos de final del play off por el título. El que haya pestañeado se habrá perdido la primera ronda de estas eliminatorias, todas resueltas a las primeras de cambio, en sólo dos partidos. Barcelona, Real Madrid, Caja Laboral y Bizkaia Bilbao Basket se jugarán el pase a la final de un torneo que, eso no puede negarse, padece la abismal brecha que divide a la clase alta y al resto de los equipos de la competición.

Dejando a un lado la machada del Bilbao Basket, que ha dado la campanada apeando al que muchos señalaban como una clara alternativa al título, asumo que la diferencia de presupuesto, jugadores y potencial de los tres o cuatro grandes supondría una importante rebaja en la cuota de opciones de que se registren sorpresas en las eliminatorias si se ampliaran las series. Acabar con Barcelona, Real Madrid o Baskonia al mejor de cinco encuentros resultaría, desde luego, una utopía para la gran mayoría de los equipos de la clase media de la ACB. Ése el problema que no se afronta y que de verdad disminuye la captación de más aficionados, o al menos consumidores televisivos de baloncesto en España. Los grandes son cada vez más grandes y los pequeños cada vez los contemplan a más distancia. Es algo que se percibe en la Copa del Rey, otrora el torneo de la democracia. Cada año se reducen más las sorpresas. Cada vez se antoja más imposible que los cabezas de serie, como ahora en los play off, se vean sorprendidos. Pero el hecho de que la primera eliminatoria por el título arranque el jueves y quede finiquitada el domingo a mediodía a algunos les puede dejar con hambre.

Así las cosas, dando por hecho que la brecha entre grandes y medianos seguirá abriéndose (la licencia permanente de Euroliga garantiza unos ingresos que así lo permitirán), no nos queda otra que asumir un inicio de play off descafeinado, a tres partidos, una especie de fase previa de los torneos de Grand Slam del tenis, en la que sólo el poderoso que se despiste, como le ha sucedido en esta ocasión al Power Electronics Valencia, se quedarán sin acceder a lo que de verdad cuenta, que arranca ya. En la posibilidad de erradicar los play off prefiero ni entrar. ¿En qué ganaría emoción una competición sin eliminatorias por el título? ¿Será tan 'apasionante' como la Liga de fútbol, un torneo en el que de partida sólo dos equipos aspiran al título y prácticamente se lo disputan en sus duelos directos?


En lo que se refiere a las eliminatorias, no me alargaré mucho. Pero tres de ellas ahondan en la sensación de que existe demasiada distancia entre unos equipos y otros como para que se puedan apretar. Madrid y Barça se han sacudido sin problemas al Fuenlabrada y el Unicaja, que puso el broche a otra convulsa temporada con una derrota por más de treinta puntos ante su afición. Volverá a ser un año movido en las oficinas del Martín Carpena. Habrá que ver si la directiva costasoleña entiende de una vez por todas la necesidad de edificar un proyecto a largo plazo, sólido, y se aparta del fracasado cortoplacismo que ha acompañado al equipo estas últimas temporadas. Los dos grandes han resuelto sus cruces sin apenas desgaste. Llegan fuertes al tramo final. Si se tratara de una Final Four se podría dudar de ellos, pero teniendo en cuenta que es la ACB, dudar de la capacidad de cualquiera de ellos por sus frustradas trayectorias en la Euroliga sería un error. El Barça ha recobrado la fe en su modelo, en el colectivo, en las dos velocidades. Los secundarios (Grimau, Morris, Sada...) han aparecido durante la serie frente a Unicaja. Por mucho que se haya dicho, sigo contemplando al conjunto catalán como el principal aspirante al título. Y el Madrid, irregular, descabezado, con los jugadores libres para lo bueno y para lo malo, dependerá de la capacidad de Molin para poner orden y fijar las jerarquías. A priori tiene todo de cara para acabar con el sueño del Bilbao Basket, que esta mañana disputaba el partido más importante de su historia y ha cumplido.

El Baskonia (cuya eliminatoria analizaré más en detalle) llega en una tónica ascendente, mostrando pequeñas mejoras cada partido. El problema para el equipo de Dusko Ivanovic es que ya no le queda tiempo para más ensayos. El duelo a cinco partidos ante un Barça con ganas de revancha, advertido ya, se presenta como un examen final que determinará el nivel del crecimiento del conjunto vitoriano.

21/5/11

El equipo bipolar


Le he dado muchas vueltas a la cabeza sobre lo que ayer sucedió en el Buesa Arena y he llegado a una conclusión: resulta difícil descifrar qué pudo ocurrir para que un Baskonia notablemente mejorado en algunos aspectos sufriera tanto para doblegar a un rival orgulloso pero inofensivo, un oponente a todas luces menor. Aun así, trataré de desgranar los motivos por los que, a mi juicio, un partido bien encauzado como el de ayer volvió a envenenarse hasta el punto de que no quedó resuelto antes de llegar al último minuto de juego. En realidad, los males endémicos que arrastra el plantel de Dusko Ivanovic, cuyos lastres se antojan más colectivos que individuales, por lo que algo habrá que achacarle al entrenador, volvieron a manifestarse como ya viene siendo algo habitual. Y el resultado fue el de siempre: un desvanecimiento fatal en el tercer periodo y el arranque del cuarto que a punto estuvo de costarle carísimo al combinado vitoriano.

Aunque Pedro Martínez, buen tipo y gran estratega, aseguró en la sala de prensa que la serie sigue viva, a mí me da la impresión de que murió con el bocinazo final del Buesa. Mucho tendría que cambiar el Gran Canaria para que, más allá de lo que suceda en La Roca (territorio vedado hasta para los más grandes), pudiera robar un triunfo en Vitoria en un hipotético tercer partido. Si tenía que darse una sorpresa en esta eliminatoria, tenía que darse ayer. Aunque habrá que ver hasta qué punto conviene ilusionarse con la posibilidad de que el Baskonia se asegure el acceso a la siguiente fase de los play off. Este equipo, capaz de lo mejor, pero sobre todo de lo peor este año, ha entrado de lleno en la pelea por el título cuando aún muchas de sus piezas no han encajado en el puzzle.

Este Baskonia titubeante y errático, desconocido, huérfano de la referencia interior que han representado en épocas recientes iconos como Tiago Splitter o Luis Scola, tiene dos caras tan diferentes entre sí que resultan aterradoras. Cuando funciona, ofrece un nivel que invita a soñar con todo. Así fue durante la primera mitad. Con un Mirza Teletovic intratable, que cerró el primer cuarto con 19 puntos y descerrajó la defensa del conjunto insular, la hinchada del Buesa Arena contempló a un equipo capaz de aguantar un intercambio de golpes con cualquiera. La intensidad defensiva, por momentos, permitió rememorar tiempos pasados, más espartanos, más de Ivanovic. El excelente trabajo de Oleson (inédito en labores ofensivas) y Ribas, que ya ha encontrado su sitio en este equipo, desactivó por completo a la principal (¿única?) amenaza del rival, el codiciado Jaycee Carroll. El duelo parecía controlado. Pero no lo estaba.



A pesar de que el escolta mormón acabó el partido desquiciado, buscándose situaciones de tiro forzadas y con apenas once puntos (4 de 13 en lanzamientos de campo), el Gran Canaria, un combinado limitado, sin grandes argumentos en el perímetro ni hombres de relativo peso en la pintura, se levantó de la lona y poco a poco fue cobrando conciencia de que podía llevarse el partido. Hace no demasiado, estos equipos de perfil bajo salían del Buesa Arena escaldados. Este año, sin embargo, muchos se marchan con la sensación de haber perdido una ocasión de oro para obtener un triunfo de prestigio.

Así las cosas, teniendo en cuenta esa cierta mejora en intensidad y rendimiento defensivo, el hecho de que Carroll quedara maniatado y que el Gran Canaria apenas contara con otras opciones para hacer daño, ¿por qué sufrió el Baskonia para ganar? Pues en primer lugar porque la obsesión por frenar a Carroll fue tal, que otros jugadores del equipo canario gozaron de numerosas situaciones de tiro tan cómodas (la defensa se desajustaba sin que el sistema de ayudas resultara mínimamente efectivo) que acabaron el partido con un 65% de acierto en triples (13 de 20). Casi nada. Aunque el resto de razones fueron las de casi siempre: excesivas pérdidas de balón, problemas para controlar el rebote defensivo y una deficiente interpretación (táctica colectiva e individual) de los ataques estáticos. Son los motivos que arrojaron al Baskonia a la cuarta posición de la fase regular, los que lo dejaron fuera de una Final Four que parecía más barata que otros años y que ahora amenazan con zanjar prematuramente su carrera hacia la reedición del título.

Las máculas en el expediente de un equipo sobrado de talento, con infinidad de recursos individuales, siguen presentes ya entrados en el play off. Aun así, como decía en el post inaugural de este rincón de reflexiones, el éxito o el fracaso quedará definido por la capacidad de Ivanovic para seguir reduciendo estas taras. Ayer, de hecho, hubo varias fases del partido en las que desaparecieron. La búsqueda de la continuidad se convierte por tanto en el principal objetivo para la tropa azulgrana. A pesar de los pesares, el Baskonia ha puesto ya un pie en las semifinales.

Un vuelo hacia el futuro


Sucedió en el American Airlines Center, en el segundo partido de la final de la Conferencia Oeste. Lo que parecía una acción espectacular, probablemente la mejor jugada de los apasionantes playoffs de la presente campaña, fue además un acontecimiento catártico, un vaticinio de lo que está por venir. Kevin Durant voló por encima de Brendan Haywood para firmar uno de los mates más bestiales que recuerdo. Pero esta imagen supone mucho más en el transcurso de una temporada en la que la NBA está experimentando un cambio de ciclo.

Un tipo al que aprecio mucho se rió el otro día cuando le hable de la rebelión que está protagonizando una brillante generación de estrellas contra la gerontocracia, contra los veteranos que han dominado la competición incluso más tiempo del que les correspondía. El mate de Durant esconde ese gesto altivo y desafiante de quien no entiende de roles. El antiguo régimen se desmorona. La caída de los Lakers de Kobe Bryant, actuales bicampeones, el desmoronamiento de los agotados Spurs y la confirmación de que la fórmula del Big Three plus Rondo de los Celtics ha fracasado más por exceso de kilómetros en las piernas que por falta de talento preconizan lo que se avecina.

Sólo los Mavericks, sustentados en tres abuelos sobrados de clase como Jason Kidd, Dirk Nowitzki y Shawn Marion, pueden prolongar un año más la agonía. Pero la revolución, como la de la Puerta del Sol, resulta ya imparable. El establishment de la competición estadounidense se regenera gracias a un puñado de descarados jovenzuelos que pretenden incluso pasar por la derecha a la hornada anterior, tan aclamada, tan anunciada, tan esperada, con Lebron James, Carmelo Anthony, Chris Paul o Dwight Howard (todos ellos huérfanos de títulos aún) como grandes referentes.

Es probable que Dallas acabe llevándose la serie y alcance las finales. Oklahoma sufre bajo los aros y eso en el baloncesto resulta a la postre decisivo. Sin embargo, esta jugada también ha podido cambiar de manera irreversible el destino de la eliminatoria. Llegó cuando todo pintaba azabache para el equipo de Oklahoma City. Tras un comienzo arrollador de los Mavericks, con un Nowitzki de nuevo de baile de salón y un Kidd ejerciendo de director de circo con sus pases inverosímiles, todos los que perdíamos sueño frente a las pantallas casi dábamos por hecho un nuevo correctivo, otra regañina de los abuelos a los imberbes Thunder. Hasta que pasó esto. Entonces el partido, quizá la eliminatoria, quién sabe si también el futuro de la competición, cambiaron con ese vuelo en el que Durant pasó por encima del pasado para mostrarnos el futuro.


20/5/11

Siempre a contracorriente

Inicio la aventura de este rincón de reflexiones baloncestísticas en paralelo al arranque de los play off de la ACB. Aunque este espacio nace con vocación de recoger cualquier reflexión relacionada con el mundo del baloncesto, y así será en un futuro inmediato, me veo obligado a conceder las primeras líneas al panorama que se le presenta al Baskonia -que será asunto habitual y recurrente de nuestras reflexiones- en estas eliminatorias por el título de la ACB.

El Caja Laboral inicia al asalto al título que defiende tras el milagro del pasado año sumido en un océano de dudas, señalado por la desconfianza que se ha ganado, tanto en Vitoria como en el resto del planeta basket, tras una temporada mediocre, irregular, poco halagüeña. El equipo de Dusko Ivanovic ha ofrecido tal discontinuidad en los últimos meses, que nadie o casi nadie le concede opción alguna de revalidar el éxito que logró la temporada anterior. Y quizá ése pueda volver a convertirse en uno de sus principales argumentos para alcanzar un objetivo que se antoja de nuevo utópico. Analistas y gurús profesionales aseguran que ésta puede ser la campaña del Power Electronics Valencia, que desde la llegada de Pesic se ha convertido en un plantel redondo, extremadamente maquinal, muy trabajado. Otros sostienen que el Barça, a pesar del varapalo de la Euroliga, sigue siendo el gran favorito. Y los menos, aunque me temo que en este caso se combinan razón y deseo, reivindican las opciones del Real Madrid, aun después del ridículo monumental que protagonizó en la Final Four. El caso es que, de todos los colegas con los que he debatido acerca de los play off a lo largo de los últimos días, pocos -por no decir ninguno- conceden esperanzas a la resurrección de la tropa de Ivanovic. Aunque siempre añaden esa coletilla tan recurrente de "pero del Baskonia nunca te puedes fiar".

Razones no les faltan. A decir verdad, el Caja Laboral ha firmado uno de los peores ejercicios de los últimos años. Lo reflejan los números. Sólo en dos ocasiones desde que el conjunto azulgrana se ganó un espacio en la aristocracia del baloncesto español, con la consecución del título liguero en 2002, ha acumulado más derrotas en la fase regular. La primera se dio en la campaña posterior al primer entorchado liguero. Aquel año de infausto recuerdo, el cuadro vitoriano cerró la temporada con un bagaje de 18 victorias y 16 derrotas, y entró en los play off como sexto clasificado. Las estadísticas, frías, orientativas pero en absoluto definitivas, dejan al descubierto lo que las sensaciones llevan anunciando toda la temporada. Pero, ¿y si le damos la vuelta a los pronósticos con más números?



Es sencillo. Basta con echar mano de la hemeroteca y descubrir cuál fue la otra ocasión en la que el Baskonia acudió a los play off con más derrotas de las cosechadas en el presente ejercicio. Fue hace tres años. La temporada en la que Neven Spahija manejó los mandos del equipo. Entonces el equipo se presentó en la postemporada con un balance de 22-12. ¿Alguien se acuerda de cómo acabó la cosa? Con el segundo título ACB de la historia del club. Y ya que nos ponemos a tirar de estadísticas, convendría recordar que el primer campeonato doméstico, el referido de la campaña 2001/2002, llegó tras una fase regular en la que el Baskonia arrojó muchas incógnitas y en la que también acabó la fase regular en cuarta posición. Casualidades o no, son datos. Y los datos resultan esclarecedores en un sentido, sobre todo si tenemos en cuenta que el año pasado el equipo de Dusko Ivanovic dio la campanada ante el todopoderoso Barça tras cerrar las 34 jornadas de competición en segunda posición: ninguna de las tres ligas que el equipo azulgrana concluyó como primero acabó en las vitrinas del Buesa Arena. Es más, de los últimos siete campeones, sólo uno (Unicaja en la 2005/2006) se había mostrado como el equipo con más victorias antes de los play off.

¿Qué quiere decir todo esto? Que en el play off el rendimiento previo de los equipos cuenta exclusivamente para determinar el orden de la parrilla de salida hacia el título. Tampoco pretendo que esta reflexión nos conduzca a plantearnos que el Caja Laboral parte como favorito. Todo lo contrario. Son muchas las carencias que ha mostrado el equipo a lo largo de los últimos meses, y en el duelo que clausuró la fase regular ante el Lagun Aro no dio la impresión de que se vayan a corregir de un plumazo y a tiempo. El conjunto gasteiztarra presenta unos males endémicos preocupantes, pero rebosa talento, anda sobrado de jugadores determinantes y ha rematado la plantilla con dos hombres que aportan cosas que hasta la fecha se echaban en falta en el Buesa Arena.

Dragicevic concede al equipo la contundencia defensiva cerca del aro que tanto se ha añorado esta temporada. Su presencia, como se ha podido apreciar en pinceladas en sus primeros partidos, ayudará a sellar la sangría en el rebote que tanto sufrimiento le ha causado al equipo azulgrana este año. Pero con eso no basta. Un plantel de Dusko Ivanovic, un Baskonia de Dusko Ivanovic, nunca había recibido un promedio de puntos en contra tan elevado. Tras la eliminación europea ha dado la impresión de que el Baskonia mejoraba la defensa, sobre todo en lo que se refiere a la elección de cambios en los bloqueos. Pero aun así las ayudas parecen muchas veces poco ajustadas, algo en lo que la actitud del colectivo tiene algo que ver. También en ataque se han apreciado muchas carencias, casi siempre parcheadas por el talento de los principales estandarte del equipo. En estas condiciones, más allá de lo que digan los números, el destino y las posibilidades del equipo vitoriano en los play off, en la búsqueda de otro milagro, del sueño del cuarto título liguero, dependen exclusivamente de la capacidad de Dusko para ensamblar todas las piezas en un plazo demasiado breve. ¿Le dará tiempo?