6/6/13

Último escalón al anillo

Una capacidad de trabajo inhumana y una fortaleza mental al alcance de pocos han permitido a Tiago Splitter superar cada uno de los retos que se ha ido encontrando en su carrera. Los que lo conocen bien, técnicos, jugadores con los que ha compartido vestuario y amigos, destacan la grandeza del primer 'vitoriano' que va a pelear por el anillo de la NBA. Esta madrugada arrancan las Finales en Miami


“Hace no mucho lo veía por la tele y en unos días voy a poder jugar a su lado. Es como si fuera un sueño”. Han pasado menos de tres años desde que Tiago Splitter pronunció estas palabras. El poste brasileño, MVP y líder de un Baskonia que acababa de adjudicarse contra todo pronóstico su tercer título liguero, se disponía a saltar el Atlántico para incorporarse a la disciplina de los Spurs. Allí tendría la oportunidad de conocer a su ídolo, Tim Duncan, el hombre por el que, con gusto, abandonó el número 21 que había lucido a la espalda en el conjunto baskonista y con el que ahora, tres años después, conforma la pareja titular de pívots de San Antonio.

El tiempo ha pasado y Splitter ha sabido exprimirlo al máximo. Sin prisas, a su ritmo, el jugador nacido en Joinville pero criado en Vitoria ha logrado hacerse un hueco en uno de los equipos más poderosos de la NBA. En los Spurs, territorio de un Popovich que no regala nada, Splitter ha vuelto a recorrer un camino que conoce bien. Cuando aterrizó en tierras tejanas, tras haberlo sido todo en Europa, supo asumir su nuevo rol secundario, una ración de banquillo desmesurada. Pero el paso del tiempo, como siempre, le ha dado la razón. Esta noche (03.00 horas) saltará de inicio en el quinteto con el que los Spurs emprenderán la complicada misión de destronar a los Heat de Lebron, Wade y compañía en las Finales de la NBA. Splitter será el primer jugador criado en la cantera del Baskonia que va a pelear por un anillo. Afronta el último escalón de una larga travesía ascendente en la que su descomunal capacidad de trabajo le ha permitido colarse entre los mejores, llegar a unas cotas que todo el mundo le auguraba hace mucho tiempo, cuando emprendió el camino.

Fue en enero del año 2000, recién cumplidos los 15 años, cuando abandonó su Brasil natal y siendo todavía un adolescente recaló en Vitoria de la mano de Alfredo Salazar, el gran cazatalentos del Baskonia. “Desde que llegó se vio muy claro que podía llegar muy lejos. Ya entonces se veía que era un jugador especial”, recuerda Sergi Vidal, que también ficho por el equipo azulgrana ese año. “La primera imagen que tengo de Tiago es de cuando llegué a Vitoria, en un entrenamiento de pretemporada. Estábamos en Mendizorroza y vi a un chaval muy alto pero con pinta de adolescente en la grada. Estaba con su madre. Después, se marchó a Bilbao, pero esa imagen la tengo grabada”, señala Vidal, que después entablaría una buena amistad con él tras un lustro juntos en el vestuario.

Un adolescente descarado

Splitter tardó poco en llamar la atención. En principio, se le hizo un hueco en el equipo de EBA, pero tuvo ocasión de darse a conocer ante los que entonces eran los grandes referentes del conjunto vitoriano. Fue en un entrenamiento con la plantilla del primer equipo. “En cuanto tenía ocasión la metía para abajo”, relata Javi Buesa, que compartía entonces equipo en las categorías inferiores. “Recuerdo que todos (Oberto, Scola...) se quedaban mirando asombrados, como diciendo: ‘Vaya cómo viene el chaval’. Pero la cuestión es que no se achantaba nunca ante nadie”, adhiere Buesa. Sigue sin hacerlo. Ni en la ACB, ni en la Euroliga, ni ahora en la NBA. Tampoco lo hizo en Bilbao, adonde Josean Querejeta decidió enviarlo ante la evidencia de que la EBA se quedaba pequeña para exprimir su evolución.

Txus Vidorreta, ahora técnico del Estudiantes y entonces hombre orquesta en el recién nacido club vizcaíno, tuvo un peso importante en aquella decisión. Fue en una liga de verano en Fuenlabrada donde se enamoró del brasileño, que a orillas de la Ría pasaría dos años fundamentales para entender su crecimiento como jugador. “Me llamó Alfredo (Salazar) para decirme que tenían a un jugador con gran futuro que nos podría interesar y que fuera a verlo a Fuenlabrada. En el primer partido estuvo bien, ya casi me convenció, pero el segundo fue fantástico. Recuerdo que se tenía que emparejar con Martín Ferrer, que era uno de los tipos más duros de la LEB. Si era capaz de pegarse con Martín Ferrer, podía hacerlo con cualquiera en LEB2. Y aunque no tenía papeles y ocupaba plaza de extracomunitario, apostamos por él. Cuando dejamos Fuenlabrada ya estaba segurísimo”, desvela Vidorreta, que no tenía dudas sobre el futuro que aguardaba al gran jugador que acababa de caer en sus manos. “Estaba convencido de que estábamos ante una estrella. No sé si tanto como para decir que iba a ser importante en la NBA, pero sí sabía que podía marcar época en el Baskonia y ser muy importante en Europa”.

Splitter pasó dos años en el Bilbao Basket. Llegó al equipo en LEB2 y lo abandonó en LEB y ya con la vista puesta en la ACB. Su aportación en aquellos años, en los que pese a su juventud se convirtió en una de la estrellas de la competición, ayudó a devolver la ilusión por el baloncesto a una ciudad que acudía los viernes por la tarde a La Casilla para ver a un tipo imberbe y a un base nativo y eléctrico con el que se entendía de fábula. Era Javi Salgado, ahora en el Lagun Aro. “Tenía que fajarse con tipos muy duros, algunos que incluso luego han jugado en la ACB. No se arrugaba. Suplía su desventaja de peso con su capacidad física y la facilidad que tiene para hacerlo todo bien, además de con su inteligencia”, desgrana el timonel de Santutxu “Era nuestro jugador americano con 16 o 17 años. Fue una apuesta muy importante de Txus y creo que las dos partes salieron muy beneficiadas”, añade Salgado. “Tiago prosperó mucho, el Baskonia recibió un jugador que dos años antes no estaba tan hecho y nosotros ascendimos de categoría y también crecimos como equipo”, concede Vidorreta.

Los que han seguido su trayectoria siempre han destacado ante todo su descomunal capacidad de trabajo. Y en aquellos años demostró una claridad de ideas y  un espíritu de sacrificio impropios de un joven de su edad. “Era una esponja”, afirma rotundo Roberto Calvo, periodista de Deia. “Tenía una gran capacidad para aprender, y voluntad, que es algo muy importante. Recuerdo que estudiaba en los Escolapios, entrenaba por las tardes con el Bilbao Basket y muchas mañanas se desplazaba a Vitoria para realizar trabajo específico de tecnificación. Era muy currante”, añade el periodista bilbaíno.

Ese trabajo constante, que no abandonó al ingresar en el estrellato, volvió a abrirle las puertas del Baskonia. En la temporada 2003/2004 pasaba a engrosar una de las plantillas más lujosas con las que ha contado el cuadro azulgrana. El niño se hacía mayor. Abandonaba las categorías de la FEB para estrenarse en ACB y Euroliga, como parte de un vestuario en el que se reunían figuras de la talla de José Manuel Calderón, Pablo Prigioni, Arvydas Macijauskas, Sergi Vidal, Kornel David, Andrés Nocioni, Luis Scola o Andrew Betts.

En aquel equipo también estaba Javi Buesa, con quien compartió muchas charlas de banquillo y que de alguna manera se convirtió en nexo entre Splitter y la ciudad que lo adoptó. “Entonces éramos como uña y carne”, sonríe Buesa. En aquella esquina del banquillo se fraguó una relación que trascendía los límites de la cancha. “Cuando salíamos de entrenar, compartíamos coche para ir a casa. Bueno, me llevaba él a mí. Además de mi amigo, era mi chófer”, bromea el vitoriano, que no tiene reparos en destacar el especial cariño con el que acogieron a Splitter los pesos pesados de la plantilla. “Era uno más. Muy joven aún, pero uno más. Luis lo tenía apadrinado, pero todos le tenían gran aprecio”, completa Buesa. “Es que era un tío que se hacía querer. Siempre tenía una sonrisa”, apunta Vidal.

Un vitoriano más

Sin embargo, Tiago tenía vida más allá de las cuatro paredes del cambiador del Buesa Arena. Su forma de ser le granjeó  una especie de segunda familia y una cuadrilla con la que podía soltar tensión y olvidarse por momentos del baloncesto. Fue Iñaki Iriarte, el técnico que pasó cientos de horas junto a él desarrollando un valioso trabajo de perfeccionamiento, quien lo puso en contacto con unos vitorianos que en los próximos días van a sufrir un déficit de sueño para poder seguir en directo las evoluciones de Tiago en la pelea por el anillo. “Se integró desde el primer momento. El Iri, que es como su padre adoptivo, quería que hiciera una vida más normal, nos lo presentó y no tardó en ser uno más”, afirma Mikel Gorbea, uno de los componentes de esa cuadrilla que descubrió a Tiago placeres tan maravillosos como las cenas en la sociedad. “Se solía apuntar siempre que podía. Pero había un problema, porque al principio era menor y debíamos tener cuidado cuando salíamos por ahí”, evoca Gorbea.

El problema, sin embargo, no era tal. La rectitud del poste brasileño lo distanciaba del resto en determinadas cosas. “Hay que reconocer que Tiago era formal. Desde que lo conocí siempre ha sido muy maduro”, concede. “Además, como muy pronto se comprometió, como digo yo, se echó novia, aún lo fue más”, bromea Gorbea, para quien no existen dudas, más allá de su origen y del amor que pueda profesar a su país, sobre la relación de Splitter con la capital alavesa. “Tiago ha querido ser siempre un vitoriano más y lo sigue siendo”, asevera. Lo que no resultaba en absoluto sencillo era que un tipo conocido, de 2,13 y jugador del Baskonia, pasara desapercibido cuando salía con el resto de sus amigos “Llamaba mucho la atención. Además, como siempre ha tenido buen cartel entre el público femenino...”, revela con picardía.

Fundamental en los títulos

En ese contexto, como un vitoriano más fuera de la cancha, Tiago siguió creciendo. Comenzaron a llegar los títulos y su peso en el equipo empezó a aumentar, siempre impulsado por ese inhumano espíritu de trabajo que lo ha acompañado siempre. “Puede que haya muchos jugadores con más talento o facultades, pero no hay muchos que tengan esa cabeza, esa fe en uno mismo y esa capacidad de trabajo. Su principal virtud ha estado siempre dentro de su cabeza”, opina Ibon Navarro, ahora segundo de Velimir Perasovic en Valencia y entre 2007 y 2010 asistente de Neven Spahija y Dusko Ivanovic en el Baskonia. “Tiago siempre está tranquilo”, expone el técnico vitoriano. “Nunca ha parado de crecer. Nunca. Cuando llegó a Bilbao, todavía era muy joven pero hizo todo lo que estuvo en su mano para aprovechar la oportunidad y crecer. Luego en Vitoria lo mismo. Al principio no era tan importante, era muy joven, y aprendió muchísimo de Luis. Pero una vez más, poco a poco fue creciendo y se hizo importante. Se llevaba muy bien con Pablo, se entendía con él en el campo, algo que no es difícil para ningún pívot”, explica Sergi Vidal, que compartió celebraciones en la Virgen Blanca en muchos de los éxitos que fue cosechando Splitter como jugador baskonista.

El poste nacido en Joinville fue pieza fundamental en los triunfos coperos de 2006 y 2009, así como en los títulos de ACB de 2008 y 2010, su última muesca en el revólver antes de que le llegara la oportunidad de cumplir su sueño, antes de que se embarcara en el proyecto de los Spurs junto a Duncan, Ginóbili y Tony Parker. A partir de esta noche, que seguro será larga en Vitoria, peleará por un nuevo título, por un anillo de la NBA. Ningún jugador formado en el Baskonia ha disputado antes unas Finales. Tampoco ningún otro vitoriano. Y en este momento clave, justo cuando se encuentra frente al último escalón de una escalera tan prolongada como plagada de éxitos y sinsabores, manchada por el sudor y el sacrificio, el hombre que lo ayudó y aún ayuda a ser mejor lo contempla desde Vitoria con una enorme ilusión. “Me alegro muchísimo por él. Se lo ha ganado con su trabajo. Tiago es la demostración de que un jugador con talento, si se esfuerza, puede llegar a jugar una final de la NBA”, apunta Iñaki Iriarte, que prefiere echarse a un lado como un padre orgulloso, pero que no puede negar que seguirá “con mucha atención” todo lo que haga Tiago en la eliminatoria que arranca hoy en el American Airlines Arena.

El poder coral de San Antonio

Como Iriarte, todos los que se han cruzado en su camino, en uno u otro punto de esa escalera, le desean lo mejor y confían en que el poder coral de San Antonio, donde cada pieza es importante, resulte suficiente para frenar el descomunal poderío físico de Lebron y sus Heat. “Tiene algo especial que tienen muy pocos jugadores. Se adapta a cualquier entorno con estrella. La dupla que forman Duncan y Tiago puede hacer daño a Miami si ambos están bien físicamente”, opina Txus Vidorreta. “Todo el mundo coincide en que Miami es favorito. Habrá que ver cómo ha gestionado San Antonio este periodo de inactividad. Tiago a nivel individual puede ofrecer ventajas a los Spurs, pero los interiores de los Heat, jugando tan abiertos, siempre ponen en problemas a sus pares. Deberá tener cuidado”, aconseja Ibon Navarro, que volvió a reencontrarse con él durante el lockout en Valencia.

“Va a ser complicado. Miami es favorito. Son los campeones y tienen a la bestia, pero San Antonio tiene opciones por la fortaleza que presenta como grupo. Atacan bien, defienden bien y son un equipo”, señala Salgado. “Yo no daría por muertos nunca a los Spurs”.

De uno u otro modo, lo que hace poco menos de tres años parecía un sueño, se ha convertido en una realidad. Un vitoriano, uno de los jugadores que más ha ofrecido a la afición del Buesa Arena, va a pisar el parqué de Miami con el objetivo de ganar un anillo. Es el último escalón de la escalera para un tipo cuyo secreto ha sido querer siempre trepar más alto. Su constancia, su humildad y su sacrificio lo han guiado hasta donde muy pocos pueden llegar.

1/6/13

Fracaso en el retrogusto


Aseguran los enólogos que uno de los factores más relevantes a la hora de valorar la calidad de un vino aparece a los pocos segundos de haber realizado la cata. Los sabores que perduran en el paladar, el poso que deja en las papilas gustativas el caldo, se conoce como retrogusto, y en muchos casos sirve para determinar si las esencias del vino se han estabilizado de forma adecuada. Un retrogusto prolongado y placentero suele ser signo de calidad, mientras que uno desagradable o desviado en matices puede arruinar por completo la degustación, por mucho que el caldo haya resultado de inicio delicioso en vista, olfato y boca.

La última temporada del Laboral Kutxa ha dejado un poso de amargura entre sus aficionados. A pesar de los altibajos que ha experimentado el equipo en uno de los cursos más decepcionantes y convulsos que se recuerdan, el bochornoso final que se escenificó el pasado martes en el Buesa Arena ha bastado para retratar la verdadera y escasa calidad del caldo de las viñas azulgranas. Son tres años ya sin títulos. Tres temporadas completas sin finales. Aunque lo peor es, de largo, la impresión de que el históricamente bravo equipo alavés se encuentra cada vez más distante de las gestas que lo hicieron grande.

Hubo más resignación que ira en las gradas del Buesa Arena cuando concluyó el tercer asalto de la serie ante el Gran Canaria. La reacción de los fieles resulta un indicador muy claro para establecer la nota que merece el equipo baskonista este curso. Ni la primera inspección ocular, una fase regular más solvente en cuanto a resultados que en imagen, ni su carácter sutil en nariz durante la Copa de Vitoria, donde como empieza a ser tradición quedó apeado en semifinales, han podido ocultar la realidad. Tampoco lo hicieron las sensaciones en boca, planas de inicio, potentes en evolución y agrias al final, que acumuló en la Euroliga. El retrogusto delató la cruda realidad de un equipo, o más bien de un puñado de jugadores, que jamás llegó a recuperar la capacidad de pelear por los títulos que buscaba la directiva.

De nuevo lejos de los títulos

El Baskonia ha vuelto a suspender. Y no tanto por los resultados (semifinalista copero, cuartofinalista en Euroliga y ACB), que no han sido tampoco pésimos, como por esa patente impotencia que remarca la brecha que lo separa de los equipos que se reparten los trofeos. Lo duro, y eso ha quedado reflejado en la actitud que ha adoptado el baskonismo tras el duro golpe ante el Herbalife, es que ese triste final representa con mayor fidelidad lo que ha sido este irregular Laboral Kutxa que los puntos álgidos que, por unos motivos más o menos accidentales, ha alcanzado durante el ejercicio.

Es muy probable, casi seguro, que las valoraciones se habrían suavizado notablemente de haber rematado el domingo su serie ante el conjunto insular. Si el equipo gasteiztarra hubiera logrado colarse en semifinales, independientemente del resultado que cosechara después ante el Barça, se habría dado por buena (siquiera sólo por clasificación) la campaña. Por eso es probable que este crudo desenlace haya resultado más beneficioso y menos engañoso.

Sin restar relevancia al atenuante que suponen la desventaja presupuestaria con la que Josean Querejeta y sus acólitos deben hacer frente a la confección de la plantilla, resulta difícil ocultar que el grado de acierto en los fichajes y en las tomas de decisiones en general ha descendido en estos últimos años. Y todo ello ha guiado al baskonismo hasta un punto en el que el nivel de exigencia también se ha rebajado, hasta el punto de que esa resignación que se apreció en el Buesa Arena, consecuencia no de una sino de tres campañas lejos de los títulos ha generado un clima de desánimo que la directiva, según ha prometido su máximo dirigente, combatirá el próximo ejercicio con una plantilla mucho más potente.
La presente ha sido una temporada marcada por la inestabilidad. En apenas ocho meses se han cambiado varios jugadores, el entrenador, el nombre del equipo y la indumentaria, pero se ha seguido sin encontrar la identidad perdida. El equipo se ha movido a ramalazos. Pero no se ha apreciado una dinámica que aportara cierta seguridad en sus posibilidades más allá de la que adoptó en las primeras semanas de Zan Tabak.

El estímulo de Tabak

La llegada del croata sirvió ante todo para resucitar a un equipo que vivía una situación dramática en la Euroliga. La afición habría acusado muy mal que el equipo cayera por segunda vez a las primeras de cambio en la máxima competición continental. Tabak rescató al equipo in extremis, con mucha fe y una pizca de suerte. El Baskonia se coló en la segunda fase continental pese a sumar 4 victorias en 10 partidos. En el Top 16, tras un buen inicio, hizo falta otro milagro. Y el cuadro azulgrana respondió, con 4 triunfos en los últimos 5 partidos. Sea como fuere, accedió a los cuartos de final, donde dio la cara ante el CSKA. Dar el máximo cuando todo parecía ya perdido no ha sido el principal problema de este plantel.

En la Copa del Rey el Laboral Kutxa se ajustó al guión. Teniendo en cuenta los precedentes de las competiciones domésticas de los últimos años, hizo lo que se esperaba. Nada menos, aunque tampoco nada más. Donde pinchó fue en la ACB, y al final. Tras una fase regular notable en resultados (25 victorias y 9 derrotas), aseguró la segunda plaza y la ventaja de campo en una hipotética semifinal ante el Barça. Pero entonces llegó el Gran Canaria y el equipo azulgrana caía por primera vez en una década a las primeras de cambio. La duda estriba en saber si el duelo ante el cuadro insular arruinó la nota final del curso o retrató la realidad. En cualquier caso, el retrogusto ha sembrado el descontento en los paladares de una afición que confía en que su presente cumpla la palabra dada.