12/11/12

Carácter y dudas

El Caja Laboral se apoya en la fe y el corazón de los que quisieron creer y remonta un partido abocado al desastre


Mucho se ha hablado a lo largo de las últimas semanas sobre el carácter bipolar del nuevo Caja Laboral. El equipo azulgrana tiene dos caras que no sólo varían de un partido a otro, sino que pueden manifestarse incluso en las dos mitades de un mismo envite, como volvió a quedar patente ayer en Valencia. Los pupilos de Dusko Ivanovic escaparon victoriosos de La Fonteta, escenario propicio, tras remontar un encuentro que en la primera parte se había convertido en una prolongación del desastre perpetrado dos días antes en Zagreb. Tras haber marchado a remolque en el marcador durante media hora, con desventajas que llegaron a alcanzar los dieciséis puntos, conquistaron una victoria que, sin embargo, no puede silenciar las preocupantes señales que envía en determinados momentos un equipo que es al mismo tiempo capaz de caer en la más profunda de las depresiones y de rozar el cielo baloncestístico en cuestión de segundos.

En el duelo ante el Valencia Basket de Velimir Perasovic, el tercer rival de entidad consecutivo en la competición doméstica, el cuadro baskonista exhibió la versión más extrema de ambas facetas. Se mostró como un equipo abúlico, impotente e inconsistente de inicio y como un bloque voluntarioso, decidido y solidario en una segunda parte en la que destrozó sin piedad a un rival que acabó sobrepasado y preguntándose cómo un encuentro que parecía tener ganado se le acabó yendo de las manos de esa forma.

Si cualquier aficionado hubiera visto sólo la primera mitad del encuentro, con una bochornosa puesta en escena trufada de pérdidas de balón y defensas de mantequilla que prolongó hasta el 19-2 la inercia inicial de un Valencia que sí parecía estar por la labor, habría concluido que este Caja Laboral es un equipo de saldo con muchos problemas estructurales y evidentes deficiencias de motivación. Si en cambio hubiera visto sólo la segunda, que arrancó con un tercer cuarto demoledor (13-27) y se consolidó con un final en el que se tomaron correctas decisiones y se defendió con el alma, habría pensado que nos encontramos ante un candidato a ganar cualquier título que se le ponga a tiro.

En realidad este Caja Laboral no es ni una cosa ni la otra. Es las dos y ninguna al mismo tiempo. Parece claro que hay materia prima para edificar un proyecto con la suficiente solidez como para evitar las vergüenzas de los dos cursos precedentes y volver a mirar a los ojos a los grandes. Pero también que a Dusko Ivanovic le está costando demasiado darle forma e imprimirle un carácter que no parecen poseer todos sus pupilos.

Ayer algunos quedaron en entredicho. Mientras jugadores como Nocioni y San Emeterio, que más allá de que estén más o menos acertados siempre dan la cara, se echaron a las espaldas el equipo para buscar una remontada que bien entrado el segundo cuarto se antojaba más imposible por sensaciones que por resultado, otros presenciaron la voltereta del marcador desde el banquillo en una segunda mitad en la que no pisaron el parqué.

Los que quisieron estar estuvieron. A la misión suicida del argentino y el cántabro se sumaron otros y al final Ivanovic, que sigue sin conseguir que este equipo despliegue un buen baloncesto, fió la su suerte a la voluntad de un grupo de chalados que quisieron creer en el milagro y acabaron por agarrarlo con los dientes.

El Caja Laboral no fue mejor que el Valencia Basket. Pero buscó la victoria con todas las ganas que le faltaron en Zagreb o en la segunda mitad del duelo ante el Efes. Con un Causeur celestial, tremendamente inspirado en ataque e intenso en defensa, y un Tibor Pleiss que evidenció ante los superados postes taronjas el ilusionante potencial de que dispone, el cuadro azulgrana supo disimular unas carencias que en algunos casos parecen más bien escasa claridad de ideas y en otros sólo falta de motivación.

Ivanovic sigue sin lanzarse a conceder galones a ninguno de sus bases a estas alturas del curso y se está pagando caro. Cabezas es por el momento el que mejor responde, pero juega bajo la lupa. Y eso en un equipo que carece de automatismos y que anda muy corto de ideas en ataque resulta casi suicida. Más allá del uno contra uno y de los movimientos para buscar el bloqueo y continuación hay muy poco.

Algunos partidos podrán salvarlos la fe, la entrega y el músculo. Pero eso tiene un límite. No se puede vivir eternamente de las exhibiciones de testosterona. Hay rivales ante los que no resulta suficiente. En la ACB hasta ahora ha bastado. Pero no en la Euroliga. El enfrentamiento ante tres de los grandes de la ACB se ha superado con nota, con dos victorias y una derrota en la prórroga, pero mal harían la directiva o los técnicos en dejarse llevar por el resultadismo y obviar los evidentes mensajes de alarma que envía el equipo y requieren de una solución inmediata.

Domingo, 11 de noviembre de 2012
75-79

Valencia Basket (20+27+13+15): San Miguel (4), Martínez (7), Pietrus, Dubljevic (8), Lishchuk (12) -cinco titular-, Markovic, Ribas (16), Faverani (4), Doellman (13) y Quinn (11).
Caja Laboral (14+20+27+18): Rochestie (2), Oleson (4), San Emeterio (15), Milko Bjelica (5), Lampe -cinco titular-, Heurtel, Cabezas (6) , Pleiss (9), Nocioni (16) y Causeur (22).
Árbitros: Redondo, Jiménez y Castillo. Eliminaron a los locales Markovic (m.38) y al visitante Bjelica (m.35).

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