22/8/11

El mensajero magnicida

La tendencia de los medios a buscar héroes y dejar en un segundo la competición ha situado al deporte, asfixiado por la falta de ingresos y lisiado por la merma de emoción, al borde del abismo.


Asistimos a un momento crucial para el futuro del deporte español. No me refiero sólo al baloncesto. Hablamos de todas las disciplinas deportivas y de la repercusión, el volumen de ingresos y el espacio mediático del que gozarán en los próximos años. Hace algún tiempo que se quebraron los principios de la supuesta imparcialidad de los medios, vehículos de la emoción y el resultado. Esa equidad desapareció. En el mismo instante en el que las eliminatorias de Copa del Rey comenzaron a dividirse en varios días de una misma semana y las radios se decantaron por emitir los de un día –normalmente coincidían con los de los equipos más poderosos– y olvidarse de los que se jugaban otro se comenzó a gestar la crisis que azota ahora mismo al deporte en este país. La Liga Endesa, por supuesto, no se mantiene ajena a esta realidad. Entretanto, los dos gigantes, amamantados por la superestructura que les concede su condición de entidades balompédicas, comienzan a gozar de unas ventajas presupuestarias que amenazan con limitar la pelea por los títulos o, como poco, incrementar el nivel de dificultad para las clases menos pudientes. Los ricos siguen siendo ricos y los pobres, como en muchos otros órdenes de la vida, más pobres.

Los medios son (o somos) lo que son (o somos). No es cuestión de entrar a valorar el proceso de putrefacción que ha experimentado el periodismo, la comunicación de masas, pero resulta indudable que, en gran medida, lo que no tiene reflejo en las televisiones, radios y periódicos no existe, o al menos existe sólo para unos pocos. A pesar de la transformación que están suponiendo para la manera de acceder a la información las redes sociales, la trascendencia de casi todo se mide en función de su presencia en los mass media. En este presupuesto puede encuadrarse en cierta medida la crisis que afecta a un elevadísimo porcentaje de los deportes. Recuerdo que hace no demasiado tiempo, incluso en un escenario en el que existían muchos menos canales de difusión, había audiencia para disciplinas ahora en el olvido. Por citar, me viene a la memoria el balonmano, condenado al ostracismo tras haber vivido una época dorada a mediados de los noventa, el ciclismo, cada vez más maltratado, o el propio baloncesto, no sé hasta que punto víctima o responsable de su propia descomposición. La tendencia devoradora de la situación actual es tal, que incluso el fútbol, no me refiero al Madrid ni al Barça, sino al resto, incluidos la inmensa mayoría de los equipos de la máxima categoría, ha dejado de resultar rentable, atractivo, o ambas cosas al mismo tiempo.

Una pescadilla que se muerde la cola

En realidad se trata de una pescadilla que se muerde la cola, pero que está resultando tener unos efectos aterradores para la emoción de las competiciones. Cuanto menos aparece un equipo o un deporte en, sobre todo, las televisiones, menos interés despierta, desciende su rentabilidad para los propios operadores, que a su vez se afanan menos en darle salida y, de esta manera, pierde popularidad. Un bucle continuo y diabólico en el que hace algunos años ha entrado el baloncesto. Cae al vacío sin remisión mientras da la impresión de que la brecha que se abre entre los poderosos y el resto sigue creciendo. El periodismo deportivo en España ha creado héroes, vive de unos pocos elegidos. El resto malvive, mendiga espacio y protagonismo. Está atrapado por una maquinaria en la que ni siquiera importan ya tanto los resultados, la competición. Se trata de la imagen, de lo que vende y lo que no. Y lo peor de todo es que la ligereza e indiferencia con las que este proceso está pasando ante nuestros ojos pueden tener unos efectos devastadores en un futuro a medio y largo plazo.

Podrían incluso establecerse equivalencias con lo que sucede en el mundo de la información política de un estado que deriva peligrosamente hacia el bipartidismo. La concepción de este nuevo universo periodístico reduce, simplifica y divide. El caso más evidente trasciende las barreras del baloncesto, pero pisotea la frontera y amenaza la mera supervivencia de un deporte aquejado de una deshidratación financiera endémica, estructural. Ya ni siquiera se respeta el fútbol. Todo queda reducido a la mínima expresión. Madrid o Barça. Cristiano o Messi. Mourinho o Guardiola. No hay más para muchos. Y así nos van las cosas. No se habla de la NBA en términos de competición, sino que apenas se reflejan los números que firman cada madrugada los jugadores españoles que han saltado el charco. A quién le importa cómo marche el torneo... El tenis es Nadal. La Fórmula Uno copa titulares y docenas de horas de información anuales porque Fernando Alonso pelea por el título mundial. Me da en la nariz que cuando desaparezca el asturiano del mapa, si los poderes fácticos y económicos que manejan esa rueda se ven incapaces de hallar un héroe que lo sustituya, caerá en el olvido, o como poco se convertirá en un reclamo para aquellos que de verdad aprecian ese deporte. Ídolos. Es lo que se busca y se explota. ¿Y la ACB? ¿Y el baloncesto español? ¿Y la Euroliga? Casi mejor ni hablar del asunto. Los grandes medios nacionales le dan la espalda hasta límites insospechados. Como vende poco, sale poco. Como sale poco, cada vez vende menos. Así que, salvando al Madrid, más presente cuando gana que cuando pierde, pero la mayor parte de las veces de un modo testimonial, la referencia se busca en los héroes de la selección, grandes iconos, abanderados de una generación irrepetible, quizá una oportunidad arruinada para devolver este deporte al primer plano.

Lo que no aparece en los medios no es atractivo

La ecuación matemática para desvelar los efectos de esta política resulta sencilla: todo lo que no aparece en los medios, en términos de inversión, resulta poco atractivo. Por lo que, más allá de privar a las nuevas generaciones de la oportunidad de paladear y conocer los deportes que nosotros descubrimos de niños, para después elegir, están (estamos) acabando con ellos. La caída en picado de las inversiones en patrocinios no es sino una consecuencia lógica de esta peligrosa manera de entender el deporte, de esta sesgada forma de venderlo. El baloncesto es víctima de este proceso para el que me pregunto si existe un punto de retorno. Es sólo una víctima más, pero los que lo amamos sangramos esta descomposición progresiva de un juego que no merece algunos desprecios que está teniendo que soportar. Cada vez sorprenden menos. ¿Es normal que una cadena que se precia de acompañar a la selección española cada verano en la lucha por medallas en los torneos internacionales decida con total impunidad emitir un compromiso preparatorio del equipo de Scariolo en diferido? La mera formulación de esta cuestión duele. Más aún si echamos mano de una duda que planteó, no sin cierta picardia, el extécnico del Baskonia, ahora en Canarias, Pedro Martínez: "¿Pero La Sexta no tiene tres canales?". Si, los tiene. Además del generalista, dispone de uno que destina a emitir todo el día telenovelas y otro para películas.

En plena resaca del primer fin de semana que los de mi generación recordamos sin fútbol a raíz de una huelga,  la crudeza de este panorama se revela cruel al atender a las cifras de deuda que arrastran casi todos los clubes del Primera y Segunda División. Pero esto no es nada nuevo para el baloncesto, donde son mayoría los equipos que ejecutan malabarismos para poder pagar al día a sus jugadores y el éxodo de patrocinadores se ha convertido en una constante desde que la llegada de la crisis redujo las cuantías que las grandes marcas (y las no tan grandes) destinaban al marketing y la inversión en publicidad. Hemos sufrido a comienzos de este verano la angustiosa situación vivida por el Lucentum de Alicante, que flirteó con la liquidación y fue rescatado in extremis, cuando muchos habían perdido la fe. En la ACB no es el único caso de asfixia financiera. Salvando los dos grandes, e incluso el Barça anunció para su sección de la canasta una reducción presupuestaria que no sé si de verdad se ha llevado en práctica, todos los clubes de la nueva Liga Endesa (identidad alquilada) han salido al mercado con el cinturón bien apretado. Es lo que toca. En un contexto de crisis global, de escasez de mecenas, nadie quiere tirar el dinero por el retrete destinándolo a manchar unas camisetas que apenas tendrán reflejo en los medios mayoritarios.

Una política informativa muy dañina

No sé si, como solía decir Andrés Montes, "video kill the radio star", pero desde luego sí estoy convencido de que la política reduccionista en cuanto a contenidos que se ha adoptado como habitual y lógica está acabando con el deporte tal y como lo conocíamos. Lo que espero encarecidamente es que no se trate de algo intencionado. Un descuido en un bosque puede tenerlo cualquiera, pero jamás entenderé a los pirómanos. El otro día bromeaba en twitter (@dpeje) sobre un hecho tan curioso como deprimente: la rotonda de Valdebebas aparece en las televisiones nacionales en una semana más tiempo del que la camiseta de equipos de Primera como el Racing, Osasuna o Zaragoza puede aparecer en un año. ¿Cuántos recuerdan los patrocinadores que lucieron la pasada campaña los jugadores de estos equipos en el pecho? Pues eso. Si no aparece, no existe.

La presencia en los medios, reservada para unos pocos, representa unos ingresos muy importantes para los clubes, casi siempre los mismos. Anima a los sponsor a apoyar, porque a la larga cualquier inversión revierte tanto directamente, en ventas, como sobre todo desde un punto de vista indirecto, de imagen. ¿Cómo una marca de coches no va a regalar uno a cada componente de la plantilla del Madrid y convertirse en patrocinador del club si cada dos por tres, y sin ningún tipo de justificación informativa, van a gozar de una enorme presencia de branding en televisión y prensa escrita? He ahí el inicio de las desigualdades, de origen ya enormes, que van aumentando con el paso del tiempo. Ya no es sólo la desquiciante desproporcionalidad con la que en este país se reparte el pastel de los derechos televisivos, o de las abismales desigualdades de masa social entre los clubes de las metrópolis y las capitales provincianas. Hablo de la publicidad directa, que supone a la larga mucho dinero para los elegidos, para esos héroes que se han convertido en los únicos sujetos de una información que incluso en los deportes de equipo conjuga demasiadas veces los titulares en singular.

Las migajas para el resto

Estoy hablando de fútbol porque el resto de los deportes, incluido el baloncesto, vive a su sombra. Todo lo que queda por repartirse son las migajas. Lo más hiriente es que, más allá de la vertiente monetaria, todo esto tiene un efecto de arrastre, una tonada de seducción que anida en el subconsciente de los más pequeños. Los niños en España, y cada vez en mayor medida, están polarizados. ¿Quién va a querer ser del Levante o del Valladolid si puede convertirse en aficionado del Madrid o del Barça, los que salen en la tele, de los que hablan todos? ¿Para que ir al San Pablo a ver un partido del Cajasol si lo que de verdad mola es esperarse a verano y animar a la ÑBA? Al margen de los ingresos cada vez más inaccesibles, los clubes pequeños están perdiendo masa social. Intuyo que sólo la labor evangelizadora de los padres, el legado familiar, mantiene el interés que desde los medios se arrebata. 

Lo que me resulta realmente inquietante es que este apagón informativo no afecta sólo a lo que hace no tanto podríamos haber considerado como equipos humildes. Como sucede en esta sociedad en la que cada vez andamos más justos, está desapareciendo la burguesía. La clase media padece las angustias de esta delirante realidad. Sin ir más lejos, el Villarreal, uno de los cuatro mejores equipos de la llamada Liga de las estrellas, un plantel que está disputando la fase previa de la Liga de Campeones, ni siquiera resulta lo suficientemente atractivo para hallar un patrocinador de postín. Por primera vez en su historia, el conjunto castellonense afronta la temporada con la camiseta limpia. Mal agüero. Pero muchos de los que se echan las manos a la cabeza deberían realizar un ejercicio de introspección para saber cómo se ha llegado hasta este punto.

El Caja Laboral, y regreso al baloncesto porque soy plenamente consciente de que da la impresión de que me he apartado un tanto del camino habitual, también lo sufre en sus carnes. Orgulloso representante de la burguesía baloncestística, club hecho a sí mismo, se encuentra en una encrucijada. Mientras vemos que Barça y Madrid se rearman para pelear por los títulos con los restos de los mastodónticos presupuestos de sus equipos de fútbol, el resto trata de subsistir a esta crisis, que no es sólo financiera. El Baskonia, incógnita pura para muchos en un verano complicado, ha servido de enlace entre la clase media y la aristocracia mientras le ha sido materialmente posible. Y con materialmente quiero decir, no hay más misterio, económicamente. El cuento de hadas en el que ha vivido sumido el baskonismo desde que el equipo vitoriano se hizo un hueco en la élite, un club de origen modesto en la alta sociedad, se agotó hace algún tiempo. La pericia en los fichajes, la habilidad en el rastreo y captación de promesas ya no basta. La Liga Endesa, como la Liga BBVA, tiende al modelo escocés, tan criticado pero a la vez tan inconscientemente (quiero creer) perseguido.

Y todo esto lo digo con el riesgo que supone hablar de favoritismos antes incluso de que la competición eche andar. La esencia del deporte se revela en ocasiones ilógicamente maravillosa. Es lo que tiene. El dinero no garantiza nada, porque debe ir acompañado de una política de trabajo sensata. Pero a nadie se le escapa que lo facilita. Sé que hace apenas dos veranos se puso de moda cuando se hablaba de a ACB el concepto de liga bipolar. Daba la impresión, como ahora, de que catalanes y madrileños iban a repartirse todo el botín y que nadie podría hacer nada para evitarlo. Al final, la película halló un epílogo bien distinto. El celebérrimo dos más uno de San Emeterio y la fiesta del baskonismo por la consecución del tercer título liguero dinamitaron unos vaticinios que parecían ajustados a una lógica aplastante. La dinámica, sin embargo, parece empeñada en provocar el más difícil todavía. Algunos empujan (empujamos) al deporte a un precipicio que acabe por completo con la igualdad y la competitividad. Creo que los profesionales de la información deberían (deberíamos) reflexionar al respecto.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen artículo. No te conocía pero gracias al Twitter lo he podido leer y estoy totalmente de acuerdo. Si todos tendrían las cosas tan claras, otro gallo cantaría. Es una vergüenza que todo en esta vida gire entorno al negocio...

@borjabbs

Lorena dijo...

Lo primero, la próxima vez que pongas una "pequeña reflexión", no te creeré... ejem, pero bueno como me ha enganchado te lo perdono.
Creo que comparto tu opinión casi al 100%.
Y te planteo un par de cuestiones:

¿De quién es la culpa de que la rotonda de Valdebebas aparezca tanto en televisión o de que la información de la NBA sea ridícula?
De las televisiones que sólo buscan audiencia, de los profesionales que trabajan en ellas y no se plantan ante sus jefes a sabiendas de la pobre imagen que se da del periodismo deportivo con los Manolos a la cabeza o de la propia sociedad española a la que sólo le importa el fútbol, llena estadios sólo para ver entrenamientos de sus estrellas o presentaciones de los nuevos fichajes y a la que no le importa y quizá ni se percate de ello cuando en la tele parece más importante la dichosa rotonda y la gente que allí se pasa el día sólo por ver fugazmente a sus ídolos que cualquier otra faceta de equipos como Real Sociedad, Osasuna, Zaragoza...

Si esto sucede con el fútbol, EL DEPORTE REY, qué podemos esperar de otras disciplinas. Quizá sólo quede la esperanza de la reflexión.

Y otra de las cuestiones es, que cómo se puede consentir en este país que los dos máximos representantes del deporte español como son Madrid y Barsa den el bochornosos espectáculo que han dado en los últimos encuentros que han disputado. Excepto espectáculo futbolístico hemos visto de todo, incluso el famoso dedo en el ojo de Mou. Así nos va. Eso ha sido lo más importante de la última semana.

¿Tenemos lo que nos merecemos o nos tragamos lo que sea?

jordi perramon dijo...

realmente cada dia coincidimos mas en las opiniones...o somos muy inteligentes o sumamente tontos ambos.
Bravo por tu comentario

juliambres dijo...

Si pero no. Quiero decir que por ejemplo en Vitoria quien más contribuye al apagón informativo, sobre todo lo que implique Baskonia es el propio presidente. Toda la prensa y cuando digo toda quiero decir toda, traga con ser poco más que la correa de transmisión de lo que dice el club. Jamás y ya peino canas, he visto una sola crítica , una entrevista jugosa periodísticamente, etc una labor de investigación de los porqués. En fin todo eso que vemos diariamente en los 2 grandes del fútbol y que alimentan sus fans diariamente. Hay más periodismo en los Blogs, que en toda la prensa escrita y radiofónica de vitoria. Ya me gustaría saber porqué, aunque me lo imagino.

@JM_Ramos_Berzal dijo...

Buen artículo.
Reflexionas sobre lo que muchos pensamos de los medios de comunicación deportivos. Particularmente (y creo que cada vez más gente) elegimos otros medios de información, blogs, twitter,... elegimos lo que queremos ver y leer. Se acaba la manipulación de los medios de meternos hasta en la sopa sólo noticias donde los protagonistas sean el Real Madrid y Barcelona de futbol, de tratarnos como grande masas de tontos.¿porque las secciones de deportes de tv, radio, prensa no se llaman sección Real Madrid o Barcelona? Venga ya de contarnos siempre más de lo mismo, se les acaba su modelo de negocio, cada vez llega menos pasta para eso y lo peor es que parece que no se dan ni cuenta. ¿ porque en tantas ocasiones una noticia de Basket es TT en Twitter? ¿Acuden los medios a esta red para detectar el interés por temas que no son R.Madrid y/o Barcelona?

una extremeña dijo...

Yo también he llegado aquí a través de twitter y no puedo estar más de acuerdo con tus palabras...
Me indigna sobre manera que se hable más en la sección de deportes de las tonterías que hacen Piqué y Shakira o Casillas y Carbonero, que de otros deportes como el baloncesto, ciclismo, motociclismo, etc. Parece que el único que vale la pena del tenis es Nadal y el resto de españoles (que ya no digo nada de los deportistas internacionales) no sirven para nada.
Y hablando de algo que me pilla cercano, a principios de verano en la liga EBA el Turismo de Mérida no ha podido jugar la liga de ascenso a Adecco Plata (ahora) por falta de presupuesto, debiéndoles el ayuntamiento unas ayudas, y el club ABP de Badajoz tampoco ha podido ascender por falta de presupuesto. Yo creo que es un error que ocurran estas cosas, y que si se invierte en los clubes y en el deporte en definitiva, se hace un gran favor a todo el mundo, porque el deporte es salud.

Bony dijo...

Solo una aclaracion: Pedro Martínez no entrena al Canarias, sino al Gran Canaria. El Canarias es un equipo de la LEB de la isla de Tenerife.

El resto ha estado genial