20/11/12

El día que murió Miliki



El día que murió Miliki no fue un día más. No porque muriera Miliki, que también, sino porque el baskonismo se quedó huérfano. Para bien o para mal, Dusko Ivanovic dirigió ante el Obradoiro su último partido como entrenador del Caja Laboral. El técnico más laureado de la historia del club abandonó la escena con una vulgaridad impropia para alguien que ha hecho tanto como el que más por situar al equipo de una capital de provincias en la aristocracia del baloncesto europeo. Solo, sin más compañía que la del jefe de prensa que solía escoltarlo en esa misma mesa después de cada partido, ocupó su silla para analizar un envite que no importaba, para dar unas explicaciones que aún no había tenido tiempo a meditar, para ofrecer respuesta a una decisión que todavía no había digerido. No es fácil asumir un despido. Cuesta aceptar que a uno ya no le quieren donde antes le veneraron. El día que murió Miliki, que partió rumbo a la eternidad en su barquito de cáscara de nuez, el sargento de hierro, el hombre que acuñó frases tan célebres como aquella de que "el cansancio es un estado mental", trató sin conseguirlo de mostrar una entereza que concitó una compasión que él no siempre supo conceder a los demás.

Yo estaba en la sala cuando Dusko se sentó en su silla para ofrecer una rueda de prensa apresurada y sin sentido. Carraspeó, como hacía siempre, antes de hablar. Esta vez tenía la garganta más seca que otras. También el alma. Han sido muchos años, muchos partidos, muchas comparecencias en ese mismo escenario. Pero ninguna como la del día en el que nos dejó Miliki, con la gallina Turuleca, esa que ha puesto un huevo, ha puesto dos y ha puesto tres. Ninguna en la que se pudiera apreciar con tanta humanidad a un entrenador que enseñó al baskonismo a creer en milagros. "Tenía muchas cosas buenas, pero con la que me quedo es con que era capaz de convencer al vestuario de que le podíamos ganar a cualquiera", me dijo ayer un jugador que estuvo a su cargo. En los tiempos en los que el TAU era una pesadilla para los grandes, cuando aún no se había acomodado y comenzaba a escribir una leyenda que ha languidecido en los últimos años, Ivanovic se convirtió en profeta, abrió un camino por el que se ha caminado con orgullo.

Por eso me sorprendió que el día en el que falleció Miliki, al que llorarán Susanita y su ratón, en la sala de prensa del Buesa Arena se oliera el vacío y se escuchara la soledad. En los tiempos que corren, está claro, resultaría ridículo sentir lástima por un entrenador que va a recibir una indemnización que le arreglaría la vida a tantos y tantos aficionados que han sufrido más que nadie la descomposición progresiva que ha ido padeciendo el equipo en los últimos tiempos. Puede que sea verdad. Que sea ridículo. Pero ver al borde del llanto a un tipo con el que todo el mundo ha hecho bromas sobre la dureza y que ha permitido que en ocasiones el personaje llegara a fagocitar a la persona fue muy duro -me atrevo a decir- para todos los que nos encontrábamos en una estancia en la acuñó gran parte de las letanías que lo acompañarán de por vida.

Hubo muchas ocasiones quizá más adecuadas para haber puesto fin a un matrimonio que ha alumbrado títulos y momentos gloriosos a lo largo de casi diez años. Es probable que no fuera una cuestión de tiempos, sino de modos. Seguramente se pudo haber hecho de otra manera. El caso es que las cosas sucedieron como se han escrito, como se han contado, y el día en el que murió Miliki quedará grabado en la historia como el día en el que Josean Querejeta decidió pasar por la guillotina a un técnico al que le ha aguantado lo que no le ha aguantado a muchos otros, decapitados en muchos casos por el mero hecho de no ser Dusko Ivanovic. Al final, y puede que contra su propia voluntad, el máximo dirigente del Baskonia ha convertido al profeta en mártir, ha permitido que aflorara ante las cámaras el lado humano, miserablemente real, de un técnico del que se podían escribir muchas cosas buenas pero del que también he oído muchas cosas horribles. Cada uno se quedará con su propia versión sobre la persona, incluso sobre el entrenador, pero no existe discusión posible sobre sus resultados.

"No me lo esperaba, pero respeto todas las decisiones", dijo Ivanovic en una rueda de prensa en la que su eterno afán por controlar incluso a los periodistas ofreció escenas casi ridículas. Llegó a decir que no quería hablar más sobre su despido, que se le preguntara por el partido. Un partido que no tuvo historia, un partido que consiguió apaciguar incluso a los aficionados que habían acudido con los cuchillos afilados al pabellón, que sirvió para rubricar el acta de defunción de un equipo física y mentalmente acabado. Ivanovic estaba afectado. Es humano. Por supuesto que no se lo esperaba. Como una parte de la parroquia azulgrana, él aún se consideraba el más adecuado para resucitar lo irresucitable. No voy a entrar en si la decisión de contratar a Zan Tabak como sustituto, como revulsivo, es o no acertada. Al menos no en esta ocasión. Pero creo que no hay duda acerca de la necesidad de buscar un cambio, un detonante que revirtiera una situación que se había gangrenado y en la que los jugadores, o algunos jugadores, deben asumir gran parte de culpa y hacer examen de conciencia.

El Baskonia ha llegado en gran medida hasta donde está por Dusko Ivanovic, por mucho que a muchos -entre los que me encuentro- nos sobrara esa renovación de contrato que Querejeta se empeñó en firmar y luego ha lamentado. Hubo antes otros momentos para echar de una forma más digna y menos traumática al entrenador más prolífico en cuanto a títulos que ha tenido y es probable que jamás tenga este club. Y otras maneras para hacerlo. Por eso me sorprendió que se permitiera que la situación llegara a este punto para acabar echándole como se le echó y cuando se le echó, justo el día en el que murió Miliki.

1 comentario:

diraculis dijo...

Pues estoy de acuerdo contigo en que lo primero que debemos hacer los aficionados de Baskonia es dar las gracias a Dusko Ivanovic y así lo hago, gracias por 10 años de trabajo y compromiso con este club que tanto queremos.
También creo que los problemas venían desde el verano donde se busco opciones varias y ninguna cuajo. Pero en cuanto que se decidió que empezaba la temporada debería de habersele dejado terminar. No creo que la culpa sea toda o solo suya.
Pero bueno que hemos tenido el privilegio de tenerle como entrenador de nuestro equipo y estoy seguro que en breve le sufriremos como técnico rival