La marcha del poste charrúa, que apenas ha cumplido seis meses de los tres años y medio de contrato que firmó en enero, evidencian una realidad que en los últimos tiempos ha quedado clara: el Baskonia ha perdido el toque infalible para los fichajes
Esteban Batista ha supuesto el último paso en falso en el trayecto de un club poco habituado a los errores de planificación pero que en los últimos meses ha errado más que acertado con los fichajes. El uruguayo abandona el Baskonia cuando muchos piensan que ni siquiera ha disfrutado del tiempo suficiente como para exhibir su verdadera valía. Sin embargo, en el poco más de medio año que ha pasado desde su llegada a Vitoria, ha quedado claro que le queda excesivamente grande el papel que la directiva de Josean Querejeta la reservaba cuando decidió ficharle. Por mucho que se le pueda conceder la presunción de inocencia, asumir que todo lo que podía hacer era mejorar, la mitad de la temporada que ha disputado con el combinado azulgrana ha evidenciado el tremendo traspiés (tanto en el plano deportivo como, sobre todo, en el económico) que el Caja Laboral cometió al hacerse con sus servicios a comienzos de enero. A pesar de la habitual habilidad con la que Josean Querejeta se ha manejado para resolver su rescisión, con unas maniobras que minimizan el error financiero de la operación, la de Batista ha supuesto la última y definitiva evidencia del fracaso de las apuestas que el club gasteiztarra, tan instalado en el acierto permanente, ha cometido a lo largo del último año.
Al interior charrúa le han bastado tres decenas de partidos para ratificar la impresión de que jamás lograría cubrir el enorme vacío que el Baskonia ha padecido a lo largo de todo el ejercicio. Es más, ni siquiera ha aportado las suficientes garantías como para confiar en que fuera capaz de relevar al tipo que antes que él ya fracasó en ese empeño. Llegó para cubrir la inevitable marcha de Stanko Barac, quien a su vez agigantó la leyenda de sus predecesores, Tiago Splitter y Luis Scola, y ha fracasado. Los dos cincos que a finales de 2010 dominaban con holgura las estadísticas de valoración de la ACB, y que juntos menguaron sin remisión, han abandonado Vitoria con antelación y con idéntico destino. Ambos compartirán vestuario en Estambul. El pujante Anadolu Efes, principal animador del presente mercado estival, volverá a reunirlos. Habrá que ver si, como dicen algunos, tanto uno como el otro pueden rendir a un nivel superior con otro entrenador. Lo que está claro es que en el Baskonia, en el Baskonia de Ivanovic, habían perdido su espacio.
El incapaz sustituto del sustituto incapaz
El fracaso del experimento Batista resulta especialmente hiriente para Querejeta. Rara vez el club vitoriano efectúa desembolsos tan importantes como el que llevó a cabo para reclutar al que por entonces era la estrella del Fuenlabrada. Cabeza de ratón. El Baskonia llevaba tiempo detrás de él. Ante la perspectiva, asumida, de que Barac iba a marcharse este verano, la dirección deportiva lo tanteó ya durante el pasado verano. Recuerdo que hace poco más o menos un año, mientras apuraba sus últimos días de vacaciones en su Montevideo natal, desde donde debía partir junto a la selección uruguaya a disputar el Sudamericano, tuve una charla con él cuando todo el mundo daba por seguro que iba a recalar en el Caja Laboral (os dejo el artículo que publicamos). En realidad, ambas partes fijaban entonces un plan de ruta, cuyo destino final debía haberse producido ahora, con su fichaje tras la salida del croata, pero que se adelantó por exigencias del guión. Bien mirado, es posible que incluso ese cambio de planes, motivado por la indisimulable incapacidad del juego interior baskonista, haya ahorrado tiempo. Justo cuando debería haber llegado su momento, se ha convertido en material de desecho.
El principal peaje que deberá pagar ahora el Baskonia se mide básicamente en parámetros económicos. Ahí es donde de verdad ha fracasado esta sietemesina apuesta. Su salida del Fuenlabrada en plena competición -para la que resultó crucial la peliaguda situación financiera de la entidad del sur de Madrid- supuso ya en enero un mazazo letal a las arcas del equipo del Buesa Arena. Pero hacía falta. O se pensaba que hacía falta. La espantada de Marcus Haislip, el fichaje fantasma del cojo Pops Mensah-Bonsu y la falta de acuerdo con Florent Pietrus para que encadenara varios contratos de temporero en Vitoria dejaron el juego interior del conjunto azulgrana cogido con hilvanes. Si a eso se le unía el irregular rendimiento del plantel en general, resulta lógico comprender la avidez con la que la directiva acometió su contratación.
Lamentablemente, las expectativas quedaron muy por encima de la realidad. El de Batista supuso un error más y el equipo azulgrana acabó pagándolo con un (con cierta benevolencia) discreto epílogo de campaña. Estoy preparando un post en el que hablaré exclusivamente de las apuestas fallidas de los últimos tiempos, que son muchas y dolorosas para un club que se ha hecho grande precisamente gracias a su capacidad para atinar y aprovechar con excepcional acierto sus recursos, por lo que no me extenderé más sobre este asunto y lo dejaremos para más adelante.
Una inversión desatinada
Muchas han sido las conjeturas que se han hecho en torno a las cifras que han coronado su entrada y salida en el Baskonia. En enero se dijo que el Fuenlabrada, que quedaba deportivamente huérfano de su principal estandarte, iba a recibir una cantidad que oscilaba entre los 850.000 y 900.000 euros. No fue tanto. Se aproximó más al medio millón que al millón. Querejeta supo negociar las condiciones del traspaso con el club de origen y el poste charrúa y al final el acuerdo se plasmó con un contrato de larga duración (tres años y medio) que ahora mismo queda en agua de borrajas. En cualquier caso, no podrá defender esta vez el máximo dirigente baskonista el éxito de una operación que aún tiene algunos flecos abiertos.
Con la llegada de Dusko Savanovic y los dos inquilinos de la pintura del Caja Laboral, el Anadolu Efes se encuentra con un notable overbooking de jugadores interiores en el roster. Y uno de ellos, el prometedor pero aún embrionaria estrella Miroslav Raduljica, hace tiempo que gusta en el Buesa. Ahí puede radicar la llave de la salvación para un Querejeta que hasta el momento ha sabido lidiar con cierta habilidad estas situaciones aparentemente desfavorables. A Ivanovic le gusta mucho. Al club, más. Y en el conjunto turco, que este pasado año lo ha cedido al Alba Berlín, falta paciencia, sobran obligaciones de justificar los sonoros proyectos de los últimos años y de alcanzar la próxima Final Four, que se disputará en la ciudad a la que arribó el pirata de Espronceda, por lo que hace ya algunas semanas comenzaron a escucharse rumores sobre una nueva salida en préstamo. Su nombre sonó en las conversaciones que mantuvieron ambos clubes para el traspaso de Barac. Pero en ese momento el Baskonia necesitaba el dinero para continuar con la regeneración de la plantilla. Ahora, en una tesitura bien diferente, la opción gana peso.
Sea con la llegada de Raduljica o la de cualquier otro, lo que resulta una obviedad es que el equipo vitoriano debe reconstruir cuanto antes la base de su ahora esquelético juego interior. Con la marcha de Barac y Batista, Ivanovic dispone ahora mismo de tres hombres para cubrir esas posiciones, aunque el destino de Dejan Musli pasa por una cesión, siempre que el club y sus agentes sean capaces de encontrarle un hueco en algún equipo de cierto nivel en el que pueda gozar de minutos. Con Lampe y Teletovic, en cualquier caso, no basta. Deben llegar otros dos para asumir el trabajo de dos jugadores que pudieron haberse convertido en una pareja de referencia bajo los aros en el baloncesto continental pero que poco pudieron hacer para evitar el descalabro del pasado ejercicio. Batista, que venía de firmar números de estrella, cerró su participación con unos paupérrimos registros tanto en ACB (7 puntos y 4,6 rebotes) como en Euroliga (8,4 puntos y 6,3 rebotes). No sirvió como cola de ratón. El experimento Batista ha acabado apilado, junto a otros recientes ensayos, en el montón de los fracasos.
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