3/7/11

La NBA echa la persiana


La falta de acuerdo entre jugadores y propietarios ha obligado a la NBA a decretar el lockout (o cierre patronal) que pone en peligro la disputa de la próxima temporada. Claves de un conflicto que algunos han aprovechado para expandir la idea errónea de que el basket europeo se inundará de estrellas de la competición estadounidense


Se cumplieron los pronósticos y el futuro de la próxima temporada de la NBA se encuentra ahora mismo en el aire. El tan comentado lockout, un término que ha alcanzado celebridad sin que muchos tuvieran claro de qué iba, ha comenzado como consecuencia de la falta de acuerdo entre los propietarios de los clubes y el sindicato de jugadores. Hartos de asumir todas las pérdidas y deseosos de obtener mayores porcentajes de la tarta de beneficios, los dueños de las franquicias han emprendido una cruzada que por el momento se ha resuelto con el tercer cierre patronal (hubo un cuarto sin apenas incidencia) en la historia de la competición norteamericana. Los clubes de la NBA echan la persiana. Hasta que no se alcance un acuerdo, ningún directivo ni trabajador de alguna de las 30 franquicias que componen el torneo puede ponerse en contacto con los jugadores, que a su vez tienen prohibido hacer uso de cualquier instalación de los equipos con los que tienen firmado el contrato. Algunos me han preguntado estos últimos días si se trata de una huelga de los jugadores por la ausencia de un acuerdo para la definición de los nuevos contratos. No, no es una huelga de los jugadores. El lockout, técnicamente, es un cierre empresarial; los clubes cesan su actividad hasta que se resuelva el asunto del reparto de la distribución de los ingresos en una competición en la que 22 de los 30 clubes han cerrado el ejercicio en números rojos.

Los propietarios de los equipos desvelan unas pérdidas que han superado los 300 millones de dólares a lo largo del pasado curso. Quieren modificar los porcentajes en el reparto de los beneficios de lo que genera el baloncesto estadounidense. Dejando a un lado otro tipo de aspectos, como las suculentas tajadas que los jugadores perciben de sus contratos publicitarios, la patronal pretende equilibrar una situación en la que está asumiendo todos los riesgos. Hasta el pasado 30 de junio, fecha en la que venció el último acuerdo, las estrellas tenían garantizado el cobro del 57% de los ingresos, mientras que los clubes percibían el 43% restante. La propuesta de los propietarios pasa por igualar los porcentajes, la mitad para cada parte, pero el sindicato de baloncestistas se cierra en banda y, por el momento, no ha pasado de conceder el 45,7% del pastel a los equipos. ¿El resultado? Fácil: el lockout. El problema es que hay mucho dinero en juego y ambas partes deben medir hasta dónde llega la dureza de unas posturas que a la larga pueden acabar perjudicando a todos, incluidos los aficionados.

La búsqueda del nuevo acuerdo colectivo se planteó desde un principio como la crónica de una muerte anunciada. A pesar de los numerosos encuentros que han mantenido ambas partes en Miami, Dallas y Nueva York desde el pasado 31 de mayo, la amenaza de cierre patronal tiñó de incertidumbre la competición durante meses. Hacía trece años que no se daba una situación similar. Aquella vez la liga quedó mutilada sin remedio. Apenas se disputaron medio centenar de partidos. Los tiras y aflojas se prolongaron más de lo esperado. El comisionado David Stern, máximo dirigente del torneo, tuvo que fijar una fecha tope para que se cerrara el pacto. Si no se alcanzaba antes del 7 de enero, la temporada quedaría suspendida. El día de Reyes quedó sellado. Aunque aquella campaña se recuerda aún como una de las más descafeinadas dentro de una de las etapas más insípidas de la NBA. Los Spurs de las twin towers se apoderaron del anillo en un ejercicio en el que la falta de acuerdo entre propietarios y jugadores fue comiéndose poco a poco la ilusión de los seguidores del baloncesto americano. Primero se suspendió la pretemporada, después la primera parte del calendario y finalmente el All Star. Entonces, como ahora, todo el mundo salió perdiendo.

Buscando información para completar este post me he topado entre los expertos de la prensa estadounidense con una variedad de posturas radical en lo que se refiere a la duración que puede llegar a tener este lockout. Nadie quiere que se repita lo de la campaña 1998-99. Sin embargo, las posturas se encuentran ahora mismo muy distantes. "Tratamos de evitar el cierre, pero lamentablemente no se ha podido llegar a un acuerdo", explicaba el exjugador de los Spurs Matt Bonner, uno de los representantes del sindicato presente en la reunión de urgencia que se llevó a cabo el jueves en el Hotel Omni de nueva York. La cosa, para la mayoría, tiene mala pinta. No podemos engañarnos. Ahora mismo todo apunta a un proceso de negociación largo y desesperante. Por el momento, el vicecomisionado de la NBA, Adam Silver, ya ha anunciado la suspensión de la tradicional Summer League de Las Vegas, que desde 2004 ha servido para que a principios de julio muchos jugadores sin plaza fija o meritorios de todos los rincones del planeta se hicieran un hueco en la competición norteamericana. De todos, sin duda este colectivo, el de los jugadores que carecen de contrato garantizado, volverá a ser uno de los más perjudicados.


Posturas optimistas y el precedente de 1995


En cualquier caso, también hay quien postula que la situación puede ofrecer un giro radical ante la evidencia de los números que presentan los propietarios, sobre todo tras un año en el que se ha demostrado que apenas ocho de los treinta equipos resultan rentables. Ahí está el caso de los Kings, cuyo cambio de ubicación como solución a sus miserias económicas ha generado mucho debate, u otros ejemplos tan recientes y contundentes como la compra de los Hornets por parte de la propia NBA o el traslado de los Thunder (antes Supersonics) de Seattle, donde no resultaban rentables, a Oklahoma City. Es precisamente esta latente crisis, más acuciada por el entorno económico global de los últimos años, lo que empuja a algunos a preconizar que el presente lockout se asemejará más al que se produjo en 1995 que al último. Si fuese de tal manera, no existen tantos argumentos para la alarma. Aquella vez el cierre patronal apenas se prolongó durante dos meses y medio -en concreto 74 días- y su afección al desarrollo de la competición resultó mínimo.


Uno de los asuntos que más me apetecía tratar cuando comencé a poner sobre papel las reflexiones que me generó la confirmación del inicio del lockout tiene que ver con las toneladas de ensoñaciones sin fundamento que algunos han querido convertir en realidades factibles. ¿Se van a inundar las ligas europeas de grandes estrellas de la NBA? Rotundamente no. Si nos remitimos al último caso, el de 1998, la experiencia invita a pensar que podrán contarse con los dedos de las manos las estrellas con cierto renombre que puedan aventurarse a cruzar el charco ante la posibilidad de que se suspenda de manera definitiva toda la temporada. Si acaso, como sucedió hace trece años, esta situación excepcional puede atraer al Viejo Continente a algunos agentes libres interesantes, rookies de segunda fila que sigan sin tener garantizada una plaza en ningún equipo de cara a la próxima campaña e incluso jugadores europeos con ganas de volver por un tiempo a sus orígenes. Pero teniendo en cuenta los parámetros económicos que rigen la competición americana y los tiempos de apreturas que padecen los clubes continentales, me atrevo a afirmar que la incidencia del cierre patronal en la composición de los principales clubes de Euroliga resultará poco menos que anecdótica. Por mucho que se quiera vender humo, el panorama parece mucho más complejo de lo que reflejan algunos titulares sobrados de sensacionalismo.

Salarios demasiado elevados y seguros prohibitivos

Tony Parker resumió con mucha claridad una situación que algunos medios están aprovechando para vender humo y generar falsas expectativas. "Ahora mismo creo que existe un 1% de posibilidades de que pueda jugar en Europa la próxima temporada. Ningún equipo puede permitirse el pago de mi seguro", se sinceró el base galo de los San Antonio Spurs. El resto de estrellas, incluidas muchas de las que han aparecido en rimbombantes artículos estivales, soportan una situación similar. Es muy complicado que los jugadores más destacados de la NBA puedan desembarcar en Europa aunque se prolongue el cierre patronal y se confirme la suspensión de parte de la competición. Si existe algún resquicio para imaginar un éxodo masivo que podría enriquecer relativamente el baloncesto continental habría que centrarlo en la opción de que cruzaran el charco agentes libres o jugadores de segunda fila, cuyos salarios garantizados no exigieran la contratación de pólizas prohibitivas. No obstante, si un club europeo recluta a un jugador con contrato en vigor, se quedaría sin él en el preciso momento en el que se reinstaurase la normalidad en la NBA. Dudo que cualquier equipo mínimamente serio quiera comprometer su proyecto de la próxima campaña reservando un amplio colchón salarial para fichar a una estrella que pudiera dejarle en la estacada a mitad del camino.

Si repasamos lo que aconteció hace trece años podemos hacernos a la idea de lo que realmente puede afectar el lockout al baloncesto europeo. Aquel año se produjo un cierto éxodo de novatos, entre los que destacaron sobre todo Dirk Nowitzki, que jugó algunos partidos con el Wurzburg de su corazón, y Michael Olowakandi, que defraudó (como después haría durante el resto de su carrera) tras aterrizar con el cartel de número uno del draft en la por entonces pujante Kinder Bolonia. The Kandi Man no llegó sólo. Otro rookie, el jovencísimo Rasho Nesterovic, aportó bastante más a aquel legendario plantel. En aquel lote de novatos exportados, y en la misma ciudad pero en el TeamSystem, también iba incluido un jugador que algunos años más tarde vestiría la camiseta del Baskonia. Andrew Betts, quincuagésima elección del draft del 98, tuvo la ocasión de compartir vestuario con Mario Jaric, Gianluca Basile, Arturas Karnisovas y Carlton Myers en un equipo en el que también recaló un ya veterano Vinnie del Negro, que aprovechó la ocasión para regresar al país de sus ancestros, donde ya había gozado de una experiencia previa en Treviso.

La repercusión del base de, entre otros, los Spurs o los Bucks en la Lega resultó ínfima. Apenas disputó cuatro partidos. Más o menos los mismos que Vlade Divac, a quien el lockout cazó como agente libre, en el Estrella Roja, y cuatro más de los que Sabonis pudo vestir de nuevo la elástica del Zalgiris, club al que volvió durante aquel parón pero con el que no llegó a jugar un solo minuto. En definitiva, que si la situación actual se asemeja un poco al último precedente conocido, algunos deberían dejar de lanzar globos sonda y olvidarse de difundir nombres de estrellas que en ningún caso, salvo operación inesperada de marketing, tienen previsto dejarse ver por los parqués del Viejo Continente.

Ya he comentado antes que, al margen de los salarios, los clubes que deseen pescar en este río revuelto para hacerse con alguna de las figuras de la NBA deberán contemplar el coste de los seguros que los equipos con los que tiene contrato suelen exigirles incluso cuando marchan a jugar con sus selecciones. Pese a todo, quien más quien menos se ha dejado querer. El último ha sido Andrei Kirilenko, que en declaraciones a la prensa rusa ha asegurado que le encantaría probar la experiencia de jugar en la ACB, según sus palabras "la mejor liga de Europa". El espigado alero que ha hecho carrera en los Jazz, sea como fuere, se encuentra ahora mismo en situación de agente libre. Así que la cosa cambia.

Gasol, Rudy y la amenaza de un año sabático

Por lo demás, aunque es cierto que jugadores como Pau Gasol o Rudy Fernández han satisfecho las pretensiones de muchos al afirmar que no les gustaría pasar un año en blanco y que Europa es una opción atractiva, convendría tomar en su contexto estas afirmaciones. Básicamente porque la cosa tiene que cambiar, y mucho, en los próximos meses. Si no se arregla la situación para noviembre, a algunos les entrarán las prisas. Toda vez que casi todos los jugadores de la NBA tienen su sueldo repartido entre los meses en los que se disputa la competición, no dejarán de cobrar nada hasta la fecha en la que supuestamente debería comenzar la temporada. Y eso puede tener sus efectos en la negociación con unos propietarios que, en cualquier caso, tampoco pueden permitirse el lujo de mantener cerrado el chiringuito mucho más tiempo. Cada día que pase será un día sin ingresos, un mazazo en una situación tan negativa como la que atraviesan.

El lockout ha tenido también su repercusión en los movimientos de mercado del Baskonia y, por extensión, en el futuro de Stanko Barac. El poste croata soñaba con poder cruzar el charco este verano para incorporarse a la disciplina de los Indiana Pacers. El cierre patronal, sin embargo, ha podido definir de una manera bien distinta su próxima residencia. A pesar de que la franquicia estadounidense, a través del mítico Larry Bird, su presidente, había mostrado gran interés por hacerse con los servicios del pívot del Caja Laboral, el cierre patronal ha frustrado una operación que en el Buesa Arena se aguardaba desde hace meses. Con ese pronóstico, y con la previsión de equilibrar las maltrechas cuentas gracias al traspaso de Barac a los Pacers, Josean Querejeta emprendió en enero el fichaje de Esteban Batista, a quien se consideraba su heredero en la pintura pero que ahora genera tantos interrogantes. Salvo sorpresa monumental, el croata no podrá debutar aún en la NBA, pero tampoco se quedará en Vitoria. El Efes Pilsen, club con el que las negociaciones están más que encauzadas, parece su siguiente destino.

Es sólo un efecto colateral más de este anunciado y desconocido cierre patronal, sobre el que espero haberos podido aportar algo de luz. Para que lo entendáis un poco mejor, os dejo un link a un artículo muy interesante de Steve Aschburner publicado en la web de la NBA en el que se explica en cinco puntos las claves del lockout. Espero que os aclare un poco las ideas.

1 comentario:

rober dijo...

Buena pinta el blog, Peje. Pero los textos son muy largos, no?
Al hilo de la NBA, me surgen dos reflexiones: las mismas razones que llevan a los jugadores -y a sus voceros- a desear marcharse a la NBA, son las que llevan a desear que vuelvan. ¿No es incongruente? ¿Deben el baloncesto europeo y la ACB admitirlo?
Por otro lado, 22 de 30 franquicias de la NBA pierden dinero. ¿Por qué aquellos que lanzan sus tanques contra la ACB por este motivo no lo hacen contra los 'pésimos gestores' de la NBA?
Un saludo