17/9/11

El extraterrestre insaciable

Pau Gasol, el tipo que cambió para siempre la historia del baloncesto español, ha cerrado con una medalla siete de los nueve veranos que ha regalado estos últimos años a la selección



Parece que fue ayer cuando un jovenzuelo espigado, de largos brazos y marciana figura saltó a las portadas tras haberse apropiado del MVP y haber aplastado en la final al Real Madrid en la Copa del Rey de Málaga. Sin embargo, hace ya diez años. Ha transcurrido una década desde que la lesión de un NBA venido a menos como Rony Seikaly abrió las puertas de la titularidad en el Barça a un hombre que ha cambiado para siempre la historia del baloncesto en España. Pau Gasol, líder espiritual de una generación irrepetible, afronta la que podría ser su penúltima final con la selección, apura sus últimos pasos con un combinado nacional que, salvo milagro, jamás volverá a ser lo mismo.

Pocos son los que se atreven a cuestionar la radical influencia que el jugador de los Lakers ha tenido en esta gloriosa década. Con Gasol, España pasa por ser seguramente la segunda mejor selección del planeta. Sin él, resulta tan endeble como cualquier otra. Los números lo reflejan. Está escrito con sangre en la crónica de alegrías y decepciones que han jalonado la trayectoria del combinado estatal a lo largo de los últimos años. Cuando ha faltado, España ha adquirido una esencia terrenal de la que el pívot catalán, ambicioso, inteligente, competitivo al máximo, nunca ha soportado. Gasol es de otro planeta. Es un extraterrestre.

Tormenta de metales

Desde que debutó con la selección, en un encuentro amistoso contra Grecia en el que ya se postuló al anotar 20 puntos, ha regalado al equipo nacional nueve veranos de gloria. Bajo su auspicio, se ha producido una tormenta de metales que hace no demasiado tiempo se antojaban inaccesibles. Aunque todo comenzó unos años antes. Cuando aún era un mero proyecto de jugador, suplente en aquel ya legendario equipo de los juniors de oro, colaboró en la obtención de una medalla de oro en el Eurobasket juvenil de 1998. Un año después, tras vencer en la final a Estados Unidos, formó parte del equipo que dirigía Charly Sainz de Aja y acabó haciéndose con el oro en el Mundial de Lisboa. Era sólo un preludio.

En aquel torneo, como ahora en el Eurobasket de Lituania, brilló con luz propia Juan Carlos Navarro, su mejor amigo, su socio, su confidente. La Bomba lo ha hecho otras veces, y seguirá dando la cara cuando los partidos adquieran una temperatura que a otros asfixia. Pero no es Pau. Tampoco lo es Marc, un excelente center con un presente y futuro brillantes en la NBA. Pau es mucho más que números. El interior de Sant Boi supone un ejemplo de capacidad de liderazgo, de alcanzar metas, de amarrar sueños. Lo que para casi todos parecen inalcanzable, para él es un horizonte hacia el que cabalgar.

Apenas pudo hacer carrera en Europa. La NBA lo reclamó pronto. Primer anhelo colmado. Pero no le bastaba con estar ahí, quería competir, ganar, lucir, y lo ha logrado. No se ha librado de críticas, ni en Estados Unidos ni a este lado del Atllántico. Casi todas le han hecho más fuerte. Las ha usado en su favor y el de una selección que ha acusado dolorosamente sus ausencias estivales. Se perdió el Europeo de 2005 y el Mundial del pasado año. En ambos casos España reflejó su carácter terrenal.

No sucede lo mismo cuando está el extraterrestre. Desde que debutó con la selección, salvando el Mundial de Indianápolis y los Juegos de Atenas, siempre ha acariciado metal; dos oros, tres platas y un bronce. La de este Eurobasket será su séptima medalla. Quiere que sea la penúltima. Su último sueño tiene fecha, el verano próximo, y lugar, Londres.

Os incluyo el link del artículo, tal y como se ha publicado en Diario de Noticias de Álava

1 comentario:

Álvaro Martínez @alvarom dijo...

A mí me jodería que Londres fuese la última de Pau con "sólo" 32 años. Que se retire cuando haya recambio, que ahora no lo hay, porque con él se irá felipe, y de momento nos quedamos con Marc e Ibaka (si no lo cambian por Mirotic) así que...

Coincido, es el extraterrestre el que todo lo cambia.