La directiva baskonista ha pegado un violento volantazo en su planificación este verano. Ya lo he comentado antes. Sólo existían dos salidas para reconducir la desasosegante tendencia que se tomó el pasado año, la primera de muchas temporadas en la que la afición del Buesa Arena cerró el curso sin títulos que echarse a la boca. El Caja Laboral, que defendía el milagroso título liguero conquistado contra pronóstico en aquella célebre serie final, se encontraba en un cruce de caminos que Querejeta resolvió con la renovación de Dusko Ivanovic. El equipo había perdido la capacidad competitiva que siempre había sido considerada como una seña de identidad y los rectores del conjunto azulgrana optaron por redoblar el crédito del preparador montenegrino. Fue una decisión madurada y seguramente deseada, pero también influida por otros factores que el paso de las semanas está sacando a la luz. El club vitoriano se encontraba –y aún se encuentra- en una complicada tesitura económica. Existía la necesidad de rediseñar la plantilla a la baja y desde los despachos se consideró a Ivanovic como el entrenador más capacitado para volver a construir casi desde la nada. Puede que de hecho lo sea.
Hace unos meses, cuando el Barça apeó al equipo azulgrana de la pelea por el título, preconicé que iban a producirse muchas bajas, y más de una inesperada. No fue una exhibición de dotes adivinatorias, sino una deducción lógica basada en la preocupación que generaban ya entonces las apreturas económicas que asediaban a la entidad. Se han marchado grandes jugadores, eso es cierto, y son muchos los que consideran que los recién llegados carecen de cartel para suplirlos. No comparto esa visión.
Dos más dos no siempre son cuatro
El baloncesto, que es un deporte maravilloso, hace tiempo que nos enseñó que no siempre las plantillas más lustrosas, las ensaladas de grandes figuras, se llevan los títulos. Este juego nos ha dado y nos sigue ofreciendo ejemplos de su grandeza, por incierto, por alejado de la matemática. Dos más dos no siempre son cuatro. La ya citada final entre el Barça y el Baskonia es sólo uno de ellos. El pez pequeño se come al grande. Hay tiburones, ahí están los casos del Madrid, que lleva años sin gozar de una temporada redonda, o los equipos turcos, que dilapidan en vano ingentes fortunas cada verano, que se ahogan víctimas de su propia opulencia. Y fábulas tan evocadoras como la que ha protagonizado durante el pasado Eurobasket una Macedonia que ha acariciado las medallas. El Baskonia fue Macedonia durante muchos años. Se trata de construir en plural, con una mentalidad colectiva, y es ahí donde radican las opciones de éxito futuro de un club que ha tratado de hacer de la necesidad virtud, de edificar un grupo que se adapte a las exigencias de su comandante.
Los que se han marchado, jugadores de calidad, estaban aquí el pasado curso. Formaban en muchos casos parte de la columna vertebral de una nave que naufragó. Si el fracaso tiene que anotarse en el debe del capitán, del técnico, la renovada apuesta para el inminente ejercicio nacerá muerta. Pero Querejeta profesa una fe ilimitada hacia su entrenador talismán. Y si la embarcación hace aguas, se hundirá junto a él. Ni Marcelinho, que se marcha tras reportar jugosos beneficios a las arcas azulgranas y con el merecido cartel de mejor base de la ACB, ni Stanko Barac, ni mucho menos Logan y Batista, fueron capaces de guiar al equipo a la pelea por los trofeos. Todos ellos, aunque cada uno en su medida, eran grandes jugadores. Pero cuando las cuentas no salen, la situación exige que se haga inventario para discriminar cuáles resultan imprescindibles y cuáles no. Y así se ha hecho.
A falta de que se confirme la identidad del pívot que cerrará una plantilla que por primera vez en muchos años estará compuesta por once unidades útiles, la identidad de los refuerzos ha generado cierto desasosiego entre los aficionados vitorianos. Pablo Prigioni, Thomas Heurtel, Reggie Williams, Milko Bjelica y, por el momento, Kevin Seraphin han ocupado las taquillas que dejaron libres en el vestuario Marcelinho Huertas, David Logan, Stanko Barac y Esteban Batista. A Milt Palacio y Dragicevic no los cuento por su escaso peso en el equipo y porque llegaron para completar el grupo en el tramo final del campeonato. A priori, los nombres enamoran menos que en otras coasiones. Pero el error reside en la consideración individual de las piezas. Reitero que el éxito o el fracaso de esta apuesta, marcada por las limitaciones financieras, dependerá de la capacidad de Ivanovic para hallar cierta armonía grupal. Así que, sin que el equipo haya podido siquiera disputar un solo amistoso con más de cuatro jugadores de la primera plantilla, juzgarlo me resulta imposible.
Una última pieza
Sólo me inquieta conocer la identidad del undécimo jugador. En teoría, la apuesta de Querejeta y su equipo directivo debía pasar por poner en manos de Ivanovic una plantilla que se ajustara más a su ideario baloncestístico. El sargento de hierro del baskonismo se encontró el pasado curso con demasiados desertores en sus filas, se echó en falta compromiso por parte de algunos hombres que en teoría deberían haber dado un paso adelante. La idea este verano, dentro de ese marco de reducción presupuestaria tan flagrante, pasaba por reclutar jugadores con un perfil más sacrificado, más ajustados a lo que necesita un entrenador que exprime hasta las últimas consecuencias a su tropa. Ahí encaja el fichaje de Prigioni, el de Milko Bjelica, que seguramente aportará intensidad desde en banquillo y el de Heurtel, que llega a Vitoria con la mente embriagada por el rumbo que han marcado otros bases, tales como Huertas y Calderón, que se hicieron grandes bajo los focos del Buesa Arena y luego han emigrado en busca de mayor gloria.
Sólo me queda la duda de saber, como digo, quién será el elegido para completar el frontcourt. En un verano marcado por las particularidades del lockout y por la escasez de elementos interesantes en el mercado, está resultando una empresa harto complicada. Han surgido muchos nombres asociados al Caja Laboral en las últimas semanas. Pero en muchos de los casos he percibido la mano interesada de los agentes. El Baskonia ha preguntado por muchos, es evidente, pero otros muchos han sido ofrecimientos. Querejeta ha incumplido su palabra al hacerse con los servicios de Seraphin, que cubrirá la baja de Lampe (espero que de verdad esté entrenando para diciembre, porque no es tan sencillo), tras haber asegurado que el equipo vitoriano no se reforzaría con ningún jugador que tuviera contrato en vigor con una franquicia de la NBA. No le ha quedado otra salida ante las dificultades que nos han conducido a plantarnos a 20 de septiembre con dos plazas aún vacantes. De los que han sonado, uno me encaja, aunque no sé hasta qué punto colmará las aspiraciones del club. Me refiero al nombre que adelantó el pasado fin de semana Diario de Noticias de Álava: Jack Michael Martínez, un gladiador de la zona que brilló con la República Dominicana en el pasado Preolímpico americano y cuenta sus partidos por dobles-dobles. Aunque, eso sí, en ligas menores.
La directiva baskonista, en cualquier caso, ya ha dejado claro que no se va a guiar por prisas extremas para cubrir esa última vacante. El Baskonia, salvo sorpresa mayúscula, comenzará la temporada con diez jugadores. No hace falta andar demasiado vivo para valorar las escasas opciones que se le pueden conceder de cara a la Supercopa. Aunque, como he dicho antes, tampoco se le concedían demasiadas en la mítica final del pasado año. En realidad, este primer trofeo oficial importa lo justo desde el prisma del conjunto azulgrana, inmerso en una profunda reconversión, en una renovación con la vista puesta en el pasado, en los valores de antaño, que deben servir como referentes de futuro. Pieza por pieza, el Baskonia que va a echar a andar puede gustar más o menos. Sin embargo, yo quiero esperar a ver cómo funciona desde el punto de vista colectivo. Me parece que no existirá término medio. O Dusko da con la tecla y suple otras carencias con ese espíritu irreductible que ha regalado a otras plantillas en el pasado o podemos prepararnos para asistir a una catástrofe sin precedentes recientes. A mí, aun sin demasiados elementos válidos de juicio, me huele muy bien. Esto empieza, amigos.
2 comentarios:
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Que cansinos los spammers, de verdad.
"El Baskonia fue Macedonia durante muchos años". Hombre... no. Lo de Macedonia es más parecido a un TDK Manresa que a un Baskonia, hombre. Que siempre hayáis tenido menos dinero que Barça o Madrid no significa que no hayáis estado en ese segundo pelotón económico. Macedonia partía coo un actual Valladolid, Manresa o Fuenlabrada.
¿A qué aspiráis este año? ¿Qué espera la gente de este nuevo proyecto? Para mí esto es clave para afrontar el año.
Cuando aquí hubo bajada de presupuesto, la gente empezó a ir al campo sin saber muy bien qué esperar. El equipo, con 40% menos de dinero, ganó Eurocup, y la gente se lo pasó teta con una temporada que pintaba oscura.
Las expectativas marcan el buen o mal resultado final.
Competiréis, de eso no tengo duda. Siempre competís.
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