El Baskonia recobra las señas de identidad que perdió la pasada campaña y exhibe en sus primeros exámenes serios una fortaleza colectiva ilusionante
Apenas quedan tres días para que arranque la competición liguera y sigo apreciando una significativa ganancia de adeptos a la causa del nuevo proyecto del Baskonia. La resaca de la Supercopa, pese a la derrota en la final, ha resultado mucho más dulce de lo que uno habría esperado. Me parece que no soy el único que contempla con cierto optimismo el ejercicio que echó a andar el pasado fin de semana y que se presenta, a priori, como una nueva batalla contra el todopoderoso Barça. Una guerra que, en todo caso, percibo mucho menos desequilibrada que las anteriores, donde sólo la heroica o los despistes del ogro blaugrana concedían opciones de éxito a los demás aspirantes. El Caja Laboral ha vuelto a asumir el papel de ave Fénix, y lo que parecía imposible hace apenas un mes, quizá menos, se ha convertido en una realidad ilusionante para un significativo segmento del baskonismo militante. La nueva versión, rediseñada en casi todos sus puntos, mostró en Miribilla algunas pinceladas de lo que puede llegar a ofrecer. Y lo que queda claro es que si lo que le aguarda es una guerra, el grupo con el que cuenta Dusko Ivanovic está dispuesto a pintarse la cara y bailar al son que le marcará el sargento de hierro, algo que visto lo que sucedió el pasado año ya es mucho.
No significa esto en absoluto que el Caja Laboral se encuentre actualmente preparado para tutear sin mayores problemas ni al Barça ni a los otros grandes transatlánticos con los que se topará en su navegar por la Euroliga. Le espera un camino largo y tortuoso, requiere de una profundo y fundamental periodo de ensamblaje y estoy convencido de que surgirán muchas piedras en el camino que modificarán todos los planteamientos que ahora puedan hacerse, como es tradición ya en este club. En cualquier caso, lo que sí me ha quedado claro al estudiar en conjunto todas las piezas que la directiva ha ido reclutando para armar el equipo es que el giro de timón que se ha dado este verano va a permitir al menos recobrar las señas de identidad que se habían quedado por el camino. No concibo que este equipo, por la esencia que ha despedido en sus primeras apariciones de calado, vaya a ofrecer bochornos e imágenes de debilidad espiritual como los que regaló a su incondicional hinchada durante la pasada campaña, y me refiero más a los partidos ante rivales de perfil bajo de los que salió humillado (Cajasol, Alicante, Valladolid...) que a las muestras de impotencia que arrojó en cruces ante rivales más poderosos en los que en ningún caso ofreció la impresión de poder competir por la victoria.
Un equipo más sólido, intenso y versátil
Como ya dije en el anterior post, cualquier consideración que pueda hacerse a estas alturas de la película debe interpretarse con todas las reservas que exige el calendario. Apenas se ha podido ver al equipo en su totalidad. Al margen de la Supercopa, se pueden tomar como referencia los dos choques anteriores que disputó ante el Real Madrid y el Lagun Aro en el Iradier Arena, su templo en el exilio. Fueron cuatro partidos bien diferentes, ante rivales que poco tienen que ver unos con otros, y en todos ellos se vislumbraron ciertos detalles que generan optimismo, así como muchos aspectos a mejorar, puntos que el trabajo diario y el paso del tiempo pueden corregir para ofrecer un resultado que, a falta de realidades, la intuición vaticina más que aceptable.
El nuevo Baskonia ha ganado en muchos apartados del juego para convertirse en un bloque mucho más sólido, versátil e intenso. Hay quien puede defender que ha perdido cierto talento, sobre todo por la marcha de dos jugadores determinantes en sus puestos, como son Marcelinho y Barac, pero da la impresión de que el balance de los cambios puede resultar tremendamente favorable. Tanto el brasileño como el croata estaban en el equipo el pasado año. Ambos firmaron, desde el punto de vista individual, una temporada destacada. Eran una prueba palpable de lo que era el Caja Laboral que la directiva de Josean Querejeta ha dinamitado para crear una versión alternativa. Lo que el año pasado era un puñado de grandes jugadores, con el MVP de la ACB, el mejor base de la competición doméstica, un pívot determinante en ataque por su altura y un francotirador compulsivo -me refiero a Mirza Teletovic- se ha convertido en un equipo. Y es ahí donde radican las mejores noticias para el conjunto vitoriano. En apenas cuatro ensayos ha arrojado mejores sensaciones colectivas, con muchas más piezas importantes, que suman, que en todo el año pasado.
Ivanovic tiene en su mano las herramientas para llevar hasta las últimas consecuencias esta mutación. Por lo que se vio en la Supercopa, se encuentra en su salsa y no le va a temblar el pulso. La distribución de minutos, que el pasado año resultaba prácticamente inexistente, con tres jugadores que superaban de media los treinta minutos por partido, se ha democratizado. Y ante el evidente incremento en el número de piezas válidas, salvo Fernando San Emeterio, al que apenas concede descansos, nadie se salva de una buena ración de banquillo si se sale del guión. Si un jugador protegido hasta límites prácticamente intolerables como Teletovic está sujeto a esta ley, el equipo gana. Más aún si, como se ha visto, existen recambios de garantías, hombres a los que Ivanovic está dispuesto a conceder relevancia, confianza incluso. Aunque esto, claro está, habrá que ver cómo evoluciona con el paso de las semanas. Si esta redistribución de los roles persiste, será una señal excelente.
Distribución más democrática del protagonismo
La base sobre la que apoya Ivanovic esta nueva filosofía de colocar el peso del equipo sobre las espaldas del colectivo tiene mucho que ver con la amplitud de la plantilla y, más aún, con la tremenda versatilidad de muchos de sus componentes. Al montenegrino le sobró Reggie Williams, que apenas había tenido tiempo de entrenarse junto a sus compañeros, en la semifinal, y Joey Dorsey viajó a Bilbao prácticamente de turismo. Aun así, a lo largo de un torneo que evidenció que el equipo anda aún un poco justo de gasolina y cuyo rendimiento descendió de manera clara en el tramo final de los dos encuentros, no dio la impresión de que faltaran jugadores. Casi al contrario. Existen posiciones en las que varios jugadores se están pegando por coger galones. Y esa competencia, si Ivanovic sabe alentarla, también puede resultar muy positiva.
Cuando hablo de versatilidad y de opciones me refiero a que, salvando el puesto de cinco, quizá el punto que más problemas puede acarrear durante la temporada, en el resto de posiciones existen como mínimo tres alternativas convincentes y diferentes. Y eso en el baloncesto actual vale su peso en oro. Prigioni, Heurtel y, ante imprevistos, Pau Ribas pueden ejercer como bases. El propio jugador badalonés, un Oleson que parece más animado en estos primeros compases de curso y Reggie Williams son alternativa como escoltas. En el puesto de tres, aunque me da la impresión de que San Emeterio va a ser de nuevo el jugador que menos relevos reciba, pueden aparecer tanto Oleson como Williams y un Nemanja Bjelica que, para sorpresa de todos, ha comenzado la temporada como aa-pívot. Y no lo hace mal. Según el modelo de juego que parece querer imponer Ivanovic, desde luego aparece como la mejor copia sobre el parqué de Teletovic. A partir de ahí, el juego interior lo completan un Milko Bjelica que ejercerá como apagafuegos pero que debería asumir un papel secundario, Dorsey y Sraphin. Ninguno de estos dos es demasiado grande pero al menos el francés, que ha encandilado a la afición azulgrana, ya ha demostrado que importa lo justo. Si Dorsey entra en dinámica, el equipo vitoriano completará una batería interior que podrá enmendar otro de los grandes males endémicos que arrastraba el pasado año el Caja Laboral, el del rebote.
El equipo, que también me ofrece algunas dudas concretas, ha ganado en dureza, en intensidad, un aspecto fundamental en el decálogo baloncestístico de Ivanovic. Lo que más me inquieta es un aspecto que debemos ver en las próximas semanas el ajuste que se le encuentra. Haría mal este nuevo Baskonia en fiar demasiado su juego al tremendo potencial en la pintura de un Kevin Seraphin que tiene fecha de caducidad. Sobre todo porque las características del francés se asemejan poco a las de Lampe, el poseedor de la plaza. A partir de ahí, el resto de las incógnitas tienen que ver con el ensamblaje de las piezas que realiza el técnico y con la adaptación a las responsabilidades de un Thomas Heurtel que va a ser un excelente base pero al que aún veo algo verde para las citas de postín. Como las fallas vocánicas, las piezas de este puzle baskonista se empujan para hallar su asiento definitivo. Los jugadores pelean sus minutos y sus roles. Si todos, como parece hasta la fecha, quedan supeditados al colectivo, no resulta descabellado conservar el nivel de optimismo que se ha instalado en la capital alavesa. Ya no queda nada. Empieza lo bueno.
1 comentario:
Pues en linees generales tengo que decir que coincido, por lo visto en la Supercopa se vio por encima de muchas cosas un equipo, creo que estamos en el camino de recuperar algo que habíamos perdido, y que distinguía a este equipo su caracter.
Eso si con lo visto solo da para ver que estamos en ese camino, pero falta seguir trabajando y ahí pongo mi confianza en el sargento de hierro que creo sabrá obligar a estos jugadores.
Porque eso es otra cosa, tenemos jugadores con los que este entrenador puede ser el mismo y obligarles a trabajar duro.
Me gusta la actitud de Pau Ribas, siempre me ha gustado este jugador y esta temporada ha dado un paso adelante.
De los nuevos tengo ganas de ver a Rwggie, creo que puede hacemos mucho bien y no se me transmite buenas vibraciones
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