13/10/11

Todos los jugones sonríen igual


Se cumplen ya dos años de la muerte de Andrés Montes, un tipo que nos amenizó tantas madrugadas a los fanáticos del baloncesto e hizo tanto por devolver la grandeza a una NBA que cuando cayó en sus manos pasaba por uno de sus momentos más bajos de popularidad en nuestro país. No se me ocurre nada mejor que escribir en estos momentos que el artículo que le dediqué en Diario de Noticias de Álava en su día, unas líneas en las que trataba de recoger el pesar por la pérdida de una persona que siempre tendrá un lugar en nuestro recuerdo. Con o sin él, aunque sin él un poco menos, la vida puede seguir siendo maravillosa.

Todos los jugones sonríen igual (21/10/2009)

El sábado pasé junto al domicilio de Andrés Montes en Madrid, en la calle Espronceda, en pleno corazón de Chamberí. Y todo seguía aparentemente igual, como si nada hubiera pasado. En un pequeño bar donde al parecer le gustaba ir a desayunar, uno de esos que en Madrid piensan que tienen buenos pintxos, bueno tapas, pero que en Vitoria tildaríamos de cutre, el camarero charlaba con uno de los clientes sobre el asunto. Las extrañas circunstancias que han rodeado la desaparición de este genio del micrófono, un gurú para todos aquellos que hemos pasado tantas noches en vela pendientes de la NBA, han difuminado en cierta medida un suceso que se ha teñido de morbo y elucubraciones. Lo cierto es que me tiene sin cuidado cómo murió. Lo que me importa es que ya no está, y duele. Conocí la noticia por la radio, el mismo viernes, y sin saber por qué experimenté una tristeza similar a la que nos invade cuando perdemos a un ser querido.

No llegué a conocerlo en persona, pero compartíamos varios amigos y a lo largo del fin de semana he tenido ocasión de hablar con algunos de ellos. Todos me han dicho lo mismo: El Negro era como se veía en la tele, natural, ocurrente, genuino. Está claro que no dejaba a nadie indiferente. O lo amabas o lo detestabas, y parece que en los últimos tiempos había surgido una corriente más próxima a lo segundo que a lo primero, que en definitiva ha supuesto su marcha de LaSexta, donde los rectores de la cadena se negaron a aceptar sus pretensiones salariales y decidieron no renovarle el contrato. La oleada de detractores que brotaron en sus últimos tiempos como narrador de los partidos de fútbol y, en menor medida, de la selección española de baloncesto desconocían que Montes hacía tiempo que vivía fuera de su elemento.

Esa extraña pareja con Daimiel

Fue grande de madrugada, con esos chillidos que nos rescataban del sueño durante esos soporíferos partidos de la fase regular de la NBA. Fue grande junto a Antoni Daimiel, la enciclopedia deportiva que minimizaba sus lagunas de conocimiento y lo ayudaba a brillar como showman, que era al fin y al cabo su papel. "Yo no vendo trabajo, vendo espectáculo", me contó un amigo de Marca que les decía medio en broma medio en serio el propio Montes durante su etapa en la radio de este periódico. No debía de ser demasiado trabajador, según he oído estos días de boca de algunos que compartieron redacción con él. Y me alegra, porque cuando uno escucha una crítica en los ejercicios de balance vital que se realizan sobre los muertos tiende a creer que los comentarios positivos también tienen su base verídica. Y es que no me importa en absoluto si se dejaba los cuernos trabajando o si simplemente acudía a la mesa de retransmisiones a soltar lo primero que le venía a la cabeza. Era precisamente esa frescura de mente la que lo convirtió en un ser especial, único, a la altura sólo y de verdad que esto es una loa y no una crítica, de Chiquito de la Calzada, otra figura maltratada por el paso del tiempo pero que, en resumen, logró imponer una forma de hablar a todo un país. Y el que no haya dicho nunca pecador o no puedor que deje de leer.

Montes se sacó de la manga el Club del Gourmet, la intendencia, el pintxo de merluza y cientos de motes, más o menos acertados, que se han ido instalando en la memoria colectiva de todos aquellos freaks que acudíamos y acudimos con legañas al trabajo cuando hay un buen partido de baloncesto de madrugada. Algunas veces merecían la pena más sus histriónicos alaridos, su forma de transmitir emoción incluso donde no la había, que el propio partido. Por eso cuando abandonó su sitio en las madrugadas para dar el salto a la televisión en abierto algunos nos sentimos huérfanos. De su mano la NBA resucitó en nuestro país. Losjugones que tanto veneraba, sus referencias a la música negra, su irreverencia a la hora de definir a esos tipos de más de dos metros que seguramente jamás sabrían de su existencia devolvieron la gracia, y la grandeza, a una competición que, decadencias deportivas al margen, también padeció la marcha de Ramón Trecet, otro referente que, como Montes, daba un toque genuino a los partidos de la la competición estadounidense.

Y es que Montes, con esas horribles pajaritas y las chaquetillas de punto con las que se abrigaba durante aquellas frías noches de retransmisión que otros seguíamos bajo una manta y en el sofá, ante todo vendía alegría, despreocupación. ¿Qué más daba que el partido fuera a acabar a las seis de la mañana y a las nueve hubiera que entrar en la oficina? Siempre te decías que el primer cuarto y a la cama, pero acababas pegado a la tele hasta el final, cuando no dormido frente a ella. Sé que los que lo conozcan del fútbol, del horrible y desequilibrado dueto que formaba con un Julio Salinas a quien Dios no dio por algo un talento humorístico pero se empeñaba en demostrar que sí, quizá no me entiendan. Pero sé que otros muchos sí, y que Montes habrá encontrado un hueco en el cielo de los jugones, porque a él le gustaba sonreír y hacernos sonreír al resto. Esté donde esté, estoy seguro de que seguirá gritando aquello de que la vida puede ser maravillosa. Sin él, lo será un poco menos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Andrés Montes falleció el 16 de octubre de 2009. Aún así, gracias por refrescarnos la memoria ¡Algo se mueve al sur de la ciudad!

Txabeto dijo...

Plas! Plas! Plas! Plas! No lo tenía leído pero... joder, qué emoción! Que recuerdos! Lo has clavado con eso de "el primer cuarto y a la cama". Creo que han sido mis mejores horas de sueño perdidas. Ahí estamos! Ey!
Muchas gracias.