Me he visto obligado, contra mi voluntad, a escribir unas líneas desde el paradisiaco rincón del mundo en el que me había recluido para huir del agitado debate diario que rodea en las últimas semanas al mundo del baloncesto. La ocasión lo merece. Estamos de luto. Los grandes defensores del jugador nacional, los que tanto han porfiado por evitar su extinción, por garantizar su presencia en la ACB, han acabado por convertirse en sus verdugos definitivos. El acuerdo al que han llegado todas las partes sobre el nuevo marco de contratación que regirá la competición doméstica supone una condena en toda regla para el jugador español, a mi juicio mucho más injusta de lo que habría supuesto la medida que, a estas alturas de la historia, muchos defendíamos como necesaria: la apertura total de fronteras. La imposición de la figura de los canteranos, jugadores formados en equipos españoles, implica no ya una amenaza evidente para que los nacionales puedan hacerse con un hueco en las plantillas ACB, sino algo mucho más inquietante: abre la puerta a que promesas foráneas, jugadores captados de diferentes partes del planeta, copen incluso las fichas de los conjuntos de formación. Y eso sí que puede suponer de verdad un drama para el baloncesto estatal, desde el prisma de todos aquellos que apoyaban las políticas arancelarias.
Los clubes que han liderado la rebelión y ahora trabajan en la hoja de ruta que guiará al baloncesto patrio deben asumir la medida durante los primeros años de aplicación. Eso es verdad. Ahora mismo en sus canteras disponen sólo de algunas perlas extranjeras, que con esta nueva normativa multiplican su cotización, pero a la larga van a cambiar mucho las cosas: se va a imponer un nuevo modelo en la estructura de base. Y no será, desde luego, beneficiosa para los defensores a ultranza del producto nacional, entre los que jamás me he incluido, pues de sobra es sabido que en este rincón de reflexiones se ha defendido siempre cualquier medida que pueda suponer un alivio para la peliaguda situación que atraviesa el baloncesto, no sólo en España, sino a nivel continental. En un futuro más o menos próximo, pese a esta normativa, podemos encontrarnos equipos de la ACB sin españoles, pero el principal problema será que al menos cuatro o cinco de ellos habrán sido moldeados en las canteras de los clubes españoles, quitando espacio a chavales que habrán perdido su oportunidad.
Una medida con doble filo
¿Es este nuevo marco de contratación un recurso válido para enderezar el rumbo de un deporte en descomposición, que con el paso de los años ha ido perdiendo en atractivo tanto para el espectador objetivo como para los patrocinadores? El tiempo lo dirá. Insisto en que, a mi juicio, tocaba plantearse muy en serio la eliminación de cualquier limitación geográfica, y a la larga esta nueva normativa encubre la supresión de los cupos, si bien con un dañino añadido: acaba con ellos de facto también en las categorías inferiores. Y esto sí puede considerarse como un golpe letal para los jugadores españoles, que en los últimos años han visto reducido su espacio en los conjuntos infantiles, cadetes y juveniles en favor de exultantes físicos, casi siempre desprovistos de formación técnica o táctica de base, que los clubes han ido pescando en los caladeros de países con menos tradición baloncestística.
La irrupción en las categorías inferiores de jugadores provenientes de países con menor peso en el panorama internacional se ha dejado notar, y mucho, durante los últimos ejercicios en los torneos estatales. Hace bien poco, durante el pasado mes de junio, seguí el desarrollo del Campeonato de España cadete que se celebró en Aragón y que a la postre volvió a evidenciar la influencia que puede devengar en la competición, y más aún en el desarrollo del resto de sus compañeros y rivales, la presencia de chavales de portentosa presencia física, casi siempre africanos (muchas veces con dudosas o sospechosas credenciales sobre su nacimiento). Si los clubes comienzan a plagar las plantillas de sus equipos de formación de promesas foráneas, la situación sí puede tornarse de verdad peligrosa para el producto nacional.
Este nuevo marco, ante todo, va a incentivar la pesca en alta mar, la búsqueda de perlas lejos de nuestras fronteras. Cualquier cosa que brille, un simple físico prometedor, puede convertirse en un obstáculo en un futuro próximo para los chavales que sueñan con jugar algún día en la ACB, vestir la camiseta de la selección o convertirse en estrellas del basket continental. La obligación de cubrir esas cuatro fichas de canteranos en las plantillas de once jugadores (o cinco en las de doce) va a servir como excusa y justificación para centrar todos los esfuerzos de los cazatalentos en mercados aún emergentes. Presumo que África, los países de la Europa del Este, Brasil u otros lugares donde el baloncesto aún carece de estructuras sólidas, van a convertirse en destino preferente para los ojeadores de los equipos ACB. Ahí los van a enviar en busca de púberes promesas los que tanto alboroto han montado para proteger, según sus propias palabras, al jugador español, que ahora queda condenado de base, casi de nacimiento. Los clubes están en su derecho, y no deberían recibir reproche alguno por adaptar su modus operandi al nuevo hábitat que le abre este acuerdo. Aunque adivino que aquellos que ahora mismo celebran el pacto como un éxito no tardarán en verbalizar su fracaso a través de censuras que entonces no vendrán a cuento.
Ni qué decir tiene que a todos nos encantaría que la medida resultara un espaldarazo para que los jugadores españoles tengan asegurado un espacio en el futuro en los equipos de la ACB. Más bien se me antoja todo lo contrario. Ya hemos hablado en este blog de las injusticias que se han amparado estos últimos años en nombre de los cupos (os dejo el link del post en el que se trató ese asunto). Han sido muchos los jugadores de escaso talento que, forzados los clubes por la normativa vigente, han sacado tajada salarial. En la ACB había jugadores que tenían sitio por su lugar de nacimiento, no por su capacidad o potencial, y era éste un asunto que los clubes querían atajar de raíz. La nueva norma ayuda a aplacarlo, aunque para que se consume definitivamente el cambio de modelo deberán transcurrir unos años, en los que veremos hasta qué punto resulta contraproducente para los intereses de algunos el acuerdo que ha arrojado el último sínodo entre equipos, baloncestistas y responsables federativos.
Si lo que se busca es que la ACB recupere su brillo, recobre su atractivo, todos los implicados deberían pelear y remar en una misma dirección, no oponerse unos a otros como si a cada cual le interesara algo diferente. Los jugadores españoles tendrán sitio en la competición española, la segunda en atractivo por detrás de la NBA, porque tienen calidad, porque hay muchos viveros en nuestro país de los que manan continuamente elementos de gran talento. La prueba irrefutable de esta reflexión la aportan los resultados de la selección y, más aún, el hecho de que los mejores han conseguido saltar el charco para tomar parte en la liga estadounidense, donde nadie ausculta las nacionalidades ni la edad, donde sólo importa la valía.
Medianías a precio de oro
Lo decía Javier Imbroda hace bien poco: “No es de recibo que se paguen dinerales a medianías sólo porque sean españoles”. Y tenía más razón que un santo. Esos jugadores que han vivido al abrigo de la norma, que quizá no tenían sitio en la segunda mejor competición nacional del planeta, seguramente podrían haber hecho fortuna, como figuras destacadas, en torneos de menor brillo. Se me ocurren Portugal, Alemania, Francia… Cada cosa en su sitio. Según niveles. Pero no ha sido así. Y como suele decirse, la avaricia puede romper el saco.
El empeño de FEB y ABP por proteger a los jugadores nacionales puede haberles salido por la culata. Antes brotaban de las canteras de los clubes con más tradición jugadores excepcionales, como los Gasol, Calderón, Navarro, Rudy, Ricky -hombres con calidad para codearse con los mejores del planeta- otros de un gran nivel, dispuestos a convertirse en las estrellas de equipos de primer nivel del baloncesto continental o doméstico, y un último grupo que, aunque han hecho carrera en la ACB, quizá habrían hecho más bien al baloncesto nacional de haber cedido su espacio a otros, vinieran de donde vinieran, que seguramente habrían ayudado a elevar el nivel y mantener el interés de una liga todavía en declive. Ahora, con la nueva norma, tengo curiosidad por saber qué brotará de las categorías inferiores de los clubes españoles. Si se confirman mis temores, estos equipos se convertirán en bancos de pruebas, en contenedores donde transformar promesas foráneas en canteranos, para lo que bastará con hacer que permanezcan seis meses durante tres temporadas. En cualquier caso, aun así, algunos sabrán adaptar su visión para tratarlos como españoles y defender que puedan jugar en la selección. Y serán más o menos los mismos que siguen poniendo palos en las ruedas y obligando a establecer este tipo de limitaciones. Si no, al tiempo.
2 comentarios:
A mi me parece lamentable... el Método FEB. Nos ponemos medallas por los logros de las categorías de formación, mientras permitimos este tipo de reglamentos que asfixian el trabajo de las canteras, que terminarán siendo un semillero de chicos víctimas de su procedencia humilde y de las ganas de hacer negocio. Luego la LEB-2 tiene 7 equipos y la EBA es un muerto viviente... Pero no pasa nada.
No sé si has leído mi último post en Puertatrás, pero abre una vía sobre este debate. Si quieres, pásate.
Un saludo y aprovecha de las vacaciones
Como dices Peje, es dificl compaginarlo todo, pero al final tanto en la ACB como en la seleccion va a aumentar los jugadores no nacionales pero que son formados aqui, lease Ibaka, y media cantera de la ACB. Es el futuro por lo visto, yo no estoy del todo de acuerdo, yo siempre he sido un defensor a ultranza de las canteras, de las oportunidades que en equipos como el Baskonia no se dan, pero es lo que hay y habra que ver de aqui a 10 años el papel de la seleccion española. Si nos va igual, no habra sido malo el marco de contratacion, si nos va peor que vana decir los clubes ACB?? Ahhh hay estara el misterio. Yo daria un voto de confianza, en principio no me parece mal plan este acuerdo, pero el tiempo lo dira que tal fue.
FDO, Mister
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