12/8/11

A toda velocidad

Sangre caliente
cuando juega al amor
 acostumbrado a querer
pasa de largo
si se tercia la ocasión
nadie sueña como él

Vive a toda velocidad
como un ciclón
sabe que si cae otra vez
vuelta a empezar

A toda velocidad
Barricada
No sé qué hacer contigo (1987)



Esta semana, el martes en concreto, se ha confirmado la noticia que todos llevábamos semanas esperando: Marcelinho Huertas, un tipo que siempre ha apurado el presente, lo ha exprimido hasta la última gota, ha cambiado los aires gélidos que llegan desde el Gorbea por las temperaturas más suaves del Mediterráneo. El último representante de la interminable y genial nómina de directores de juego que han convertido en grande al club de una pequeña capital de provincia seguirá vistiendo de azulgrana la próxima campaña, pero en su pecho no lucirá ya el escudo del Baskonia, con quien participó en el milagro de la tercera ACB, sino el del todopoderoso Barça. Huertas, que ha vivido siempre como ha jugado, a toda velocidad, sin atender al espejo retrovisor, regresa a una ciudad de la que se enamoró durante su estancia en el Joventut, donde se dio a conocer en Europa tras haber comenzado su carrera, muy precoz, cómo no, en el campeonato de su país.

Marcelinho se marcha de Vitoria por la puerta grande, quizá demasiado pronto, como siguiendo ese impulso a correr que siempre ha guiado tanto su manera de entender el baloncesto como los giros de su carrera. A pesar de que Josean Querejeta trató de cerrar un acuerdo con él para prolongar su vinculación contractual con el Caja Laboral hasta junio de 2015, su marcha estaba cantada desde hace meses. En un mercado yermo de bases, con el club asediado por la necesidad económica, no existía otra salida. La entidad del Buesa Arena estaba obligada a desprenderse de alguno de sus estandartes para cuadrar las cuentas. El primero fue Barac, a quien siempre se esperó pero nunca acabó de llegar, y el siguiente ha acabado siendo Marcelinho, por quien también pujaron el CSKA y el Anadolu Efes. Ninguna de las dos propuestas seducía en exceso al jugador paulista. La oportunidad de poder jugar en el Barça, de volver a una ciudad que llegó a reconocer en una entrevista, hace ahora tres años, que veía como una posible residencia de futuro, colmaba sus expectativas. Y así se lo hizo saber a la directiva baskonista, necesitada de liquidez pero siempre un hueso duro en las negociaciones. Al final, Huertas ofreció un último acto de servicio a la causa baskonista con su traspaso al equipo culé. Su rescisión ha arrojado algo más de 1,8 millones de euros a las famélicas arcas del Buesa Arena. Antes de correr, de seguir mirando al horizonte, tuvo tiempo para regalar una última sonrisa a la parroquia azulgrana, que ha acogido su marcha de buen grado, sin acritud.

Una despedida poco traumática

Mientras otros jugadores se han visto obligados a escenificar ante los medios su malestar, a realizar declaraciones que más tarde les pasarían factura, el jugador brasileño se ha despedido sin mácula de una plaza que conquistó tras un paso fugaz pero fructífero. Así es él, como reza la canción, como un ciclón. Y así ha transcurrido su vida en el baloncesto. Llegó, convenció y venció. Logró que la afición vitoriana olvidara la orfandad en la que había quedado el equipo tras la huida de Prigioni al Madrid en busca de esos títulos que jamás cató con el conjunto blanco. En la capital alavesa halló un cicerone de lujo: su mejor amigo, su hermano, Tiago Splitter, cuya complicidad dentro y fuera de las canchas le permitió exhibir su mejor versión, esa electricidad, a veces caótica, siempre apasionante, con la que condujo al Baskonia al título liguero en la temporada 2009/2010. Aquella ya celebérrima eliminatoria final frente a su futuro equipo consolidó la relación amorosa de Huertas con el club gasteiztarra. Y aunque, como muchos otros, en su fuero interno deseaba cambiar de aires, librarse de la siempre exigente figura de un entrenador que lo ha exprimido, en el momento de la despedida no pudo contener las lágrimas.

La estampa del Marcelo hundido sobre el parqué del Buesa Arena tras la derrota en el tercer partido de semifinales del último play off disparó los rumores, olía a despedida, abrió las mentes a la posibilidad de que pudiera cambiar de aires este verano. La directiva, enfrascada en la búsqueda de fórmulas para equilibrar los números, encontró una salida cuando el propio jugador tocó un par de puertas y manifestó su disposición a servir como moneda de cambio. Tras la marcha de Splitter el pick and roll, recurso de la casa, se diluyó como un azucarillo. Huertas ya no corría igual, porque le seguían menos, ya no disfrutaba tanto. Caía otra vez. Vuelta a empezar.

Caídas y resurrecciones

No era el primer tropezón. Para alguien que vive al galope, es normal. El primer revés lo recibió en Badalona. Considerado por los técnicos de la Penya como un gran talento por pulir, su alocado baloncesto acabó por situarlo por detrás de otras joyas de la cantera del club verdinegro. Eran los tiempos de Aíto, técnico enamorado de los bases más cerebrales. Marcelinho, un crío, no lo era. Y aunque ha aprendido a levantarse, si bien con el tiempo ha acabado por quitarle razones al veterano preparador madrileño, tuvo que asumir que Mallet, un adolescente Ricky y su hoy amigo Pau Ribas le cerraban el sitio y buscarse las castañas en otros lares. Acabó cedido, primero en el Euro Roseto italiano y al año siguiente en el Bilbao Basket, por aquel entonces Iurbentia, un equipo en crecimiento, recién llegado a la ACB, un destino a priori menor. Pero se salió. De su mano, los bilbaínos subieron un escalón. Cayeron en la final de la Supercopa y en las semifinales de la Copa del Rey, en ambos casos frente al TAU Cerámica, y se colaron por primera vez en su historia en los play off. Además, logró la primera de sus dos inclusiones en el Quinteto Ideal de la ACB. Esta pasada campaña, pese al decepcionante rendimiento colectivo del Caja Laboral, ha vuelto a conseguirlo. Se marcha a Barcelona bautizado como el mejor base de la competición.

Más allá de esa capacidad para levantarse, de su ambición para enfrentarse a las adversidades y devorarlas, de su eterna prisa por llegar, Marcelinho se había consolidado en estas dos temporadas como uno de los mejores armadores (así se refieren a los jugadores que ocupan su puesto en Brasil) del continente. El Baskonia vuelve a saltar al vacío. Ya lo hizo antes, tras quedar huérfano por la pérdida de iconos de la talla de Pablo Laso, Bennett, Calderón o Prigioni. El problema estriba en saber hasta qué punto se hubiera producido esta salida de haber estado la situación económica de la entidad más equilibrada de lo que ha estado en los últimos meses. El Baskonia ha sido, es y será un club vendedor. De eso no hay duda. Pero a uno le queda la sensación de que el del base paulista es un caso excepcional, porque si algo se ha hecho siempre en Vitoria es sacar todo el partido a las joyas con las que se contaba antes de desprenderse de ellas.

Una deuda mutua tras un romance de dos años

Huertas se puede marchar más o menos aliviado con la oportunidad de librarse de Ivanovic. Pero lo cierto es que le debe bastante al preparador montenegrino. En realidad, le debe bastante a Vitoria. Y es consciente. Ha sido en el Buesa Arena donde ha protagonizado su último renacimiento. Tras su paso por Bilbao, recaló en un histórico del baloncesto italiano, la Fortitudo Bolonia, y se encontró sin pista para seguir corriendo. Firmó una temporada más que irregular, que además quedó tristemente rubricada con el descenso a Lega Due. A partir de ahí, la historia es bien conocida. Volvió a resucitar, volvió a empezar una vez más, y se rehizo. El mítico título de la temporada 2010 y los galardones individuales del pasado curso, donde se consolidó como uno de los pilares del cuadro baskonista, le han granjeado el cartel del que ahora goza y la ocasión de poder lucir los colores de un equipo en el que, según ha confesado, siempre soñó con jugar.

Algunos se han sorprendido por esas manifestaciones, las han tildado de demagógicas u oportunistas. Nada más lejos de la realidad. Apasionado del balompié, de la canarinha y del Corinthians, afloró en su corazón cierto sentimiento culé durante su estancia en la Ciudad Condal. Eran los tiempos de Frank Rijkaard, época de buen juego, títulos y la llegada de la segunda Copa de Europa para el cuadro catalán. Como acreditado amante de la velocidad, también le gusta la Fórmula Uno. En alguna entrevista ha confesado que su paisano Ayrton Senna, fallecido en el Gran Premio de San Marino cuando él apenas tenía once años, era uno de sus grandes ídolos. Su baloncesto, ese frenético ritmo que imprime al juego, debe de ser un homenaje al piloto paulista. Y si las leyes no fueran tan estrictas, también intentaría imitarlo por las carreteras con el cochazo que se compró hace no mucho, un espectacular Ford Mustang GT de color negro que siempre llamaba la atención en el aparcamiento del Buesa.

Un velocista presumido

Apartado del perfil de origen modesto que cualquiera pueda atribuirle a los deportistas brasileños que alcanzan la élite, es además un tipo muy familiar. Enganchado al baloncesto por la influencia de su hermano mayor, que apuntaba también maneras, se crió, con una hermana más, en un hogar próspero. Su padre, economista, y su madre, experta en arte, logran reunir a todos mucho menos de lo que a Marcelinho le gustaría. Con mucho éxito entre el sector femenino de la afición del Baskonia, sus compañeros, más en serio que en broma, le achacaban un extremo celo por su aspecto. Velocista presumido, Huertas se había convertido en uno de los elementos de peso del vestuario, donde además era uno de los que solía poner la nota de humor.

Así es Marcelo Tieppo Huertas (Sao Paulo, 25 de mayo de 1983), el último fichaje del Barça, el último gran base del Baskonia, a quien en breve Josean Querejeta y su equipo encontrarán un sustituto de garantías. Deben hacerlo. El chico que siempre tiene prisa, el conquistador, ha encontrado un nuevo destino, un nuevo reto. En Vitoria, incluso aquellos que no éramos a priori sus grandes defensores, hemos acabado rindiéndonos a la evidencia. Sólo debe quedar un poso de agradecimiento para un jugador que incluso con su marcha ha ayudado al club. Espero que siga viviendo a toda velocidad. Como un ciclón.


3 comentarios:

jordi perramon dijo...

esperemos que en el palau nos haga disfrutar con su velocidad, y con espectaculares pick&rolls con sobretodo Vazquez Ndong etc etc.

Gran fichaje el que hacemos, nos va ha hacer disfrutar seguro

Juanpe Núñez dijo...

El mejor base la ACB sin lugar a dudas

Anónimo dijo...

"queda la sensación de que el del base paulista es un caso excepcional, porque si algo se ha hecho siempre en Vitoria es sacar todo el partido a las joyas con las que se contaba antes de desprenderse de ellas"

Hubo otros casos, como Dragic. O incluso Calderon, que dio la sensacion de irse sin haber ganado aun nada.