31/1/12
Los murmullos de Nemanja
¿Ha perdido la afición de Vitoria la fe en Bjelica? ¿Se quedará también por el camino la gran esperanza futura del baskonismo? La expectación que se generaba en las gradas cada vez que entraba en contacto con el balón se ha esfumado
Los murmullos han cesado en las gradas. La expectación que colmaba el ambiente del Buesa Arena cada vez saltaba al parqué y recibía el balón ha cedido espacio a una indiferencia autoimpuesta, como forzada, lacerada tras demasiadas noches de vigilia en las que nada pasaba. En el Iradier se apagó ese maravilloso runrún que olía a incógnita. Se agotó la paciencia. Se apagó la esperanza, o parte de ella. Ya pocos esperan a Nemanja. Yo soy uno de ellos, pero cada vez cuesta más. Muchos de los que lo soñaron mágico, diferente, determinante, han cedido a lo que consideran demasiadas evidencias de lo que quisieron que fuera y entienden que nunca será. No me incluyo en ese vagón de los desilusionados, ya digo. Yo aún lo espero. No sé si es porque ceder a la decepción e ingresar en el batallón de los descreídos supondría también perder la fe en que este Caja Laboral tan plano puede explotar en algún momento por el punto menos imaginado, pero lo cierto es que murmullo, por dentro pero lo hago.
Tipo tímido, apocado, el serbio se hunde en un pozo de oscuridad e incomprensión. Una de las principales apuestas de la directiva en mucho tiempo, llamado a tomar el testigo de una ilustre saga de jugadores geniales que ahora parece cosa de un pasado muy lejano, apura su segunda temporada en Vitoria sin ofrecer siquiera unas pinceladas del talento que se vendió que tenía, que muchos imaginaron que tenía, que en determinados chispazos se percibe. No le resultó fácil la adaptación en su primer año en Vitoria. Pero ya no es un crío. Va camino de los 24 tacos (los cumplirá en mayo) y se aproxima un punto en el que se espera que un jugador alcance su madurez profesional.
En una temporada en que las miserias obligan a buscar culpables, de nuevo el asunto de Bjelica divide al baskonismo. ¿Es víctima el exjugador del Estrella Roja de la intransigencia de Ivanovic? ¿Merecía más confianza u oportunidades por parte del técnico? ¿Erró el tiro la directiva al apostar con un contrato de larga duración por un jugador que ahora no responde a las expectativas creadas? ¿Es un nuevo fracaso de una dirección deportiva que parece haber perdido la mágica capacidad para convertir en oro todo lo que reclutaba? Bjelica se derrite en los matices de las respuestas. Habrá tantas opiniones como aficionados. Pero los hechos, y no los números, justifican que el murmullo se haya apagado. Y lo peor de todo es que la situación actual del equipo, deprimido y carente de brillo, amenaza con extinguir por completo la estrella que lo iluminaba como a un jugador especial, único, mágico.
Un viaje con retorno a las profundidades del banquillo
Yo lo sigo esperando. Seguiré aguardando que reactive los susurros de la grada, esos cálidos murmullos, porque es de lo poco que se puede esperar. Está hecho de talento. Está en su código genético. En una temporada que huele a transición -aunque también desprendía este aroma la que acabó con el tercer título liguero del cuadro azulgrana y la pasada-, rescatarlo de las tinieblas y devolverle siquiera una pequeña cuota de la confianza que pareció dejarse olvidada en el trayecto entre Belgrado y Vitoria supondría una excelente noticia de cara al verano. En los últimos partidos el alero serbio se ha hundido en lo más profundo del banquillo. En Sevilla, de hecho, apenas jugó cuatro minutos. Los mismos que Walsh y Golubovic. Poco más que su amigo Musli, que cuenta aún menos. Ha salido del círculo de confianza de Ivanovic. El sargento de hierro lo ha reasignado a la reserva. Y algunos, que aprovechan la mínima para reabrir el debate sobre la figura del técnico, ya han aprovechado para descargar al jugador de una culpa que a veces incluso se le refleja en el rostro.
No sé si se puede culpar a Ivanovic también por esto. Los hay que lo señalan responsable hasta de que haga frío en Vitoria, pero también los que lo defenderían incluso si le da por sacar una recortada y empezar a disparar contra la grada. No hay término medio. En mi opinión el sargento de hierro del baskonismo ha mostrado con este jugador bastante más paciencia que con la mayoría. Y la mayoría de las veces la respuesta ha resultado tan decepcionante como vulgar. Bueno, qué narices, sí sé si se puede o no culpar al entrenador. Creo que Dusko no tiene la culpa. Probablemente tampoco los responsables del área deportiva, con Alfredo Salazar y Félix Fernández a la cabeza. Llegamos a un punto en el que puede dudarse incluso de que la tenga el propio jugador. Pero lo cierto es que los murmullos se apagan sin que Nemanja salga del envoltorio, se sacuda la presión de lo que todos decían que iba a ser, que tenía que ser, para ser lo que puede en realidad ser. Quién sabe si la realidad encaja con los deseos. No es un jugador de números, de estadísticas. Sin embargo, de un modo u otro, estoy convencido de que se trata de un excelente jugador, de un tipo bendecido para disfrutar y hacer disfrutar con una pelota naranja. Su despertar podría suponer la mejor noticia para un equipo demasiado justo de referentes. El problema es que cada vez surgen más dudas sobre su capacidad para cumplir con las expectativas creadas, para recuperar ese mágico murmullo de la grada del Buesa Arena.
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4 comentarios:
tiene que romper como jugador aqui.Me doleria mucho verlo triunfar fuera.Va a triunfar tarde o temprano.M'as bien tarde...
Cuando le dan los cinco minutos y saca calidad es un espectaculo, lastima que aparce con cuentagotas
Guguseti
Estoy muy de acuerdo con el tono de tu entrada y de tu blog en general. Es una lástima, porque, como tú dices, lo tiene todo. Sólo le falta romper. Y claro, si no lo hace nunca, pues la expectativas menguan proporcionalmente. Yo también me apunto a la orilla del optimismo; no nos queda otra. Saludos. Sileno.
...pues mira, yo creo que es otro como los Jasaitis, Eliyahu etc... jugadores absolutamente sobrevalorados por algún partido esporádico con sus selecciones 'medio buenó', y nada más.Un tipo de jugadores que sin motivo aparente sólo juegan aceptablemente en su liga nacional.
En el caso de Nemanja, es lo que es, hay lo que hay, como dice la canción. Saludos cordiales P.J & MONROE.
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