Un Caja Laboral cargado de dudas y apeado a las primeras de cambio de la Euroliga se enfrenta a la responsabilidad de enmendar una temporada que por el momento le está viniendo demasiado grande y al reto de convertirse por fin en un equipo
Mucho se ha hablado estos días en Vitoria y sus alrededores baskonistas en torno al rumbo que sigue el desconcertante Caja Laboral de la presente campaña. El equipo azulgrana, apeado ya de la Euroliga, con una plantilla que jamás parece satisfacer las apetencias de su técnico y capaz de fragmentar la opinión de su parroquia, se enfrenta a una situación desconocida en este año recién estrenado. Habría que remontarse al siglo pasado para toparse con otro curso en el que el Baskonia alcanzara estas alturas del calendario sin más obligaciones que las de afrontar un compromiso por semana. Pero así son las cosas tras la debacle de una primera fase de la Euroliga que debió haber superado con holgura pero cuya tendencia a jugar con fuego acabó por condenarle a las llamas. Tras cerrar con un sonoro fracaso el asalto al primero de sus objetivos, con la consumación definitiva aquel ya inolvidable y doloroso 22 de diciembre en la cancha del adorado vecino, presente y futuro se presentan cargados de incógnitas, por la escasa fiabilidad exhibida hasta el momento por el equipo, pero también de ilusión, por las señales de resurrección que parece querer mandar en estas últimas semanas.
A la afición del Baskonia ya sólo le queda soñar con la Copa y, quién sabe, quizá también con un cuarto título liguero que hace poco más de año y medio llegó de una manera no menos sorprendente a las vitrinas del Buesa Arena. Hay quien considera que todo es posible y se deja llevar por el optimismo más emotivo e incontrolable, pero también quienes asumen como una losa el peso de las evidencias que ha ido dejando tras de sí el cuadro azulgrana durante su -por el momento- errático deambular. Una vez más, no me posicionaré ni de un lado ni del otro, y no porque no quiera, sino por no quedar en evidencia como ya me ha pasado otras veces. Quiero limitarme a recopilar ciertas reflexiones que han ido calando en mí durante los últimos días y confrontarlas, a ver hacia dónde acabamos tirando cada uno.
En primer lugar, y sobre esto he aprendido mucho hablando con gente que sabe mucho más que yo, hay que entender los equipos como organismos vivos, y como tal cambiantes. El Caja Laboral, por todo lo que pasó durante el verano y lo que ha ido encontrándose después, es un colectivo demasiado joven, pendiente de un ensamblaje firme que le conceda su forma más o menos definida. Es volver a darle mil vueltas al mismo asunto, pero un equipo que prescinde en verano de dos de sus principales pilares, realiza un sinfín de cambios y luego se encuentra con que unos no funcionan y otros no encajan con su entrenador, requiere de un tiempo más prolongado de rodaje que otros que pueden venir más hechos de temporadas anteriores. Este Baskonia está hecho a petachos. Por unas cosas o por otras, han pasado ya casi cuatro meses desde que arrancó el curso y en ningún momento se ha podido apreciar un conjunto homogéneo, compenetrado, ensamblado. Por el momento esta ha sido la historia de un pistolero chalado (Mirza Teletovic), un antihéroe excesivamente solo y cansado (Fernando San Emeterio), un desertor repescado para la causa (Pablo Prigioni), un secundario al que le asusta el papel principal que le quieren conceder (Brad Oleson) y una promesa a la que todos menos él parecemos esperar (Nemanja Bjelica). A estos hay que sumar a unos secundarios que pueden llegar a convertirse en los grandes salvadores del equipo, en la argamasa que engarce las piedras del muro que Ivanovic pretende levantar pero que se le está resistiendo. Y no me refiero a jugadores del perfil de Reggie Williams, Joey Dorsey (a los que sinceramente creo que se les podría haber sacado mucho más jugo) y Vladimir Golubovic, sino a Pau Ribas, a mi juicio quizá el jugador cuyo rendimiento más está encajando con las exigencias previas, Milko Bjellica y Thomas Heurtel.
¿La peor plantilla de la última década?
Dije, o más bien escribí, hace tres semanas, en la crónica para el periódico de lo que resultaba la eliminación definitiva de la Euroliga, que si los resultados miden la calidad de un equipo, éste es sin duda el peor plantel que ha tenido el Baskonia en la última década. Y lo sostengo. ¿Quiere decir esto que el cuadro azulgrana ya no dispone de jugadores de calidad? ¿No vale ninguno? ¿Son una banda? No vengo a decir esto, a pesar de que comparto con muchos de los incondicionales baskonistas la idea de que el nivel individual de los jugadores, sobre todo de los que deberían asumir los roles protagonistas, ha descendido varios peldaños. Aquí ha habido líderes, y me refiero tanto a la producción estadística como al carácter dentro del vestuario, de la talla de Rivas, Bennet, Scola, Oberto o Tiago Splitter. Resulta evidente que estos nombres provocan un sonoro eco en los cimientos del futuro Buesa Arena de los 15.000 asientos. Ahora hay otros jugadores y la maquinaria no acaba de funcionar, pero no es a la calidad individual de la plantilla hacia donde apuntaba con esa afirmación, sino hacia la entidad colectiva de un plantel que tiene que encontrarse a sí mismo antes de afrontar las cruentas batallas que todavía la aguardan.
Alcanzar esa madurez plural que tanto añora este equipo, ya lo he dicho antes, es cuestión de tiempo. ¿De cuánto? No lo sé. Supongo que cada grupo tendrá sus tiempos, y los de este están resultando demasiado prolongados. No puedo restar relevancia a los inconvenientes, que han de servir de atenuantes, con los que se ha topado el Baskonia en esta accidentada temporada, pero ni a mí, ni a muchos otros aficionados, ni a Josean Querejeta nos pueden valer de excusas exculpatorias. Más allá de la Supercopa, a este proyecto se le podían exigir tres objetivos relativamente asequibles cuando nació la presente campaña: alcanzar el Top 16 de la Euroliga y pelear con dignidad por volver a estar entre los ocho mejores equipos del continente y luchar por disputar (la victoria no podía entenderse como una condición sine qua non) las finales de la Copa del Rey y de la Liga Endesa. Entre las obligaciones de este Caja Laboral pocos habían incluido un título, nadie estaba perdiendo la cabeza por mucho que existiera la siempre inevitable ilusión de que pudiera llegar. Y sin embargo, lo que ha llegado a las primeras de cambio ha sido el tremendo mazazo de la Euroliga. Que este plantel, por limitado que les parezca a algunos, puede dar más de sí, y seguramente lo dará, es una obviedad. Casi tanto como el hecho de que el equipo seguía en el horno cuando se encontró con la primera final del presente ejercicio. Pero eso no sirve de excusa. La responsabilidad de ensamblar las piezas y convertir este ramillete de jugadores en un grupo sólido y presto para afrontar este tipo de desafíos debe recaer sobre el entrenador, pues es esa una de sus principales funciones.
Antes de que el duskismo militante se me eche encima, aclararé que no quiero señalar con esto a Ivanovic como el gran culpable, o al menos no como el único, de que la primera meta del curso se haya saldado con un sonoro fracaso. Evaluar hasta qué punto el preparador montenegrino ha sido más o menos capaz de llevar a cabo su trabajo, de sacar el partido conveniente a los jugadores que han puesto bajo sus órdenes y de trasladar ese concepto de grupo del que hablo es una tarea que también tiene dueño. La directiva, que en algunas fases ha estado muy nerviosa y ha tenido muchas más dudas en torno a la figura del técnico de lo que se ha dicho, deberá juzgarlo cuando corresponda, aunque parece claro que la continuidad de Dusko en la capital alavesa está garantizada hasta final de temporada. El técnico balcánico, que firmó por dos temporadas el pasado verano, va a disponer del tiempo que su hoja de servicios merece para tratar de rectificar este errático rumbo. En su mano queda la oportunidad de reivindicarse una vez más haciendo ver que los inconvenientes, que han sido muchos, han tenido más peso del deseado y el concedido por algunos al rendimiento que hasta la fecha ha mostrado el equipo. Por el momento, las últimas apariciones de un equipo más descansado han permitido contemplar ciertos halos de luz entre los nubarrones.
El principal fichaje de la temporada, al caer
En unos días, en principio para finales de la semana que arranca, llegará el fichaje más importante para la presente campaña. No me refiero, obviamente, a Matt Walsh, sino a un Maciej Lampe que junto con Reggie Williams representaba la principal apuesta en la configuración del nuevo proyecto. El problema radica en que el poste polaco llega con cuatro meses de retraso, en un estado de inactividad que habrá que ver hasta cuándo lo mantiene por debajo de su nivel y justo cuando parece que las piezas del engranaje azulgrana, para mejor o para peor, comienzan a encajar. Está claro que el partido que acogió el Bilbao Arena el pasado 22 de diciembre supuso un punto de inflexión para este equipo. Muchas veces los acontecimientos traumáticos, las derrotas más dolorosas, pueden ejercer de catalizadores para que salten ciertos resortes. En las caras de algunos componentes de la tropa alavesa aprecié una sensación de fracaso tan inmensa cuando abandonábamos Miribilla que me dio por pensar que aquel varapalo podía cambiar en cierta medida el rumbo de la temporada. Ahora me aventuro a decir que no me equivocaba. De aquellos momentos de dolor brotó algo, que terminó por confirmarse sólo una semana después. El triple de San Emeterio sobre la bocina supuso un bombazo catártico para un conjunto de jugadores que necesitaba aliviar las tensiones de la desesperación y la impotencia que los había acompañado hasta esa fecha.
Ese triple pudo no haber entrado. Pero la historia del deporte, de cualquier deporte, no se escribe a través de especulaciones, sino de hechos. Y entró. Cuestión de pulgadas. Entró y algo pudo haber cambiado. No será cuestión de un día, ni de un partido, pero en el duelo que se disputó este domingo en el Olímpico de Badalona aprecié vientos de cambio, más autoestima, un orgullo renacido, ciertas dosis de carácter. El triple de San Emeterio, la eliminación europea, el bodrio ante el Fuenlabrada y el partido ante el Joventut son pasos, algunos más dolorosos que otros, que debía dar este grupo de jugadores. La clasificación de la ACB, a pesar del discreto rendimiento que jalona el devenir de este plantel tan dubitativo, abre las puertas de la absolución, concede aún todos los cartuchos a la tropa baskonista. El horizonte está repleto de propósitos de enmienda. Pero para eso, y cada vez queda menos tiempo para las excusas, hará falta que este Caja Laboral crezca como colectivo, que Ivanovic dé con la tecla para hacer de esta amalgama de individualidades un todo granítico. Porque ya lo decía Al Pacino, o mejor dicho el entrenador Tony D'Amato en Un domingo cualquiera (Any given sunday), seguramente una de las mejores películas de deporte de la historia, durante el speech previo al último partido de los Miami Sharks: "O nos curamos, como equipo, o nos desmoronamos. Jugada a jugada. Pulgada a pulgada. Hasta el final. Ahora estamos en el infierno, caballeros. Creedme. Y nos quedamos aquí dejándonos machacar o luchamos por volver a la luz. Podemos salir del infierno pulgada a pulgada...".
No he podido resistir la tentación de cerrar este post con el que me parece uno de los mejores discursos de la historia del cine. "En este equipo nos dejamos el pellejo nosotros y cada uno de los demás por esa pulgada que se gana. Porque cuando sumamos una tras otra... Porque sabemos que si sumamos esas pulgadas, eso es lo que va a marcar la puta diferencia entre ganar o perder. Entre vivir o morir...".
3 comentarios:
"no me posicionaré ni de un lado ni del otro"
No cuela.
Sería conveniente saber, si el ostracismo de Dorsey,tiene que ver con aquellas fotos subidas de tono. No sería la primera vez( Logan)que los periodistas no os enteraís de lo que se cuece en el club...
Por partes que dijo Jack el destripador, councido contigo en el tema de la película y en el discurso del entrenador.
Por otra parte me gustaría creer que estamos en el camino de volver a ser un gran equipo, de volver a tener la sensación de que podemos ganar un partido en el ultimo minuto sin que sea una gran historia.
Pero bueno, lo dicho que esoeremos que la vuelta al Buesa sea otro rebulsivo como el triple de San Eme en Bilbao.
En fin Aupa Baskonia
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