31/5/11

La redención de los señalados

Lebron, Wade y Bosh, odiados y envidiados, pueden cerrar muchas bocas / 'Robin Hood' y sus Mavericks aspiran a saldar una vieja deuda con la historia

Hace un año Lebron James tomó una ruta que iba a suponer un cambio radical de rumbo para su popularidad. El Elegido, en una decisión que algunos no entendieron pero que casi todo el mundo esperaba, optó por abandonar el equipo en el que había militado desde que comenzó su carrera, los Cleveland Cavaliers, para buscar un proyecto más ambicioso en alguna franquicia en la que por coordenadas contractuales pudiera reunirse con una o dos superestrellas más de la NBA con las que buscar de la mano el anillo que tanto ansía. El fichaje por los Heat no se resolvió de la noche a la mañana, sino que se dedicó a deshojar la margarita y dejarse querer por unos y otros durante semanas. Al final, además, lo anunció por televisión, en un programa en directo creado ad hoc en la ESPN que se bautizó como The decision. Tuvo una audiencia bestial y ofreció pingües beneficios a todos los implicados. Pero dejó herida de muerte la imagen pública del jugador.

La escena se desarrolla en Nueva York, finales de septiembre, a pocas semanas para el arranque de la temporada en la NBA. Se celebra la fiesta de San Gennaro en las calles de Little Italy, un dulce barrio fagocitado por la voracidad de sus vecinos chinos y su legión de negocios todos iguales. Cae una tormenta de agua como no he visto una igual, con granizo y rayos que dejó hasta muertos en Queens, y nos cobijamos en un soportal. Un adolescente rubito se guarece también de la lluvia, Lleva una camiseta dorada de los Cavaliers con el número 23. Le pregunto por ella, por si le gusta Lebron. "Lebron sucks" ("Lebron apesta"), espetó, sin acritud, el chico moreno con la cara trufada de espinillas que le acompañaba. "Antes sí me gustaba pero ahora, después de lo que ha hecho..., no tanto", me responde el rubio. Se estaba cocinando un clima de repulsa hacia el que hasta entonces parecía la gran esperanza de la afición americana para cubrir el insondable hueco que dejó tras su retirada el eterno Michael Jordan. No fue la única muestra de repulsa hacia el camino escogido por King James con la que me topé aquellos ocho días que pasé en la Gran Manzana.

A James se le castiga por su incapacidad para ser lo que dijeron que iba a ser, porque no lo es. Algunos lo repudian por haber abandonado al equipo de su tierra, Ohiao, por haber tirado la toalla con sólo unas Finales en el zurrón a pesar de que la franquicia hizo esfuerzos por tratar de conseguirle secundarios que lo ayudaran a conquistar el título. Son muchos, y ésta es una sensación que ha cruzado fronteras y océanos, los que lo acusan de haber tomado el camino fácil. Su reunión con Dwyane Wade y Chris Bosh, amigos y compañeros de promoción, ha abierto un debate sobre las normativas que velan por la equitativa distribución de estrellas entre los equipos. A David Stern le han fallado, y esta vez de manera además estrepitosa, el mecanismo del draft, el tope salarial... Los Heat, los Beach Boys, los Heatles -porque de nombres han andado sobrados todo el año- han pasado a ser un equipo señalado, odiado por muchos. James, de hecho, se convirtió a los pocos días de su teatral aparición televisiva en el sexto deportista profesional estadounidense más odiado, según una encuenta de la compañía Q Scores Company.

Se les acusaba de producto, de equipo poco fiable, se cuestionó la capacidad de las tres figuras para compartir minutos y balones, incluso Magic tildó al Elegido de "cobarde" por buscar cobijo en otras estrellas en su carrera hacia el anillo, pero a la hora de la verdad han respondido. Se han metido en las Finales, en las que se verán las caras con Dallas. Cuando se separa el polvo de la paja se han mostrado, de largo, como el plantel más solvente del Este. Despacharon sin agobios  a los 76ers en una eliminatoria muy física, evidenciaron que a los Celtics comienzan a faltarles piernas para citas de determinada exigencia y han acabado con los Bulls del MVP Rose tras una serie apasionante, en la que se ha jugado un baloncesto de tremendo nivel y con muchos finales apretados, de esos en los que los grandes jugadores se alzan sobre los buenos jugadores. Los Heat se han conjurado para ganar un anillo porque se saben observados, criticados, censurados. Y parten, por plantilla, como favoritos.

Con un banquillo reforzado con la resurrección de Mike Miller, el retorno del lesionado Udonis Haslem y los minutos de calidad que aporta Chalmers en la dirección de juego, el Big Three alcanza la cita en un estado óptimo para que la del 2011 sea, por fin, la final que encumbra definitivamente a un King James que todavía no ha reinado y ya va a cumplir los 27. El problema para The chosen one es que en el bando contrario también milita un eterno aspirante al anillo que lleva más años a la cola.

Las Finales medirán la rabia de los Heat, su necesidad de sacudirse las críticas y cerrar muchas bocas, y el deseo de un equipo plagado de veteranos, muchos de ellos quizá demasiado como para soñar con volver a estar ahí. Los Mavericks disponen de una última bala en el cargador. Y en base a un eficiente juego colectivo, marcadamente coral, con gran aportación de jugadores de banquillo que han supuesto el salto de calidad, pretende agotar su postrero proyectil. Dos estilos chocarán de manera frontal en la eliminatoria que arranca este martes en el American Airline Center de Miami. Aunque pocos habrían apostado por este duelo cuando arrancaron los play off, ambos se han ganado el billete por méritos propios. Se han confirmado como los dos mejores equipos de la fase decisiva de la competición.

Kidd y la batalla en la pintura

Dallas debería tener sus opciones en este duelo, y las tendrá. Sus dos principales figuras, dos viejos rockeros de la NBA, sostendrán al equipo. Jason Kidd apura sus últimos años en la liga con la misma brillantez e influencia en el juego que ha mostrado desde su debut. Accedió a sus primeras Finales cuando Lebron aún jugaba en el instituto, en 2002, y un año después, casi al mismo tiempo que el draft en el que los iconos de los Heat fueron seleccionados, volvió a jugarlas. En ambos casos se ahogó en la orilla. Los New Jersey Nets a los que capitaneaba entonces cayeron derrotados ante los Lakers (4-0) y los Spurs (4-2). El director de juego, que regresó hace tres años al equipo en el que empezó, quiere sacarse la espina en la que puede ser su última oportunidad.

Kidd deberá imponer el ritmo del juego para que los Mavericks ganen opciones. Si los texanos, que también saben correr, reducen las transiciones rápidas del rival equilibrarán las fuerzas. A priori, el equipo texano parte con desventaja en los duelos de perímetro. Stevenson y Stojakovic sufrirán para defender a Wade. Incluso Terry, más rápido, puede sufrir en el uno contra uno ante Flash. Los exteriores de Dallas, en cualquier caso, han exhibido un acierto terrorífico en el lanzamiento de larga distancia. Además, el panorama cambia en la pintura. Tyson Chandler llega a la final como un toro. Los interiores de Miami, salvo el veterano Ilgauskas cortos de talla, pueden sufrir en el rebote. Y luego está el otro problema, la presencia del un jugador que ha destapado el tarro de las esencias en la final del Oeste. Dirk Nowitzki ha mostrado su mejor versión ante los inexpertos Thunder. Y parece la gran amenaza de los Mavs.

¿Quién se encargará de la defensa de Robin Hood? Desde luego, Spoelstra tendrá que alternar defensores y programar ayudas, porque la opción de Chris Bosh se antoja como una broma. El germano le ha hecho la pascua a todos sus pares durante los play off. Serge Ibaka, Lamarcus Aldrigde o el alicaído Pau Gasol han salido retratados en sus duelos personales. Sus exhibiciones en los últimos partidos han avivado la llama de la esperanza en el seno de la afición texana. Rick Carlisle dispone de uno de los planteles más compensados de la liga, muy equilibrado en cuanto a músculo, talento y conocimiento del juego. Además la historia le debe una a la franquicia de Mark Cuban. El azar le debe una segunda oportunidad a su estrella.

El destino se despachó con crueldad con Nowitzki cuando tenía todo de cara para asaltar el título. La estrella de los Mavs sólo ha jugado una vez las Finales, y fue también ante los Heat. Sucedió en 2006, la temporada en la que Shaquille aterrizó en Florida y dejó en evidencia a Kobe. El alemán, en plena madurez, marcaba diferencias por aquel entonces en la competición. Tanto es así, que la siguiente temporada recibió el reconocimiento como mejor jugador de la fase regular. Aquel verano de 2007 las apuestas apuntaban al combinado texano como posible campeón. Pero el futuro le tenía reservado un severo mazazo al jugador alemán. Los Golden State Warriors de Don Nelson, con Stephen Jackson, Monta Ellis y Sarunas Jasikevicius en sus filas, se cargó al mejor equipo de la NBA en la primera ronda de play off. El octavo clasificado dejaba en la cuneta al primer cabeza de serie. Fue un mazazo muy duro para Nowitzki, que jamás se volvió a ver ante una de esas. Hasta ahora. La vida, y no lo hace siempre, les ha deparado una segunda oportunidad, seguramente la última. Robin Hood, como Kidd, tiene ante sí una revancha con la historia.

1 comentario:

Joseba. dijo...

¡¡Suerte para Kid, Dirk y sus muchachos!!

Un abrazo david!