La derrota del Baskonia en el primer round de la semifinal saca a relucir los vicios de un equipo que llega justo de gasolina a una serie de gran exigencia
Poco hay que devanarse los sesos para analizar el sopapo que ha supuesto para el Baskonia el primer partido de las semifinales de la ACB. Basta con echar un ojo a todo lo que se ha publicado en periódicos y repetido en tertulias radiofónicas y televisivas durante los meses precedentes para desgranar los motivos que condujeron al equipo vitoriano a la derrota en un partido del que se despidió arrojando cierta sensación de impotencia. Un pésimo augurio para los próximos asaltos en una eliminatoria que se reanuda el mediodía del domingo.
El Barça fue muy superior al conjunto baskonista en prácticamente todas las facetas del juego, sobre todo a partir de un tercer cuarto en el que volvió a registrar un parcial desolador (32-20). Se ha convertido en un clásico de este dubitativo Caja Laboral. Sus desvanecimientos tras el descanso han llegado a analizarse desde un perspectiva paranormal, pero existen factores mucho más terrenales para entenderlo. El Baskonia ha llegado a la fase decisiva de la temporada muy justo de gasolina. Con muchas piezas todavía descolocadas y unos pocos asumiendo muchos más minutos de lo aconsejable, el equipo de Ivanovic se desangra y refleja una falta de tensión alarmante. Cuando se enfrenta a rivales de menor entidad, como el caso del Gran Canaria, el talento oculta las carencias. Pero ante la omnipotente máquina de baloncesto blaugrana, acaba por descomponerse sin remisión.
Ivanovic no puede reconocerse en un equipo que sobrevive de los ramalazos de clase de sus principales estiletes. Si sus opciones de éxito pasaban por su capacidad para resucitar los fantasmas de la final del pasado año y ganar la batalla anímica al conjunto catalán, ayer dio un importante paso atrás en su afán por escapar de Barcelona con una victoria. Bien es cierto que todavía queda una segunda entrega en el Palau antes de que la serie se desplace a Vitoria, pero resulta evidente que el preparador montenegrino debe reajustar demasiados parámetros en un tiempo que se antoja insuficiente. Porque el Baskonia puede perder contra el Barça, por supuesto. Es algo que entra dentro de la lógica. Pero no puede admitirse que en un duelo en el que se va a jugar la nota de todo un curso el rival lo atropelle por intensidad, hambre y actitud.
La pasión con la que el Barça buscó dar la primera puñalada de su particular venganza quedó reflejada en la estadística de rebotes. Una vez más, el Baskonia exhibió su endeblez en un aspecto que concede excesivas segundas oportunidades de tiro al rival. El Barça cerró el choque con casi el doble de capturas (38-21) que el combinado gasteiztarra. Perovic, Ndong, Anderson y, sobre todo, Lorbek encontraron demasiadas facilidades para hacerse con rebotes ofensivos (los catalanes amarraron una docena). Aunque, en general, esta falta de energía se percibió en todas las operaciones defensivas. Demasiadas concesiones ante un rival que además supo hallar alternativas a Navarro, bien sujeto hasta el tramo final por Oleson y Ribas, para seguir produciendo en ataque. Los desajustes que provocaron las ayudas para desactivar a La Bomba concedieron muchas situaciones cómodas de tiro a Lorbek o Morris, dos interiores que abiertos pueden resultar letales. En cualquier caso, la verdadera sangría se produjo bajo los aros, donde un Ndong en estado de gracia sembró aún más dudas sobre la talla (en todos los sentidos) de Esteban Batista en los compromisos ante las mejores baterías de jugadores interiores del continente.
El Baskonia se mantuvo con vida mientras aguantó la gasolina y tuvo la suficiente clarividencia para buscar posiciones cómodas de lanzamiento. Como viene siendo habitual, cuando entran los tiros, los pupilos de Ivanovic pueden freír a cualquiera. Cuando fallan las fuerzas y pesan más las piernas y el balón, bajan las prestaciones del equipo. He ahí las carajas. Por supuesto, Ivanovic debe asumir su cuota de responsabilidad. Fiel a su códice de principios, abusa de algunos jugadores. San Emeterio, Teletovic y Huertas, como vaticiné en el anterior post, estuvieron más de media hora sobre el parqué. Y acabaron pagando el esfuerzo. El base paulista volvió a sacar los colores a Ricky. Pero Xavi Pascual, que traía la lección bien aprendida, tiró de recursos. Víctor Sada, que fue titular, se empleó en la tarea de asfixiar al director de juego brasileño, el tipo que decantó el título el pasado año. Lo logró a medias. Marcelinho anotó más de lo habitual, pero asistió menos. El Barça redujo las vías de conexión y la suerte del Caja Laboral quedó supeditada al talento individual.
Teletovic sostuvo al equipo en la primera mitad del choque. Barac, pese a su ternura defensiva, exhibió su capacidad para marcar diferencias en ataque. Mientras que Oleson y Ribas, perfectos en su papel de especialistas defensivos pero haciendo daño desde el exterior, mantuvieron el tipo. Pero la aportación del resto resultó neutra, en el mejor de los casos, y negativa, en el peor. El preparador montenegrino concedió otra oportunidad a Logan, que por supuesto no aprovechó. Su presencia en cancha coincidió con una clara reacción blaugrana. Al margen de la ansiedad que despiden sus acciones -las ganas propias de alguien que necesita reivindicarse-, su apatía defensiva invita a considerar que su participación en lo que queda de eliminatoria será poco menos que presencial. Sí se echó algo de menos a Vladimir Dragicevic. Ivanovic apenas concede bola a su compatriota, un jugador rocoso que puede aportar la intensidad que tanto se echa en falta tanto para defender como para aplicar un torniquete a la sangría del rebote. Con él en cancha, el Baskonia pierde calidad en ataque, pero gana en otros factores, que también son baloncesto.
En estas circunstancias, tras una primera parte muy igualada, en la que el Baskonia gozó de algunas ventajas esperanzadoras, el conjunto de Xavi Pascual aplicó el rodillo sin piedad en la segunda mitad. Al igual que en el partido de la fase regular disputado en el Palau, el resultado que reflejó el electrónico tras el bocinazo final puede considerarse incluso exagerado, pero la tropa de Pascual se manejó con la conciencia de que cuanto más duro resultara el primer golpe, más le costaría el oponente levantarse de la lona para contestarlo. Ivanovic tiene una ardua labor y poco tiempo por delante.
En el arranque de la otra semifinal no hubo sorpresas. El Madrid, intratable en la Caja Mágica, impuso sus galones para apuntarse el primer punto de la serie ante un Bilbao Basket ilusionado pero sobrepasado por el tremendo arsenal del equipo. O mucho me equivoco o el equipo blanco, cuya principal amenaza es su propia inestabilidad interna, va a llegar descansado a la final.
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