27/5/11

Corazón contra la lógica


Mientras trataba de ordenar las ideas para enumerar los aspectos tácticos y técnicos que pueden definir la semifinal del play off de la ACB que van a disputar Regal Barcelona y Caja Laboral Baskonia he recordado esa máxima que reza algo así como que el deporte, muchas veces, se resume en estados de ánimo. Más allá de estadísticas, rendimiento y potencial de los equipos, la eliminatoria entre los protagonistas de las tres últimas finales del torneo, los planteles que se ha repartido los últimos nueve títulos nacionales, se resolverá en gran medida en función de la capacidad de unos y otros para gestionar sus miedos y ansiedades. Los jugadores de ambos equipos, enemigos habituales, convivirán sobre todo en el arranque de la serie con el bagaje anímico que han arrastrado hasta el presente punto de la temporada.

El Barça, obligado a justificar con el trofeo de campeón esa pesada losa en la que se ha convertido su cartel de mejor plantilla del continente, convive en las horas previas a la semifinal con el recuerdo de lo que sucedió hace poco menos de un año. La resolución de la final del pasado curso, con el inolvidable coast to coast de Fernando San Emeterio, se mantiene al acecho como el espíritu de una pesadilla difícil de digerir para un equipo que, además, inicia la eliminatoria otra vez como claro favorito. El Baskonia, que trata de cobijarse bajo la piel de cordero que tan cómodamente se ajusta, también asume el duelo con ciertas urgencias. El equipo vitoriano ha firmado una de las temporadas más decepcionantes de los últimos años. Pero aun así, le corroe la misma necesidad que a su rival. Por mucho que se guste en su papel de víctima propiciatoria, en el Buesa Arena se han habituado a alimentar sus vitrinas cada ejercicio. Desde 2005, de hecho, el club que preside Josean Querejeta no ha firmado una sola temporada en blanco.

Será, por tanto, un duelo en el que este tipo de aspectos tendrá un peso determinante. Y los entrenadores, testigos de lo que sucedió el pasado junio, responsables directos del camino que han seguido ambas escuadras hasta alcanzar este punto, se muestran plenamente conscientes. Dusko Ivanovic, el maestro, y Xavi Pascual, discípulo aventajado, vuelven a verse las caras en un enfrentamiento que quedará eternamente teñido de ansias de reivindicación tras el deshonroso desenlace de la aventura que emprendió en la Ciudad Condal el montenegrino, ídolo y comandante en jefe del baskonismo. Con las piezas sobre el tablero, antes de iniciar la partida, el Barça se antoja tremendamente superior. Pero también lo era el pasado año, en la final, y cuestiones intangibles, propias de la genética de los técnicos, acabaron por revelarse definitivas.

La eliminatoria que supuso el tercer título liguero del Baskonia se resolvió con una canasta y adicional rebosantes de fe de San Emeterio, sí, pero se empezó a ganar en el Palau, donde vuelve a iniciarse el enfrentamiento, con la lección de carácter que el Baskonia le ofreció a su adversario, que por aquel entonces los sabios calificaban de intocable. Ese parcial de cero a doce con el que arrancó la final cortocircuitó los matemáticos planteamientos de Pascual. La máquina comenzó a arrojar mensajes de error, el técnico perdió la calma, varió la rotación con la que había triturado a todos sus rivales durante los meses previos y alimentó la confianza de un equipo que, como sucede de nuevo este año, también anda sobrado de jugadores decisivos. Ese fue el gran error del Barça, al que apenas tres equipos (por la mínima y en duelos que resultaron intrascedentes) habían vencido hasta entonces. A partir de esa imagen, de ver al todopoderoso androide de Chichi Creus con la rodilla apoyada en el suelo, los pupilos de Dusko Ivanovic, con los ojos inyectados en sangre, pasaron por encima del rival. La pasión se impuso a la lógica; la razón cedió ante la víscera.

Creo que de la capacidad de Ivanovic para volver a activar todos los mecanismos intestinos de sus hombres dependen las escasas posibilidades con las que el Caja Laboral afronta esta serie. Un equipo irregular, poco fiable y en plena fase de construcción cuando el calendario impone que esté completamente rematado sólo puede dinamitar los pronósticos con un ejercicio de fe como el que definió la identidad del actual campeón liguero. El técnico montenegrino, que ha rebajado la sequedad de su discurso este año -algunos piensan que se edulcora con la edad-, ha recuperado su fiel códice de principios la víspera del primer partido. Y ha enviado un mensaje bidireccional que tiene una lectura muy clara, tanto para sus discípulos como para los jugadores del equipo culé: "Muchos dicen que el Barça es el mejor equipo de Europa, pero no ha ganado la Euroliga. Es un rival batible", ha manifestado. Un tipo que incluso cuando va a enfrentarse a rivales en teoría menores, como el Menorca o el Granada, enumera las virtudes del adversario y advierte del peligro que entrañan los partidos ayer se quitó la careta y mandó un aviso para navegantes. La conclusión a este comportamiento de Ivanovic me parece evidente: mientras que en los encuentros de apariencia intrascendente de la fase regular intenta activar a sus jugadores ante los excesos de confianza, antes de afrontar lo que muchos advierten como una misión imposible intenta devolver la autoestima a su dubitativo vestuario y, de paso, alimentar los miedos del oponente.

Pueden debatirse, y criticarse, muchos de los recursos del técnico del Caja Laboral, pero si algo ha evidenciado a lo largo de sus dos etapas en Vitoria es una tremenda capacidad para preparar a su equipo para encarar los torneos concentrados, como la Copa o la Supercopa, o las eliminatorias. La prueba más reciente se encuentra en los pasados play off, donde al margen del Barça también tumbó en su camino hacia el título a un Real Madrid que, por plantilla, parecía muy superior. El montenegrino encaja como nadie en un club que ha hecho bandera del carácter irreductible de sus plantillas, por mucho que pasen los años y cambie la identidad de sus jugadores. Aunque este año, por mucho que duela, el Baskonia se ha encontrado huérfano de un referente, del faro que durante tantos años tuvo en jugadores como Luis Scola o Tiago Splitter. Esta versión beta del conjunto baskonista, donde hasta hace unas semanas la mayor parte de los jugadores seguía sin tener claro su rol, parece en cualquier caso menos capacitada que otras para obrar un nuevo milagro.

Más allá de las emociones, de los recursos anímicos a los que pueda asirse el Baskonia en esta semifinal, a priori parece que la capacidad de Marcelinho Huertas para asumir un nuevo atracón de minutos puede marcar el desenlace del cruce. El base paulista introdujo a Ricky Rubio en ese estado semidepresivo que ha ido arrastrando a lo largo del último año. En los enfrentamientos directos entre ambos equipos Huertas se ha mostrado siempre muy superior al director de juego catalán. Pero el Barça dispone de alternativas, como demostró en el partido de la fase regular disputado en el Palau, para variar la dinámica de este pulso. Víctor Sada le concederá muchos más minutos de descanso a Ricky que Milt Palacio a Marcelinho, un hombre que necesitará oxígeno en las piernas, y sobre todo en el cerebro, para afrontar los momentos calientes de los partidos.

La ausencia de Pete Mickeal, a pesar de lo que sucedió en la Copa de Madrid, supone un alivio para un Baskonia que carece de aleros capaces de frenarle en el uno contra uno, sobre todo cuando encuentra posiciones en el poste bajo. Alan Anderson aporta otras cosas, pero adolece de la falta de ambición y egoísmo que convirtieron al exbaskonista en uno de los tipos más codiciados del continente. La producción ofensiva del Barça pasará por las manos del americano, pero sobre todo por la inspiración y la libertad que consiga asegurarse un Juan Carlos Navarro que ha reconocido sentirse especialmente motivado ante la posibilidad de cobrarse la venganza por la afrenta del pasado año. Otro de los puntos determinantes del cruce residirá en la capacidad de los escoltas del equipo vitoriano, sobre todo Brad Oleson y Pau Ribas, para reducir el protagonismo de La Bomba. Ivanovic debe de tener depositadas muchas esperanzas en estos dos jugadores, que han acabado por apropiarse de los minutos en detrimento de un Logan condenado por el técnico. Se lo ha ganado a pulso.

En la pintura se vivirá una colisión de estilos entre las que podrían considerarse como las dos baterías de jugadores interiores más potentes de la liga. Barça y Caja Laboral cuentan en sus filas con hombres grandes capaces de definir un título. Con una diferencia: mientras que en el roster de pívots blaugrana aparecen tipos determinantes en ambas partes del campo, a los vitorianos les sobra calidad en ataque pero les falta corazón, cabeza o centímetros atrás. La llegada de Dragicevic debería paliar parte de las carencias, pero el compatriota de Ivanovic se encuentra en pleno proceso de adaptación y, salvo pinceladas de una enorme efectividad, apenas ha aportado nada en sus primeros compromisos. Si explota en el momento adecuado, podría convertirse en un elemento muy válido para el Baskonia, sobre todo en la búsqueda de una receta para paliar los problemas derivados del excesivo número de rebotes ofensivos que el equipo ha concedido a todos sus rivales a lo largo del presente curso. Por supuesto, Barac puede convertirse en una pesadilla para el equipo culé, aunque su habitual tendencia a cometer faltas pueriles en citas de esta trascendencia aconseja situar entre interrogantes su influencia en la primera semifinal liguera que disputará como jugador baskonista (los dos últimos años se perdió los play off a causa de sendas lesiones).

Obviamente, otro aspecto que debería definir el devenir de la eliminatoria tiene que ver con el fondo de armario de ambos equipos. El Barcelona tiene mucho y muy bueno. Pascual cuenta con dos quintetos, no por aglomeración de figuras, sino porque dispone de dos jugadores diferentes para cada posición. Le sobran especialistas. Y eso vale su peso en oro. Lo demostró el pasado año. La segunda unidad del Barça, como sucedió en la Copa de Bilbao frente al Madrid, le pone otra velocidad a los partidos. Pascual juega a alternar el tempo de los choques. Pasa del virtuosismo al baloncesto metalúrgico, al músculo que aportan Sada, Ndong o a la intensidad defensiva que conceden secundarios de lujo como Morris o Grimau. Si los ajustes defensivos torpedean las penetraciones tras salida de bloque de Navarro, recurre a Ingles o a un tirador como Lakovic, que de tercer base ha pasado a convertirse en segundo escolta. Sin embargo, el Baskonia ha hecho bandera de su capacidad para afrontar las citas más exigentes con lo puesto. San Emeterio, Teletovic y Huertas acumularán de nuevo más de media hora por cita. Pero eso forma parte del plan de Ivanovic, que además cuenta con una plantilla más compensada tras las dos incorporaciones.


Son muchos los factores que, con una pizarra, pueden convertirse en definitivos para la suerte de esta semifinal. Aunque creo que Ivanovic tiene muy claro que la actitud, el hambre, la confianza con las que sus jugadores se lancen a por el rival se convertirán en el argumento más convincente para el equipo azulgrana. Al Baskonia no le queda otro remedio que hacer los deberes en Barcelona. Sumar una victoria en el Palau se antoja fundamental para un equipo cuyos planes pasan por exprimir el embrujo del Buesa Arena. En sólo unas horas arranca un duelo apasionante. La máquina azulgrana se enfrenta de nuevo a un equipo que pretende recuperar su alma, su eterna esencia de romántico inconformista. El corazón quiere volver a imponerse a la lógica.

1 comentario:

Txabeto dijo...

Hay un libro que resume bastante bien lo ocurrido en la final del pasado año, y que va acorde con tu titular. El libro es de Xesco Espar, ex-entrenador del Barcelona de balonmano. Se titula "Jugar con el corazón", sobre qué hacer cuando la excelencia no es suficiente y habla de cómo competir cuando el rival parte con ventaja. 100 % recomendable.