Análisis de la temporada del Caja Laboral (III)
El tercer y último capítulo para evaluar el curso recién concluido del Caja Laboral lo he reservado para Dusko Ivanovic. El sargento de hierro del conjunto vitoriano, que por números y trascendencia pasa por ser el mejor entrenador de la historia del club, ha sufrido como el resto del equipo los vaivenes de un ejercicio en el que muchos factores, demasiados, se han combinado para truncar la trayectoria de un plantel que ha arrojado sensaciones contradictorias. Sin embargo, sobre sus espaldas debe reposar gran parte de la responsabilidad. ¿Qué porcentaje? Un análisis pormenorizado del rendimiento del cuadro baskonista ayuda a entender hasta qué punto pueden recaer las culpas en la labor del preparador balcánico, que ha sembrado muchas dudas entre los directivos. Josean Querejeta ha mantenido la incógnita sobre la identidad del futuro técnico mucho más tiempo del acostumbrado. Pese a todo, quizá más por descarte que por deseo expreso del máximo dirigente del club vitoriano, todo apunta a que el montenegrino seguirá al menos una campaña más al frente de la plantilla. A comienzos de la próxima semana se despejarán los interrogantes al respecto.
Resulta sintomático el hecho de que, por primera vez desde que llegó a Vitoria, Ivanovic haya llegado al verano sin haber resuelto su renovación. Esto antes se zanjaba con una reunión rápida y un apretón de manos. Ivanovic asumía como nadie los principios del club. Querejeta siempre ha tenido depositada una confianza plena en un tipo que, más allá de lo que pudieran quemarse los jugadores, siempre ha cincelado con puño de acero a sus hombres para conformar bloques sólidos, espiritualmente inapelables, capaces de plantar batalla mientras aguantaban las piernas y hubiera un resquicio de oxígeno. Al menos hasta este año. Las dudas que han asaltado esta vez a la directiva son las mismas que han sembrado de inesperada decepción las gradas del Buesa Arena. Muy por encima de los resultados, de la ausencia de títulos, al aficionado baskonista medio el equipo le ha transmitido estos últimos meses una sensación de impotencia impropia de un grupo que, sin ir más lejos, hace ahora un año dinamitó todos los pronósticos al cargarse por la vía rápida al todopoderoso -y único favorito a todos los títulos- Barça de Xavi Pascual.
Ya lo he comentado antes en este espacio de reflexiones: el Baskonia de este año se ha traicionado a sí mismo, y ha traicionado el decálogo de baloncesto con el que siempre ha funcionado su entrenador. Este equipo ha sido menos duskista que cualquier otro de los que el montenegrino ha manejado en Vitoria. Y me asalta otra duda: ¿Han traicionado los jugadores sobre el parqué a Ivanovic o ha sido el propio Ivanovic el que, a la vista de los mimbres de que disponía para hacer el cesto, ha instigado esta sorprendente mutación? Me adhiero a la segunda opción. La primera posibilidad entrañaría aceptar cierta incapacidad en el preparador montenegrino para llevar las riendas del vestuario. Y de Ivanovic se podrán decir muchas cosas, pero al menos en Vitoria (gracias también al apoyo incondicional que ha recibido desde las altas instancias) el técnico ha sido siempre amo y señor. Así las cosas, considero que ha sido el propio técnico el que ha optado por amoldar su ideario baloncestístico a las piezas que han puesto en sus manos para configurar un equipo ganador. Ha variado su forma de buscar la victoria. Y la tosca realidad ha demostrado el fracaso de esta apuesta.
Ivanovic ha naufragado porque ha renunciado a muchos de los preceptos que lo convirtieron en un entrenador infalible, y el colectivo azulgrana ha renunciado a las señas de identidad que tantos años de historia han grabado a fuego en la esencia propia de este club. A raíz de estas certezas creo que surgieron las dudas que han dilatado hasta bien entrado junio la renovación del montenegrino. Aun así, conviene aceptar ciertas consideraciones para asimilar el hecho de que Ivanovic ha fracasado jugando a algo que jamás dijo que supiera jugar. La metamorfosis que ha experimentado el equipo ha resultado paralela a la que ha sufrido el discurso de su entrenador. En ejercicios precedentes, incluso cuando el Baskonia atravesaba fases en las que parecía candidato a pelear por cualquier título y mirar a los ojos al oponente más cualificado, Ivanovic se descolgaba con declaraciones en las que criticaba aspectos menores para desterrar cualquier signo de conformismo y veneración por parte del entorno del club. Este año, sin embargo, se ha mostrado paternalista, protector, condescendiente. Algo por completo anormal para lo que nos tiene acostumbrados.
Opciones de éxito supeditadas al talento individual
Si los equipos de Ivanovic han brillado habitualmente por su destajista entrega defensiva, casi siempre aderezada por la calidad ofensiva con la que ha contado en sus plantillas, este año el conjunto vitoriano ha evidenciado una tremenda debilidad. Las opciones de éxito de este Baskonia han quedado supeditadas el tremendo talento de sus principales referentes. Y eso ha bastado para sortear a los rivales de menor entidad, pero se ha revelado insuficiente cuando se presentaban las citas trascendentales de la temporada. Ahí el Caja Laboral ha hecho aguas. El desenlace de su eliminatoria frente al Barcelona, tan distinta a la de hace un año en la final, sirve como ejemplo para comprender el tremendo cambio que ha padecido el equipo. Salvo en ciertas fases del primer partido, mientras se mantuvo viva la fe, el cuadro gasteiztarra ni siquiera fue capaz de competir. Y eso el algo que hace mucho que no se veía por estos lares. Como tantas otras veces a lo largo del curso, este titubeante Caja Laboral se desmoronó hasta traslucir una dolorosa fragilidad espiritual.
Los límites a la responsabilidad de Ivanovic en la decepcionante (más por sensaciones que por resultados finales) travesía del combinado azulgrana deben fijarse en la configuración de la plantilla. Vuelvo a repetir que la marcha de Tiago Splitter ha hecho mucha mella, hasta el punto de rebajar varios enteros el potencial competitivo del equipo. Aun así, creo que se podría haber suplido mejor su ausencia de no haber mediado la mala suerte en las contrataciones de Haislip y, sobre todo, Pops Mensah-Bonsu. Al final Ivanovic se encontró con un colectivo cuya fisonomía se adaptaba muy poco a lo que él requiere para desplegar su filosofía espartana. Se encontró con mucho estilista, un grupo sobrado de talento individual, pero poco músculo y compromiso para las tareas oscuras e ingratas. Y en esta tesitura, con esta materia prima, no sé si hay entrenadores capacitados para edificar proyectos ganadores, pero desde luego el montenegrino no parece el más adecuado.
Ahora parece que, a pesar de las dudas, Ivanovic continuará un año más en la capital alavesa. Han sonado muchos nombres, pero el único que de verdad atraía a Querejeta, Ettore Messina, ha optado por emprender una aventura en la NBA tras su traumática experiencia en el Real Madrid. Lo peor de todo este carrusel de rumores y comentarios que ha suscitado es que considero que la figura del preparador balcánico ha quedado tocada. Si sigue, como todo parece apuntar, partirá con una carga de dudas que podrían haberse evitado de haber sellado con más celeridad su renovación. Ahora queda por ver cómo se enfocan los movimientos veraniegos de despacho, que serán muchos y más de uno inesperado. Si se pretende reconstruir la plantilla para cimentar un bloque sólido con el que recuperar la autoestima extraviada, no estaría de más tener en cuenta las necesidades del técnico. De lo contrario, Ivanovic tendrá que volver a jugar a algo que no sabe. Y ya se ha visto que eso no suele funcionar.
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