12/6/11

La dictadura de los especialistas


El Barça impone su modelo de basket colectivo y devora desde la defensa mientras sus rivales cierran el curso en plena búsqueda de identidad


Hemos asistido a lo largo de los últimos días al ejercicio de reflexión colectiva que generó en la prensa nacional la eliminación del Real Madrid a manos del Bilbao Basket en las semifinales de la ACB. En un país con tendencia al centralismo exacerbado, el enésimo descalabro del equipo blanco se convierte en una cuestión de estado. Y las comparaciones, sobre todo cuando se toma como referencia al eterno enemigo, pueden resultar odiosas y descorazonadoras. Muchos de los que celebraron como una consecuencia lógica a su potencial la clasificación del combinado merengue para la Final Four despellejan ahora a Molin, Messina, la plantilla o el modelo de gestión de la sección de la canasta en el club de Florentino Pérez. Desde la distancia resulta cómico asistir a exhibiciones de funambulismo dilaléctico sin parangón para justificar un cambio de discurso tan radical. Y sin embargo, la realidad se muestra tan clara ahora como cuando comenzó la temporada, incluso como esa semana en la que el Real Madrid superó los cuartos de final continentales y el Barça sucumbió ante un rival que, a la postre, acabaría llevándose el título en el Palau.

Fueron dos hechos puntuales. Es obvio que el Madrid puede imponerse en una eliminatoria a cinco partidos al equipo taronja. Y el Barça, aunque pasa por ser el mejor plantel que algunos hemos visto en muchos años, tampoco es infalible, como reflejó el Panathinaikos en la Euroliga o el Baskonia en la final de la pasada campaña. Sin embargo, aun con su condición humana, el combinado que dirige Xavi Pascual se encuentra a años luz de sus rivales, sobre todo en la competición doméstica. Su victoria en el segundo partido de la final ante el Bilbao Basket deja el título prácticamente sentenciado. A pesar de que al conjunto catalán le aguardan dos sesiones de infierno en Miribilla, donde el Bilbao Basket va a darle la réplica de orgullo que el Baskonia no fue capaz de ofrecer en la eliminatoria previa, el equipo de Xavi Pascual lleva camino de cerrar otra temporada para enmarcar. Salvando ese traspiés en la Euroliga, donde cayó justamente y ante un oponente tremendamente sólido y trabajado, el Barça se ha apoderado de todos los trofeos por los que ha peleado (Supercopa, Copa y, si logra un triunfo más, ACB). Lo peor de todo es que nadie ha sido capaz de plantear verdadera batalla y que, si no cambian mucho las cosas, esta situación puede perpetuarse en el futuro inmediato.

El éxito de este Barça es el éxito de la cordura, de la consecuencia. Hablamos de la consolidación de un modelo de gestión que sitúa el bloque muy por encima de los nombres. Joan Creus ha creado una máquina sin fisuras, un equipo cerebral, un ejército de robots en el que cada pieza desempeña un papel muy determinado pero enfocado hacia el bien del conjunto. Mientras en la capital se han centrado todos los focos en la seducción de figuras, en la recolección de jugadores que han brillado en otros destinos, en Barcelona se ha rastreado el mercado con las ideas muy claras. Los últimos veranos se han buscado jugadores específicos  para realizar labores muy concretas. Y de esta manera se ha gestado un colectivo imponente, una orquesta que casi siempre suena afinada.

El otro día discutía sobre este asunto con un buen amigo y llegamos a la conclusión de que, salvando a Navarro, ningún otro elemento del roster azulgrana podría actuar como principal estrella en alguno de los ocho mejores equipos del continente. El escolta catalán ejerce de alma dentro de este universo de androides, aporta el punto imprevisible de un equipo que se guía por la rutina, que aplasta a los rivales con el ritmo que le proporciona una rotación en la que sus doce componentes suman siempre. Y no sólo en ataque, donde el conjunto de Xavi Pascual dispone de muchísimas alternativas, sino sobre todo en defensa. Es ahí donde de verdad marca las diferencias. El cuadro blaugrana ha ofrecido auténticas exhibiciones defensivas en las citas cruciales a lo largo de los dos últimos años. Aplasta sin piedad a sus oponentes cuando cambia de marcha. Recuerdo muchos partidos, varios precisamente contra el Madrid y el Caja Laboral, en los que ha firmado cuartos donde sus rivales apenas han alcanzado la decena de puntos. Creus ha puesto en manos de Xavi Pascual un plantel que combina dos virtudes determinantes para la suerte de este juego. Si el baloncesto es un deporte de equipo y los partidos se empiezan a ganar desde la defensa, la exquisita planificación de la dirección deportiva ha configurado un bloque destinado al éxito con una receta tan sencilla como difícil de ejecutar.

Victorias desde los despachos

Tal y como se ha revelado de complicado el mercado los dos últimos veranos, el Barça comenzó a ganar los títulos en los despachos. Ha fijado un modelo muy claro de plantilla y ha realizado cada uno de sus movimientos con la intención de ajustarse al guión. Entretanto, sus principales rivales -y me refiero más a equipos como Madrid o Unicaja que al Caja Laboral- han naufragado por carecer precisamente de rumbo fijo. Ya he comentado en anteriores artículos los problemas que le han acarreado al Baskonia los fracasos de algunas de sus principales apuestas de futuro. Carente de la pujanza económica de los dos clubes futboleros, el margen de error del club vitoriano resulta mucho más exiguo. Está obligado a hilar muy fino, a acertar en cada una de sus decisiones para poder aspirar a los títulos.

Los tres principales equipos del baloncesto español han confrontado tres modelos diferentes a lo largo de las últimas temporadas. Y uno ha resultado mucho más fructífero que el resto. El del Baskonia resultó válido mientras las piezas que caían en manos de Dusko Ivanovic encajaban con el perfil del técnico, pero este año se ha desmoronado. El del Madrid, donde ni siquiera la contratación de un ganador nato como Messina bastó para conjuntar a un elenco de grandes jugadores que nunca han llegado a formar equipo, exige una nueva revisión. El del Barça, como he dicho, ha girado en torno a un plan bien definido, a la generación de un bloque sin fisuras en el que -me atrevo a decir- da igual incluso la identidad del técnico que lleve los mandos. Xavi Pascual tiene ya un lustroso currículo, pero en los dos sonados fracasos que ha acumulado el equipo culé en estos dos últimos cursos ha sido más culpable que víctima. Cuando los partidos o las eliminatorias se ajustan al guión previsto, maneja bien las piezas. Pero si los planes se tuercen, denota una tremenda carencia de cintura táctica. Sé que puede sonar estúpida una apreciación de este calibre cuando se está hablando del entrenador de un equipo que en cierto modo está marcando época. Pero los hechos así lo reflejan.

Las responsabilidades psicológicas de Xavi Pascual

El trabajo del catalán, un entrenador de perfil bajo, de la casa, pupilo de Ivanovic, resulta tremendamente cómodo. Dicen que su mayor virtud reside en su talento para mantener el buen ambiente y el hambre en el vestuario de un equipo plagado de estrellas. ¿De estrellas? Puede que no haya tantas, ni egos desmedidos. El perfil de gran figura, de jugador determinante, quizá sólo lo compartan Navarro y el lesionado Pete Mickeal, el americano más que cualquier otro. Luego está Ricky, que es muy joven y atraviesa una crisis de identidad preocupante. Hay mucho currela y poca vedette.Y eso es otro tanto que habría que apuntar a la dirección deportiva. Lo que sí hay en este equipo es un sinfín de especialistas que se han reunido para conformar un bloque granítico, que en los siete partidos que ha disputado hasta la fecha en los play off ha dejado a todos sus rivales en unos guarismos ridículos. Sólo el Baskonia, en el primer partido de las semifinales, logró superar la barrera de los setenta puntos (hizo 71). Y cuando un equipo que dispone de jugadores tan resolutivos se compromete con tanta generosidad en la retaguardia, hay poco que hacer.

La esencia del Barça la destilan jugadores que quizá otros equipos no se habrían matado por fichar pero que ahora se contemplan como fundamentales en el éxito del conjunto catalán. Me quedo especialmente con Víctor Sada, un tipo al que Scariolo debería premiar este verano con una citación para el Eurobasket. Denostado por muchos, se ha convertido en una pieza definitiva para el juego que despliega el Barça. Hasta el punto de que ha adelantado a Ricky en las rotaciones. Su capacidad para secar a bases de la talla de Marcelinho o Aaron Jackson -seguramente los dos mejores de la ACB- ha servido el título en bandeja al Barcelona. Pero no es el único. Dejando a un lado al siempre genial Navarro y a un Anderson que fue rescatado de las ligas de desarrollo y ha suplido con buena nota a Mickeal, conviene alabar el trabajo de piezas secundarias como Roger Grimau, en su día Basile, o Joe Ingles o Jaka Lakovic para meterle un punto más de intensidad a los partidos cuando saltan desde el banquillo. Y todo esto sin entrar en el juego interior, que es donde de verdad marca diferencias, sobre todo en canasta propia, el equipo azulgrana.

Pascual tiene de todo y todo bueno para configurar una pareja de pívots de garantías en función de la marcha de los encuentros. Ya contaba con Ndong y Vázquez para garantizar altas dosis de intimidación en la pintura, pero Creus le añadió a un Perovic que aún está por explotar. Hay quien dice que el Barça lo fichó más para evitar que sus rivales se hicieran con un cinco, tan codiciados y escasos el pasado verano, que porque realmente hiciera falta. Y a estos tres hay que sumarles a dos jugadores de lujo pero que hacen muy poco ruido, en la línea de este equipo. Lorbek y Morris condensan y se reparten todas las cualidades que requiere un cuatro en el baloncesto moderno. Pero todo lo que tienen lo entregan por el bien de un equipo que hace a todos un poco más anónimos pero que al mismo tiempo saca lo mejor de cada uno.

Parecen demasiados argumentos como para que otros soporten las comparaciones a pelo que he ido leyendo y escuchando. Si Baskonia y Real Madrid desean recortar las distancias, que a día de hoy se me antojan siderales, deben definir sus planes de actuación y ejecutarlos sin fallo. En Vitoria, toda vez que Ivanovic parece destinado a seguir al menos un año más, la directiva debe reconsiderar sus parámetros de rastreo del mercado y retornar al proyecto que no hace tanto ha aportado jugosos réditos a la entidad. El Madrid, por su parte, debe decidir de una vez por todas a qué quiere jugar. Sería un buen primer paso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Exquisito el artículo

Iñigo dijo...

Buen articulo,peor tambien te voy a decir,que con una chequera llena tambien me hago un equipo como el barça.Estoy seguro de q Josean y Salazar tambien querrian tener a Lorbek,Perovic,Morris,Anderson...